Viniendo a Cristo

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Viniendo A Cristo

«Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar»

(Mateo 11:28).

Para creer, debe haber una convicción clara de pecado, y de los méritos de la sangre de Cristo, y del deseo de Cristo para salvar bajo esta consideración, esto es, que usted es un pecador.

Cuando venimos a Dios, no debemos traer nada sino a Cristo con nosotros. Cualesquiera ingredientes, o cualesquiera calificaciones previas de lo nuestro, envenenarán y corromperá la fe.

Creer es la cosa más maravillosa en el mundo. Poniendo algo de lo suyo, ya lo arruina. Cristo ni se prestará para mirar como algo que sirva para creer. Cuando usted cree y viene a Cristo, usted debe dejar detrás de usted mismo su propia justicia, y traer nada sino solo su pecado: (¡Oh, cuán duro es!) dejar detrás toda su santidad, santificación, deberes, miserias, o de otro modo Cristo no es apto para usted, ni usted para Cristo.

Cristo será un Redentor puro y Mediador, y usted debe ser un pecador deshecho, o Cristo y usted nunca podrán estar de acuerdo.

Desde aquí vea la naturaleza de la fe: es un venir tal como somos: pobres, estropeados, cojos, ciegos, y desnudos tal como somos, sin dilación y sin espera, para tener mejor calificaciones, las cuales nunca las tendremos hasta que venimos a Cristo por ellas.

Cualquier cosa que entra cuando usted va a Dios para la aceptación aparte de Cristo, llámelo anticristo; échelo fuera; haga solamente la justicia de Cristo triunfante. Todo lo demás es Babilonia, la cual tiene que caer para que Cristo permanezca, y usted se regocijará en el día de su caída, Isa. 14:4. Sólo Cristo ha pisado el lagar, y ninguno más estaba con Él, Isa. 63:3. Si une algo a Cristo, El lo hollará con furor e ira, y manchará Sus vestidos con la sangre extraña.

Usted debe tomar todo de la mano de Dios. Cristo es el regalo de Dios, Juan 4: 10. La fe es el regalo de Dios, Ef. 2:8. El perdón, un regalo gratuito, Isa. 45:22. Ah, como la naturaleza hace tormenta, agita, se enfurece por esto, que todo es un regalo y no puede comprar nada con sus hechos, lágrimas y deberes, que todo el hacer está excluido, y de ningún valor en el cielo.

Usted dice que no puede creer, no puede arrepentirse. Vaya a Cristo con toda su impenitencia e incredulidad, para recibir la fe y el arrepentimiento de Él; eso es glorioso. Diga a Cristo,

«Señor, no traje justicia, ni gracia por medio de la cual pueda ser aceptado, o justificado: Vengo por Ti, y debo tenerte.»

Usted puede ser traído bajo, aun al borde del infierno, listo para tambalearse dentro; usted no puede ser traído más bajo que el seno del infierno. Aún allí usted puede mirar hacia el templo santo, Jonás 2:4. A ese templo nadie puede entrar pero los que son purificados, y con una ofrenda también, Hechos 21:26. Pero ahora Cristo es nuestro templo, sacrificio, altar, sumo sacerdote, a quien nadie debe venir pero los pecadores, y eso sin ninguna ofrenda, pero Su propia sangre una vez ofrecida, Hebreos 7:27.

¡Pecador desesperado! Mire a su mano derecha y a su izquierda, diciendo, «¿Quién nos mostrará algo bueno?» Usted está tambaleándose en todas sus responsabilidades y profesiones para parchar una justicia para que lo salve. Vea a Cristo ahora; mire a Él y sea salvo todos los términos de la tierra. No hay otro más. Él es el Salvador, y no hay otro fuera de Él, Isa. 45:21,22. Mire a cualquier otro lugar y usted queda deshecho. Dios no mirará a nadie más que Cristo, y usted no debería mirar a nadie más. Cristo fue levantado arriba, como la serpiente de bronce en el desierto, para que los pecadores de todos los confines de la tierra, aun de grandes distancias, puedan ver a Él y mirar hacia Él. La más pequeña vista de ti será salvadora, el toque más pequeño será sanador para usted. Dios quiere que usted lo contemple a Él, porque Él lo ha puesto sobre un trono alto de gloria, en la vista abierta de todos los pobres pecadores que lo desean a Él. Usted tiene la razón infinita para contemplar a Él, ninguna razón de quitar su vista de Él: porque Él es manso y humilde de corazón, Mateo 11:29.

Él es «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo,» Juan 1:29. Él ha bebido la copa más amarga y ha dejado la dulce; la condenación es removida. Cristo bebió toda la ira del Padre de una vez; y nada pero salvación quedó para usted, Lucas 13:33,34.

¡Vea que la herida que el pecado ha hecho en su alma es curada perfectamente por la sangre de Cristo! no cubierto superficialmente con deberes, humillaciones y extensiones.

Aplique todo lo que quiera en lugar de la sangre de Cristo, y envenenará la herida. Usted descubrirá que el pecado nunca fue mortificado verdaderamente, si usted no ha visto a Cristo derramar su sangre por usted en la cruz. Nada puede matar al pecado, sino solo el mirar a la justicia de Cristo.

Una Palabra al Impenitente

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UNA PALABRA AL IMPENITENTE
JOHN COLQUHOUN (1748-1827)

    «Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos» (Hechos 17:30,31).

    Las siguientes direcciones como obtener un arrepentimiento evangélico las quiero ofrecer ahora para el pecador impenitente.

    1. Mírelo como un regalo de Cristo, y confíe que sus iniquidades fueron puestas sobre El, y que El fue traspasado por ellas (Zac. 12:10). Confíe también en El para un arrepentimiento verdadero, y en Dios por medio de Él, para la misericordia perdonadora y la gracia renovadora. Usted debería atentar a creer, para ejercer el arrepentimiento evangélico, y debería fiar en la gracia de Dios en Cristo para las influencias renovadoras de Su Santo Espíritu.

    2. Escoja a Dios en Cristo para su Dios de pacto y posición, y entonces usted estará tanto dispuesto y animado a volver a El. Para volver a Dios como el Señor su Dios es la esencia del arrepentimiento evangélico (Isaías 55:7).

    3. Sea frecuente e insistente en oración a Él por el regalo del arrepentimiento, diciendo con Efraín, «Conviérteme, y seré convertido, porque tu’ eres Jehová mi Dios» (Jer. 31:18). Ore en fe para la realización de esta promesa absoluta para usted: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne» (Ezeq.36:26).

    4. Esfuércese a ver el pecado en sus propios colores odiosos, para ver que cosa mala y amarga es (Jer. 2:19). Para ver el pecado de su corazón y vida en su excesiva pecaminosidad y odiosidad sería el medio para que usted huya de ello con un profundo aborrecimiento. Y si usted podría discernir espiritualmente la odiosa deformidad del pecado, considere la infinita majestad y santidad de Dios que son insultadas por el pecado, las buenas cosas que la impenitente continuación en pecado le priva a usted, los horrorosos males a los cuales le exponen a usted, la ira infinita de Dios que le espera a usted si vive y muere impenitente, y la obligación infinita bajo la cual usted se encuentra para guardar todos Sus mandamientos.

    5. Estudie para ver y ser afectado proporcionadamente con la depravidad profunda o el pecado de su naturaleza, como también con las innumerables transgresiones de su vida; y llámese a cuentas a usted mismo cada día de sus pecados de omisión y comisión de cada día; y esto, para ver que gran razón usted tiene para arrepentirse de ellos.

    6. Medite frecuente y atentamente sobre la angustia terrible y la muerte asombrosa del Señor Jesús, para que usted pueda ver la pecaminosidad excesiva del pecado, y el castigo eterno que merece el pecador.

    7. Medite mucho sobre los pensamientos de la muerte y del juicio que ha de venir. Considere seriamente cuan incierta es la continuación de su vida en este mundo. Asegúrese que si la muerte le sorprende en incredulidad e impenitencia, usted para siempre está deshecho. Piense también del temible tribunal de aquel justo e inexorable Juez, cuyos ojos son como una flama de fuego, ante el cual usted tiene que comparecer; donde cada impenitente pecador finalmente, de acuerdo a los deméritos de sus obras hechas en el cuerpo, será sentenciado al castigo eterno. ¡Oh, cuan tremenda, cuán irresistible será la sentencia pronunciada sobre el impenitente, «Apartaos de mi, malditos al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles!» (Mat. 25:41). Oh considere esto, y por fe y arrepentimiento huya rápidamente de la ira venidera.

    Si usted dice, ‘No puedo arrepentirme,» esto no será una excusa; porque el arrepentimiento verdadero es parte de la salvación, ofrecida y prometida en el Evangelio, y la oferta y la promesa son dirigidas a usted (1 Juan 5:11; Hechos 2:38, 39). Si usted dice, «No puedo creer esas ofertas y promesas aplicadas a mí,» ni esto será aceptada como excusa, porque la oferta y la promesa de fe a creerlas son también dirigidas a usted (Apoc. 22:17; Mat. 12:21; Heb. 4:1). Confíe en Cristo Jesús entonces, sobre la base de la oferta, para la gracia del arrepentimiento verdadero; y en la fe de la promesa, atente a ejercitarla frecuentemente.

    Oh sea usted persuadido, mientras todavía es el día, para arrepentirse y volver de todas sus transgresiones; para que la iniquidad no sea su ruina. ~Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis?» (Ezcq. 31:11). ‘Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mi con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo» (Joel 2:12,13). ¡Oh cumpla con estas compasivas, y tiernas invitaciones! Y si usted va a volver al Señor para un arrepentimiento verdadero, crea para arrepentirse. Crea, aplicándose a usted mismo, los mandamientos y las maldiciones de la ley como un pacto de obras violado, para que obtenga verdadera convicción de su pecado y miseria. Y luego crea aplicando particularmente las declaraciones, ofertas y promesas del evangelio bendito; para obtener tal vista de fe de la misericordia de Dios en Cristo, la cual dispondrá y animará a usted a ejercitar ese arrepentimiento evangélico que será aceptable a Él. Confíe en el Redentor, ese exaltado Príncipe y Salvador, para el arrepentimiento para vida; y ore en Su nombre al Dios de toda gracia por «el Espíritu de gracia y de suplicaciones,» para hacerle, capaz de mirar a El a quien tú has traspasado, y te condoleres por El.

El Arrepentimiento

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El Arrepentimiento

Gary Gilley

Si hay un elemento del mensaje del evangelio que es minimizado hoy en día es la doctrina del arrepentimiento. Algunos lo han eliminado totalmente; otros han distorsionado y suavizado su significado. Algunos lo han hecho sobre fundamentos teológicos, otros por razones más pragmáticas. En el nivel pragmático tenemos que admitir que el arrepentimiento no se desarrolla muy bien en una sociedad narcisista y orientada al yo. Muchos están muy contentos en recibir a Cristo obteniendo vida eterna sin ninguna interferencia fundamental en sus estilos de vida pecaminosos. Si el arrepentimiento es echado a la mezcla, todo cambia. Si el mensaje del evangelio es que Jesucristo murió por nuestros pecados, nuestra respuesta al evangelio es creer y poner nuestra fe en El para perdón de pecados. Pero, ¿es posible confiar en nuestro Señor para perdón y la justicia correspondiente de Dios (2 Cor. 5:21) y al mismo tiempo continuar aferrándonos a nuestros pecados e ídolos? En otras palabras, ¿podemos volvernos a Cristo para perdón y no tener ninguna intención de volvernos del pecado? Pablo no lo creía (Hechos 26:18-20). La palabra bíblica para volvernos del pecado es “arrepentimiento”, la cual, como intentaré demostrar, es esencial para la experiencia de la salvación. El arrepentimiento no es un paso adicional de fe, representa los dos lados de la misma moneda.

El entendimiento de que la salvación es el resultado de la sola gracia de Dios, recibida a través de solo la fe en Cristo solamente, fue la piedra angular de la reforma y es universalmente reconocida por todos los verdaderos cristianos fundamentales/evangélicos. Sin embargo, todos los aspectos de esta triple declaración de las solas están bajo ataque hoy dentro de los círculos evangélicos. Por ejemplo, el evangelio son las buenas noticias que Dios ha provisto el regalo del perdón, la redención y la reconciliación, solo por gracia. Pero, mientras que todas las ramas cristianas defienden la idea de la gracia, se está haciendo cada vez más popular el entendimiento de que la gracia puede ser administrada a través de ciertos sacramentos u obtenida como resultado de ciertos esfuerzos de nuestra parte. Por consecuencia, algunos negarían que la salvación esta basada en Cristo y su sangre derramada, pero algunos afirman que aun aquellos que nunca han escuchado acerca de Cristo o de la cruz pueden encontrar la redención. Afortunadamente, aun cuando estas herejías están ganando popularidad aun se mantienen al margen de la iglesia conservadora. Aun no han penetrado profundamente al corazón del cristianismo que cree en la Biblia.

De una naturaleza más divisiva es la batalla reciente sobre la segunda de las “solas”- una vez más, todos los verdaderos evangélicos están de acuerdo que la gracia de Dios es recibida a través de la fe sin obras de ningún tipo. El debate es sobre la naturaleza de la fe salvadora. Exactamente, ¿Qué es la fe? En el pasado, desde la reforma hasta la mitad del siglo veinte, había solo la cuestión entre los creyentes conservadores de que la fe salvadora incluía un volver del pecado y volverse a Dios. Algunas citas representativas de un amplio rango de perspectivas teológicas pueden ayudar a demostrar este hecho. No aprueba la teología de cada individuo mencionado abajo: Ellos solamente sirven para mostrar el amplio rango de acuerdo sobre el tema entre líderes cristianos importantes del pasado:

Charles Spurgeon (Bautista Reformado)

“Cristo Jesús ni vino con el fin de que usted pudiera continuar en el pecado y escapar de su penalidad; el no vino tampoco para prevenir la enfermedad mortal, sino para alejar lejos esa enfermedad… Cristo ni vino para salvarnos en nuestros pecados, sino para salvarnos de nuestros pecados”[i]

William Booth (Metodista)

“El principal peligro del siglo veinte será: la religión sin el Espíritu Santo, el cristianismo son Cristo, el perdón sin arrepentimiento, la salvación sin la regeneración, y el cielo sin el infierno”.[ii]

A.W. Tozer (Evangélico – Alianza Cristiana Misionera)

“Los cuasi-cristianos siguen un cuasi-Cristo. Ellos quieren Su ayuda pero no Su intervención. Lo halagarán pero nunca lo obedecerán.”[iii]

“Es totalmente dudoso que un hombre pueda ser salvo quien venga a Cristo pidiendo Su ayuda, pero sin la intención de obedecerle en absoluto”.[iv]

Benjamín Warfield (Anglicano)

“No podemos decir que creemos en aquello que desconfiamos demasiado para comprometernos a ello”[v]

J.I. Packer (Anglicano)

“El arrepentimiento que Cristo demanda a Su pueblo consiste en una negación firme de poner limites a los reclamos que El pueda hacer sobre sus vidas… El no tiene ningún interés en reunir una vasta muchedumbre de profesantes quienes se dispersen tan pronto como se enteren lo que realmente demanda seguirle.”[vi]

Más recientemente, sin embargo, algunos se han levantado un desafío de este entendimiento de nuestra gran salvación. El Catecismo Menor de Westminster de 1647 (el cual representa el entendimiento teológico de los cristianos conservadores de esa época y aun permanece representativo de muchos el día de hoy) declara: “El arrepentimiento para vida es una gracia evangélica… Y al comprender la misericordia de Dios en Cristo, para aquellos que se arrepienten, el pecador se aflige y aborrece sus pecados, de manera que se aparta de todo ellos y se vuelve hacia Dios.” Y, “EL arrepentimiento para vida principalmente consiste en dos cosas: volverse del pecado y abandonarlos”.[vii]

Algunos, como Charles Ryrie, por el otro lado, han declarado que el arrepentimiento no es nada más que un cambio de mente acerca de Cristo y no tiene nada que ver con el cambiar nuestras mentas acerca del pecado[viii]. Otros, como Zane Hodges, van más allá y dicen que la predicación del arrepentimiento a un crédulo es agregar obras al evangelio[ix]. Mientras que ambos hombres estarían de acuerdo en que la salvación es salvación no solo para justicia y vida eterna sino también salvación (liberación, rescate) del pecado, no creen que cuando un incrédulo se vuelve a Dios este debe también por lo tanto y de acuerdo a estos hombres, pueda volverse a Cristo, confiar en El para salvación, y pedir perdón y aun no tener una intención ni desear absolutamente volverse del pecado. Ya aun ser salvos del pecado y declarados justos.

Algo seriamente esta mal aquí. ¿Es parte del mensaje del evangelio el volverse del pecado así como el volvernos a Dios o no lo es? Como hemos visto, hombres piadosos están formados en ambos lados del tema. Pero las declaraciones de hombres, mientras que sirven como un punto de referencia, no son la fuente final de la verdad. Por esto debemos volvernos a las Escrituras.

La Conversión

Hay tres palabras griegas, epistrepho, metamelomai y metanoeo, encontradas en el Nuevo Testamento que tratan con el concepto de volverse del pecado y volverse a Dios. La primera de estas palabras es episthrepho a menudo traducida “dar la vuelta, regresar o ser convertido”. Alrededor de la mitad de sus usos involucran un cambio físico o secular. Por ejemplo, el demonio exorcizado de un hombre dice: Volveré (epistrepho) a mi casa de donde salí (Mat. 12:44). El resto de los usos de epistrepho tienen una implicación teológica o espiritual –es este el que queremos examinar.

“El significado básico de epistrepho es volverse en el sentido físico, mental o espiritual del término; y esto por lo tanto cuando la palabra se mueve en el mundo del pensamiento y de la religión, significa un cambio de perspectiva y una nueva dirección dada ala vida o a la acción”[x]. Un cambio de cualquier clase involucra dos cosas: volverse de algo y volverse hacia algo. En la esfera de la conversión espiritual (epistrepho) significa, por una parte, un cambio hacia Dios. “Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron (epistrepho) al Señor.” (Hechos 9:35). “Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió (epistrepho) al Señor.” (Hechos 11:21). “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten (epistrepho) a Dios” (Hechos 15:19). “Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto (epistrepho) al Pastor y Obispo de vuestras almas.” (1 Ped. 2:25). Aun en el evangelio de Juan, donde a menudo encontramos el concepto del arrepentimiento, si no la palabra, nos topamos con epistrepho. “Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan (epistrepho), y yo los sane.” (Juan 12:40). A mi entender, pocos tendrían problema con la idea de que la fe salvadora involucra un cambio hacia Dios.

Por el otro lado, una persona no puede volverse a alguien o a algo sin antes volverse de algo. Es en este punto que mucho de la controversia irrumpe. Cuando una persona se convierte a Dios por la gracia salvadora ¿de se convierte ella? Un examen de los textos clave claramente revela que cuando uno se convierte a Dios, simultáneamente se convierte del pecado. Miremos las Escrituras: En 1 Tesalonicenses 1:9 Pablo escribe: “porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis (epistrepho) de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero”. Al convertirse a Dios, los tesalonicenses se convirtieron de sus ídolos. ¿Puede uno convertirse a Dios y aun continuar y aun aferrase a sus ídolos? Pablo no lo creía. Convertirse a Dios de los ídolos es un paquete –ligado inseparablemente.

