Trastorno Alimenticio: Anorexia

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ESJ_BLG_20240408 - 1Trastorno Alimenticio: Anorexia

Por JOHN STREET

No seas demasiado justo, ni seas sabio con exceso;
¿por qué habrás de destruirte?
ECLESIASTES 7:16

El móvil de Lisa volvió a sonar: otro mensaje de Erica. ¿Por qué no me deja en paz?, pensó. Llevaba semanas dándole lata con lo de su pérdida de peso, y Lisa estaba harta de la presión y el fastidio constantes. Lisa refunfuñó para sus adentros: Erica no lo entiende. Siempre ha sido guapa, delgada y atlética. Todas las chicas del colegio la admiran. Lo que a ella le parece tan natural, a mí me cuesta mucho conseguirlo. No es justo.

Era la hora de comer y, una vez más, Lisa se encontraba cara a cara con la comida. Sentada sola en la cafetería del instituto, utilizaba el tenedor para desplazar lentamente la ensalada de verduras por el plato. Ya no sentía el estómago vacío. El supresor del apetito que había tomado hacía una hora había surtido el efecto deseado y Lisa se deleitó pensando que, al menos por esa comida, no tenía que temer ganar peso. Podía seguir persiguiendo ese cuerpo perfectamente delgado que tanto anhelaba.

Lisa se siente orgullosa de haber cortado la lechuga en cuadraditos. Ella no es como sus indisciplinadas amigas, que se atiborran de platos llenos de alimentos hipercalóricos. Al levantarse para llevar la bandeja del almuerzo a la cinta transportadora, Lisa se tambaleó un poco. Pero estaba bien; se estaba acostumbrando a sentirse mareada a veces. Era un pequeño precio a pagar por el autocontrol del que estaba tan orgullosa.

“Dominio propio: esa virtud añorada en la lucha por domar el apetito en un mundo de restaurantes especializados y anuncios apetitosos. Las personas con sobrepeso parecen estar por todas partes, incapaces de controlar eficazmente su ingesta calórica en un mundo lleno de manjares deliciosos: desde pizza hasta carne asada, desde tarta Snickers hasta donuts de Krispy Kreme. ¿Cómo resistirse? La abundancia de alimentos en Estados Unidos es abrumadora, y ahí radica parte del problema. La delgadez sólo se valora en el contexto de la abundancia; y aunque hay mucha gente desnutrida y hambrienta en los países empobrecidos, allí no encontrarás verdaderos anoréxicos.” ¡Ah, sí! Aquel trabajo que había escrito para su clase de sociología. Recordaba aquel párrafo con alegría. Sonaba tan poético y, sin embargo, estaba lleno de verdad. Lisa sonrió satisfecha por la buena nota que le había puesto su profesor. Sí, sabía algo de dominio propios en un mundo que se había vuelto loco por la comida. Será mejor que Erica mantenga las distancias porque en realidad no sabe de lo que habla, pensó Lisa con suficiencia.

Pero Erica tenía buenas razones para estar preocupada. Lisa se había acostumbrado tanto a sus rituales diarios de control de peso que no se daba cuenta de lo impregnada que estaba de un peligroso patrón alimentario. Contaba con tanto cuidado las calorías, los gramos de grasa y los gramos de carbohidratos que había empezado a considerar la comida como un enemigo. Comer se había convertido en un ejercicio repugnante, hasta el punto de que colocaba la comida en el tenedor para que no le tocara los labios mientras comía. Una vez en la boca, se tragaba rápidamente el bocado. Lo que antes era una parte agradable de la vida cotidiana se había reducido a un mal necesario.

Además de restringir su alimentación, Lisa se comprometió a seguir un riguroso plan de ejercicio diario diseñado para quemar las calorías ingeridas. Cada 100 calorías significaban una milla más que tenía que correr ese día. Cuando creía que nadie la miraba, sacaba una pequeña báscula para pesar cuidadosamente todo lo que comía y registrar el peso de los alimentos en una aplicación dietética de su teléfono inteligente. Si podía, también pesaba sus deposiciones; Lisa quería asegurarse de que la cantidad de comida que consumía era equivalente a los residuos que eliminaba de su cuerpo. Si la cantidad de comida era mayor que la de heces, se castigaba a sí misma con ejercicio físico extenuante.

