Cuándo Perder Una Discusión
Cuándo Perder Una Discusión
Por Ben Edwards
Las discusiones ocurren todo el tiempo. Ocurren en una variedad de lugares (oficina, casa, escuela, iglesia, etc.) sobre una variedad de temas (deportes, teología, política, comportamientos, políticas, finanzas, alimentos, planes, etc.) y entre una variedad de personas (amigos, extraños, cónyuges, miembros de la iglesia, pastores, etc.).
Algunas discusiones pueden ser buenas y beneficiosas. Pueden permitir a las partes implicadas o a los que «escuchan» entender mejor un asunto o ver las preocupaciones que hay que abordar, e incluso, en el mejor de los casos, pueden permitir que las personas lleguen a un acuerdo sobre el mejor camino a seguir.
Pero a veces las discusiones pueden ser contraproducentes o incluso pecaminosas. Esto puede deberse a la actitud, el comportamiento, el lenguaje o los motivos de quienes participan en la discusión, pero también puede ser porque continuar la discusión será peor que perderla. A continuación, expongo al menos cuatro situaciones en las que es mejor perder una discusión que continuarla.
La razón por la que lo enmarco como «perder la discusión» es porque para algunos (como yo) terminar una discusión sin que la otra persona conceda algo se siente como perder, y puede ser difícil perder una discusión. Pero en estas situaciones, sería aún peor seguir intentando «ganarla».
Cuando estas equivocado
La situación más clara e importante para perder una discusión es cuando te das cuenta de que estás equivocado, pero también puede ser una de las más difíciles. En lugar de reconocer que la otra persona tiene razón, puedes intentar cambiar el debate o criticar un punto débil de la posición de la otra persona. Esto puede aliviar tu orgullo al cubrir tu error, pero como cristianos debemos preocuparnos más por lo que es correcto y verdadero que por nuestro propio ego. Si reconoces que estabas equivocado, pierde la discusión (y reconoce tu error). Es mejor perder que menospreciar la verdad.
Cuando la relación importa más que el asunto
Algunas discusiones pueden estar bien en teoría, pero hay que estar dispuesto a perderlas cuando al menos dos cosas son ciertas (1) el asunto no es lo suficientemente importante como para dividirlo y (2) corres el riesgo de dañar la relación. Puedes estar convencido de que tienes razón (y realmente tenerla) pero estar dispuesto a permitir que la persona que está equivocada tenga la última palabra, porque tu relación con esa persona significa más que ganar la discusión. Hay cuestiones por las que merece la pena dividirse: Jesús y su mensaje importan más que las relaciones humanas más estrechas (Mateo 10:34 – 39), por lo que no podemos transigir en asuntos que afectan a nuestra relación con Él. Pero muchos asuntos importan menos que las relaciones humanas, especialmente cuando la relación es importante, como entre un marido y una mujer o entre los miembros de una iglesia local. Es mejor perder una discusión que un hermano o hermana en Cristo.
Cuando la discusión no debería haberse iniciado
Un buen seminario le enseñará a razonar, pensar y comunicarse, lo que significa que muchos pastores y maestros de la Biblia son hábiles polemistas. A menudo son mejores debatiendo que su esposa u otros miembros de su iglesia. Esto puede ser un beneficio cuando la habilidad se utiliza para hacer frente a las ideas falsas y peligrosas (Tit 1:9). Pero también puede ser un obstáculo cuando se utiliza para defenderse de una crítica legítima (por ejemplo, cuando sale a relucir su «abogado interior») o para silenciar y avergonzar a alguien que plantea una preocupación real. Podemos tomar algo que pretendía ser una conversación y transformarlo en una discusión, en la que la otra persona no estaba preparada para participar y, por tanto, tenemos muchas posibilidades de «ganar». En lugar de escuchar atentamente y hacer preguntas para aclarar las cosas, podemos empezar a criticar la declaración de la persona o lanzar una refutación. Al hacerlo, nos arriesgamos a dañar la relación y a perder el beneficio de la perspectiva y la opinión de esa persona. Es mejor perder una discusión que ganar una que no debería haberse iniciado.
Cuando la discusión desprestigia a Dios
Aunque los cristianos están destinados a estar unidos en el amor, el hecho de que sigamos siendo pecadores significará a veces que tendremos disputas entre nosotros, a veces por cosas importantes. Pablo reprendió a los creyentes de Corinto por seguir pleitos contra otros creyentes, ya que esto permite a los incrédulos sentarse a juzgar a los creyentes. Pablo les dice que sería mejor sufrir un agravio y ser defraudado que llevar la disputa ante los incrédulos (1 Cor 6:6-7). Aunque Pablo se dirige directamente a los pleitos, creo que un argumento de mayor a menor puede aplicarse a las discusiones y disputas de forma más amplia. Hay ocasiones en las que las discusiones entre cristianos pueden desprestigiar a Dios porque permiten que un mundo incrédulo se burle de Dios y de su pueblo. La naturaleza de estas discusiones no se centran en el honor y la gloria de Dios -no son cuestiones de verdad y error doctrinal- sino que tienen que ver con el honor personal (de tal manera que perder la discusión significaría sufrir algún tipo de perjuicio personal o ser defraudado personalmente). La otra persona puede estar equivocada de manera significativa, pero como el honor de Dios importa más que el nuestro, debemos estar dispuestos a perder este tipo de argumentos.