Cuando Pablo predicaba el evangelio en Iconio el fue claro: “Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis (epistrepho) al Dios vivo” (Hechos 14:15). Es obvio que Pablo no preveía a alguien convirtiéndose a Dios sin antes convertirse de “estas vanidades”. Y recuerde, esto fue en el contexto de la predicación del evangelio, no dando instrucciones sobre la santificación.

En la conversión de Pablo el fue comisionado a los gentiles con el propósito de “para que abras sus ojos, para que se conviertan (epistrepho) de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.” (Hechos 26:18). El evangelio predicado, a través del poder del Espíritu Santo, preparará a las personas a ver la verdad con el fin de que puedan convertirse de algo hacia algo. Se convertirán de la oscuridad (pecado, maldad) a la luz (justicia), del dominio o señorío de Satanás al dominio o señorío de Dios. Y justo cuando no malentendamos la comisión de Pablo, note como él lo aplica a su propio ministerio: el fue a los gentiles predicando: “anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen (metanoeo- vea el significado de esta palabra) y se convirtiesen (epistrepho) a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento (metanoeo)” (Hechos 26:20). Pablo no vaciló en llamar al arrepentimiento y a la conversión. El no veía incongruencia entre la fe y el arrepentimiento del pecado. No había pasos separados, sino que eran parte y conjunto de una misma cosa: el evangelio.

El Diccionario de Teología del Nuevo Testamento (una fuente y estándar valioso para el estudio de palabras) dice esto: “Cuando un hombre es llamado en el Nuevo Testamento para conversión, significa fundamentalmente una nueva conversión de la voluntad humana hacia Dios, un retorno a casa de la ceguera y error hacia el Salvador de todos (Hechos 26:18; 12 Ped. 2:25)… La conversión involucra un cambio de señores. Uno quien hasta entonces había estado bajo el señorío de Satanás (Efesios 2:1-2) viene hacia el señorío de Dios, se lleva a cabo una rendición de vida a Dios en fe incluyendo toda su ser (Hechos 26:20).”[xi]

Un Lamento

La siguiente palabra griega que debemos considerar es metamelomai, una palabra que es a menudo confundida con el verdadero arrepentimiento. No lleva la idea de un cambio de mente o de arrepentimiento, sino más bien un nivel de sentir que de un nivel cognitivo. La idea básica de metamelomai parece ser un lamento, un lamento que puede o no puede llevar a alguien a convertirse a Dios. Por ejemplo, Judas “sintió remordimiento” (metamelomai) de su traiciona Jesús pero el no se arrepintió (Mat. 27:3). Es importante señalar que muchos usan el relato de Judas para probar que el arrepentimiento no es parte de la fe salvadora. Ellos dicen: “Miren a Judas, el se “arrepintió”, pero obviamente no se hizo cristiano”. Sin embargo, la palabra no es metanoeo (arrepentimiento) sino metamelomai (lamento). Judas estaba triste por sus acciones –por cosas que no resultaron como las había esperado. Pero el no estaba arrepentido –el no se volvió de sus pecados hacia Dios para perdón. Ni tampoco se convirtió (epistrepho) en el sentido de convertirse a Dios. El simplemente sintió remordimiento.

En 2 Corintios 7:8, 9 la distinción es clara. Pablo escribe: “Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa (metamelomai), aunque entonces lo lamenté (metamelomai); porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó. Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento (metanoia)”.

El verdadero arrepentimiento puede incluir aspectos de lamento y remordimiento y lo más probable que así será, pero estrictamente hablando, el arrepentimiento es un cambio de mente acerca de algo.

Arrepentimiento

El verbo más importante en nuestro estudio es la palabra griega metanoeo. Esta es la palabra mas a menudo traducida como “arrepentimiento” en el Nuevo Testamento. El uso secular significa el cambio de mente acerca de algo –que es algo que depende del contexto. En el uso del Nuevo Testamento, como lo veremos, metanoeo siempre tiene una referencia al cambio de mente acerca del pecado en tal manera que el individuo realmente se vuelve del pecado.

El Arrepentimiento en el Antiguo Testamento

Un número de palabras en los registros del Antiguo Testamento son traducidos o llevan el significado de “arrepentirse” o “arrepentimiento”. Walter Kaiser escribe que “el uso antiguo profético del término “arrepentimiento” “volverse” al Señor, aparece en 1 Samuel 7:3:[xii]

“Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos.”

Note que Samuel llama al pueblo no solo a volverse a Dios sino también a volverse de sus ídolos. Este es el entendimiento típico del Antiguo Testamento del concepto del arrepentimiento y el mensaje constante de los profetas. “Jehová amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos” (2 Reyes 17:13). Al arrepentimiento del Antiguo Testamento incluye un volverse del pecado y volverse a Dios. Este tema es llevado al Nuevo Testamento y es también un mensaje constante y consistente.

El Arrepentimiento en el Nuevo Testamento

Antes de que exploremos el significado y uso del arrepentimiento en el Nuevo Testamento debemos primero examinar el pasaje favorito de aquellos que niegan que el arrepentimiento tiene lugar en el momento de la salvación. En Hechos 16 tenemos el relato del carcelero de Filipos quien, debido a una poderosa manifestación de Dios, pide a Pablo y a Silas: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” (vv. 30, 31). Puesto que Pablo dice “cree” y no menciona el arrepentimiento o el convertirse del pecado a Dios, la conclusión es que el arrepentimiento es un acto innecesario, de hecho es una agregar obras para la salvación. Si el arrepentimiento fuera necesario Pablo lo hubiera mencionado. ¡Caso cerrado!

Peor no tan rápido. De acuerdo, la salvación es través de la fe solamente en Cristo solamente, pero hay un ciertos de asuntos que tenemos que investigar aquí. Esta simple respuesta de Pablo: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” hacen surgir una serie de preguntas: “¿Qué quiere decir con creer? ¿Quién es el Señor Jesucristo? ¿Qué quiere decir son ser salvo? El carcelero quería ser salvo, pero, ¿salvo de que?

La salvación significa “rescate” o “liberación”. Podemos asumir que el carcelero quiso ser salvo de su pecado y de sus consecuencias. Implícitamente, si no que explícitamente, esto es arrepentimiento. Pero más relacionado a esta discusión es que información adicional con respecto al evangelio ha sido proporcionada. Es cierto que Pablo no menciona el arrepentimiento, peor también es cierto que el no menciona la gracia, la cruz, la resurrección, la muerte substitutoria de Cristo, y muchos otros aspectos del mensaje del evangelio. ¿Significa esto que estos temas no están relacionados y son innecesarios? Prácticamente hablando puedo ir con un incrédulo y decirle “cree en el Señor Jesucristo” y el puede afirmar fe en Cristo. Pero sin más información el nunca podría conocer quien es Cristo o que es lo que ha hecho. El podría “creer” pero no ser salvo.

Seguramente en nuestros esfuerzos evangelísticos bien podemos no pedirle a alguien que crea en Cristo sin antes primero explicarle todo el evangelio –y tampoco lo hizo Pablo. En el siguiente versículo se nos dice: “Y le hablaron la palabra del Señor a él” (v. 32). No sabemos el contenido de esta instrucción, pero podemos confiar que antes que el carcelero verdaderamente colocara su fe en Cristo el conoció el evangelio desde el principio hasta el fin. El punto es que es muy difícil e incorrecto, basar una doctrina en un pasaje sencillo, tal como este lo es, en el cual no conozcamos exactamente que fue lo que se dijo.

Por el otro lado, mientras que no sabemos los detalles de lo que se le dio al carcelero, no sabemos el contenido de algunos sermones apostólicos. En Pentecostés, en el primero sermón de Pedro concluye con esta invitación: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Pedro no perdió el tiempo, en su siguiente oportunidad el demandó: “arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19). Ni es solo una doctrina de los labios de Pedro. Pablo proclamó en el Areópago: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Después cuando Pablo estaba defendiendo su comisión apostólica al Rey Agripa el explica que el Señor lo envió “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí (Cristo), perdón de pecados y herencia entre los santificados.” (Hechos 26:18). El evangelio que Pablo predicó llamaba a los hombres a convertirse (epistrepho), por la fe, de las tinieblas a la luz y del dominio de Satanás al dominio de Dios. Ahora, antes de que comencemos a decir lo que esto significa, todo o que tenemos que hacer es ir a los versos 19 y 20 y ver lo que Pablo quiere decir. “…no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen (metanoeo) y se convirtiesen (epistrepho) a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.” Sin preguntar Pablo veía su ministerio llamando a hombres y mujeres a arrepentirse y convertirse a Dios el cual resultaba en una vida transformada.

Pero ¿qué significa arrepentimiento?

Seguramente nadie puede estar en desacuerdo con las palabras claras de la Escritura. Así que ¿cuál es el problema? El debate recae ampliamente en el área de la definición. La palabra griega más importante (metanoeo) significa cambio de mente acerca de algo. Charles Ryrie y los demás como él enseñan que el arrepentimiento es un cambio de mente acerca de quien es Jesucristo. Al arrepentimiento, en su entendimiento, no tiene nada que ver con el pecado. Cambiar nuestras mentes acerca de Cristo es parte de la fe salvadora, pero cambiar nuestras mentes acerca del pecado y de su señorío sobre nuestras vidas son “obras”, como ellos dicen. ¿Es esto cierto? ¿El arrepentimiento no tiene ninguna referencia al pecado? Bueno, la única manera de saberlos es estudiando la Escritura misma.

Examinando el uso del verbo “arrepentirse” (metanoeo) y el sustantivo “arrepentimiento” (metanoia) podemos determinar como es usada la palabra en el Nuevo Testamento. No todas las referencias que examinaremos están en el contexto de la salvación o del evangelio, porque no es nuestra intención en este punto unir el arrepentimiento y la fe salvadora (lo haremos después). En este punto simplemente queremos ver como los escritores del Nuevo Testamento usaron las palabras metanoeo/metanoia. Cuando los lectores originales del Nuevo Testamento encontraron la palabra “arrepentirse” ¿Qué creyeron que significaba?

Metanoeo y Metanoia en los Evangelios

Anteriormente señalé el concepto del Antiguo Testamento del arrepentimiento (y la conversión). Esta más allá de la duda que cuando los profetas del Antiguo Testamento llamaron al arrepentimiento, estaban llamando al pueblo a convertirse de sus pecados. La idea de “cambiar su mente” acerca de Cristo sería completamente extraña para los escritores del Antiguo Testamento. Esto debemos tenerlo en mente al irnos al los evangelios. Cuando Juan el bautista y Jesús vinieron predicando el arrepentimiento ¿Qué fue lo que su audiencia entendió acerca de su significado? Seguramente la primer cosa que cruzó por sus mentes fue arrepentirse del pecado y convertirse a Dios. A menos que Juan, Jesús o los escritores de los evangelios específicamente redefinieran el arrepentimiento en otros términos, podríamos esperar que el arrepentimiento llevara la misma connotación que había tenido por siglos. Pero no vemos tal cambio.

En el Nuevo Testamento el significado de metanoeo/metanoia no es definido por el contexto en numerosos pasajes. En otras palabras, las palabras mismas son usadas pero su significado específico es discutible (Mat. 3:2; 3:8, 11; 4:17; Mar. 1:15; Luc. 3:8; 16:30). Como ejemplo, Juan el bautista llamó al pueblo a “arrepentíos por que el reino de los cielos se ha acercado” (Mat. 3:2). Jesús aun no había venido a escena cuando Juan pronunció estas palabras, entonces, podríamos esperar que el pueblo judío vieran de la misma manera lo que veían en mensajes similares de los profetas del Antiguo Testamento, i.e., volverse del pecado y volverse a Dios. Dando el beneficio de la duda, no podemos probar que esto fue lo que quiso decir Juan.

Por el contrario, en muchos otros casos el contexto en el cual metanoeo/metanoia son usados, el sujeto es claramente el pecado y la necesidad de convertirse de ello (Mat. 9:13; 11:20; 12:41; Mar. 1:4; 2:17; Luc. 3:3; 5:32; 6:12; 10:13; 11:32; 13:3, 5; 15:7, 10; 17:3). Algunos pasajes representativos dicen: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:7); “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.” (Luc. 15:10); “Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.” (Luc. 17:3, 4). En la Gran Comisión, Jesús informa a sus discípulos: “que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Luc. 24:47). En cada uno de estos casos es irrefutable que el arrepentimiento/arrepentirse significa un cambio de mente o convertirse del pecado. Ni una sola vez es definido el arrepentimiento como un cambio de mente acerca de Jesús.

Metanoeo y Metanoia en el Libro de los Hechos

Al dejar la escena Jesús, encontramos a los apóstoles, en obediencia a la Gran Comisión, predicando arrepentimiento. De los once usos de mentanoeo/metanoia en el libro de los Hechos, dos (5:31; 8:22) están en el contexto del pecado en general. Hablando a Simón el mago, por ejemplo, quien decía ser un creyente pero había cometido un gran pecado, Pedro dice: “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón” (hechos 8:22). Simón debía convertirse de su pecado si quería ser perdonado.

En Hechos 11:18; 13:24; 19:4 el contexto no es suficientemente específico para determinar dogmáticamente que el arrepentimiento significa convertirse del pecado, sin embargo esto sería la conclusión más probable en cada caso.

Las otras cinco referencias son todos en el contexto de la salvación. Hemos visto en algunas de ellas antes pero note cuidadosamente cada contexto. En Hechos 2:38 los judíos se les dice que se arrepientan para el perdón de pecados. En Hechos 3:19 se les dice que se arrepientan para que sus pecados sean borrados. Hechos 17:30 dice que Dios llama a hombres en todo lugar a arrepentirse. En Hechos 20:21 Pablo dice que el predicó tanto a judíos como a griegos la necesidad del “arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”. En Hechos 26:20 esta la declaración de la misión de Pablo la cual es llamar a hombres a arrepentirse y convertirse a Dios. En ninguno de estos ejemplos el arrepentimiento es redefinido como un cambio de mente acerca de quien es Jesús. En el menos tres de los casos metanoeo/metanoia están definitivamente en el contexto del pecado y el perdón de pecados. Nuestra conclusión a través del libro de los Hechos es que nada ha cambiado –el arrepentimiento aun significa lo que siempre ha significado: convertirse de pecado.

Metanoeo y Metanoia en Apocalipsis

Cada mención de metanoeo/metanoia en Apocalipsis esta en el contexto inmediato del pecado (2:5, 16, 21, 22; 3:3, 19; 9:20, 21; 16:19,11). Apocalipsis 2:21 dice: “Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación.” Apocalipsis 9:21 dice así: “y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos.”. Esto es instructivo puesto que Apocalipsis es el último libro del Nuevo Testamento escrito y encontramos que el significado del arrepentimiento ha permanecido constante. En cada pasaje claramente definido en el Nuevo Testamento, el arrepentimiento tiene siempre el significado de convertirse del pecado. Metanoeo/metanoia no son siempre usados en referencia a la salvación sino siempre conlleva la connotación de convertirse del pecado.

Metanoeo y Metanoia en las Epístolas

En las epístolas metanoia es encontrada varias veces. Ocasionalmente, su significado es indeterminado (Rom. 2:4; 2 Tim. 2:25; Heb. 6:1, 6). En otros casos el pecado es indiscutiblemente el contexto (2 Cor. 7:9, 10; Heb. 12:17). El único uso de metanoeo en las epístolas es 2 Corintios 12:21; “que cuando vuelva, me humille Dios entre vosotros, y quizá tenga que llorar por muchos de los que antes han pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido”. Aquí, una vez más, el arrepentimiento es usado en el contexto del pecado. Ninguna vez encontramos lo contrario. Ninguna vez encontramos arrepentimiento haciendo alguna referencia a cambiar nuestras mentes acerca de quien es Cristo. El contexto, cuando puede ser determinado, siempre esta en la esfera del pecado; en ningún pasaje esta la idea de convertirse del pecado extraña a su contexto.

Con esto en mente 2 Pedro 3:9 debe ser considerado cuidadosamente: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (metanoea).” Si, cuando las Escrituras nos llaman al arrepentimiento, significa convertirse del pecado y volverse a Dios como hemos demostrado, entonces, decir a los pecadores que no deben volverse del pecado (solo deben cambiar su mente acerca de Cristo para ser salvos) es un evangelio falso. La salvación es a través de la fe solamente. La fe salvadora significa que nos hemos convertido de nuestros ídolos y del pecado en el cual hemos confiado siendo salvos habiendo sido esclavos por mucho tiempo y convertirnos a Cristo en fe, con el fin de recibir el perdón y la libertad de esos pecados (Rom. 6:12-14) y la justicia de Dios (2 Cor. 5:21). Ser salvos seguramente significa que somos salvos de algo para algo. Somos salvos del pecado para la justicia encontrada en Cristo.

Sin embargo, los oponentes del arrepentimiento rápidamente notan que metanoeo/metanoia es rara vez usada en referencia a la salvación en las epístolas. Por tanto, ellos concluyen, que no es parte del evangelio. ¿Cómo refutamos esto? De varias maneras:

1) El libro de los Hechos registra el mismo período de tiempo durante el cual muchas de las epístolas fueron escritas. Por ejemplo cuando Pablo hablo las palabras registradas en Hechos 26:20 diciendo que su ministerio había sido llamar a las personas a “arrepentirse y convertirse a Dios”, el ya había escrito 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Corintios, Gálatas, y similarmente Romanos. Mientras que el menciona el arrepentimiento solo cuatro veces en estas cinco epístolas. Sin embargo él proclama en Hechos 26:18-20 que llamar a los hombres y mujeres al arrepentimiento siempre había sido su ministerio por todo el tiempo.

2) El Nuevo Diccionario Internacional de Teología del Nuevo Testamento tiene un excelente comentario en este punto:

El hecho de que este grupo de palabras no ocurre a menudo en los escritos Paulinos (solo 5 veces) y no todos en los Joanianos (aparte de Apocalipsis), no significa que la idea de la conversión no esté presente ahí sino que solamente que mientras tanto se ha desarrollado una terminología mas especializada. Tanto Pablo como Juan están de acuerdo en la idea de la conversión mediante esa fe. Pablo habla de la fe como “siendo de Cristo”, como “la muerte y resurrección del hombre junto con Cristo”, como “la nueva creación”, como “vistiéndose del nuevo hombre”. La literatura joanina representa la nueva vida en Cristo como el “nuevo nacimiento”, como pasando de la muerte a la vida y de la oscuridad a la luz, o como la victoria de la verdad sobre la falsedad y el amor sobre el odio.[xiii]

3) Puesto que la Escritura nunca contradice la Escritura es un precedente peligroso marcar una parte de la Escritura en contra de otra. Debemos reconocer las distinciones de su contexto, pero rechazar una enseñanza cara de doctrina solo porque no es encontrado en ciertos pasajes favoritos es un serio error. Por ejemplo, nuestro Señor ni una sola vez utilizó la palabra “gracia” (y es solamente encontrada cuatro veces en los cuatro evangelios, y nunca es usada en la primera epístola de Juan) pero ¿quien lo descartaría de su lugar de prominencia en el mensaje del evangelio? Es posible aislar las Escrituras. Si, Es cierto que las epístolas fueron escritas principalmente para enseñar doctrina a la iglesia –pero esto no significa que la doctrina no pueda ser encontrada en otras partes de la Escritura. El arrepentimiento, definido como convertirse del pecado como parte de la fe salvadora, es claramente enseñado en muchos pasajes de las Escrituras. Quienes somos para redefinir esa palabra, o eliminarla totalmente, solo porque no es encontrada en pasajes en los cuales algunos dicen que debe estar (tales como el evangelio de Juan)

Estudios de Palabras

En realidad el peso de la prueba están en aquellos quienes deben luchar con los llamados claros al arrepentimiento encontrados en la Escritura (e.g. Hechos 2:38; 3:19; 26:18, 20). Hay solo en realidad tres opciones cuando es examinada la evidencia. Pedro y pablo sabía de que estaban hablando y llamaban a las personas a la fe a convertirse de sus pecados y volverse a Dios. O, estos hombres y otros más estaban en un error en lo que enseñaban (una posición impensable). O, el arrepentimiento significa algo más, i.e. cambiar la mente acerca de quien es Jesús. ¿Cuál de estas es?

