¿Deberían Los Cristianos Reprender A Satanás?
¿Deberían Los Cristianos Reprender A Satanás?
Por Dan Crabtree
Si hoy visitaras la casa de Martín Lutero en Wittenberg, verías una mancha oscura en la pared de su estudio. Los guías del lugar atribuyen esta mancha a un famoso incidente en el que Lutero, despertado en la noche por Satanás, tomó un tintero y se lo arrojó al Tentador. Sea cierta o no la historia, llegó a una colección de cuentos de los Hermanos Grimm y se ha convertido en una especie de nota histórica a pie de página de la práctica moderna de reprender a Satanás.
Hace poco me plantearon la pregunta: “¿Deberían los creyentes dirigirse directamente al diablo o a los demonios en la lucha contra el pecado?”. En otras palabras, ¿deberían los cristianos reprender a Satanás?
Quizás hayas oído a cristianos hablar de reprender al diablo, o incluso hayas hecho alguna versión de ello tú mismo. Recuerdo haber visto hace una década la película Cuarto de Guerra, en la que la protagonista camina por su casa “atando a Satanás” y “echándolo” fuera de su matrimonio, con el efecto de que en un hotel cercano su marido interrumpe bruscamente sus intentos de adulterio y regresa con su familia. Frases como “no tienes lugar aquí” o “te ordeno en el nombre de Jesús, vete, Satanás” se han abierto paso en los sermones y medios de comunicación evangélicos populares, y han llegado hasta los hogares de los cristianos.
¿Deberíamos estar dando órdenes a los ángeles caídos? ¿Deberían los cristianos reprender a Satanás para luchar contra su pecado?
En resumen, no, los cristianos no deben reprender a Satanás. No tenemos autoridad sobre Satanás, y no hay ejemplos bíblicos de cristianos que se dirijan directamente a Satanás o a los demonios en la vida de los creyentes.
Ahora, permítanme profundizar en algunos textos relevantes para explicar esto un poco más.
Hechos 16:18 es el único caso en las Escrituras en el que un creyente se dirige directamente a un demonio; es Pablo exorcizando a un demonio de la muchacha adivina en Filipos. Jesús, por supuesto, reprende y ordena a los demonios en varias ocasiones en el contexto del exorcismo. También dio poder a los doce y a los setenta y dos para echar fuera demonios. Sin embargo, a los cristianos de hoy no se les ha dado ese poder, al igual que no se nos ha dado el don de sanidad, milagros, lenguas, profecía o apostolado (para un argumento más amplio sobre el cese de estos dones apostólicos de señales, vea este artículo). Pero incluso si aceptáramos el argumento de que el exorcismo es un don para la iglesia de hoy, la Biblia sigue sin dar ningún ejemplo de creyentes que reprendan a los demonios en la vida de otros creyentes.
Recibimos un puñado de instrucciones en el Nuevo Testamento sobre cómo debemos responder a los ataques espirituales de Satanás a través de la tentación o por medio de falsos maestros. Efesios 4:27 nos enseña a hacer morir el enojo pecaminoso para no “dar oportunidad al diablo”. 1 Timoteo 3:7 dice que un anciano debe tener buen testimonio entre los de afuera para evitar “el lazo del diablo”. 1 Pedro 5:8 nos exhorta a velar por nuestro propio corazón porque “su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar”. Por lo tanto, los creyentes no deben ignorar la amenaza espiritual que Satanás y sus hordas representan para los creyentes. Es un enemigo real que busca socavar la obra de Dios en este mundo, y no debemos ser ignorantes de sus designios.
Dos pasajes del Nuevo Testamento van un paso más allá y ordenan a los creyentes que resistan a Satanás. Santiago nos dice: “resistan al diablo, y huirá de ustedes” (Santiago 4:7). La palabra para “resistir” significa “hacer frente” o “oponerse”. No implica un trato directo, sino una preparación para la batalla, que el contexto desarrolla como sumisión a Dios, arrepentimiento del pecado y humillación ante el Señor. Otro pasaje del Nuevo Testamento utiliza esta misma palabra con respecto a Satanás, y es Efesios 6:13: “Por tanto, tomen toda la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes”. Ambos pasajes nos instan a estar vigilantemente conscientes de las artimañas del diablo (2 Corintios 2:11) y a responder con santa y vigilante obediencia en la fuerza de Dios. Ninguno de los pasajes anima a los creyentes a hablar con Satanás o a atarlo.
Otro texto relevante a tener en cuenta es Judas 8-9, en el que Judas escribe acerca de los falsos maestros:
No obstante, de la misma manera, también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las majestades angélicas. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo y disputaba acerca del cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: “El Señor te reprenda”.
Aparentemente, algunos de los primeros falsos maestros andaban reprendiendo a las “majestades angélicas”, es decir, a seres angelicales, afirmando su propia autoridad sobre los ángeles. Judas condena rotundamente esa presunción utilizando la ilustración de un arcángel real que, en el ámbito de una batalla espiritual invisible, no reprendería a Satanás por sí mismo, sino que pronunciaría una especie de imprecación contra el diablo, dejando la ira a Dios. Entiendo que esto significa, en su aplicación a nosotros, que no debemos atrevernos a decirle a Satanás que haga nada, sino más bien orar para que Dios nos defienda desbaratando los propósitos del diablo.
Entonces, si las Escrituras no nos ordenan reprender a Satanás en nuestra lucha contra el pecado, ¿cómo luchamos contra el pecado? Comenzamos por reconocer humildemente nuestros propios deseos pecaminosos, conscientes de la amenaza espiritual de la tentación del mundo, de la carne y del diablo, y corremos a Cristo en busca de la fuerza para hacer morir las obras del cuerpo. Debemos tener cuidado con la tentación de mitigar nuestra culpa buscando explicaciones para el pecado fuera de nosotros mismos; de culpar a la gente que nos rodea, a la cultura o al mismo Satanás.
La verdad es que Dios nos hace a cada uno responsables de lo que pensamos, decimos y hacemos, aun conociendo el desafío del asalto espiritual de Satanás (Romanos 2:6-10). Nos manda a cada uno “que se abstengan de inmoralidad sexual” dándonos la verdad de las Escrituras, el poder del Espíritu Santo y la amorosa rendición de cuentas del cuerpo de Cristo (1 Tesalonicenses 4:3-8). Es por el Espíritu, y no por reprender a Satanás, que podemos hacer morir las obras del cuerpo y vivir (Romanos 8:13). Aunque todo el infierno esté contra nosotros, nuestro Dios que reina sobre todo poder está por nosotros. Y si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?