Esta forma extrema de autotortura había durado mucho tiempo. Lisa había perdido entre el 20 y el 25% de su peso corporal. Todos los que la conocían y la querían se daban cuenta de que se estaba consumiendo, lo cual era evidente en su rostro demacrado y sus brazos delgadísimos. Si hubieran podido verle los costados, se habrían dado cuenta de que le sobresalían las costillas. Sin embargo, Lisa hacía todo lo posible por ocultar su cuerpo bajo pesadas ropas y abrigos. Incluso en verano, cuando hacía calor, se quejaba constantemente de que tenía frío.

Los padres de Lisa estaban fuera de sí. Llevaban meses dándose cuenta de que su hija sufría una enfermedad autoinducida llamada anorexia nerviosa. Se habían visto impotentes para ayudarla porque ella no admitía que tenía un problema. Se negaba a ir al médico y se ponía furiosa si intentaban sacar el tema de su pérdida de peso. Habían investigado un poco en páginas web médicas de prestigio y lo que habían leído les asustó, como mínimo, porque coincidía con las evidencias de la enfermedad que observaron en Lisa.

La restricción de calorías durante un periodo de tiempo prolongado provocará una reducción del volumen de sangre en el organismo. La sangre ayuda a mantener la temperatura corporal normal, especialmente en las extremidades de los pies y las manos. Con menos volumen de sangre, la anoréxica sentirá frío constantemente. Incluso en los días cálidos Lisa se vestía con gruesos jerséis y guantes. Además, había desarrollado una afección llamada amenorrea, o pérdida de su ciclo menstrual mensual debido al desequilibrio energético y a la grave pérdida de peso. Su pulso era extremadamente lento debido a la reducida cantidad de sangre en su cuerpo, lo que hacía que su corazón trabajara más para bombear este reducido volumen de sangre por todo su cuerpo. Muchas mujeres con anorexia nerviosa extrema mueren de insuficiencia cardiaca porque su corazón trabaja en exceso. Lisa se acercaba peligrosamente a este trágico desenlace y sus padres estaban cada vez más preocupados.

Los seres queridos que conocían a Lisa desde que era pequeña también notaron un cambio drástico en su temperamento. Se había vuelto más impulsiva, distraída, irritable y agresiva con sus amigos íntimos y su familia. Parecía desconfiar de la gente que la rodeaba, como si la estuvieran juzgando. Las sugerencias útiles que pretendían devolverle la salud y la fuerza habían sacado a relucir un nuevo lado desdeñoso de Lisa. Nadie parece apreciar mi sacrificio y mi autodisciplina, pensó para sí. No estoy gorda ni soy indisciplinada como muchos de mis familiares y amigos. Deberían mirarse en sus propios espejos antes de criticar mi aspecto.

A medida que Lisa se distanciaba de la gente, se encontraba luchando contra la soledad y la depresión. Su capacidad de atención se había reducido y le costaba concentrarse. Su afición a la lectura había disminuido. Se movía e inquietaba constantemente, y ahora le costaba incluso estarse quieta, a diferencia de lo que era antes, contenta y alegre

La salud de Lisa siguió empeorando a medida que las semanas se convertían en meses. Apenas había un día en el que se sintiera bien o normal. Durante varias semanas no había asistido a la iglesia ni a su estudio bíblico favorito porque estaba resfriada, tenía gripe o, en general, se sentía fatal.

A pesar de todo, seguía manteniendo un régimen de ejercicio muy disciplinado. Quería que su cuerpo fuera una máquina de quemar grasa. Sus pensamientos estaban consumidos por sus dificultades, aunque no se daba cuenta de la gravedad del deterioro de su salud. “Odio mi vida y odio mi cuerpo. Lo único que quiero es estar delgada,” confiesa en su diario. Llena de conflictos internos, tuvo que admitir que seguía sintiendo hambre y que a veces disfrutaba con el sabor y la satisfacción de la comida, aunque había llegado a considerarla una necesidad tóxica. Me gusta la comida, admitía, pero no la quiero.