Creemos que hemos mostrado una prueba conclusiva de que en cada caso, donde puede ser determinado su significado, metanoeo/metanoia en el Nuevo Testamento significa convertirse del pecado. Por el otro lado, no hay ni un solo uso claro de cualquier palabra para arrepentimiento que específicamente y exclusivamente cambie la mente acerca de Cristo. ¡Ni uno!

Sigamos adelante y examinemos las definiciones dadas por los expertos sobre estudio de palabras:

Estudio de Palabras de West: El Arrepentimiento en el Nuevo Testamento “incluye no solo el acto de cambiar la actitud hacia una opinión sobre el pecado sino también renunciar a él… El acto de arrepentimiento es basado primero que todo principalmente sobre una comprensión de el carácter del pecado, la culpa del hombre con respecto a ellos, y el deber del hombre de apartarse de ellos”[xiv]

Vines: “En el NT el asunto tiene referencia principalmente al “arrepentimiento” del pecado, y este cambio de mente incluye tanto volverse del pecado como volverse a Dios.”[xv]

El Nuevo Diccionario Internacional de Teología del Nuevo Testamento: “convertirse (en el OT) significa dar completamente una nueva dirección al hombre como un todo y volverse a Dios. Esto incluye apartarse de la maldad… (en el NT) el entendimiento intelectualmente predominante de metanoia como cambio de mente juega un apequeña parte en el NT. Más aún la decisión del hombre a darle la vuelta es enfatizada. Es claro que no estamos preocupados por un cambio externo simplemente ni con un simple cambio intelectual de ideas.”[xvi]

Kittel: el arrepentimiento es una “conversión radical, una transformación de naturaleza, un volverse definitivo de la maldad, un cambio decidido a Dios en obediencia total”.

Conclusión

Algunos han concluido que incluir el arrepentimiento como parte de la fe salvadora es “obras de justicia”. Esto es, es un acto en el que un hombre deben agregar a la fe con el fin de ser salvo. Hemos mostrado desde la Escritura que ese no es el caso. Además, de acuerdo a la Escritura, el arrepentimiento es un don de Dios (vea Hechos 11:18; 2 Tim. 2:25). As1= nadie puede confiar en Cristo para salvación a menos que Dios lo capacite para hacerlo, así, nadie se arrepiente si Dios no le concede el arrepentimiento. El arrepentimiento no es una obra más de lo que lo la fe es.. El punto es, cuando una persona verdaderamente se convierte a Cristo el también se convierte del pecado. Esto es claro en la enseñanza de la Palabra de Dios.

Tomado del libro:

This Little Church Went To Market


[i] Charles Spurgeon, Metropolitan Tabernacle Pulpit Vol. 11, (Banner of Truth 1992), p. 138.

[ii] Como se cita en The Day Drawing Near, Vol. 2 no. 2, p. 4.

[iii] A.W. Tozer, Man: The Dwelling Place of God (Harrisburg: Christian Publications, 1966), p. 143.

[iv] A.W. Tozer, The Root of Righteous (Harrisburg: Christian Publications, 1955), p. 85

[v] Benjamin B. Warfield, Biblical and Theological Studies (Presbyterian & Reformed, 1952), p. 403.

[vi] J.I. Packer, Evangelism and the Sovereignty of God (Downers Grove: Inter-Varsity Press, 1961), p. 403.

[vii] The Westminster Shorter Catechism section LXXXVII

[viii] Vea Charles Ryrie, So Great Salvation (Chicago: Moody Press, 1997), pp. 96-99.

[ix] Vea Zane Hodges, The Gospel Under Siege (Dallas: Redención Viva, 1981).

[x] William Barclay, Turning to God (Philadelphia: The Westminster Press, 1964), p. 20.

[xi] Colin Brown (Editor General), The New International Dictionary of New Testament Theology, Vol. 1 (Grand Rapids: Zondervan, 1979), p. 355.

[xii] Walkter C. Kaiser, Jr. Toward an Old Testament Theology (Grand Rapids: Zondervan, 1978), p. 137.

[xiii] Ibíd., p. 359.

[xiv] Kenneth Wuest, Studies in the Vocabulary of the Greek New Testament (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1976), p. 28.

[xv] Vines Complete Expository Dictionary of Old and New Testament (Grand Rapids: Eerdmans, 1985), pp. 1002-1003.

[xvi] Gerhard Kittle, Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids: Eerdmans, 1985), pp. 1002-1003

9 Marcas de Una Iglesia Saludable

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9 Marcas de Una Iglesia Saludable

Tomado de www.9marks.org

image La Misión de las 9 Marcas

Creemos que la iglesia local es el punto focal del plan de Dios para manifestar su gloria a las naciones. Nuestra visión e simple: iglesias que reflejen el carácter de Dios. Nuestra misión es cultivar y animar iglesias caracterizadas por estas nueve marcas:

1. Predicación Expositiva

Esta es la predicación la cual expone lo que la Escritura dice en un pasaje en particular, explicando cuidadosamente su significado y aplicándolo a la congregación. Es un compromiso escuchar la Palabra de Dios y recuperar y recuperar la centralidad de ella en nuestra adoración.

2. Teología Bíblica

Pablo encarga a Tito a “enseñar lo que este de acuerdo a la sana doctrina” (Tito 2:1). Nuestra preocupación de ser no solo con el como enseñamos, sino que es lo que enseñamos. La Teología Bíblica es un compromiso de conocer al Dios de la Biblia tal y como El se ha revelado en la Escritura.

3. Entendimiento Bíblico de las Buenas Nuevas

El evangelio es el corazón del cristianismo. Pero las buenas nuevas no son que Dios quiera satisfacer las necesidades de las personas o el ayudarlas a desarrollar una auto-imagen mas sana. Nos hemos rebelado pecaminosamente en contra de nuestro Creador y Juez. Pero el bondadosamente envió a Su Hijo a morir la muerte que merecíamos por nuestro pecado, y El ha acreditado la absolución de Cristo a aquellos que se arrepienten de sus pecados y creen en la muerte y resurrección de Jesús. Esas son las buenas nuevas.

4. Entendimiento Bíblico de la Conversión

El cambio espiritual de cada persona necesita es tan radical, tan cerca a la nuestra raíz, que solo Dios puede hacerlo. Necesitamos que Dios nos convierta. La conversión no necesita ser una experiencia emocionalmente candente. Pero si debe evidenciarse de fruto santo si ha de ser lo que la Biblia considera una verdadera conversión.

5. Entendimiento Bíblico del Evangelismo

El como alguien comparte el evangelio esta cercanamente relacionado al como el entiende el evangelio. Presentarlo como algo adicional que proporciona a los no cristianos algo que ellos naturalmente desean (i.e. gozo o paz) es presentar una media verdad, lo cual provoca falsas conversiones. Toda la verdad es que nuestra necesidad mas profunda es la vida espiritual, y que la nueva vida solo viene al arrepentiros de nuestros pecado y creer en Jesús. Presentamos el evangelio abiertamente, y dejamos la conversión a Dios.

6. Entendimiento Bíblico de la Membresía

La membresía debe reflejar un compromiso vivo a una iglesia local en asistencia, dar, oración y servicio, de otro modo sería sin sentido, sin valor e incluso peligroso. No debemos permitir mantener la membresía de personas en nuestras iglesias por razones sentimentales o por una falta de atención. Ser miembro es estar intencionalmente viajando juntos como extranjeros en un este mundo mientras nos dirigimos a nuestro hogar celestial.

7. Disciplina Bíblica de la Iglesia

La disciplina de la iglesia nos da los parámetros de la membresía de la iglesia. La idea hoy en día parece negativa a las personas –“¿no nos prohíbe el Señor juzgar?” Pero si no podemos decir como un cristiano debe vivir, ¿Cómo podemos decirle a el o ella como vivir? Cada iglesia local realmente tiene una responsabilidad bíblica de jugar la vida y la enseñanza de sus líderes, y aun de sus miembros, especialmente al grado en que cada uno pueda comprometer el testimonio de la iglesia al evangelio.

8. Promoción del Discipulado y Crecimiento Cristiano

Existe hoy una penetrante preocupación con el crecimiento de la iglesia –no solamente con el crecimiento numérico, sino con el crecimiento de los miembros. Aunque muchos cristianos miden otras cosas, la única señal observable de crecimiento es una vida de santidad creciente, teniendo su raíz en una abnegación cristiana- estos conceptos son casi extintos en la iglesia moderna. Recuperar el verdadero discipulado para hoy edificará a la iglesia y promoverá un testimonio mas clara al mundo.

9. Entendimiento Bíblico del Liderazgo

En lo que a menudo están de acuerdo los bautistas del siglo dieciocho y los presbiterianos es con respecto que si debe haber una pluralidad de ancianos en cada iglesia local. Esta pluralidad de ancianos no es solo bíblica, sino práctica –tiene un gran beneficio en complementar los dones del pastor para asegurar una guía apropiada de la iglesia de Dios.

Al identificar y promover estas nueve marcas, no intentamos imponer una lista exhaustiva y autoritativa. Hay otras marcas importantes de las iglesias saludables, como la oración y el compañerismo. Las cuales queremos seguir también nosotros, y queremos que usted las siga también con nosotros. Pero estas nueve marcas son las que creemos que son las mas descuidadas hoy en la mayoría de las iglesias locales, con las mas dañinas ramificaciones. Únase a nosotros en cultivar iglesias que reflejen el carácter de Dios.

Baje el libro Completo de las 9 Marcas de una Iglesia Saludable

¿Pueden los Cristianos Ser Poseídos por Demonios?

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¿Pueden Los Cristianos se Poseídos por Demonios?

Tomado de Pulpit Magazine
Can Christians Become Demon-Possessed?

Posted: 23 May 2008 01:47 AM CDT

clip_image001(Por John MacArthur)

Debemos recordar, primero que nada, que la Palabra de Dios es nuestra única fuente confiable de verdad acerca de Satanás y los demonios.

El erudito y teólogo de Princeton Dr. Charles Hodge correctamente advirtió:

Ninguna cantidad de aprendizaje, ni superioridad de talento, ni aun la pretensión a la inspiración, puede justificar un alejamiento de… las verdades enseñadas por hombres cuya inspiración Dios ha testificado. Todos los maestros deben ser llevados a este estándar; y aun si un ángel del cielo enseñare algo contrario a las Escrituras, este debe ser considerado anatema, Gal. 1:8. Es un asunto de gratitud constante que tengamos tal estándar mediante el cual probar a los espíritu si son o no de Dios (Comentario sobre la Epístola a los Romanos [Grand Rapids: Eerdmans, 1972], p. 395).

¿Que dice la Palabra de Dios, la piedra de toque de la verdad? ¿Pueden los demonios habitar o morar espacialmente en un verdadero creyente? ¿Pueden pasar a través de una puerta abierta y convertirse en un ocupante ilegal? Los proponentes de hoy del movimiento de guerra espiritual dicen que sí, pero ellos basan sus respuestas sobre experiencias subjetivas, y no de la Palabra de Dios. La Biblia deja en claro que tal afirmación no tiene base justificable.

No hay ningún ejemplo claro en la Biblia donde un demonio haya alguna vez habitado o invadido a un verdadero creyente. Nunca en las epístolas del Nuevo Testamento son advertidos a los creyentes acerca de la posibilidad de ser habitados por demonios. Ni vemos a ninguno reprendiendo, obligando, o echando demonios fuera de un verdadero creyente. Las epístolas nunca instruyen a los creyentes a echar fuera demonios, ya sea de un creyente o de un incrédulo. Cristo y los apóstoles fueron los único quienes echaron fuera demonios, y en cada ejemplo las personas posesionadas por demonios fueron incrédulos.

La enseñanza colectiva de la Escritura es que los demonios nunca pueden morar espacialmente dentro de un verdadero creyente. Una clara implicación de 2 Corintios 6, por ejemplo, es que el Espíritu Santo no puede cohabitar junto con demonios:

¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo” (vv. 15-16).

En Colosenses 1:13, Pablo dice que Dios “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. La salvación nos lleva a una verdadera liberación y protección de Satanás. En Romanos 8:37, Pablo dice que conquistamos de forma aplastante a través de Cristo. En 1 Corintios 15:57, él dice que Dios nos lleva en victoria. En 2 Corintios 2:14, el dice que Dios siempre nos lleva en triunfo. En 1 Juan 2:13, Juan dice que hemos vencido al maligno. Y en 4:4, el dice que el Espíritu Santo que esta en nosotros es mas mayor que Satanás. ¿Cómo puede alguien afirmar estas verdades gloriosas, y aun cree que los demonios pueden morar dentro de un creyente genuino?

POSESION DEMONIACA Y LA VERDADERA CONVERSION

Muchas de las voces principales dentro del movimiento de guerra espiritual de hoy son muy rápidas en granizar cada profesión de fe en Cristo como prueba de la salvación. Esto refleja la creencia-fácil que ha barrido esta generación.

Una comprensión cuidadosa de la doctrina de la conversión deja en claro que los demonios no pueden habitar nunca o poseer a un creyente. Jonathan Edwards escribe acerca de la verdadera conversión:

La Escrituras describen la conversión en términos que implican o significan un cambio de naturaleza: nacer de nuevo, ser nuevas criaturas, levantándose de los muertos, ser renovados en el espíritu de la mente, morir al pecado y vivir para la justicia, dejar al antiguo hombre y vestir se del nuevo, ser participantes de la naturaleza divina, etc..

Continúa diciendo que si no hay un verdadero cambio duradero en las personas que creen que son convertidas, su religión es vana, no importa la experiencia que haya tenido. La conversión es un volverse de todo el hombre del pecado a Dios. Dios puede refrenar a gente inconversable pecado, claro, pero en la conversión el se vuelve de corazón y naturaleza del pecado a la santidad. La persona convertida se vuelve enemigo del pecado.

¿Qué, entonces hace que una persona que dice que ha experimentado la conversión, peor cuyas emociones religiosas pronto mueran, dejándolo en la misma persona que era antes? El parece tan egoísta, mundano, insensato, perverso y poco cristiano como nunca. Esto habla fuerte en contra de él que cualquier experiencia religiosa que pudiera hablar por el.

En Cristo Jesús, ni la circuncisión o la incircuncisión, ni una experiencia dramática ni reservada, ni un testimonio maravilloso o embotado cuenta para nada. La única cosa que cuenta es una nueva creación (The Experience That Counts! p. 99).

En Mateo 12, Cristo reprendió a aquellos quienes le seguían solo por presenciar grandes señales y prodigios:

Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación (vv. 43-45).

En lugar de responder con señales y prodigios espectaculares, Cristo señaló su necesidad de salvación. Muchas personas aparentan tener sus vidas en orden. Pero en realidad, no han confiado en Cristo como Salvador y Señor. Sus almas aun están “desocupadas” –esto es, el Espíritu Santo aun no mora en ellos. Aun están abiertos a una invasión demoníaca. Esto no puede ser cierto en aquellos cuyos cuerpos son templos del Espíritu Santo (cf. 2 Cor. 6:16)

De acuerdo a 1 Pedro 1:5, cuando Cristo reina en la vida personal, esa persona es guardada por el poder de Dios. Como resultado: “el maligno no lo toca” (1 Juan 5:18). Cuando el Espíritu Santo habita en una persona, ningún demonio puede establecer la casa como ocupante. El morar de los demonios es solo una evidencia de una falta de salvación genuina.

(Para más acerca de lo que La Biblia dice acerca de Satanás y los Demonios, ve el libro de John Macarthur Equipados Para la Batalla .

¿Conoce Satanás Nuestros Pensamientos?

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Nuevo Artículo de Pulpit Magazine

¿Conoce Satanás Nuestros Pensamientos?

Does Satan know our thoughts?
Tomado de: www.sfpulpit.com

Posted: 23 May 2008 06:05 PM CDT

(Por John MacArthur)

Adaptado de Grace Church Q&A session.

¿Puede Satanás escuchar lo que dicen y conocen nuestros pensamientos? ¿Debemos evitar orar en voz alta debido a que Satanás nos puede escuchar?

No hay nada en la Biblia que indique que Satanás sea omnisciente. No hay versículos que digan que el conozca todo o que el pueda leer nuestros pensamientos. Pero el es experto en predecir la conducta humana debido a que la ha visto por mucho tiempo como opera. El puede anticipar lo que usted haga en una situación dada sin conocer sus pensamientos por causa de su conocimiento sobre la humanidad y porque el tiene una mente sobrenatural.

Pero en términos de ser omnisciente y de ser capaz de leer nuestros pensamientos (como Dios puede), la Biblia no da ningún apoyo a esa idea. Nunca nos dice que los ángeles son omniscientes. Y si un santo ángel no es omnisciente, tampoco lo es un ángel caído. Así que, Satanás no puede leer nuestros pensamientos, aún cuando él sea hábil en predecir la conducta humana por causa de que el la ha observado mucho.

Estuve platicando en una conferencia acerca de este problema. Las personas me hacían preguntas como: “¿Cómo trata usted con los demonios?” y “¿Necesitamos un exorcismo para deshacernos de los demonios?” Bueno, hay muchas personas hoy que dicen que sí. Una vez leí un libro sobre liberación en el cual el autor relata de un doctor quien supuestamente liberó de un demonio de sinusitis. Y en este enfoque, siempre que usted piense que tenga un demonio, hay una formula mágica que usted dice o un “implorar de la sangre” –cualquier cosa que la frase quiera decir, no es algo que provenga de la Escritura. La sangre ya ha sido implorada a su beneficio en aquel momento de su salvación y ella cuida de ello.

Hay personas que recomiendan practicas de sesión espiritistas y pequeñas formulas con una connotación cristiana, afirmando que pueden echar fuera demonios, etc. Pero cuando usted va a la Biblia, usted encuentra que el tratar con el diablo es realmente tan simple como ir a Efesios 6 y ponerse la armadura de Dios. Verá, en Efesios 6 dice: “No tenemos lucha contra carne y sangre, sino contra principados y potestades”, ¿cierto? Estamos luchando en contra de demonios y contra Satanás.

Pero ¿Qué debemos hacer acerca de esto? El mejor lugar para averiguarlo es este mismo capítulo, ¿no es cierto? Note que no dice: “Vaya a exorcizar demonios con un exorcismo cristiano”. Ni tampoco dice: “Vaya y busque echar fuera demonios”. Dice: “Vestíos de toda la armadura de Dios”, y lo que realmente consiste esa armadora es la justicia. El corazón de ella es “la coraza de justicia”. La clave es entonces, el vivir en justicia, una vida llena del Espíritu y confiar en el poder soberano de Dios.

Así que, no hay nada en la Biblia que diga que Satanás pueda leer nuestros pensamientos. Ciertamente los demonios pueden escuchar lo que decimos. Ellos pueden entender lo que decimos. Y como lo mencioné antes, ellos son buenos en predecir las respuestas comunes del hombre debido a que ellos han estado en eso por mucho tiempo.

