Sesión General 2 – Shepherds Conference 2023
Sesión General 2 – Shepherds Conference 2023
Miércoles, 11:30 AM
Expositor: Austin Duncan
Tema: Dios preserva su remanente por gracia
Pasaje: Génesis 38
Resumen del mensaje:
John Flavel dijo una vez: «La providencia de Dios es como las palabras hebreas: sólo puede leerse hacia atrás». La providencia de Dios solo puede ser entendida en retrospectiva, mirando hacia atrás. Podemos ver en retrospectiva cómo Dios ha conjugado las decisiones que hemos tomado y las circunstancias que hemos vivido para nuestro bien. Esto es cierto en Génesis 38: si miramos hacia atrás siguiendo el hilo de la Biblia, vemos algo profundo que pone de relieve la gracia preservadora de Dios en Su remanente. Este capítulo muestra cómo a través de toda la historia humana, de todo este pecado, Dios sostiene Su gracia para con Su pueblo elegido.
La profecía mesiánica de Dios recae sobre Judá de una manera poderosa: su linaje llegará hasta Jesucristo, el León de Judá (Génesis 49:8-12).
La historia de Judá y Tamar en Génesis 38 es parte integrante de la historia bíblica, no una interrupción en la historia de José. Esta escena está perfectamente integrada en la historia de la promesa. No se puede entender la promesa que Yahvé dio a Abraham al margen de la historia de Judá. Él es el primero de los hijos de Jacob que se da cuenta de la providencia de Dios, el primero que sigue siendo hijo del favor y muestra cómo Dios puede utilizar a un hombre injusto como retrato de Su gracia.
Al principio del capítulo 38, vemos al remanente en peligro. A través de las muertes y la infidelidad, no hay línea para Judá. No tiene herederos que lleven su nombre.
Pero Dios preserva a su remanente a través del fango. La nuera de Judá, Tamar, está desesperada. Conoce la promesa del pacto de Dios y ha esperado a que Judá haga lo que se supone que debe hacer: asegurarle un heredero concertando un matrimonio con su hijo. Tamar es la única preocupada por lo que le preocupa a Dios: la preservación del linaje elegido de Judá.
Pero la santidad pasa a un segundo plano ante la aparente felicidad de Judá, y la voluntad revelada de Dios se deja de lado por un plan que a Judá le parece correcto. Comienza esta historia despreocupado y deshonesto. No está dispuesto a obedecer a Dios porque el costo parece muy alto. Lo pospone y lo retrasa, sin intención de obedecer el designio de Dios. Camina por vista, no por fe. Y hace falta la seductora traición de su nuera cananea para que recapacite. Porque descubre que Dios habla en serio.
Así que Tamar engaña a su suegro para que cumpla lo que él mismo no estaba dispuesto a hacer. Ella logra sus propósitos a su manera.
Pero a pesar de la maldad de esta situación, el remanente permanece, siempre y sólo por la gracia de Dios. En un giro notable de la providencia de Dios, Él muestra su providencia cambiando el corazón de Judá. En un momento decisivo de la vida de Judá, éste expresa su conciencia de que no hizo lo que debía. Reconoce que Tamar -la prostituta- es más justa que él, y finalmente hace lo correcto por ella. Incluso en este enrevesado y pecaminoso escenario, se muestra la asombrosa gracia de Dios. Judá lo ve ahora y ve que la promesa de Dios continuará.
Cuando se lee al revés, se responde a la pregunta de si Judá es moralmente apto para llevar la simiente prometida. En lugar de descartar a Judá basándonos en esta historia, como podemos ser propensos a hacer, debemos fijarnos en su punto de inflexión. Ha deshonrado sus responsabilidades y Dios le pone fin. Judá demuestra que es débil y transigente después de mentir a Tamar y mostrar a su afligida nuera que no hará lo correcto. Judá es un mal tipo. Pero es engañado por su nuera en una escena en la que, en última instancia, su respuesta es honorable.
Judá no se descarta a sí mismo ni se descalifica para cumplir la promesa, sino que se gana el interés del lector porque hace lo difícil. Como toda verdadera muestra de gracia evangélica en la vida de alguien, el arrepentimiento de Judá da fruto.
La escena termina y la historia vuelve a José. Pero vemos que el arrepentimiento de Judá sigue dando fruto en el capítulo 44, quizá el momento más culminante de la historia de José.
Cuando parece que José va a tomar a su hermano Simeón como rehén para pagar a sus hermanos por lo que le sucedió, Judá se levanta. Está dispuesto a asumir la culpa de su hermano. Intercede como sustituto de Simeón. Y gracias a este acto de sustitución, de intercesión, José cede. El sacrificio de Judá demuestra que comprende la providencia de Dios. Judá confía en la soberanía de Dios, ya no maquina, cree que Dios cumplirá su promesa a pesar de todo.
La voluntad de Judá de dar su vida es un recordatorio de que un día alguien de su tribu sería un rey justo, un hombre conforme al corazón de Dios. Este hombre tendría un Hijo aún mayor, un Rey como ningún otro que se sentaría en el trono de David y gobernaría y reinaría para siempre. Este Hombre sería un Judío perfectamente justo que se sacrificaría por los pecados de los injustos.
Judá funciona aquí como una imagen del Señor Jesucristo. Su acto es una imagen del noble sacrificio que marcará a la tribu de Judá y el cetro que llevan.
Una historia como ésta nos recuerda que debemos fijar nuestra mente y nuestro corazón en la providencia y el gobierno buenos, misericordiosos, sabios y soberanos de Dios. Nos da la seguridad de que incluso pecadores como nosotros pueden ser cambiados, salvados, redimidos y utilizados para cumplir los soberanos propósitos de Dios. Dios puede vencer el pecado y la oscuridad en nuestras propias vidas, historias y elecciones, y usarlos para lograr Su bien final.
La preservación del remanente es únicamente un producto de la gracia de Dios. El pueblo de Dios será preservado a pesar de la decadencia social del pecado y las artimañas de Satanás. Cristo cumplirá todos sus buenos propósitos. Su iglesia crecerá, sus pastores serán sostenidos, y su gracia soberana será magnificada. Puedes confiar en estas promesas porque Dios salvó a un judío por Su gracia hace tantos años, y Dios siempre preservará ese remanente.
Algún día, todos leeremos la providencia al revés y veremos que cada episodio pecaminoso, cada intervención de la gracia de Dios, cada lágrima y cada pena conducirán como un río al trono de Dios, donde veremos a ese gobernante semejante a un León, descendiente de Judá y Señor de Judá. Y cuando lo veamos, todo habrá valido la pena, y todo habrá sido por la gracia preservadora de Dios hacia Su remanente.