Desconsolados por lo que le estaba ocurriendo a su hija, los padres de Lisa llamaron al pastor de su iglesia para pedirle consejo y asesoramiento. Juntos analizaron el comportamiento de Lisa y los problemas físicos y espirituales resultantes. El pastor Tom explicó: “El problema es mucho más profundo en la vida de Lisa que el simple concepto de delgadez. Estar delgada es simplemente una medida externa de éxito para ella, independientemente de lo perjudicial que sea para su cuerpo. Muchos creen que la delgadez es lo único que le importa a una anoréxica. Este no es el caso de Lisa, y no es el problema exclusivo de la mayoría de las anoréxicas. Pero conseguir que Lisa vea que tiene un problema serio y potencialmente mortal será difícil. Primero oremos juntos por ella y pidámosle a Dios que también nos proporcione una manera de ayudarla a revertir este patrón mortal en su vida.”

La respuesta a sus plegarias no se hizo esperar. La semana siguiente, mientras Lisa jugaba al voleibol en su clase de educación física, se desmayó y cayó al suelo, golpeándose la cabeza al caer. Sufrió una laceración que requirió puntos de sutura y fue trasladada al servicio de urgencias del hospital local para recibir tratamiento. Allí le tomaron las constantes vitales. La tensión arterial y el pulso bajos alarmaron al personal médico, por lo que Lisa fue sometida a un examen físico completo.

Era la primera vez que Lisa sufría semejante intromisión en su vida privada, pero como era tan débil, apenas opuso resistencia. Después de todo, pensó, no me pasa nada. No hay nada que temer. Me harán beber un poco de zumo y me mandarán a casa.

Pero, para su consternación, no la enviaron a casa inmediatamente. Tras varias horas de pruebas, le diagnosticaron anorexia nerviosa y le recomendaron encarecidamente que visitara a su médico de familia y a un psiquiatra. La entregaron a sus preocupados padres y le aconsejaron que se alimentara lo antes posible.

En cuanto Lisa oyó el informe del médico, se llenó de pánico. No pueden hacerme esto. No pueden obligarme a comer. Engordaré y me hincharé como un globo. Abandonaré mi autocontrol y eso será malo para mí. No, no puedo y no haré lo que me digan. De alguna manera tengo que seguir controlando mi vida. Pero incluso mientras decía estas cosas en su propia mente, Lisa sabía que había empezado a perder la batalla. Veía que sus preocupados padres estaban decididos a seguir las órdenes de los médicos. Y, para ser sincera, también había empezado a sentir el cansancio que supone estar continuamente pendiente de no comer, de pesar la comida y los excrementos, y del interminable ejercicio necesario para no engordar. De repente estaba tan cansada que lo único que quería era dormir. Al llegar a casa, sus padres consiguieron que Lisa se tomara media taza de caldo de pollo antes de caer rendida en la cama, donde durmió las tres horas siguientes.

Mientras dormía, los padres de Lisa volvieron a orar juntos, dando gracias a Dios por brindarles la oportunidad de hablar con su hija sobre su estado. Luego llamaron al pastor Tom y le explicaron lo sucedido. Él accedió a pasar por su casa esa noche para tratar de hablar con Lisa sobre su situación.

Cuando Lisa se sentó tranquilamente en el salón, sus padres y el pastor Tom se sorprendieron al oírla mostrarse dispuesta a escuchar sus preocupaciones. Detectaron una expresión de derrota en su rostro, pero procedieron con cautela para poder mostrarle con delicadeza su amor por ella y su esperanza de que Dios la ayudara a superar sus problemas.