Pero ¿no se preocupe sobre eso! Una mujer me dijo una vez: “Nosotros susurramos”, debido que ella tenia miedo de que los demonios escucharan sus oraciones. Mi respuesta fue: “Bueno, ¡esa es una tontería!” Usted puede acudir tranquilamente ante el trono de la gracia. En el Antiguo Testamento, no dice: “Y David susurró al Señor”, dice: “Y David dijo al Señor” y el fue. Usted nunca escuchará en ningún momento al apóstol Pablo instruirnos acerca de la oración cuando dice: “No hable en voz alta”. Cuando el quería orar, el solo oraba y Satanás no lo molestaba cuando lo escuchaba porque el estaba viviendo en una manera en que Satanás no podía hacerle nada de todos modos. Ese es el punto.

Lo Que Creemos Acerca de los 5 Puntos del Calvinismo

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LO QUE CREEMOS ACERCA DE LOS 5 PUNTOS DEL CALVINISMO

Staff de la Bethlehem Baptist Church (Iglesia Bautista Belén). Mineapollis, MN Marzo, 1985 Revisado en Marzo, 1998

PREFACIO

Amamos a Dios. Él es nuestro gran tesoro, y nada se le compara. Uno de los más antiguos y grandiosos catecismos dice: “Dios es un Espíritu infinito, eterno, inmutable, sabio, poderoso, santo, justo, bueno y verdadero”. A Ese es el que amamos. Amamos todo el panorama de sus perfecciones. El fin de la búsqueda del alma para eterna satisfacción, es conocerle y ser amados por Él. Él es infinito; Y eso responde a nuestro anhelo por plenitud. Él es eterno; y eso responde a nuestro anhelo por permanencia. Él es inmutable; y eso responde a nuestro anhelo por estabilidad y seguridad. No hay alguien como Dios. Nada se puede comparar con Él. Dinero, sexo, poder, popularidad, conquista, nada se compara con Dios.

Mientras más le conoces, más quieres conocerle, mientras más te deleitas en su compañía, más hambriento estarás por una comunión más profunda y rica. Satisfacción a los niveles más profundos produce un santo anhelo para el tiempo cuando tengamos el poder de Dios para amar a Dios. Esa es la manera en que Jesús ora por nosotros al Padre, “… que el amor con que me amaste pueda estar en ellos”. Eso es lo que anhelamos: que el mismo amor del Padre por el Hijo nos llene, permitiéndonos amar al Hijo, con el mismo amor del Padre. Luego las frustraciones de un amor inadecuado terminarán.

Si, mientras más lo conoces, lo amas y confías en Él, más anhelas conocerle. Por eso es que hemos escrito este folleto. Anhelamos conocer a Dios y disfrutar de Él. Otro antiguo catecismo dice: “¿cual es el fin principal del hombre?” y responde: “El fin principal del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre”. Creemos que disfrutar de Dios es la forma en que le glorificamos, porque Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él. Pero para disfrutar de Él debemos conocerle. Verle es saborearle. Si Él permanece borroso, o en una vaga neblina podríamos estar intrigados por un momento. Pero no estaríamos maravillados con gozo, como cuando la neblina se aclara y te encuentras a ti mismo en el borde de un precipicio.

Nuestra experiencia es que un claro conocimiento de Dios tomada de la Biblia es la llama que sostiene el fuego de nuestros afectos por Dios. Y probablemente el tipo más crucial de conocimiento, es el conocimiento de lo que Dios es como lo es en la salvación. De eso tratan los cinco puntos del Calvinismo. Nosotros no empezamos como calvinistas y defendiendo un sistema.

Empezamos como cristianos creyentes en la Biblia quienes quieren poner la Biblia por encima de todo sistema de pensamiento. Y a través de los años- muchos años de lucha- hemos profundizados en la convicción de que las enseñanzas calvinistas en los cinco puntos, son bíblicas y por lo tanto verdaderas.

Nuestra lucha nos hace pacientes con otros que están en el camino. Creemos que toda batalla para entender lo que la Biblia enseña acerca de Dios es valiosa. Dios es una fuerte roca en un mundo de arena movediza. Conocerle en su soberanía es convertirse en un árbol fuerte ante un viento de adversidad y confusión. Y acompañando la fortaleza, esta su dulzura y ternura, que va más allá de nuestra imaginación. El soberano León de la tribu de Judá es el dulce cordero de Dios.

Esperamos que puedas ser ayudado. Por favor no sientas que debes leer este folleto en un orden en particular. Pues muchos de ustedes querrán saltar la introducción histórica porque no es tan relevante en el momento para responder las preguntas bíblicas. Hay un orden intencional en este folleto. Pero siéntete libre de empezar donde sea de más urgencia para ti. Si obtienes ayuda entonces volverás atrás al resto del mismo. Si no obtienes ayuda, entonces, retorna a la Biblia y léela con todas tus fuerzas. De todas maneras, ahí es donde queremos que termines: Leyendo y entendiendo y amando y disfrutando y obedeciendo la palabra de Dios, no la nuestra.

Por la supremacía de Dios en todas la cosas, para el gozo de todas las personas.

INTRODUCCION HISTORICA

Juan Calvino, el más famoso teólogo y pastor de Ginebra, murió en 1564. Junto a Martín Lutero en Alemania, fue la fuerza más influyente de la reforma protestante. Sus comentarios e Institución de la Religión Cristiana, están aun ejerciendo una tremenda influencia en el mundo cristiano.

Las iglesias que han heredado estas enseñanzas de Calvino son usualmente llamadas Reformadas, en oposición a luteranos y Episcopales heredados de la reforma. Mientras no todas las iglesias Bautistas adoptan la teología reformada, existe una tradición bautista significativa que creció fuera de y aun abraza las doctrinas centrales heredadas de la rama Reformada.

La controversia entre arminianos y calvinistas llego a Holanda cerca de los 1600. El fundador del Arminianismo fue Jacobo Arminio (1560-1609). El estudio bajo el estricto calvinismo de Teodoro Beza en Ginebra y fue profesor de teología de la universidad de Leiden en el 1603.

Gradualmente, Arminio comenzó a refutar algunas enseñanzas calvinistas. La controversia se propagó en toda Holanda, donde la iglesia reformada era la gran mayoría. Los arminianos trazaron su credo en 5 artículos (escritos por Uytenbogaert), y los plantearon frente a las autoridades del estado de Holanda en 1610 bajo el nombre de La protesta, firmado por 46 ministros. (Estos 5 artículos pueden ser leídos en Philip Schaff, Creeds of Christendom, vol. 3, pp. 545-547).

Los calvinistas responden con una contra-protesta. Pero la respuesta oficial calvinista vino del Sínodo de Dort, quien sostuvo para considerar Los Cinco artículos desde el 13 de noviembre de 1618 hasta el 9 de mayo del 1619. Hubo 84 miembros y 18 comisionados seculares. El Sínodo escribió lo que se conoce como los Cánones de Dort. Estos aun son parte de la confesión de la iglesia reformada en América y de la iglesia cristiana reformada. Ellos afirman los cinco puntos del calvinismo en respuesta a los cinco artículos de protesta Arminiana. (Ver Schaff, vol. 3, pp. 581-596).

Así que, los cinco puntos del Calvinismo no fueron escogidos por calvinistas como un resumen de su enseñanza. Ellos surgen como respuesta a los Arminianos, quienes escogieron estos 5 puntos para oponerse.

Es más importante dar una posición Bíblica positiva en los Cinco puntos que conocer la forma exacta de su controversia original. Estos cinco puntos todavía están en los corazones de la teología Bíblica. Ellos son importantes. Donde nos encontramos, estas cosas profundas afectan nuestro punto de vista de Dios, hombre, salvación, expiación, regeneración, seguridad, adoración y misiones.

En algún punto del camino, los cinco puntos vinieron a ser resumidos bajo en acróstico TULIP.

T- Total depravity (Depravación total).

U- Unconditional election (Elección incondicional)

L- Limited atonement (expiación limitada)

I-Irresistible grace (Gracia irresistible)

P-Perseverance of the saints (Perseverancia de los santos)

Nota: No seguiremos este orden en nuestra presentación. Hay una buena razón para este orden tradicional: Comienza con el hombre en necesidad de salvación y luego da, en el orden en que ocurren, los pasos que Dios da para salvar a su pueblo. Dios elige, envía a su Hijo para expiar los pecados de los elegidos, de una manera irresistible atrae a su pueblo a la fe, y finalmente trabaja para que ellos perseveren hasta el fin.

Hemos encontrado, de todas maneras, que el hombre capta estos puntos más fácilmente si seguimos una presentación basada en el orden en que se experimentan.

1-Experimentamos nuestra propia depravación y nuestra necesidad de salvación.

2-Experimentamos la irresistible Gracia de Dios llevándonos a la fe.

3-Confiamos en la suficiencia de la expiación de la muerte de Cristo por nuestro pecado.

4-Descubrimos que detrás del trabajo de Dios en expiarnos de nuestros pecados y traernos a la fe estaba la elección incondicional de Dios.

5-Finalmente, descansamos en su elección de Gracia para darnos la fuerza y voluntad paraperseverar hasta el fin en fe.

Este es el orden que seguiremos en nuestra presentación.

Quisiéramos expresar lo que creemos que las Escrituras enseñan sobre estos cinco puntos. Nuestro gran deseo es dar honor a Dios por medio de entender y creer su verdad revelada. Estamos abiertos a cambiar cualquiera de nuestras ideas que contradiga la verdad de las Escrituras. No tenemos ningún interés en Juan Calvino mismo, y encontramos que algunas de las ideas que enseño están erradas. Pero, en general, estamos dispuestos a llamarnos calvinistas en estos cinco puntos, porque encontramos que la posición calvinista es Bíblica.

Compartimos los sentimientos de Jonathan Edwards quien dijo en el prefacio de su libro LA LIBERTAD DE LA VOLUNTAD, “No tomaría del todo inoportuno ser llamado calvinista, por alguna distinción: aunque rechazo una completa dependencia en Calvino, o una creencia en las doctrinas que sostengo, porque el las creyó y también las enseño; y no puedo ser cargado con creencias de cada cosa que el enseñaba.

DEPRAVACION TOTAL DEL HOMBRE

Cuando hablamos de la depravación total del hombre, nos referimos a la condición natural del mismo, separado de alguna Gracia ejercida por Dios para restringirlo o transformarlo.

No hay duda de que el hombre podría llevar a cabo más actos pecaminosos contra su prójimo de los normalmente hace. Pero si el mismo es restringido de llevar a cabo más actos pecaminosos por motivos que no pertenecen a una alegre sumisión a Dios, entonces aun su “virtud” es mala a los ojos de Dios.

Romanos 14:23 dice: “Todo lo que no procede de fe es pecado”. Esta es una acusación radical sobre toda virtud que no procede de un corazón humilde que depende de la Gracia de Dios.

La terrible condición del corazón humano nunca será reconocida por personas que la evalúan sólo en relación con otras personas. Romanos 14:23 deja bien claro que la depravación es nuestra condición en relación a Dios primariamente, y de una manera secundaria en relación al prójimo. A menos que empezamos en este punto, nunca percibiremos la totalidad de nuestra natural depravación.

La depravación del hombre es total al menos en cuatro sentidos:

1- Nuestra rebelión contra Dios es total.

Separados de la Gracia de Dios no hay deleite en su santidad, y no hay una alegre sumisión a la soberana autoridad de Dios.

Es claro que el hombre totalmente depravado pudiera ser muy religioso y filántropo. Él puede orar, dar limosna y ayunar, como Jesús enseñó (Mateo 6:1-18). Pero toda su religión es rebelión contra los mandamientos de su Creador si no proviene de un corazón como el de niño, confiado en la libre Gracia de Dios. La religión es una de las principales formas que el hombre usa para ocultar su indisposición de abandonar su auto dependencia y depositar todas sus esperanzas en la inmerecida misericordia de Dios (Lc. 18:9-14; Col. 2:20-23).

La totalidad de nuestra depravación puede ser considerada en Rom. 3:9-10,18: “Ya hemos acusado a Judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como esta escrito: No hay justo ni aun uno; no hay quien busque a Dios…no hay temor de Dios delante de sus ojos”.

Es un mito pensar que el hombre en su estado natural busque a Dios de una manera genuina. El hombre busca a Dios. Pero el hombre no busca a Dios por lo que Él es. Él busca a Dios en un aprieto como uno que puede preservarlo de la muerte o como un medio para incrementar su placer carnal. Separado de la conversión, nadie viene a la luz de Dios.

Algunos vienen a la luz. Pero escuchemos lo que Juan 3:20-21 dice acerca de ellos: “Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Más el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios”.

Sí, existen aquellos que vienen a la luz -llamados como aquellos que sus obras son hechas en Dios. “Hecho por Dios” significa trabajado por Dios. Separado de este trabajo en Gracia de Dios todos los hombres odian la luz de Dios y no vendrán a Él a menos que su pecado sea expuesto- Esto es una rebelión total. “No hay quien busque a Dios…No hay temor de Dios delante de sus ojos”.

2- En su total rebelión todo lo que el hombre hace es pecar.

En Romanos 14:23 Pablo dice: “todo lo que no proviene de fe es pecado”. Por tanto, si todo hombre esta en una rebelión total, todo lo que el hace es el producto de su rebelión y no puede honrar a Dios, pero sólo parte de su rebelión pecaminosa. Si un rey enseña a sus súbditos como luchar bien y esos súbditos se rebelan contra su rey y le resisten, usando todas las habilidades que el mismo rey les enseño, entonces aun aquellas habilidades se tornan malas.

Por esta razón, el hombre hace muchas cosas las cuales sólo las puede hacer porque el ha sido creado a la imagen de Dios, las cuales en el servicio a Dios Él pudiera ser adorado. Pero en el servicio del hombre rebelde que se auto justifica, estas cosas son pecaminosas.

En Romanos 7:18 Pablo dice:”Y yo se que en mi, esto es, en mi carne, no mora el bien”. Esta es una confesión radical de la verdad, que en nuestra rebelión nada de lo que pensemos o sentimos es bueno. Todo es parte de nuestra rebelión. El hecho de que Pablo califica su depravación con las palabras, “en mi carne”, muestra que el desea afirmar que el bien es producido por el Espíritu de Dios en el (Rom. 15:18). “Carne” se refiere al hombre en su estado natural separado del trabajo del Espíritu de Dios. , lo que Pablo esta diciendo en Romanos 7:18 es que separado del trabajo del Espíritu de Dios, todo lo que pensamos, sentimos y hacemos no es bueno.

NOTA: Reconocemos que la expresión “el bien” tiene un margen amplio de significados. Tendremos que usarlo en un sentido restringido para referirnos a muchas acciones de personas caídas, quienes de hecho no son buenas.

Por ejemplo, tendremos que decir que es bueno que la mayoría de los inconversos no asesinen y que algunos inconversos realizan actos de benevolencia. Lo que queremos decir es que cuando llamamos a esos actos “buenos” es que estos más o menos se conforman al patrón externo de vida que Dios ha ordenado en las Escrituras.

De cualquier manera, esta conformidad externa a la voluntad revelada de Dios no es justicia en relación a Dios. No es hecha en dependencia de Dios o para su gloria. El no esta confiado por los recursos, aunque Él se los provee todos. Ni su honor es exaltado, aun cuando esa es su voluntad en todas las cosas (1 Corintios 10:31). De todas maneras, aun estas “buenas” acciones son parte de nuestra rebelión y no son “buenas” en el sentido que realmente cuenta al final –en relación a Dios-.

3- La inhabilidad del hombre para someterse a Dios y hacer el bien es total.

Recogiendo el término “carne” (el hombre separado de la Gracia de Dios), encontramos a Pablo declarando ser totalmente esclavizado en una rebelión. Romanos 8:7-8 dice: “la mente puesta en la carne es enemistad contra Dios; no se somete a la ley de Dios, ni tampoco puede; y aquellos que están en la carne no pueden agradar a Dios”.

“La mente puesta en la carne” es la mente del hombre separada de la morada del Espíritu de Dios (“no estáis en la carne, estáis en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros” Rom. 8:9). Así que el hombre natural tiene una mente programada para no someterse ni poder someterse a Dios. El hombre no puede reformarse a sí mismo.

Efesios 2:1 dice que los cristianos estábamos todos una vez “muertos en nuestros delitos y pecados”. El punto de la muerte es que éramos incapaces de la vida de Dios. Nuestros corazones eran como piedra hacia Dios (Efesios 4:18; Ezequiel 36:26). Nuestros corazones estaban ciegos y eran incapaces de ver la gloria de Dios en Cristo (2 Corintios 4:4-6). Éramos totalmente incapaces de reformarnos a nosotros mismos.

4- Nuestra rebelión es totalmente merecedora de castigo eterno.

Efesios 2:3 procede a decir que hemos estado muertos en nuestros delitos y pecados y que por eso éramos hijos de ira. Esto es, que si estamos bajo la ira de Dios por la corrupción de nuestros corazones, nos ha hecho buenos por la muerte de Cristo.

La realidad del infierno es la indignación de Dios por nuestra infinita suciedad. Si nuestra corrupción no mereciese el castigo eterno, Dios fuese injusto tratándonos con un castigo tan severo como el tormento eterno. Pero las Escrituras enseñan que Dios solamente condena a los incrédulos al infierno eterno (2 Tes. 1:6-9; Mat. 5:29; 10:28; 13:49; 18:8; 25:46; Apoc. 14:9-11; 20:10). Así que, de esto se entiende que el infierno es una sentencia total de condenación, para hacer esto debemos entender que somos totalmente culpables y separados de la Gracia salvadora de Dios.

En resumen, la depravación total significa que nuestra rebelión en contra de Dios es total, y que cada cosa que hacemos es rebelión por el pecado, y nuestra inhabilidad de someternos a Dios y de reformarnos a nosotros mismos es total, y que nosotros merecemos el castigo eterno.

Es duro exagerar sobre la importancia de admitir que nuestra condición futura es mala. Si pensamos sobre nosotros mismos como si fuésemos buenos sería contrario a Dios, la obra de la redención pudiera estar entonces defectuosa. Pero debemos humillarnos a nosotros mismos sobre esta terrible verdad, que es nuestra total depravación, estaríamos en una posición de ver y apreciar la gloria y las maravillas del trabajo de Dios, la cual discutiremos en los siguientes 4 puntos.

GRACIA IRRESISTIBLE

La doctrina de la Gracia irresistible no significa que toda la influencia del Espíritu Santo no pueda ser resistida. Significa que el Espíritu Santo puede vencer toda resistencia y hacer su influencia irresistible.

En Hechos 7:51, Esteban dice a los lideres judíos: “Vosotros, que sois duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, resistir siempre al Espíritu Santo; como hicieron vuestros padres, así también hacéis vosotros”. Por otro lado, Pablo habla de entristecer y apagar el Espíritu Santo (Ef. 4:30; 1 Tes. 5:19). Dios da muchos ruegos e incitaciones las cuales son resistidas. De hecho, toda la historia de Israel en el Antiguo Testamento es una historia prolongada de resistencia, como muestra la parábola de los labradores malvados (Mateo 21:33-43; Romanos 10:21).

La doctrina de la Gracia irresistible significa que Dios es soberano y puede vencer toda resistencia cuando el quiere. “Él actúa conforme a su voluntad en el ejercito del cielo y entre los habitantes de la tierra; nadie puede detener su mano, ni decirle: ¿Que haces?” (Daniel 4:35). “Nuestro Dios esta en cielos; todo cuanto quiso ha hecho” (Salmos 155:3). Cuando Dios se propone cumplir su soberano propósito, nadie puede resistirle de una manera exitosa.

