Día: 13 agosto 2013
El Hijo Sufriente
El Hijo Sufriente
por Joey Newton
¿Te has preguntado por qué Jesús tuvo que pasar por todo lo que hizo? No me refiero sólo al sufrimiento en la cruz, donde Él llevó la maldición de la ley por nosotros (Gálatas 3:13) y bebió todo el vaso de la ira divina por el pecado de Su pueblo (Mateo 26:42) . Somos conscientes de que Él era y tenía que ser la propiciación – plena satisfacción – por nuestro pecado (Romanos 3:25, 1 Juan 2:2). Sin embargo, de lo que estoy hablando es de todas las otras cosas que sufrió. ¿No era suficiente el sufrimiento de la cruz? En un sentido, sí, Él pagó el precio en su totalidad y ningún mayor sacrificio se podría hacer. Pero en otro sentido, no, no fue suficiente para que El fuese nuestro mediador perfecto. Ahora, eso puede ser una declaración chocante para algunos, pero ¿qué hay de lo que el escritor de Hebreos dijo: “aprendió obediencia por lo que padeció; y habiendo sido hecho perfecto” (5:8-9). Sí, El “aprendió obediencia,” y fue “hecho perfecto” como nuestro Mediador y Sumo Sacerdote.
Esto significa que Jesús no pudo haber sido el perfecto mediador El simplemente se muestra como un hombre hecho y luego fue a la cruz. Él no podía venir y lograr todo de una vez. Eso no era una opción. No, El tenía que vivir la vida que vivió. Él tuvo que sufrir y tuvo que sufrir hasta el máximo permitido por el sufrimiento humano. Esta es aplastante y una gracia increíble.
Dar el Ejemplo, 1a. Parte
Dar el Ejemplo, 1a. Parte
1 Timoteo 3:2-3
Por John MacArthur
Las habilidades de la gente tienen un valor incalculable en el liderazgo. Imagínese lo difícil que sería para un hombre dirigir si fuese tímido e indeciso. O pensemos en los daños producidos por un líder que es arrogante y temerario. En cualquier caso, su vida privada puede ser ordenada y disciplinada, pero su falta de capacidad en la esfera pública dificultaría su liderazgo. La forma en que un hombre trata con los demás determina cómo, y si, ellos lo seguirán.
La última vez examinamos los requisitos bíblicos de un líder cristiano. Debe ser un hombre de integridad privada, no dado a la impureza o el exceso, sino moderado y disciplinado.