Tras compartir con ella los motivos de su preocupación -los datos médicos y las estadísticas relativas a las personas que han dejado de alimentarse por diversos motivos-, le preguntaron si estaría dispuesta a recibir ayuda de su médico de cabecera y de una consejera de su iglesia. El médico controlaría semanalmente sus constantes vitales, su peso y otras manifestaciones físicas de la anorexia. La consejera bíblica la ayudaría a hacer cambios que le devolvieran la alegría a su vida y compartiría con ella las enseñanzas bíblicas sobre el autocontrol.

Lisa pensó detenidamente en todo lo que le decían. Como era cristiana desde hacía cinco años, le atraía la idea de contar con la ayuda de Dios. Aunque seguía sin gustarle la idea de comer comida de forma regular, aceptó el doble plan que le proponían, sabiendo el apoyo cariñoso que recibiría de sus padres. Deseosa de demostrarles su sincera intención de seguir adelante, pudo comer otra media taza de caldo junto con media rebanada de pan tostado. Sintiendo ya una liberación de la presión que sus rituales autoimpuestos habían ejercido sobre ella, se fue a la cama de nuevo, durmiendo mejor durante la noche de lo que lo había hecho en mucho tiempo.

La semana siguiente, Lisa comenzó a reunirse con su consejera bíblica de la iglesia. Anne había tomado varias clases para aprender a aconsejar a partir de la Biblia, y una de las clases estaba dirigida específicamente a ayudar a mujeres jóvenes con desórdenes alimenticios. Aunque éste era uno de los problemas más difíciles de ayudar, Anne estaba ansiosa por dirigir a Lisa a la Palabra de Dios para que pudiera recuperar tanto su salud como su confianza en Dios, su Salvador.

Un buen consejero bíblico escuchará atentamente lo que su aconsejada tiene que decir sobre su problema. Ana hizo muchas preguntas sobre el pensamiento y el comportamiento de Lisa, pero sobre todo acerca de sus esperanzas y sueños para su vida. Quería oír a Lisa expresar qué objetivos eran los más importantes para ella; qué deseos eran los más fuertes en su interior. Esta recopilación de datos sería muy útil para orientar a Lisa a verse a sí misma y a la Palabra de Dios con precisión. Al concluir su primera sesión, Anne dijo: “Con todo lo que te he oído decir hoy sobre ti misma y tus metas para tu vida, puedo asegurarte que la Palabra de Dios tiene las respuestas para las dificultades en las que te has metido. Juntos te ayudaremos a revertir la evasión de la comida, pero también veremos la esperanza que se expone para ti en las Escrituras. Leamos juntos 2 Pedro 1:3-4:

3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.

“Porque eres cristiano -continuó Ana-, perteneces a Jesucristo, y esa relación con Él tiene grandes beneficios. Uno de ellos es el poder divino del que hablaba el apóstol Pedro: el poder que nos ayuda a superar la tentación de vivir para nosotros mismos, de complacernos sólo a nosotros mismos. A medida que aumentes tu conocimiento de Dios y de Su Palabra, Él te ayudará a cambiar y a crecer en piedad.”

En sesiones posteriores, Ana pasó a aclarar el diagnóstico de anorexia nerviosa. El término anorexia es una etiqueta psicológica desafortunada y engañosa. Es un término latino tomado del griego con un alfa-negativo como prefijo. Literalmente, significa no desear o no querer. Etiqueta mal la afección en sí porque sugiere una pérdida de apetito. Pero ésta no es una evaluación exacta del problema. Por lo general, una persona anoréxica sigue teniendo un gran interés por la comida, siente hambre y quiere comer. No se trata de pérdida de apetito, sino de abnegación para conseguir lo que quiere. ¿Y qué quiere la anoréxica?

Las normas culturales han enmarcado el pensamiento femenino sobre la forma y el tamaño de su cuerpo. Si a esto añadimos su deseo de ser admirada, respetada y dueña de su propio cuerpo, tenemos el escenario perfecto para la anorexia. El miedo a no dar la talla a los ojos de los demás lleva a las mujeres a hacer casi cualquier cosa para cambiar su aspecto. Para Lisa, lo que empezó como un simple deseo de encontrar aceptación entre sus iguales, o incluso de complacerse a sí misma, se había convertido en una pesadilla con la comida, a la que ahora veía como el enemigo.