Esto es lo que Pablo enseña en Romanos 9:14-18, lo que provocó a sus oponentes decir: “¿Por que, pues, todavía reprocha Dios? porque ¿Quien resiste su voluntad?”. A lo que Pablo responde: “¿Quien eres tu oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto moldeado al que lo moldea: por que me hiciste así? ¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honroso y otro para uso deshonroso?” (Romanos 9:20).

Más específicamente, la Gracia irresistible hace referencia a la obra soberana de Dios de vencer la rebelión de nuestro corazón y tráenos a la fe en Cristo y así ser salvos. Si nuestra doctrina de la depravación total es verdadera, no puede haber salvación sin la realidad de la Gracia irresistible. Si estamos muertos en nuestros delitos y pecados, totalmente incapaces de someternos a Dios, entonces nunca creeremos en Cristo a menos que Dios pueda vencer nuestra rebelión.

Alguien podría decir: “Si, el Espíritu Santo debe llevarnos a Dios, pero nosotros podemos usar nuestra libertad para resistir o aceptar esa obra”. Nuestra respuesta es: Excepto por el continuo ejercicio de la Gracia salvadora, siempre usaremos nuestra voluntad para resistir a Dios. Eso es lo que significa ser “incapaz de someterse a Dios”. Si una persona se torna lo suficientemente humilde para someterse a Dios es porque Dios ha dado a esa persona una nueva y humilde naturaleza. Si una persona permanece con un corazón duro y orgulloso ante la voluntad de Dios, es porque esa persona no ha recibido un espíritu de buena voluntad. Pero para verlo persuasivamente debemos buscar las Escrituras.

En Juan 6:44 Jesús dice: “Nadie puede venir a Mi si no lo trae el Padre que me envió”. Esta obra es una obra de la Gracia soberana sin la cual nadie puede ser salvo de su rebelión contra Dios. Otra vez alguien dice: “Él atrae a todas las personas, no sólo a algunos”. Pero esto simplemente evade la clara implicación del contexto de que esta obra del Padre es la razón por la cual algunos creen y otros no.

Específicamente Juan 6:64-65 dice, “Pero hay algunos de vosotros que no creéis. Porque Jesús sabia desde el principio quienes eran los que no creían, y quien era el que le iba a traicionar. Y decía: por eso os he dicho que nadie puede venir a mi si no se lo ha concedido el Padre”.

Notemos dos cosas:

Primero: Que el venir a Cristo es llamado un regalo. No es sólo una oportunidad. Venir a Jesús es “dado” a algunos y a otros no.

Segundo: Que la razón por la que Cristo dice esto, es para explicar por que “hay algunos que no creen”. Podríamos parafrasear de la siguiente manera: Jesús sabía desde el principio que Judas no creería en Él a pesar de todas las enseñanzas e invitaciones que recibió. Y porque Él sabía esto, lo explicó con las siguientes palabras, nadie viene a mí a menos que le sea dado por el Padre. Judas no fue dado a Jesús. Hubo muchas influencias en su vida para su bien. Pero el decisivo e irresistible regalo de la Gracia no le fue dado.

2 Timoteo 2:24-25 dice: “Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido. Corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad”.

Aquí, como en Juan 6:65, el arrepentimiento es llamado como un regalo de Dios. Notemos que Pablo no está diciendo que la salvación es meramente un regalo de Dios. Él está diciendo que aun el prerrequisito para ser salvo lo es también. Cuando una persona escucha el llamado de arrepentimiento de un predicador puede resistir dicho llamado. Pero si Dios le da el arrepentimiento la persona no puede resistirse porque el regalo es que su resistencia ha sido removida. No estar dispuesto a arrepentirse es lo mismo a resistir al Espíritu Santo. Por esto, si Dios da el arrepentimiento es lo mismo que quitar la resistencia. Esta es la razón por la cual llamamos a esta obra de Dios “la Gracia irresistible”.

NOTA: Debería ser obvio a partir de esto que la Gracia irresistible no implica que Dios nos fuerza a creer contra nuestra voluntad. Esto sería una contradicción de términos. Al contrario, la Gracia irresistible es compatible con la predicación y el testimonio que trata de persuadir a personas a hacer lo que es razonable y lo que es acorde con sus mejores intereses.

1 Corintios 1:23-24 dice. “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles. Más para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios”. Notemos dos tipos de llamado que se implican en este texto.

Primero: La predicación de Pablo va dirigida a todos, tanto judíos como griegos. Este es el llamado general del Evangelio. Este ofrece salvación a todo aquel que cree en el Cristo crucificado. Pero este es llamado necedad por aquellos que no tienen un oído receptivo al mismo.

Segundo: Pablo hace referencia a otro tipo de llamado. Él dice que entre aquellos que oyen hay algunos que son “Llamados” en una manera que se refieren a la cruz como locura pero como sabiduría y poder de Dios. ¿Cuál otro puede ser este llamado si no el irresistible llamado de Dios de las tinieblas a su luz admirable? Si todos los que son “llamados” en este sentido consideran la cruz como el poder de Dios, entonces algo en el llamado debe afectar la fe. Esta es la Gracia irresistible.

Hay otra explicación en 2 Corintios 4.4-6: “En los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por amor de Jesús. Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo”.

Desde que el hombre es cegado a la gloria de Cristo, se necesita un milagro para que este pueda ver y creer. Pablo compara este milagro con el primer día de la creación cuando Dios dijo: “Sea la luz”. Es en un sentido una nueva creación, o un nuevo nacimiento. A esto es que se refiere el llamado eficaz en 1 Corintios 1:24.

Aquellos que son llamados tienen su ojos abiertos por el soberano poder Creador de Dios, por lo que ellos ya no ven la cruz de Cristo como locura, sino como poder y sabiduría de Dios. El llamado efectivo es el milagro de tener nuestra ceguera removida. Esta es la Gracia irresistible.

Otro ejemplo de esto se encuentra en Hechos 16:14, donde Lidia está escuchando la predicación de Pablo. Lucas dice: “El Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía…” A menos que Dios abra nuestros corazones, no recibiremos el mensaje del Evangelio. A este corazón abierto es a lo que nos referimos cuando hablamos de la Gracia irresistible.

Otra manera de describir esta obra es el “Nuevo Nacimiento” o ser nacido de nuevo. Creemos que el nuevo nacimiento es una creación milagrosa de Dios que permite a una persona muerta recibir a Cristo y ser salva. No creemos que la fe precede o causa el nuevo nacimiento. La fe es la evidencia de que Dios nos ha hecho nacer de nuevo. “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1 Juan 5:1).

Cuando Juan dice que Dios da el derecho de ser llamado hijo de Dios a aquellos que reciben a Cristo (Juan 1:12), continua diciendo que esos que reciben a Cristo “no nacieron de sangre ni de carne ni de voluntad de varón, sino de Dios”. En otras palabras, Es necesario recibir a Cristo para ser hecho un hijo de Dios, pero el nacimiento que trae a uno dentro de la familia de Dios no es posible por la voluntad de varón.

El hombre está muerto es delitos y pecados. Él no puede hacerse nacer de nuevo, o crear nueva vida en el mismo. Él debe nacer de Dios. Entonces, con la nueva naturaleza de Dios, inmediatamente recibe a Cristo. Los dos hechos (regeneración y fe) están tan estrechamente conectados que en la experiencia no podemos distinguirlos. Dios engendra en nosotros una nueva vida y la primera sombra de vida en el nuevo nacimiento es la fe. Este nuevo nacimiento es el efecto de la Gracia irresistible, porque es un acto de soberana creación –“No por voluntad de hombre sino de Dios”–.

EXPIACIÓN LIMITADA

La expiación es el trabajo de Dios en Cristo en la cruz, por medio del cual cancela la deuda de nuestros pecados, apaciguó su santa ira contra nosotros, y ganando para nosotros todos los beneficios de la salvación. La muerte de Cristo fue necesaria porque Dios no hubiese mostrado una justa recompensa para su gloria si hubiese barrido nuestros pecados debajo de la alfombra sin castigo alguno.

Romanos 3:25-26 dice que Dios “puso a Cristo como propiciación por nuestros pecados por su sangre…con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que Él sea el justo, y El justifica al que es de la fe de Jesús”.

En otras palabras, la muerte de Cristo era necesaria para vindicar la justicia de Dios en justificar al impío por medio de la fe. Sería injusto perdonar pecadores aunque su pecado sea insignificante, cuando de hecho el pecado es un insulto infinito contra la valiosa gloria de Dios. Por lo tanto Jesús lleva en sus hombros la maldición, la cual merecíamos por nuestro pecado, de esta manera podemos ser justificados y la justicia de Dios ser vindicada.

El termino “expiación limitada” señala la pregunta, “¿Por quien murió Cristo?” Detrás de la pregunta sobre la extensión de la expiación dirige a otra pregunta igualmente importante acerca de la naturaleza de la expiación. ¿Qué fue lo que Cristo logro en la cruz por aquellos que murió?

Si dices que Jesús murió por todos los seres humanos en la misma manera, entonces debes definir la naturaleza de la expiación de una manera muy diferente a si creyeras que sólo murió por aquellos que creen. En el primer caso, crees que la muerte de Cristo en realidad no salva a nadie; simplemente hace posible la salvación. En este caso la muerte de Cristo no quita la ira de Dios de ninguna persona, sino que creo un lugar donde las personas pueden ir y encontrar misericordia –si ellos pudieran realizar su propio nuevo nacimiento y traerse ellos mismos a la fe sin la irresistible Gracia de Dios-.

Si Cristo murió por todos los hombres en la misma manera, entonces no compró Gracia regeneradora para aquellos que son salvos. Ellos deberían regenerarse ellos mismos y traerse ellos mismos a la fe. Entonces y sólo entonces ellos se convierten en participantes de los beneficios de la cruz.

En otras palabras, si crees que Cristo murió por todos los hombres en la misma manera, entonces los beneficios de la cruz no pueden incluir la misericordia por la que somos traídos a la fe, porque entonces todos los hombres serían traídos a la fe, pero ellos no lo están. Pero si la misericordia por la cual somos traídos a la fe (Gracia irresistible) no es parte de lo que Cristo compró en la cruz, entonces somos dejados para salvarnos a nosotros mismos desde la esclavitud del pecado, de la dureza de nuestro corazón, de la ceguera de nuestra corrupción y de la ira de Dios.

Por lo tanto se hace evidente que no es el calvinismo quien limita la expiación. Es el Arminianismo, porque niega que la expiación de Cristo logre lo que desesperadamente necesitamos –Llamado, salvación desde la condición de muerte y dureza de corazón y ceguera bajo la ira de Dios. El arminiano limita el valor natural y la efectividad de la expiación de tal manera que dice que es lograda aun por aquellos que mueren en incredulidad y son condenados. En la manera que se dice que Cristo murió por todos los hombres, el arminiano limita la expiación a una simple oportunidad no muy poderosa para que los hombres se salven a ellos mismos de su terrible situación de depravación.

En la otra mano nosotros no limitamos el poder y la efectividad de la expiación. Simplemente decimos que en la cruz Dios tenía en mente la redención de sus hijos. Afirmamos que cuando Cristo murió por estos, Cristo no sólo creó la oportunidad para salvarse a ellos mismos, sino que en realidad compró a favor de ellos todo lo necesario para que fuesen salvos, incluyendo la Gracia regeneradora y el don de la fe.

No negamos que todos los hombres son beneficiados en algún sentido de la cruz. 1 Timoteo 4:10 dice que Cristo es el “Salvador de todos los hombres, especialmente de aquellos que creen”. Lo que negamos es que todos los hombres son proyectados como los beneficiarios de la muerte de Cristo en la misma manera. Toda la misericordia de Dios hacia los inconversos –del sol naciente (Mateo 5:45) de la predicación del Evangelio en todo el mundo (Juan 3:16)-es hecho posible por la cruz.

Esta es la implicación de Romanos 3:25 donde la cruz es presentada como la base de la justicia de Dios en pasar por alto los pecados. Cada respiro que un inconverso tiene es un acto de la misericordia de Dios reteniendo el juicio (Romanos 2:4). Cada momento que el Evangelio es predicado a los inconversos Dios les está mostrando su misericordia dándole esta oportunidad para salvación.

¿De dónde fluye esta misericordia para con el pecador? ¿Cómo es Dios justo y retiene el juicio de pecadores que merecen ser inmediatamente lanzados al infierno? La respuesta es que la muerte de Cristo muestra de una manera clara el justo aborrecimiento de Dios al pecado y que tiene la libertad de tratar el mundo con misericordia sin comprometer su justicia.

Pero Él es especialmente el Salvador de aquellos que creen. Él no murió por todos los hombres en el mismo sentido. La intención de la muerte de Cristo por los hijos de Dios es que la misma compró algo más que el sol saliente y la oportunidad de ser salvos. La muerte de Cristo realmente salva de todo mal a aquellos por quienes “especialmente” Cristo murió.

Hay muchos pasajes que dicen que la muerte de Cristo fue designada para la salvación del pueblo de Dios, no por cada individuo. Por ejemplo:

Juan 10:15. “y pongo mi vida por las ovejas.”. Las ovejas de Cristo son aquellos que son dados por el Padre al Hijo. “Ustedes no oyen mi voz porque no son de mis ovejas”. Notemos: Ser una oveja te permite ser un creyente, no viceversa. Por esto las ovejas por las que Cristo murió son las elegidas por el Padre para ser dadas al Hijo.

En Juan 17:6,9, 19 Jesús ora: “He manifestado tu Nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste… Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son… Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.” La santificación en vista aquí es la muerte de Cristo la cual Él estaba a punto de sufrir. Su muerte y su intercesión son únicamente por sus discípulos, no por el mundo en general.

Juan 11:51-52: “(Caifas) como era el sumo sacerdote de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación, y no solamente por aquella nación, más también para que juntase en uno los hijos de Dios que estaban dispersos”.Hay hijos de Dios dispersos por todo el mundo. Estos son las ovejas. Estos son los que el Padre entregó al Hijo. Jesús murió para juntar estas personas en un sólo pueblo. El punto es igual a Juan 10:15-16, “Como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi alma por las ovejas; También tengo otras ovejas que no son de este corral, aquellas también me conviene traer, y oirán mi voz; y se hará un corral, y habrá un pastor”. Cristo murió por sus ovejas, esto es, por los hijos de Dios.

Apocalipsis 5:9: “Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste muerto, y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”. En armonía con Juan 10:16 Juan no esta diciendo que la muerte de Cristo rescató a todos los hombres pero que rescató a hombres de todas las tribus del mundo.

Esta es la manera en que entendemos textos tales como 1 Juan 2:2, el cual dice: “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los del mundo entero”. Esto no significa que Cristo murió con la intención de aplacar la ira de Dios por cada persona en el mundo, sino que “las ovejas”, “los hijos de Dios” están dispersos por todo el mundo, “por toda lengua y tribu y nación” son incluidos en la propiciación de Cristo. De hecho el paralelo gramatical entre Juan 11:51-52 y 1 Juan

2:2 es tan cercano que es difícil escapar de la convicción de que el mismo asunto es tratado por Juan en ambos versículos.

Juan 11:51-52, “profetizó que Jesús había de morir por la nación, y no solamente por aquella nación, más también para que juntase en uno los hijos de Dios que estaban dispersos”.

1 Juan 2:2, “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los del mundo entero”.

“El mundo entero” se refiere a los hijos de Dios dispersos por todo el mundo.

Si “El mundo entero” se refiere a cada individuo del mundo, nos vemos forzados a decir que Juan estaria enseñando que todas las personas serían salvas, cosa que él no cree (Apocalipsis 14:9-11). La razón por la que nos veríamos forzados a decir esto es que el término propiciación se refiere a una real remoción de la ira de Dios del pecador. Cuando la ira de Dios contra un pecador es propiciada, la misma es removida de ese pecador. Y el resultado es que todo el poder de Dios ahora fluye en el servicio de su misericordia, resultando en que nada puede detenerlo de salvar a ese pecador.

El pecado propiciado no puede ser castigado. De otro modo la propiciación perdería su significado. Por esta razón si Cristo es la propiciación por todos los pecados de cada individuo del mundo, ellos no pueden ser castigados, y deben ser salvos. Pero Juan no cree en tal universalismo (Juan 5:29). Por esto es improbable que 1 Juan 2:2 enseñe que Jesús es la propiciación por toda persona en el mundo.

Marcos 10:45, en armonía con Apocalipsis 5:9, no dice que Jesús vino a rescatar a todos los hombres. El verso dice: “Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos”.

De manera similar en Mateo 26:28 Jesús dice: “Esta es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de pecados”.

Hebreos 9:28: “así también el Cristo habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos; aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente lo esperan”. (Ver también 13:20; Isaías 53:11-12).

Uno de los pasajes más claros en relación a la muerte de Cristo es efesios 5:25-27. Aquí Pablo no sólo dice que el beneficiario intencional de la muerte de Cristo es la iglesia, sino que también que el efecto intencional de la muerte de Cristo es la santificación y glorificación de la iglesia. Esta es la verdad que queremos preservar, que la cruz no tenía intención de dar a todos los hombres la oportunidad de salvarse a sí mismos, sino que su intención era en realidad salvar a la iglesia.

Pablo dice: “Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla limpiándola en el lavamiento del agua por la palabra, para presentársela gloriosa para sí mismo”.

De manera similar, en Tito 2:14 Pablo describe el propósito de la muerte de Cristo de la siguiente manera: “Que se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y limpiar para sí un pueblo propio, seguidor de buenas obras”. Si Pablo fuese un arminiano ¿no hubiese dicho: “Él se dio a Sí mismo para redimir a todos los hombres de la iniquidad y purificar a todos los hombres para Él”? Pero Pablo dice que el diseño de la expiación es para purificar para Cristo un pueblo separado del mundo. Esto es lo que precisamente Juan dice en Juan 10:15; 11:51 y Apocalipsis 5:9.

Uno de los textos más cruciales en este aspecto es Romanos 8:32. Se trata de una de las más preciosas promesas para el pueblo de Dios en la Biblia. Pablo dice, “Quien no escatimo ni a su propio Hijo por todos nosotros, ¿como no nos dará juntamente con Él todas las cosas?”.

El asunto crucial a notar aquí es como Pablo sustenta la seguridad de nuestra herencia en la muerte de Cristo. Él dice: “Seguramente que Dios te dará en Cristo todas las cosas porque Él no escatimo a su Hijo, sino que lo entregó por ti”. ¿En qué se convierte este precioso argumento si Cristo es dado por aquellos que de hecho no reciben todas las cosas, sino sólo la condenación? El argumento se desvanecería.

Si Dios dio a su Hijo por los inconversos que al final son condenados, entonces el no puede decir que la dadiva del Hijo garantiza “todas las cosas” para aquellos por los cuales Él murió. ¡Pero esto es lo que el dice! Si Dios dio a su Hijo por ti, entonces Él seguramente te dará todas las cosas. La estructura del pensamiento de Pablo aquí es destruida al introducir la idea de que Cristo murió por cada persona del mundo en la misma manera.

Podemos concluir esta sección con el siguiente resumen. ¿Cual de las siguientes declaraciones es verdadera?

1-Cristo murió por algunos pecados de todos los hombres.

2-Cristo murió por todos los pecados de algunos hombres.

3-Cristo murió por todos los pecados de todos los hombres.

Nadie asegura que la primera declaración es verdad, pues todo estaría perdido porque habría pecados por los que Cristo no murió. La única manera de ser salvo del pecado es que Cristo lo cubra con su sangre.

