Un Niño Prometido
Un Niño Prometido
Por John MacArthur
¿Dónde comenzó realmente la historia de la Navidad? ¿Comenzó con el pesebre? ¿Comenzó con la promesa de un niño a María?
¿O tal vez, comenzó con la profecía que Dios le dio a Isaías, de que una virgen concebiría y daría a luz un hijo, y que este niño tendría el gobierno sobre sus hombros? ¿O comenzó en el Pentateuco, los primeros libros de la Biblia, donde leemos que vendría uno más grande que Moisés? ¿Dónde comenzó realmente la historia de la Navidad?
Para responder a esta pregunta, miremos el Génesis 1. Allí tenemos el registro del Dios todopoderoso y soberano que creó el universo. Lo creó por medio de la palabra, y es evidente que le gustó mucho el resultado:
Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. (Genesis 1:31)
Luego, en el capítulo 2, se relata en profundidad cómo Dios creó al hombre y a la mujer, y cómo les dio el dominio sobre la Tierra. Estaban en plena comunión con Dios, eran herederos de la Tierra y portadores de la gloriosa imagen de Dios. No tenían pecado.
Sin embargo, cuando llegamos al capítulo tres, todo cambia. Adán y Eva se rebelaron contra su soberano y amado creador, aquel con quien tenían una íntima comunión. Se rebelaron contra Él desobedeciendo su mandato y respondiendo a la tentación satánica. Como resultado, el capítulo tres registra que fueron alejados de Dios. Iban hacia la muerte. Su relación con Él había sido destruida.
Eso dejó a Dios con una creación condenada, que estaba muriendo alejados de Él, cortada del derecho de llamarlo Padre, y condenada a pasar una eternidad separada de Él.
Y así se plantea la cuestión: ¿Buscará Dios restaurar a la humanidad caída? ¿Imaginará un plan para restaurar la herencia perdida de la humanidad? La respuesta viene en Génesis 3:15, cuando habla con Satanás, que había tentado a Adán y Eva a pecar:
Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.
Fue Satanás quien condujo a Eva al pecado, y por extensión a Adán también. Y es Satanás quien aquí es maldecido. Y en estas palabras, empezamos a ver que Dios sí tiene un plan para restaurar a la humanidad.
Dice que habrá un conflicto entre la «simiente» de Satanás y la «simiente» de Eva. Ahora, realmente no sabemos de qué está hablando todavía, porque la palabra «simiente» puede referirse a un sujeto singular o plural. Y la naturaleza de este conflicto, o «enemistad», no se explica mucho.
Pero Dios da a entender que Satanás va a salir perdedor en esta lucha. Dios dice: «Él te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar». Esta simiente de la mujer no es entonces plural, sino singular. Un «él» singular de la descendencia de Eva herirá (o «aplastará», como también se puede traducir) la cabeza de Satanás. Y en respuesta, todo lo que Satanás podrá hacer es herir su calcañar.
Así, la simiente de la mujer estará en conflicto con Satanás, y cuando el conflicto llegue a su ápice, la simiente de la mujer sólo tendrá su talón magullado, y Satanás tendrá su cabeza aplastada. La maldición sobre Satanás, entonces, es una maldición de conflicto que terminará cuando uno que es la simiente de la mujer venga a destruir a Satanás.
Un hombre, entonces, nacerá. Un hombre de una mujer nacerá para recuperar el dominio de Satanás y redimir a los que están cautivos de su poder asestando a Satanás un golpe fatal.
Y la pregunta es: «¿Quién es este hombre?». Todo lo que sabemos al principio es que será un descendiente de Eva, pero eso incluye a todos. Sin embargo, cuando el diluvio ocurre más adelante en el Génesis, esta búsqueda se reduce a la familia de Noé, porque son los únicos supervivientes. Y el hijo de Noé, Sem, es elegido para continuar la línea desde allí.
Al seguir esa línea a través del libro, encontramos que a Abraham, en la línea de Sem, se le promete que su descendencia bendecirá a todas las naciones de la Tierra (Génesis 22:18). Así que la descendencia vendrá a través de Eva, a través de Noé, a través de Sem, a través de Abraham.
La promesa pasa luego al segundo hijo de Abraham, Isaac (Génesis 26:4). Y luego pasa al segundo hijo de Isaac, Jacob (Génesis 28:14). De ahí pasa al hijo de Jacob, Judá (Génesis 49:10). Luego, en 2 Samuel 7, la promesa recae en la línea de David, rey de Judá.
Ahí es donde aterriza la promesa. Pero el principio de todo está ahí mismo, en Génesis 3:15. Esa promesa inicial fluye hasta que leemos las primeras palabras del Evangelio de Mateo:
El registro de la genealogía de Jesús el Mesías, el hijo de David, el hijo de Abraham (Mateo 1:1).
Jesucristo nació como el cumplimiento de esa promesa. Vino para entablar un conflicto fatal con Satanás que tendría como resultado la destrucción de éste. Y en este conflicto con Satanás, Jesús redimió a muchos hijos de Dios, devolviendo a las personas la relación para la que fueron creadas.
Este post se basa en un sermón que el Dr. MacArthur predicó en 1990, titulado «Un hijo Para Hacer Muchos Hijos».