Tras reflexionar detenidamente, Anne ayudó a Lisa a darse cuenta de que lo que realmente quería era tener el control. ¿Por qué el control era tan importante para ella? Creía que tomar las riendas de esta faceta de su vida -practicar una abnegación extrema- la convertía en una persona fuerte y le proporcionaba una vida centrada y sin complicaciones. Para muchas mujeres, la vida sencilla es una vida pura y perfecta. Los conceptos de pureza y perfección apelan también a una esencia fundamental en el pensamiento cristiano. Como Lisa podía adherirse estrictamente a este nivel de abnegación en su dieta, se sentía más justa y noble en comparación con tantos cristianos que parecían perezosos e indisciplinados. En su forma de pensar, superaba con creces cualquier crítica justificada de sus amigos. Sencillamente, no tenían autoridad moral para juzgar su vida a menos que practicaran el mismo nivel de autocontrol que ella.

El inconveniente es que la anorexia nerviosa puede causar daños irreversibles en el organismo que requerirán un tratamiento médico importante. Es imperativo que una persona que haya tenido una práctica sostenida de malnutrición grave busque ayuda médica profesional inmediatamente con el objetivo de devolver al anoréxico a un estilo de vida funcionalmente saludable y a un peso corporal adecuado y realista. Sin un tratamiento médico cuidadoso, la tasa de mortalidad puede llegar al 3,9%.[12] En muchos casos, la muerte es consecuencia de un fallo cardíaco, un fallo orgánico crítico, desnutrición o suicidio. Anne advirtió a Lisa de que, si continuaba con su comportamiento anoréxico, pronto tendría que ser hospitalizada y alimentada a través de una sonda intravenosa.

Cada vez más preocupada por su estado físico, Lisa escuchó atentamente a Anne, que le dio más información. Hay ciertos factores biológicos que pueden contribuir a la pérdida de peso anoréxica. Algunos de ellos pueden ser la actividad de los centros hipotalámicos del cerebro o la forma en que el organismo utiliza la glucosa en sangre. A veces pueden influir factores como la regulación hormonal con insulina y colecistoquinina (una hormona peptídica que pertenece al sistema gastrointestinal responsable de estimular la digestión de grasas y proteínas). También puede influir la tasa metabólica basal (TMB), que es la cantidad de energía que se gasta mientras el cuerpo está en reposo. Las pruebas médicas adecuadas deberían ser capaces de identificar si estos son motivos de preocupación.

A veces, los factores ambientales contribuyen a las prácticas anoréxicas. Esto incluye la forma en que una persona ha adquirido sus preferencias alimentarias o su exposición y sensibilidad a las señales relacionadas con la comida. La forma en que la persona ha desarrollado hábitos alimentarios -como la tendencia a picar entre horas, comer por la noche o comer mientras ve la televisión- puede ayudar a comprender cómo se iniciaron y desarrollaron estas prácticas. Esto incluiría la relación que su estado de ánimo y su capacidad para afrontar el estrés tienen con sus hábitos alimentarios.

“Abordar adecuadamente las necesidades de la anorexia requiere mucho más que un cambio fisiológico de conducta y un tratamiento médico,” explicó Anne a Lisa. “Eso sólo se ocupa de la sintomatología y las consecuencias del problema, no del núcleo del problema. Aunque es de vital importancia proporcionarle la atención médica adecuada para que pueda preservar su salud y su vida, hay que sacar a la luz las dimensiones espirituales de su comportamiento para que se produzca un cambio permanente. Centrarse meramente en las manifestaciones físicas de la anorexia sin atender al corazón que motiva el comportamiento es totalmente inútil. El fracaso catastrófico sigue siendo inminente.”