El tercer argumento es el que los arminianos defienden. Cristo murió por todos los pecados de todos los hombres. Pero entonces, ¿Por qué no todos son salvos? Ellos responden que no todos creen. Pero ¿no es este incrédulo uno de los cuales por los que Cristo murió? Si ellos dicen que sí, entonces ¿Por qué no es cubierto por la sangre de Cristo y todos los inconversos se salvan? Si ellos dicen que no (que la incredulidad no es un pecado por el cual Cristo murió) entonces ellos deben decir que un hombre puede ser salvo sin tener todos los pecados cubiertos por la sangre de Jesús, o ellos deben unirse a nosotros en afirmar el segundo argumento: Cristo murió por todos los pecados de algunos hombres. Esto es, que murió por la incredulidad de los elegidos por lo cual el castigo de la ira de Dios es aplacado a favor de ellos y su Gracia es libre para traerlos de manera irresistible de las tinieblas a su maravillosa luz.

ELECCIÓN INCONDICIONAL

Si todos nosotros somos tan depravados que no podemos ir a Dios sin haber nacido de nuevo por la irresistible Gracia de Dios, y si esta Gracia en particular es comprada por Cristo en la cruz, entonces es claro que la salvación de alguno de nosotros descansa en la elección de Dios.

Cuando hablamos de la elección nos referimos a la elección para salvación de parte de Dios. Esta elección es incondicional porque no hay condición de que el hombre conozca a Dios antes de que Dios lo escoja para salvación. El hombre está muerto en delitos y pecados. Entonces no hay condición de conocer a Dios antes de que Dios lo escoja para salvarlo de la muerte.

o estamos diciendo que la salvación final es incondicional. No lo es. Debemos experimentar la condición de la fe en Cristo para heredar vida eterna. Pero la fe no es una condición para la elección. Es justamente lo contrario. La elección es la condición para la fe. Esto es así porque Dios nos escoge desde antes de la fundación del mundo para comprar nuestra redención en la cruz y revivirnos con la Gracia irresistible y traernos a la fe.

Hechos 13:48 nos dice como los gentiles respondieron a la predicación del Evangelio en Antioquia de Pisidia: “Y cuando los gentiles escucharon esto, se regocijaron y glorificaron la palabra de Dios; y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna”. Notemos, no dice que todos cuantos creyeron fueron ordenados para vida eterna. La elección eterna de Dios es la razón de que algunos creyeran mientras otros no.

De manera similar Jesús dice a los Judíos en Juan 10:26, “Vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas”. Él no dice: “Vosotros no sois mis ovejas porque no creéis”. Ser una oveja es algo que Dios decide por nosotros antes de que pudiéramos creer. Es la base y la capacitación de nuestro creer. Creemos porque somos las ovejas escogidas de Dios, no viceversa (Juan 8:47; 18:37).

En Romanos 9 Pablo resalta la elección incondicional. Por ejemplo, en los versos 11-12 el describe el principio que Dios uso para la elección de Jacob y Esaú: “pues no habían aun nacido, ni habían hecho aun ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino conforme por el que llama, se le dijo: El mayor servirá al menor”. La elección de Dios es preservada de manera incondicional porque es traspasada antes de nacer o hacer algo bueno o malo.

Nota: Algunos intérpretes dicen que Romanos 9 no tiene nada que ver con la elección de individuos para su destino eterno. Ellos dicen que el capitulo sólo se relaciona con los roles históricos que están en juego entre los pueblos descendientes de Jacob y Esaú.

Recomendamos La Justificación de Dios por John Piper, el cual fue escrito para investigar este asunto. El libro concluye que Romanos 9 no sólo relata los roles históricos de todas esas personas, sino también de los destinos eternos de individuos, porque, entre otras razones (justificación, pp. 38-54), los versos 1-5 posan un problema acerca de la perdición de individuos israelitas y ese problema queda totalmente irresuelto si el capítulo no tiene nada que decir acerca de individuos.

La incondicionalidad de la elección de Gracia de Dios es resaltada nuevamente en los versos 15-16: “Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia, y me compadeceré del que Yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”.

Realmente no entendemos la misericordia si pensamos que podemos iniciarla por nuestra propia voluntad

o esfuerzo. Estaríamos desesperanzadamente perdidos en la oscuridad del pecado. Si vamos a ser salvos, Dios tendrá que tomar de una manera incondicional tomar la iniciativa en nuestro corazón e irresistiblemente hacer que nos sometamos a Él de una manera voluntaria.

Efesios 1:3-6 es otro poderoso fundamento de la incondicionalidad de nuestra elección y predestinación para la adopción.

“Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesús Cristo, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en bienes celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en caridad; el cual nos señaló desde antes el camino para ser adoptados en hijos por Jesús, el Cristo, en sí mismo, por el buen querer de su voluntad, para alabanza de la gloria de su Gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”.

Algunos intérpretes argumentan que esta elección desde antes de la fundación del mundo fue sólo una elección de Cristo, pero no una elección de lo que cada individuo sería en Cristo. Esto sencillamente equivale a decir que no hay elección incondicional de individuos para salvación. Cristo es puesto adelante como el escogido de Dios y la salvación de individuos es dependiente de su propia iniciativa para vencer su depravación y ser unidos a Cristo por la fe. Dios no los escoge y por lo tanto Dios no puede convertirlos de manera efectiva. Él sólo puede esperar a ver quien revivirá de la muerte y le escogerá a Él.

Esta interpretación no encaja bien con el verso 11, el cual dice: “Habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad”.

Tampoco el texto literal del verso 4 cuadra con esta interpretación. El significado ordinario de la palabra “escogió” en el verso 4 es seleccionar o escoger de un grupo (cf. Lc. 6:13; 14:7; Jn. 13:18; 15:16,19). Así que el significado natural del versículo es que Dios escogió a su pueblo de la humanidad, antes de la fundación del mundo en virtud de su unión con Cristo su Redentor.

Toda la elección está relacionada con Cristo. No habría elección de pecadores para salvación si Cristo hubiera sido destinado a morir por sus pecados. Así que en ese sentido ellos son elegidos en Cristo. Pero son ellos los que son escogidos desde antes de la fundación del mundo, no sólo Cristo.

Además, el texto del verso 5 sugiere la elección de un pueblo para estar en Cristo, y no sólo la elección de Cristo. Literalmente el texto dice: “Habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo. Somos los predestinados, no Cristo. Él es quien hace la elección de pecadores posible, y así nuestra elección es “por medio de Él”, pero aquí no se habla de Dios teniendo una visión sólo de la elección de Cristo.

Quizás el texto más importante de todos en relación a la enseñanza de la elección incondicional es Romanos 8:28-33.

“Y ya sabemos que a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien, a los que conforme al Propósito son llamados (a ser santos). Porque a los que antes conoció, también les señaló desde antes el camino para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el Primogénito entre muchos hermanos; Y a los que les señaló desde antes el camino, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificará. ¿Pues qué diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién será contra nosotros? El que aun a su propio Hijo no escatimó, antes lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que los justifica”.

A menudo este texto es usado para argumentar en contra de la elección incondicional basándose en el verso 29 el cual dice: “A los que antes conoció también los predestino…” Así que algunos dicen que las personas no son escogidas de manera incondicional. Ellos son escogidos sobre la base de su fe la cual es producida sin la ayuda de la Gracia irresistible de Dios y la cual Dios ve de antemano.

Pero eso no cuadra con el contexto. Notemos que Romanos 8:30 dice: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”.Enfoca por un momento el hecho de que todo el que Dios llama también lo justifica.

El llamado del verso 30 no es dado a todas las personas. La razón por la cual sabemos que no lo es que todos aquellos que son llamados son también justificados –pero no todos los hombres son justificados. Así que este llamado en el verso 30 no es el llamado general al arrepentimiento que los predicadores dan o que Dios da a través de la gloria de la naturaleza. Todos los hombres reciben ese llamado. El llamado del verso 30 es dado sólo a aquellos que Dios predestina a ser conformados a la imagen de su Hijo (v.29). Y es un llamado que desemboca en justificación: “a los que llamo, a estos también justificó”.

Pero sabemos que la justificación es por la fe (Rom. 5:1). ¿Cuál es entonces este llamado que es dado a todos aquellos que son predestinados y que desemboca en la justificación? Este debe ser el llamado de la Gracia irresistible. Se trata del llamado de 1 Corintios 1:24 discutido en la página 6.

Entre el acto de la predestinación y la justificación está el acto del llamado. Debido a que la justificación es sólo por la fe, el llamado en vista debe ser el acto de Dios por el cual llama a la fe a existencia. Y como esta desemboca de manera necesaria en la justificación, debe ser irresistible. No hay llamado (en ese sentido; no en el sentido de Mateo 22:14) que no sea justificado. Todos los llamados son justificados. Así que, el llamado del verso 30 es el trabajo soberano de Dios el cual trae a la persona a la fe por la que es justificado.

Ahora notemos la implicación que este tiene para el significado de “conoció” en el verso 29. Cuando Pablo dice en el verso 29: “A los que antes conoció también los predestinó”, no puede querer decir (como muchos tratan de hacer que diga) que Dios sabía de antemano quienes usarían su libre albedrío para venir a la fe, así que los puede predestinar para ser adoptados porque ellos hicieron esa libre elección por su propia voluntad. Esto no puede significar semejante cosa porque hemos visto del verso 30 que las personas no vienen a la fe por su propia voluntad. Ellos son llamados de una manera irresistible.

Dios no prevé la libre decisión de personas que creen porque no existe tal libertad de decisión. Si alguien viene a la fe en Cristo, es porque son revividos de la muerte (Efesios 2:5) por el poder creativo del Espíritu de Dios. Eso es, son en efecto llamados de las tinieblas a la luz.

Así que, el previo conocimiento de Romanos 8:29 no es el mero conocimiento de algo que sucederá en el futuro separado de la predeterminación de Dios. En vez de esto, es el tipo de conocimiento referido en el Antiguo Testamento como en Génesis 18:19(“Yo he escogido[literalmente: conocido] a Abraham para que el pueda encargar a sus hijos…que guarden el camino del Señor”), y Jeremías 1:5(“Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifique, te di por profeta a las naciones”) y Amos 3:2(“A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra, os castigare por todas vuestras maldades”).

Como C.E.B. Cranfield dice, el previo conocimiento de Romanos 8:29 es “ese especial conocimiento tomado de una persona la cual es escogida por la Gracia de Dios”. Tal conocimiento es virtualmente la misma elección: “A los que antes conoció (i.e. escogió) también los predestinó para ser conformados a la imagen de su Hijo”.

Por tanto, lo que este magnifico texto (Romanos 8:28-33) enseña es que Dios realmente realiza la redención de su pueblo desde el inicio hasta el final. Él conoce de antemano, o sea, escoge personas para Sí desde antes de la fundación del mundo, predestina estas personas para ser conformadas a la imagen de su Hijo, las llama para Si mismo en fe, las justifica por medio de la fe, y finalmente las glorifica –y nada puede separarlas del amor de Dios que es en Cristo Jesús (Rom. 8:39). ¡A Él sea toda la adoración y la gloria! Amen.

LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS

Continúa lo que se ha dicho anteriormente que el pueblo de Dios perseverará hasta el fin y no se perderá. Los que son previamente conocidos son predestinados, los predestinados son llamados, los llamados son justificados, y los justificados son glorificados. Ni uno de este grupo se pierde. Pertenecer a este grupo es estar eternamente seguro.

Pero queremos significar más que eso con la doctrina de la perseverancia de los santos. Queremos significar que los santos van y deben perseverar en la obediencia que viene de la fe. La elección es incondicional, pero la glorificación no lo es. Hay varias advertencias en las Escrituras de que aquellos que no abrazan pronto a Cristo pueden perderse al final.

Las siguientes siete tesis resumen lo que entendemos sobre esta importante doctrina:

1- Nuestra fe debe perdurar hasta el final si somos de los salvos.

Esto significa que el ministerio de la palabra es el instrumento de Dios para la preservación de la fe como también para engendrar la fe. No aspiramos fácilmente luego que una persona ha orado para recibir a Cristo, como si estuviéramos seguros de nuestra perspectiva de que están ahora más allá del alcance del maligno. Existe una lucha de fe que debe ser peleada. Debemos permanecer en la fe hasta el final si somos salvos.

1 Corintios 15:1,2 dice: “Además os declaro, hermanos, el Evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también están firmes; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, estáis siendo salvos, si no creísteis en vano”.

Colosenses 1:21-23 dice: “A vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos de ánimo en malas obras, ahora empero os ha reconciliado en el cuerpo de su carne por medio de la muerte, para haceros santos, y sin mancha, e irreprensibles delante de él; si empero permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del Evangelio que habéis oído; el cual es predicado a toda criatura que está debajo del cielo; del cual yo Pablo soy hecho ministro”.

2 Timoteo 2:11-12 dice: “Es palabra fiel: Que si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará”.

Marcos 13:13 dice: “Más el que perseverare hasta el fin, ese será salvo”.

Mire también Apocalipsis 2:7,10,11,17,25,26; 3:5,11,12,21.

2- La obediencia que es evidencia de la renovación interna que viene de Dios, es necesaria para la salvación final.

Esto no quiere decir que Dios demanda perfección. Es claro en Filipenses 3:12-13; 1 Juan 1:8-10 y Mateo

6:12 que el Nuevo Testamento no sostiene la demanda de una estricta perfección para ser salvos. Pero el Nuevo Testamento sí demanda que debemos ser moralmente cambiados y caminar en novedad de vida.

Hebreos 12:14: “Seguid la paz con todos; y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”.

Romanos 8:13: “porque si viviereis conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu mortificáis las obras del cuerpo, viviréis”.

Gal. 5:19-21: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas; de las cuales os denuncio, como ya os he anunciado, que los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios”. (Ver también Efesios 5:5; 1 Corintios 6:10)

1 Juan 2:3-6: “Y en esto sabemos que nosotros le hemos conocido, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le he conocido, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y no hay verdad en él. Más el que guarda su Palabra, la caridad de Dios está verdaderamente perfecta en él; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que está en él, debe andar como él anduvo”. (Ver también 1 Juan 3:4-10, 14; 4:20)

Juan 8:31: “Y decía Jesús a los judíos que le habían creído: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos”. (Ver también Lucas 10:28; Mateo 6:14-15; 18:35; Génesis 18:19­22; 16-17; 26:4-5; 2 Timoteo 2:19)

3- Los elegidos de Dios no pueden perderse.

Es por esta razón por la que creemos en la seguridad-llamada, la seguridad eterna de los elegidos. La implicación es que Dios trabajará para que aquellos que escogió para la eterna salvación sean capacitados para perseverar en la fe hasta el fin y cumplir, por el poder del Espíritu Santo, los requerimientos para obediencia.

Romanos 8:28-30, nos dice: “Y ya sabemos que a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien, a los que conforme al Propósito son llamados (a ser santos). Porque a los que antes conoció, también les señaló desde antes el camino para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el Primogénito entre muchos hermanos; Y a los que les señaló desde antes el camino, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificará”. Lo que es evidente de este pasaje es que esos que son efectivamente llamados a la esperanza de la salvación realmente perseveraráan hasta el fin y serán salvos.

Juan 10:26-30: “más vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; y yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, mayor que todos es y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre una cosa somos”. (Ver también Efesios 1:4-5).

4- Existen caídas en algunos creyentes, pero si esa caída persiste, es muestra de que su fe no era genuina y ellos no habían nacido de Dios.

1 Juan 2:19: “Ellos salieron de nosotros, más no eran de nosotros, porque si fueran de nosotros, hubieran sin duda permanecido con nosotros; pero esto es para que se manifestara que todos no son de nosotros”. De manera semejante se ilustra en la parábola del sembrador en Lucas 8:9-14 ilustra personas que “oyen el Evangelio, lo reciben con gozo; pero como no tienen raíces, ellos sólo creen por un tiempo y en el tiempo de la prueba se apartan”.

El hecho de que tal cosa sea posible es precisamente por lo que el ministerio de la palabra en toda iglesia local debe contener muchas advertencias a los miembros de la iglesia a perseverar en la fe y no enredarse en esas cosas que pudieran extraviarlos y que podría resultar en su condenación.

5- Dios nos justifica en el primer y genuino acto de fe salvífica, pero haciendo

esto, el tiene una visión de todos los actos subsecuentes de la fe contenida,

como en una semilla, en ese primer acto.

Lo que estamos tratando de hacer aquí es confesar la enseñanza de Romanos 5.1, por ejemplo, que enseña que ya somos justificados ante Dios. Dios no espera hasta el final de nuestras vidas para declararnos justos. De hecho, no seríamos capaces de tener la seguridad y libertad de vivir las radicales demandas de Cristo a menos que podamos estar seguros que por nuestra fe ya estamos justificados delante de Dios.

Sin embargo, debemos confesar el hecho de que nuestra salvación final es hecha contingente a la subsiguiente obediencia que proviene de la fe. La manera como estas dos verdades se fusionan es que ya somos justificados sobre la base de nuestro primer acto de fe porque Dios ve en este (así como el puede ver en el árbol de bellota) en embrión de la vida de fe. Esta es la razón por la que esos que no persisten en la vida de fe con su inevitable consecuencia simplemente dan testimonio de que su primer acto de fe no fue genuino.

El soporte textual para esto es que Romanos 4:3 cita Génesis 15:6 al hecho donde Abraham fue justificado por Dios. Esta es una referencia a un hecho de fe muy temprano en la vida de Abraham. Romanos 4:19-22, de todas maneras, se refiere a una experiencia de Abraham muchos años después (Cuando tenía 100 años de edad, ver Génesis 21:5,12) y dice que por la fe de esta experiencia Abraham fue reconocido como justo. En otras palabras, parece ser que la fe que justificó a Abraham no fue su primer acto de fe únicamente, sino la fe que provocó los actos de obediencia más tarde en su vida. (El mismo hecho puede verse en Santiago 2:21-24 en su referencia al acto tardío en la vida de Abraham, llamado, el ofrecimiento de su hijo, Isaac, en Génesis 22). La manera de como tejer estas hebras de la verdad bíblica es declarando que somos internamente justificados sobre la base de nuestro primer acto de fe, pero no sin referencia a todos los subsecuentes actos de fe que dan a luz la obediencia que Dios demanda.

6- Dios obra para causar la perseverancia de sus elegidos.

No somos dejados por nosotros mismos y nuestra seguridad está bien enraizada en el amor soberano de Dios que produce eso para lo cual nos ha llamado a hacer. 1 Pedro 1:5 nos dice: “para vosotros que sois guardados en la virtud de Dios por fe, para alcanzar la salud que está aparejada para ser manifestada en el postrer tiempo”. Judas 24,25 agrega: “A aquel, pues, que es poderoso para guardaros sin pecado, y presentaros delante de su gloria irreprensibles, con grande alegría, al Dios único sabio, nuestro Salvador, sea gloria y magnificencia, imperio y potencia, ahora y en todos los siglos. Amén”.

1 Tesalonicenses 5:23-24 dice: “Y el Dios de paz os santifique completamente; para que vuestro espíritu, alma y cuerpo sea guardado entero sin reprensión para la venida del Señor nuestro, Jesús, el Cristo. Fiel es el que os ha llamado; el cual también lo hará”.

Filipenses 1:6: “Confiando de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesús el Cristo”.