Para aclarar aún más la dimensión espiritual, Anne observó que Lisa practicaba su anorexia debido a la forma en que veía su vida. Había adoptado una visión pecaminosa de su vida que impulsaba su comportamiento, alimentando tanto sus actitudes como sus acciones. No sólo determinaba cómo comía y cuánto ejercicio hacía, sino que también motivaba su comportamiento alienante hacia sus amigos y familiares, e incluso afectaba a la forma en que pensaba sobre la relación de Dios con ella y sus problemas. Dudaba del cuidado y el amor de Dios por ella, creyendo que debía hacer todo lo posible para ganarse Su amor. Por lo tanto, había asumido una vida de abnegación propia de un monje estético. Había supuesto erróneamente: “Cuando Dios vea toda mi abnegación, me amará y me aceptará.”

La abnegación de Lisa era fundamentalmente defectuosa porque estaba arraigada en un profundo sentido de justicia propia. Creía que con su rigurosa abnegación y auto-negación, e incluso auto-infligiéndose dolor, podía controlar su propia vida por su propio bien. El apóstol Pablo se enfrentó a un problema similar en la iglesia de Colosas en el siglo I, donde una forma rígida de abnegación que iba en detrimento del cristianismo y de la doctrina de Cristo amenazaba a los cristianos sinceros. Observe cuidadosamente cómo Pablo amonestaba a los creyentes de Colosas:

20 Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos 21 tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques 22 (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? 23 Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne. (Colosenses 2:20-23).

Tales prácticas son bombas de relojería morales porque, aunque puedan dominar los deseos físicos, no consiguen detener los deseos pecaminosos. Los cristianos que se entregan a tales prácticas parecen ser religiosamente autodisciplinados, pero interiormente sus pasiones están fuera de control y no tienen ningún valor eterno. Las anoréxicas como Lisa están enfocadas en valores mundanos-como amar la alabanza de la gente y buscar mostrarse superiores-y no están enfocadas en Cristo y Su redención.

Si Lisa es una auténtica cristiana, entonces ha muerto a esas cosas y ahora vive para Cristo. Últimamente, se ha engañado a sí misma, pensando que vivía para Cristo. Creía erróneamente que a través de sus buenas obras de abnegación y autocontrol podría alcanzar una vida sencilla de pureza y perfección. También intentaba demostrar que era más justa que los demás, y se enorgullecía y consolaba de su extrema autodisciplina. Pero, por mucho que se esfuerce, no puede ser pura y perfecta sin Cristo. Cuando admita humildemente su imperfección y confiese su pecado de justicia propia, se dará cuenta de que -mejor que cualquier control que pueda lograr- Cristo le ha dado Su justicia perfecta y eterna a través de su fe en Él. Dios no aceptará otra justicia que la de Su Hijo.

Lisa aprendió que la cuestión más importante que determina el comportamiento anoréxico es el corazón: ¿Qué adora el corazón? O se podría decir, ¿Qué desea el corazón más que a Dios? Los deseos comunes del corazón de las anoréxicas son:

“Debo estar delgada para poder tener importancia.”

“Soy infeliz con mi vida y quiero comer lo que quiera sin engordar.”

“Merezco el placer, pero no quiero pagar las consecuencias.”

“¡Tengo que ser perfecto!”

“¡Merezco la atención!”

Pero para muchos como Lisa, su corazón exige: “Quiero que todos me vean como la persona perfecta que soy, y al negarme a ser controlada por la comida, todos sabrán que no cedo a los excesos pecaminosos de la misma manera que mis amigos. Por eso me respetarán.”

Lisa había estado intentando controlar la opinión que sus amigos y familiares tenían de ella, y cuando su opinión difería de lo que ella esperaba y deseaba, se irritaba y se enfadaba. Y cada vez que tales deseos de perfección y respeto reinan en el corazón, entonces Dios no es adorado. Es fundamental reconocer que los anhelos del corazón pueden llegar a ser tan exigentes que se convierten en los dioses funcionales de una persona. Estos dioses prometen felicidad y satisfacción, pero producen dolor y miseria. El cristiano tiene la responsabilidad de adorar únicamente al Dios del cielo; cualquier otra cosa es una mentira destructiva (Éxodo 34:14; Salmo 81:9; Mateo 4:10).

“El cambio completo y duradero de la anoréxica empieza por la confesión y el arrepentimiento,” le amonestó Ana con dulzura. “Sé que no lo parece, porque tus motivaciones estaban impulsadas por un deseo de pureza y perfección. Como la Biblia llama a los cristianos a ser puros y perfectos -como en Mateo 5:48 y Filipenses 1:9-11-, puede que pensaras que tenías razón en lo que hacías. Pero nuestra justicia se encuentra sólo en Jesucristo. Él nos dio Su justicia porque no teníamos ninguna propia. Así que cualquier intento de purificarnos y perfeccionarnos para que otros nos glorifiquen sólo le roba a Dios Su gloria. ¿Ves, Lisa, cómo esto se ha torcido en tu pensamiento?.”

Con la cabeza inclinada reverentemente, Lisa confesó sus metas de pureza y perfección impulsadas por el orgullo, reconociendo cómo había deshonrado a Cristo en el proceso. No dudó en confesar y arrepentirse de desear la gloria que sólo Dios merecía. Se sintió más preparada y con más energía que nunca para hacer los cambios necesarios en su alimentación y ejercicio, de modo que su vida volviera a dar gloria a Dios.

Independientemente de lo que tú o alguien a quien estés aconsejando identifique como deseo de su corazón, confesar estos deseos idólatras ante Dios y arrepentirse de ellos como pecado son los pasos necesarios para un cambio total (1 Juan 1:8-10). En primer lugar, la confesión identifica estos antojos del corazón como pecaminosos. Cuando una persona confiesa verdaderamente su pecado, se niega a poner excusas por permitir que sus antojos la gobiernen y se vuelvan más importantes que vivir para la gloria de Dios. Segundo, el arrepentimiento es esa declaración ante Dios de que su mente ha cambiado concluyentemente. El verdadero arrepentimiento es un cambio de mente tan completo que conduce a un cambio permanente de comportamiento. Cuando usted da consejos que eliminan solamente los factores biológicos y ambientales (la lucha del cuerpo con la comida), usted trata solamente con los contribuyentes externos al problema. Debe haber un cambio fundamental a un nivel mucho más profundo -es decir, en el corazón- para que la anoréxica sea restaurada a una vida sana y que honre a Dios.

Después de un arrepentimiento sincero, viene una reeducación bíblica sobre la perspectiva de la comida que tiene la anoréxica. Este es un paso crítico para que el proceso de cambio sea irreversible. Se deben estudiar cuidadosamente los siguientes principios, junto con las referencias bíblicas enumeradas mientras se escribe una respuesta personal y un plan para hacer realidad cada una de estas verdades en el pensamiento diario. Incluso puede ser útil escribirlas en tarjetas y colocarlas cerca de los lugares donde se consumen las comidas.

· Dios ha provisto generosamente los alimentos, y puesto que todo lo que Dios provee es bueno, estos alimentos son buenos (Génesis 1:29-30; 2:9; Hechos 10:10-16; 1 Timoteo 4:3-5; Santiago 1:17).

· La intención de Dios es que la humanidad disfrute de la comida, por lo que comer debe ser una actividad placentera (Salmo 104:14-15; Eclesiastés 2:24-25; 8:15; 9:7; 1 Timoteo 6:17).

· Se come para fortalecerse, para honrar y servir a Dios, y no para negarse a sí mismo o complacerse (Eclesiastés 10:16-17; 1 Corintios 10:31; Colosenses 3:17; 1 Pedro 4:11).

· En lugar de que el comer esté supeditado a los deseos pecaminosos, el comer debe estar supeditado al servicio fiel a Dios y a Su Palabra (Job 23:12; Juan 4:34; 1 Pedro 4:1-5).

· El amor a Dios y a los demás debe ser evidente al comer, en lugar de amar los deseos pecaminosos que gobiernan el corazón (Mateo 22:37-40; Lucas 10:27; Romanos 14:21; 1 Corintios 8:13; 11:20-22).