1 Corintios 1:8-9: “el cual también os confirmará que permanezcáis sin pecado hasta el fin, hasta en el día de nuestro Señor Jesús, el Cristo. Fiel es Dios, por el cual sois llamados a la confraternidad de su Hijo, Jesús, el Cristo, Señor nuestro”.

7- Por lo tanto debemos ser entusiastas en hacer nuestro llamado y elección segura.

2 Pedro 1:10: “Por lo cual, hermanos, procurad tanto más de hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás”.

TESTIMONIOS CONCLUYENTES

Es posible creer todas estas cosas en tu mente e ir al infierno. Cuan engañosos e hipócritas somos por naturaleza! Por lo tanto nuestro interés en escribir todas estas cosas no es meramente convencer la mente sino también ganar el corazón.

Queremos para otros la dulce experiencia de reposar en el confort masivo de estas verdades. Queremos que otros puedan sentir el tremendo incentivo para la justicia y para las misiones que fluyen de estas verdades. Queremos para otros la experiencia de conocer y confiar en la Gracia soberana de Dios de tal manera que a Él y sólo a Él sea la gloria.

Para este fin hemos recogido aquí algunos testimonios de lo que estas verdades han significado para algunos grandes cristianos del pasado. Para aquellos que las han conocido verdaderamente, ellas nunca han sido meras especulaciones para la cabeza, sino siempre han sido poder para el corazón y la vida.

AGUSTIN

Agustín fue convertido de una manera resonante por la Gracia irresistible de Dios después de dejar una vida inmoral. Él escribió en sus confesiones(X, 40):

“No tengo ninguna esperanza fuera de Tu gran misericordia. Da tu mandato y manda lo que es tu voluntad. Tú impones en nosotros continencia…verdaderamente por continencia somos unidos y traídos de vuelta a esa unidad de la que fuimos dispersados hacia una pluralidad. Te ama poco aquel que ama cualquier otra cosa junto a Ti, la cual no ama para ti. ¡Oh amor siempre ardiente y nunca se apaga! ¡Oh caridad, Dios mío, enciende en mí! Tú mandas continencia. Concede lo que mandas y manda tu voluntad.”

Estas son las palabras de un hombre que amaba la verdad de la Gracia irresistible, porque el sabe que el es totalmente incompleto sin ella. Pero también en sus cartas doctrinales el dirige esta amada verdad a casa (Epístola ccxvii, Para Vitalis):

“Como prefiero pensar en tu caso, si estas de acuerdo con nosotros en suponer que estamos haciendo nuestro deber en oración a Dios, como es nuestra costumbre, por aquellos que rehúsan creer, que sean capacitados para creer y aquellos que resistan o se opongan a su ley y doctrina, que lo crean y lo sigan. Si estas de acuerdo con nosotros en pensar que hacemos nuestro deber en agradecer a Dios, como acostumbramos, por aquellas personas cuando han sido convertidos…entonces estas dispuesto a admitir que la voluntad de Dios es previamente movida por la Gracia de Dios, y que es Dios quien hace que deseen el bien que rechazaban; que es a Dios a quien pedimos que lo haga, y sabemos que es justo darle gracias por tal hecho…”

Para Agustín la verdad de la Gracia irresistible era el fundamento de sus oraciones por la conversión de los perdidos y de su gratitud para con Dios cuando ellos se convertían.

JONATHAN EDWARDS

Jonathan Edwards, el gran predicador Ingles y teólogo del siglo XVIII, tuvo un amor igual de profundo por estas verdades. Él escribió cuando tenía 26 años de edad, el día en que se enamoró de la soberanía de Dios:

“Se ha producido una maravillosa alteración en mi mente respecto a la doctrina de la soberanía de Dios desde aquel día hasta hoy; de manera que casi nunca he encontrado algo que me plantee alguna objeción contra ella en el sentido más absoluto…Desde entonces, no sólo he estado convencido, sino que mi convicción ha sido maravillosa. Esta doctrina me ha resultado a menudo sumamente agradable, brillante y dulce. La soberanía absoluta es algo que me encanta atribuir a Dios…La soberanía de Dios me ha parecido, una grandiosa parte de su gloria. Ha sido siempre mi deleite acercarme a Dios, y más aun adorarle como al Dios soberano” (Narrativa personal).

GEORGE WHITEFIELD

Edwards lloró abiertamente cuando George Whitefield predicó en su iglesia, debido a lo tanto que amó el mensaje que predicó. Whitefield fue un gran evangelista en el siglo XVIII. Él dijo: “Yo abrazo el sistema calvinista, no por Calvino, sino porque Cristo Jesús me lo ha enseñado”(Arnold Dalimore, GEORGE WHITEFIELD 1,p. 406).

Él imploró a John Wesley no oponerse a las doctrinas del calvinismo:

“No puedo soportar los pensamientos de oponerme a ti: pero como puedo evadirlos, si te ocupas (como tu hermano Charles una vez dijo) de echar a Juan Calvino fuera de Bristol. ¡Ay! Nunca he leído algo que Calvino haya escrito; mis doctrinas las tengo de Cristo y sus apóstoles; Fui enseñado por ellos de Dios.” (Dalimore, p. 574)

Fueron estas doctrinas que le llenaron con un santo celo por el evangelismo:

“Las doctrinas de la elección, y la gratuita justificación en Cristo Jesús están diariamente más y más presionando mi corazón. Ellas llenan mi alma con un santo fuego y me proporcionan gran confianza en Dios mi Salvador.

Espero que podamos atrapar fuego uno del otro, y que haya una santa emulación entre nosotros, quienes deben más degradar al hombre y exaltar al Señor Jesús. Nada más que las doctrinas de la reforma pueden hacer esto. Todas las demás dejan el libre albedrío en el hombre y lo hacen, en parte al menos, un Salvador de sí mismo. Mi alma, no se acerca a esos que enseñan esas cosas…Yo se que Cristo es todo en todo. El hombre es nada: tiene un libre albedrío para ir al infierno, pero no para ir al cielo, hasta que Dios trabaje en él para ejercer su buena voluntad.

Oh, la excelencia de la doctrina de la elección y la de la preservación final de los santos! Estoy persuadido, hasta que el hombre venga a creer y sentir estas importantes verdades, no saldrá de sí mismo, pero cuando este convencido de esto y asegure su aplicación en su corazón, entonces caminará por fe efectivamente!” (Dalimore, p. 407)

GEORGE MUELLER

George Muller es famoso por los orfanatos que fundóo y por la asombrosa fe que tenía para pedir por la provisión de Dios. No muchos conocen la teología que soportaba a ese gran ministro. A mediado de los 20 (1829) tuvo una experiencia la cual registró más adelante de la manera siguiente:

“Antes de este período (cuando vine a adoptar la Biblia como mi única regla de juicio) estuve muy opuesto a las doctrinas de la elección, redención particular (expiación limitada), y la final perseverancia por Gracia. Pero ahora fui traído a examinar esas preciosas verdades por la palabra de Dios. Siendo hecho para no querer la gloria para mi mismo en la conversión de pecadores, sino considerándome meramente como un instrumento; y siendo hecho para querer recibir lo que las Escrituras decían, fui a la palabra, leyendo el Nuevo testamento desde el principio, con una referencia particular para estas verdades.

Para mi sorpresa encontré pasajes que hablan directamente sobre la elección y la Gracia perseverante, fueron como 4 veces tantos como esos que hablan aparentemente contra esas verdades; y aun esos pocos, poco después, cuando los examinéy los entendí, sirvieron para confirmarme en dichas doctrinas.

Debido al efecto de mi creencia en estas doctrinas, me siento forzado a declarar para la gloria de Dios, que aunque soy excesivamente débil, y no he muerto a los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, como pudiera, y como debería ser, todavía, por la Gracia de Dios, he caminado más cerca con Él desde ese periodo. Mi vida no ha sido tan variable, y puedo decir que he vivido mucho más para Dios que antes” (Autobiografía, pp. 33-34).

CHARLES SPURGEON

Charles Spurgeon era contemporáneo de George Muller. Era el pastor del Tabernáculo Metropolitano en Londres por 30 años, el pastor más famoso de su época –y un Bautista en la misma. Su predicación era poderosa ganando almas para Cristo. Pero ¿Cual fue su Evangelio que mantuvo a cientos hechizados semana tras semana y atrajo a tantos al Salvador?

“Tengo mi propia opinión y es que no existe tal cosa como predicar a Cristo y a este crucificado, a menos que prediquemos lo que en nuestros días llamamos calvinismo. Es un sobrenombre llamarlo calvinismo; calvinismo es el Evangelio, y nada menos. No creo que podamos predicar el Evangelio… a menos que prediquemos la soberanía de Dios en su dispensación de Gracia; ni a menos exaltemos la elección incondicional, eterna, inmutable, el amor victorioso de Jehová; tampoco creo que podamos predicar el Evangelio a menos que lo basemos en la especial y particular redención del pueblo escogido en los que Cristo obro sobre la cruz; tampoco puedo comprender un Evangelio que deja caer a los santos luego de estos ser llamados” (Autobiografía 1, p.168).

Él no siempre creyó estas cosas. Spurgeon relata su descubrimiento de estas verdades a la edad de 16 años:

“Nacido, como todos nosotros somos por naturaleza, un Arminiano, aun creía las cosas viejas que había escuchado continuamente del pulpito, y no veía la Gracia de Dios. Cuando venía a Cristo, creía que lo hacia por mí mismo, y aunque buscaba al Señor sinceramente. No tenía ni idea de que el Señor me buscaba…puedo recordar el día y la hora cuando por primera vez recibí estas verdades en mi alma – cuando estaban, como John Bunyan dice, ardiendo en mi alma como un hierro caliente.

Una noche, cuando estaba sentado en la casa de Dios, no estaba pensando mucho en el sermón del predicador, por lo que no lo creí. El pensamiento me golpeó, “¿Cómo llegaste a ser cristiano?”. Vi al Señor. “¿Pero cómo viniste a ver al Señor?”. La verdad pasó rápidamente por mi mente en un momento –No le habría visto a menos que hubiese una influencia previa en mi mente que me hiciera buscarle. Oré, pensé, pero entonces me pregunté a mí mismo, ¿cómo vine a orar? Fui inducido a orar por la lectura de las Escrituras. ¿Cómo vine a leer las Escrituras? Las leí, pero ¿qué me permitió hacerlo? Entonces, en un momento, vi que Dios era la zapata de todo esto, y el autor de mi fe, y entonces toda la doctrina de la Gracia me fue clara, y de esa doctrina no he renunciado hasta este día, y deseo hacer de esto mi constante confesión, “Atribuyo mi cambio completamente a Dios” (Autobiografía, pp.164-5).

Spurgeon comenzó una universidad para pastores y tuvo como propósito enseñar que la llave de ser un maestro digno en la iglesia era entender estas doctrinas de la Gracia.

“El Arminianismo es, por lo tanto, culpable de confundir doctrinas y actuar como obstrucción al entendimiento claro y lúcido de las Escrituras; porque representa incorrectamente o ignora el propósito eterno de Dios, disloca totalmente el significado del plan complete de redención. Ciertamente, la confusión es inevitable fuera de la verdad fundamental [de la elección].

Sin esta doctrina, hay falta de unidad de pensamiento, y en general no tienen idea alguna sobre un sistema de divinidad. Es casi imposible convertir a un hombre en teólogo a menos que se empiece con esta [doctrina de la elección]. Si deseas puedes colocar a un joven creyente en una Universidad por 4 años, pero a menos que le enseñes este plan fundamental del pacto eterno, experimentará poco progreso, porque sus estudios no concuerdan, no ve como una verdad encaja con la otra y como todas las verdades deben armonizar juntas…

Tome cualquier condado de Inglaterra y encontrará hombres pobres con picos y palas que tienen mayor conocimiento sobre divinidad que la mitad de aquellos que salen de nuestras academias y universidades, sencilla y totalmente porque estos hombres han aprendido en su juventud un sistema en el cual la elección es céntrica y luego han visto como su propia experiencia encaja exactamente con este.”

Una Apelación Final

Es apropiado concluir este relato sobre nuestra creencia en las doctrinas de la Gracia apelando a usted, el lector, a recibir al Cristo magnífico, quien es el Autor eterno de estas doctrinas. Preste atención a la hermosa súplica presentada por J.I. Packer, un gran defensor de estas verdades:

A la pregunta: ¿qué debo hacer para ser salvo? El Evangelio viejo [Calvinismo] responde: cree en el Señor Jesucristo. A la próxima pregunta: ¿qué significa creer en el Señor Jesucristo? su respuesta es: significa verse pecador y ver a Cristo como aquel quien murió por pecadores; abandonando toda justicia y confianza propia y echándose completamente sobre Él para recibir perdón y paz; e intercambiar esa enemistad natural y rebelión contra Dios por un espíritu de sumisión a la voluntad de Cristo por medio de la renovación del corazón por el Espíritu Santo.

Y a una tercera pregunta: ¿cómo procedo a creer en Cristo y al arrepentimiento si no tengo la habilidad natural para hacer estas cosas? responde diciendo: mira a Cristo, háblale a Cristo, clama a Cristo, tal como eres; confiesa tu pecado, tu impenitencia, tu incredulidad, y échate en Su misericordia; pídele que te de un nuevo corazón obrando en ti verdadero arrepentimiento y una fe firme; pídele que quite de ti tu corazón incrédulo y escriba Su ley dentro de ti, para que nunca te apartes de Él. Vuélvete a Él y confía en Él lo mejor que puedas, y ruega por la Gracia para volverte y confiar más completamente; utiliza los medio de Gracia con expectación, mirando a Cristo acercarte a ti mientras buscas acercarte a Él; mira, ora, lee y escucha la Palabra de Dios, adora y ejerce comunión con el pueblo de Dios, y persevera hasta conocer más allá de cualquier duda que realmente eres un ser cambiado, un creyente penitente y que el corazón que has deseado se te ha concedido (“Redacción Introductoria a La Muerte de la Muerte y la Muerte de Cristo de John Owen,” p. 21).

Permite que Charles Spurgeon te dirija en oración:

Les suplico que se unan a mí en oración en este momento. Únanse a mí mientras pongo palabras en vuestras bocas y las pronuncio en lugar vuestro-“Señor, soy culpable, merezco tu ira. Señor, no puedo salvarme. Señor, quiero un nuevo corazón y un espíritu recto, pero ¿qué puedo hacer? Señor, no puedo hacer nada, ven y obra en mí el querer y el hacer tu buena voluntad. Sólo Tú tienes el poder, lo se, Para salvar a un este infeliz ¿A quién y donde huiré Si no voy corriendo a Ti?

Pero desde mi alma clamo a tu nombre. Temblando, pero creyendo, me echo completamente sobre ti, oh Señor. Confío en la sangre y justicia de tu amado Hijo…Señor, sálvame ahora, por amor Jesús.” (De Iain Murray, The Forgotten Spurgeon [Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1973], pp. 101f.)

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¿Cómo Elegir Una Nueva Iglesia?

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¿Qué cosas debo buscar al elegir una nueva iglesia?

Escuchamos respecto al elegir la compra de una casa que es una de las decisiones mas importantes que una persona pudiera tomar. En este mundo temporal puede ser cierto. Sin embargo, elegir donde usted y sus hijos aprenderán las cosas de Dios y servir al Señor Jesucristo tiene ramificaciones eternas. Cada semana en Gracia a Vosotros recibimos cartas de personas pidiendo que les recomendemos una buena iglesia en su área. Estas peticiones indican tres tipos de persona buscando tomar una sabia decisión: Aquellos quienes se van a mudar o se están mudando, nuevos creyentes buscando elegir una buena iglesia y aquellos cuya iglesia actual se ha apartado de los principios bíblicos. Tales circunstancias nos fuerzan a considerar que es lo realmente importante en una iglesia.

¿Es Esta Iglesia Adecuada Para Mí?

¿Cual es el criterio bíblico que necesita para estar consciente de cuando considerar una nueva iglesia? Comparemos la búsqueda de una iglesia con la búsqueda de una casa nueva. Cuando buscamos una casa, las personas típicamente preguntan: ¿Cuánto cuesta? ¿Cumple las necesidades de la familia? ¿Qué tan bien esta construida? ¿Qué clase de vecinos hay? ¿Tiene una atmósfera cálida y hogareña? ¿Es propicia para la hospitalidad? Similarmente, antes de elegir una nueva iglesia usted necesita considerara su fundamento, estructura, función y entorno.

Antes de que consideremos estos componentes importantes, por favor dese cuenta que ninguna iglesia ha de ser perfecta. Algunas iglesias locales pueden parecer estar en excelentes condiciones, ¡mientras que otras pueden estar en obvio declive! Muchas caen entre los extremos. Usted debe buscar la voluntad de Dios y ser guiado por el Espíritu Santo en seleccionar una iglesia. También usted necesita evaluar que tanto usted y su familia puedan contribuir para ese ministerio, para que no sea solamente otra iglesia, sino una verdadera iglesia.

Investigando Su Fundamento

Jesús dijo que el hombre sabio edifica su casa sobre la roca y el hombre insensato edifica su casa sobre la arena (Mat 7:24-27). Cuando la tormenta viene, la estabilidad del fundamento determina tanto la dirección y la durabilidad de la estructura. Ya sea que usted esté buscando una casa donde vivir o una iglesia donde adorar, su fundamento es crucial.

Hay cuatro principales componentes que hacen el fundamento de una iglesia local fuerte:

Una Correcta Perspectiva de la Escritura. Cuando se investiga el potencial de una iglesia local, ponga una atención en particular a su perspectiva de la Biblia. ¿Sostienen la inspiración e inerrancia de las Escrituras? ¿Creen que la Biblia es la única regla de fe y práctica (2 Tim,. 3:16; 2 Ped. 1:20-21)?

Un Énfasis en la Enseñanza y la Predicación de la Biblia. Observe que clase de predicación se efectúa. ¿Es principalmente expositiva, tópica, o evangelística en naturaleza? ¿Es una dieta repetitiva de mensajes de salvación cada semana, son creyentes que están siendo alimentados por la Palabra (Hechos 20:27; 1 Tim. 4:13-16; 2 Tim. 4:1-5)? Debe haber un fuerte compromiso en una enseñanza bíblica de alta calidad.

Solidez Doctrinal. Justo como usted esperaría una solidez en el fundamento de una casa, así usted debe investigar la postura doctrinal de las iglesias que usted visite. ¿Cual es la postura que mantienen sobre temas importantes de la fe cristiana tales como el nacimiento virginal y la deidad de Jesucristo; la depravación del hombre; la obra de Cristo en la cruz, Su muerte, sepultura, y resurrección corporal; la salvación por gracia a través de la fe solamente; la segunda venida de Cristo; y las ordenanzas del bautismo y la comunión?

Práctica Doctrinal. Observe si la iglesia practica las doctrinas que afirma creer y enseñar. Como Santiago dijo a la iglesia en general: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (Santiago 1:22; cf. Lucas 6:46; Juan 13:17).

Examinando Su Estructura

Una vez que usted esta satisfecho con los aspectos del fundamento de la iglesia, usted necesita ver sus componentes estructurales. Recientemente caminaba frente a una casa nueva bajo construcción. Noté algunos postes que no estaban verticales, parecían no estar correctamente y las vigas estaban torcidas e irregulares. ¡Estos eran defectos estructurales notorios en una casa que se anunciaba como una casa construida por “lo último de los verdaderos artesanos!”