· La obediencia a Dios, motivada por un corazón redimido, debe anular todos los hábitos alimenticios, en lugar del deseo de control personal (Proverbios 23:1-3, 6-8; Romanos 14:17; Hebreos 12:16).

· Ser controlado por Jesucristo es de mayor importancia que la idolatría del control personal (Proverbios 13:25; 16:18; Marcos 7:15,20-23; Romanos 16:17-18; Filipenses 3:18-19).

Lisa estaba muy agradecida a Dios por haberla llevado al arrepentimiento a través de Ana. Ahora tenía claro que su anorexia no era más que un síntoma de un problema aún más grave en su corazón. Estaba destrozada por su pecado y su falta de confianza en Dios. Su comportamiento había estado destruyendo el cuerpo sano que Dios le había dado, y reconoció que había sido una pésima administradora de su vida, su salud y su tiempo. Se dio cuenta de lo egoísta que se había vuelto. Pudo ver la fealdad de su orgullo y de su justicia propia, y le dolió. Había llegado el momento de acercarse a Dios (Santiago 4:8-10).

La humildad era el fruto del arrepentimiento de Lisa, lo que significaba que era enseñable y estaba ansiosa por recibir instrucción bíblica sobre cómo su recién fortalecido caminar con Cristo debía afectar su visión de sí misma y sus hábitos alimenticios. Se dedicó con entusiasmo a estudiar los principios compartidos por Ana, escribiendo su respuesta personal a cada uno de ellos y elaborando un plan detallado sobre cómo iba a poner en práctica los cambios en su nuevo estilo de vida y de alimentación.

Sabiendo lo difícil que le resultaría a Lisa poner en práctica estos cambios, Anne la ayudó aún más reclutando a un par de mujeres cristianas maduras de la iglesia para que ayudaran a Lisa a rendir cuentas. Empezaron a reunirse con regularidad, a orar juntas, a comer juntas y a repasar los principios bíblicos para cambiar de vida. Una de las mujeres incluso llevó una báscula a las reuniones para asegurarse de que Lisa seguía su plan.

La madre de Lisa se unió al grupo al cabo de unas semanas, deseosa de ver cómo podía ayudar a su hija en casa. Lisa recuperó el peso que necesitaba para estar sana, e incluso aprendió a disfrutar de nuevo comiendo cantidades moderadas de comida. Se cuidó de hacer saber a sus amigos que fue la convicción del Espíritu Santo y la verdad de la Palabra de Dios lo que produjo los cambios duraderos en su vida. Lisa era una joven cambiada, por dentro y por fuera, y Jesucristo estaba en el centro de su cambio.

Preguntas Para Discusión

1. ¿Qué efectos tienen las expectativas sociales actuales en las mujeres jóvenes de hoy? ¿Qué revelan estas expectativas sobre la filosofía del mundo en que vivimos?

2. ¿Cómo influyó en Lisa su incorrecta comprensión teológica de la pureza y la perfección? Describe las fuertes tentaciones que las jóvenes cristianas enfrentan hoy cuando se ven confrontadas con expectativas sociales impías y, al mismo tiempo, no comprenden la fuente de la pureza y la perfección para el creyente.

3. Después de que una joven cristiana entiende correctamente que la pureza y la perfección le son dadas por Cristo, ¿cómo le enseñarías a vivir una vida de santidad? Cuál debería ser su motivación para vivir santamente? (Ver Mateo 22:37-40, Filipenses 2:3-11, 1 Pedro 1:13-25.)

4. ¿Por qué son vitales la confesión y el arrepentimiento para que Lisa y otras anoréxicas como ella puedan experimentar un verdadero cambio?

5. La memoria de las Escrituras es un componente clave del cambio en la vida del cristiano. ¿Qué pasaje de las Escrituras le pedirías a Lisa que memorizara para que pueda tener la Palabra de Dios lista cuando se sienta tentada a volver a caer en un estilo de vida controlador y farisaico?

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