Los componentes estructurales de una iglesia local proporcionan no solo su fortaleza, sino también imponen el carácter y dirección de su ministerio. Estos componentes incluyen:

El Gobierno de la Iglesia. Busque que los líderes de la iglesia funcionen de acuerdo a los principios del Nuevo Testamento (1 Tim. 3:1-13; 5:17-20; Tito 1:4-9; Heb. 13:7, 17). ¿Entiende la centralidad de Cristo como la cabeza de la iglesia y Su deseo de gobernar Su iglesia a través de la pluralidad de hombres piadosos (Efes. 1:22; 4:15; 5:23; Col. 1:18; 1 Cor. 11:3)?

Evidencia de Orden. El ministerio de la iglesia, incluyendo sus servicios, enseñanza y administración, deben tener un sentido evidente de orden. Algunos servicios de la iglesia exhiben mucha falta de planeación como lo hacen las casas con planos mal estudiados. Algunas iglesias tratan con los recursos del Señor y trabajan sin planeación que traen vergüenza al nombre de Cristo. Como Pablo dijo al hablar de la iglesia: “pero hágase todo decentemente y con orden” (1 Cor. 14:40).

Objetivos y Metas Funcionales. Al investigar en su nueva iglesia, encuentre si el liderazgo tiene metas. ¿Tiene la iglesia planes para futuro progreso y dirección? ¿Tiene en mente métodos en particular de alcanzar esas metas? Como iglesia, nosotros necesitamos hacer como dijo Pablo: “de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire” (1 Cor. 9:26).

El Tamaño. Cuando se compra una casa, algunas personas prefieren la calidez y lo pintoresco de una casa pequeña en un lugar quieto y silencioso. Otros prefieren vivir en una estructura grande en un área urbana. Lo mismo es cierto cuando consideramos el tamaño de una iglesia. Algunos cristianos aman involucrarse en un ministerio urbano grande con cientos o aun miles de personas. Otros se sienten perdidos en la inmensidad de tal ministerio y simpatizan mejor en una congregación más pequeña. Una vez más, encontrar su huequito en el Cuerpo de Cristo requiere la dirección del Espíritu Santo en su vida.

Viendo Como Funciona

Cuando este satisfecho en como el fundamento y estructura deben ser, el comprador de casa sabio observará que tan funcional es la casa. ¿Cumpla el propósito para la cual ha sido diseñada? ¿Suple las necesidades de la familia?

Al ir observando como funciona la iglesia, busque el énfasis en la adoración vea si el liderazgo hace hincapié en la importancia de honrar y glorificar a Dios en todas las cosas (1 Cor. 10:31; Col. 3:17). También observe la participación de los miembros en lo individual. ¿Ejercitan sus dones espirituales entre el Cuerpo de Cristo (Rom. 12:3-8; Efes. 4:11-13; 1 Ped. 4:10-11), o esperan a que el pastor haga todo?

¿Enfatiza la iglesia el evangelismo como una de sus funciones principales? Son las misiones locales y foráneas una parte importante de su ministerio (Mat., 28:19-20; Marcos 16:15; Hechos 1:8)? ¿Qué hay acerca del discipulado? ¿Puede ver que los miembros y líderes de la iglesia buscan hacer discípulos y reproducirse así mismos en las vidas de los demás (2 Tim. 2:2; Tito 2:3-7; Mat. 28:19-20)?

Una iglesia local fuerte esta marcada por amor. ¿Se cuidan los miembros sinceramente los unos a los otros? ¿Ministran las necesidades de los demás? Al irse poniendo al tanto con la iglesia, ¿siente usted que los miembros se están amando los unos a los otros como Cristo lo ordenó (Juan 13:34-35)? ¿Nota que las amistades se forman fácilmente? (cf. Heb. 10:24-25; Fil. 2:1-4; Efes. 4:1-3).

El liderazgo de la iglesia que usted eligió deben comprometerse a la enseñanza y apoyar el diseño de Idos para la familia (Efes. 5:22-6:4; Col. 3:18-21; Tito 2:1-8; 1 Ped. 3:1-7). ¿Contribuye el programa de la iglesia a fortalecer la familia?

Comprobando Su Entorno

Si usted ha ido alguna vez de caza, usted sabrá como se siente andar a través de la atmósfera del lugar. Se pueden sentir frío y triste o calido y acogedor. Puede tener una sensación hogareña o puede ser impersonal casi de la misma manera que un museo.

Indudablemente usted ha tenido la misma experiencia cuando asiste a varias iglesias. Ciertos factores evidentes contribuyen a la atmósfera general de la iglesia local. Estos componentes de su entorno son normalmente manifestados en actitudes.

Una Visión Alta de Dios. Proverbios 9:10 dice: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría”. Debe ser obvio que las personas, desde el liderazgo hasta abajo, se enfoquen en la gloria y majestad de Dios. ¿Toman a Dios con seriedad y lo exaltan en todo lo que hacen? Su perspectiva de Dios afectará todo aspecto de sus vidas y ministerio. Pregúntese usted mismo si Dios es el enfoque de su adoración o si están preocupados por sí mismos o alguien más.

La Presencia de una Fe Sincera. ¿Es obvio para usted que la iglesia vive y opera por la fe? ¿Tienen las personas la voluntad de confiar en Dios (Heb. 11:1, 6; Efes. 3:20; 2 Cor. 5:7; 1 Tes. 5:24)?

Espíritu de Sacrificio. Puede usted ver que los miembros de la iglesia desean sacrificarse a sí mismos y sus posesiones para el avance del reino de Dios (Rom. 12:1; 2 Cor. 8:3; Mat. 6:33)? ¿Puede percibir que se sacrificarían el por el otro (Fil. 2:3-4; Juan 15:13; Efes. 5:1-2)?

Actitudes Correctas Hacia el Pastor y los Demás Líderes. Al hablar con las personas, sea sensible a que consideración les tienen a sus líderes. ¿Aprecian y estiman al pastor y líderes “en mucha estima y amor por causa de su obra” (1 Tes. 5:13)? Están totalmente detrás de ellos, dando su apoyo espiritual, emocional y material (1 Tim. 5:17-18; Heb. 13:7, 17)?

Espíritu de Unidad. Esto es a menudo la actitud más obvia que irradia de la congregación local. Un desconocido normalmente es rápidamente capaz de sentir si una iglesia esta unida en su ministerio. Eso tiene un gran efecto en su testimonio a la comunidad y lo refleja en el nombre de nuestro Señor (Juan 13:34-35; 1 Cor. 1:10-17; 3:1-9; Efes., 4:1-6; Fil. 2:1-5; 4:1-5).

¿Soy Adecuado Para Esta Iglesia?

Hemos visto el fundamento, la estructura, la funcionalidad y los componentes del entorno de una iglesia vital y saludable. Ahora mírese a sí mismo y pregúntese: ¿Hay oportunidades para mí de servir y ejercitar mis dones espirituales? ¿Tiene este cuerpo local una necesidad que mediante la voluntad de Dios pueda yo suplir? ¿Estoy dispuesto a tomarlo que la iglesia pueda hacer por mí, pero también a que puedo hacer por el Señor cuando sirva en esta iglesia? Estoy dispuesto a dar mi tiempo, dinero, energía y oraciones para contribuir a el éxito de esta iglesia (Marcos 12:30; Rom. 12:1)?

Una casa no es una casa has que todos los miembros de la familia contribuyen a su éxito. Lo mismo es verdad de una iglesia local. Solo cuando cada miembro en la familia de Dios ejercita su dones espirituales, los hijos de Dios se sentirán en casa en Su iglesia.

La decisión que usted tome acerca de a que iglesia asistir afectará grandemente su vida espiritual y las vidas de sus hijos. De hecho, las decisiones que usted tome ahora afectarán a sus descendientes y a las generaciones que vengan. Esa es una realidad en que pensar.

Recuerde que ninguna iglesia cumplirá perfectamente todos estos criterios. No existe una iglesia perfecta. También, recuerde que cada iglesia tendrá su propia armonía de las características que hemos examinado. La clave es encontrar una iglesia que las tenga en un balance adecuado, no poniendo demasiado énfasis en alguna o restándoles énfasis a las demás. Un ministerio equilibrado es un ministerio controlado por el Espíritu. Si usted encuentra una iglesia que posea la mayoría pero no todas las características que he mencionado, no la descarte inmediatamente. Considere si Dios quiere usarlo para ayudarle a mejorar ese cuerpo local al ejercitar usted sus propios dones espirituales.

Elegir una iglesia es una de las decisiones más significativas que usted pueda tomar –una que alcanzará hasta la eternidad. Cada uno de nosotros puede tomar tanto tiempo y esfuerzo en esa decisión así como los tomamos al decidir sobre nuestra morada terrenal.

John Macarthur

Meditando Sobre Dios

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MEDITANDO SOBRE DIOS

“¿Alcanzarás tú el rastro de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? Es más alto que los cielos: ¿qué harás? Es más profundo que el infierno: ¿cómo lo conocerás? Su dimensión es más larga que la tierra, y más ancha que la mar” (Job 11:7-9)

En los estudios anteriores, hemos observado algunas de las admirables y preciosas perfecciones del carácter Divino. Después de esta meditación sencilla y deficiente de sus atributos, ha de ser evidente para todos nosotros que Dios es, en primer lugar, un ser incomprensible, y, maravillados ante su infinita grandeza, nos vemos obligados a usar las palabras de Sofar:

“¿Alcanzarás tú el rastro de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? Es más alto que los cielos: ¿qué harás? Es más profundo que el infierno: ¿cómo lo conocerás? Su dimensión es más larga que la tierra, y más ancha que la mar” Cuando dirigimos nuestro pensamiento a la eternidad de Dios, a su ser inmaterial, su omnipresencia y su omnipotencia, nos sentimos anonadados.

Pero la imposibilidad de comprender la naturaleza Divina no es razón para desistir en nuestros esfuerzos reverentes y devotos para entender lo que tan benignamente ha revelado Dios de sí mismo en su Palabra. Sería locura el decir que, porque no podemos adquirir un conocimiento perfecto es mejor no esforzarnos en alcanzar parte. ‘Nada aumenta tanto la capacidad del intelecto y del alma humana como la investigación devota, sincera y constante del gran tema de la Divinidad.

El más excelente estudio para desarrollar el alma es la ciencia de Cristo crucificado y el conocimiento de la divinidad en la gloriosa Trinidad”. Citando a C. H. Spurgeon, este gran predicador bautista del siglo pasado, diremos que:

“El estudio propio para el cristiano es el de la Divinidad: La ciencia más elevada, la especulación más sublime y la filosofía más importante en la que el hijo de Dios puede ocupar su atención es el nombre, la naturaleza, la persona, la obra y la existencia del gran Dios al que llama Padre.”

En la meditación de la Divinidad hay algo extremadamente beneficioso para la mente. Es un tema tan vasto, que hace que nuestros pensamientos se pierdan en la inmensidad; tan profundo, que nuestro orgullo queda ahogado. Podemos comprender y dominar otros temas; al hacerlo, nos sentimos satisfechos, decimos: He aquí soy sabio, y seguimos nuestro propio camino. Sin embargo, nos acercamos a nuestra ciencia magistral y nos damos cuenta que nuestra plomada no alcanza su profundidad, y que nuestros ojos de lince no pueden llegar a su altura, nos alejamos pensando: Nosotros somos de ayer, y no sabemos, (Mal. 3:6).

Sí, nuestra incapacidad para comprender la naturaleza divina debería enseñarnos a ser humildes, precavidos y reverentes. Después de toda nuestra búsqueda y meditación, hemos de decir como Job: “He aquí, éstas son partes de sus caminos; ¡mas cuán poco hemos oído de él!” (Job 26:14).

Cuando Moisés imploró que le mostrara su gloria, él le respondió: “Yo proclamaré el nombre de Jehová delante de ti” (Exo. 33:19), y, como alguien ha dicho, “el nombre es el conjunto de sus atributos”. Podemos dedicarnos por completo al estudio de las diversas perfecciones por las cuales el Dios nos descubre su propio ser, atribuírselas todas, aunque tengamos todavía concepciones pobres y defectuosas de cada una de ellas. Sin embargo, en tanto que nuestra comprensión corresponde a la revelación que él nos proporciona de sus varias excelencias, tenemos una visión presente de su gloria.

En verdad, la diferencia entre el conocimiento que de Dios tienen los santos en esta vida y el que tendrán en el cielo es grande; con todo, ni el primero ha de ser desestimado, ni el segundo exagerado. Es cierto que la Escritura declara que le “veremos cara a cara” y que “conoceremos como somos conocidos” (1Cor. 13:12).

Pero deducir de esto que entonces conoceremos a Dios como él nos conoce a nosotros es dejarnos seducir por la mera apariencia de las palabras, y prescindir de la limitación que ellas mismas imponen necesariamente en tema como éste. Hay una gran diferencia entre decir que los santos serán glorificados, y que serán hechos divinos. Los cristianos, aún en su estado de gloria, serán criaturas finitas, y, por lo tanto, incapaces de comprender completamente al Dios infinito.

“En el cielo, los santos verán a Dios con ojos espirituales, por cuanto El será siempre invisible al ojo físico; le verán más claramente de como le veían por la razón y la fe, y más extensamente de lo que han revelado hasta ahora sus obras y dispensaciones; pero la capacidad de sus mentes no serán aumentadas hasta el punto de poder contemplar a la vez y en detalle toda la excelencia de su naturaleza. Para comprender la perfección infinita sería necesario que fuesen infinitos.

Aún en el cielo su conocimiento será parcial; sin embargo, su felicidad será completa porque su conocimiento será perfecto, en el sentido de que será el adecuado a la capacidad del ser, aunque no agote la plenitud del fin, creemos que será progresivo, y que, a medida que su visión se desarrolle, su bienaventuranza aumentará también; pero nunca alcanzará un límite más allá del cual no hay nada más por descubrir; y, cuando los siglos hayan transcurrido, él será todavía el Dios incomprensible.

En segundo lugar, en el estudio de las perfecciones de Dios se pone de manifiesto que es todo suficiente. Lo es en sí y para sí mismo. El primero de todos los seres no podía recibir cosa alguna de otro. Siendo infinito, está en posesión de toda perfección posible.

Cuando el Dios trino estaba sólo, él era el todo para sí. Su entendimiento, amor y energía estaban dirigidos a sí mismo. Si hubiese necesitado algo externo, no hubiese sido independiente, y, por tanto, no hubiese sido Dios. Creó todas las cosas “para él” mismo (Col. 1:16). Con todo, no lo hizo para suplir alguna necesidad que pudiera tener, sino para transmitir la vida y la felicidad a los ángeles y a los hombres, y para admitirles a la visión de Su propia gloria.

Verdad es que exige la lealtad y la devoción de sus criaturas inteligentes; sin embargo, no se beneficia de su servicio, antes al contrario, son ellas las beneficiadas (Job 22:2,3). Dios usa medios e instrumentos para cumplir sus propósitos, no porque su poder sea insuficiente, sino, a menudo, para demostrarlo de modo más sorprendente a pesar de la debilidad de los instrumentos. La absoluta suficiencia de Dios hace de El objeto supremo de nuestras aspiraciones. La verdadera felicidad consiste solamente en el disfrute de Dios. Su favor es vida, y su cuidado es mejor que la vida misma. “Mi parte es Jehová, dijo mi alma; por tanto en él esperaré” (Lam. 3:24); la percepción de su amor, su gracia y su gloria es el objeto principal de los deseos de los santos, y el manantial de sus más nobles satisfacciones.

Muchos dicen: “¿Quién nos mostrará el bien?” Haz brillar sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro. Tú has dado tal alegría a mi corazón que sobrepasa a la alegría que ellos tienen con motivo de su siega y de su vendimia.” (Sal. 4:6-7).

Sí cuando el cristiano está en su cabal juicio, puede decir: “Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya fruto, aunque falle el producto del olivo y los campos no produzcan alimento, aunque se acaben las ovejas del redil y no haya vacas en los establos; con todo, yo me alegraré en Jehová y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Hab. 3:17-18).

En tercer lugar, en el estudio de las perfecciones de Dios resalta el hecho de que El es Soberano Supremo del universo. Alguien ha dicho, con razón, que, “ningún dominio es tan absoluto como el de la creación. Aquél que podía no haber hacho nada, tenía el derecho de hacerlo todo según su voluntad.

En el ejercicio de su poder soberano hizo que algunas partes de la creación fueran simple materia inanimada, de textura más o menos refinada, de muy diversas cualidades, pero inerte e inconsciente. El dio a otras organismo, y las hizo susceptibles de crecimiento y expansión, pero, aún así, sin vida en el sentido propio de la palabra. A otras les dio, no sólo organismo, sino también existencia consciente, órganos del sentido y movimiento propio. A éstos añadió en el hombre el don de la razón y un espíritu inmortal por el cual está unido a un orden de seres elevados que habitan en las regiones superiores. El agita el cetro de la omnipotencia sobre el mundo que creó.

Alabe y glorifique al que vive para siempre; porque su señorío es sempiterno, y su reino por todas las edades. Y todos los moradores de la tierra por nada son contados; y en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, hace según su voluntad: ni hay quien estorbe su mano y le diga: ¿qué haces? (Dan. 4:3435).

La criatura, considerada como tal, no tiene derecho alguno. No puede exigir nada a su Creador, y como quiera que sea tratado, no tiene razón en quejarse. No obstante, al pensar en el señorío absoluto de Dios sobre todas las cosas, no deberíamos de olvidar nunca sus perfecciones morales. Dios es justo y bueno, y siempre hace lo que es recto. Sin embargo, ejerce su soberanía según su voluntad imperial y equitativa. Asigna a cada criatura su lugar según parece bien a sus ojos. Ordena las diversas circunstancias de cada una según sus propios consejos. Moldea cada vaso según su determinación inmutable. Tiene misericordia del que quiere, y al que quiere endurece.

Dondequiera que estemos, su ojo está sobre nosotros. Quienquiera que seamos, nuestra vida y posesiones están a su disposición. Para el cristiano es un Padre tierno; para el rebelde pecador será fuego que consume. “Por tanto, al Rey de siglos, inmortal, invisible, al solo sabio Dios sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amen” (1Tim. 1:17)

La Ira de Dios

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LA IRA DE DIOS

“Temed a aquel que, después de haber dado muerte, tiene poder de echar en el infierno. Sí, os digo: A éste temed”. (Luc. 12:5)

Es triste ver a tantos cristianos que parecen considerar la ira de Dios como algo que necesita excusas y justificación, o que, cuando menos, celebrarían que no existiese. Hay algunos que, aunque no irían tan lejos como para admitir abiertamente que la consideran una mancha en el carácter Divino, están lejos de mirarla con deleite, no les agrada pensar en ella, y rara vez la oyen mencionar sin que se levante un resentimiento secreto hacia ella en sus corazones.

Incluso entre los de juicio más moderado, no son pocos los que imaginan que la severidad de la ira divina es demasiado aterradora para constituir un tema provechoso de meditación. Otros admiten el engaño de que la ira de Dios no es compatible con su bondad, y por esto tratan de desterrarla del pensamiento.

Sí, muchos huyen de la visión de la ira de Dios como si se les obligara a mirar una mancha del divino carácter, o una falta de la autoridad divina. Pero, ¿qué dicen las escrituras? Al leerlas, nos damos cuenta de que Dios no ha tratado de ocultar la realidad de su ira. El no se avergüenza de proclamar que la venganza y el furor le pertenecen.

Su propia demanda es: “Ved ahora que yo, soy yo, y no hay dioses conmigo; yo hago morir, y yo hago vivir, yo hiero, y yo curo; y no hay quien pueda librar de mi mano, y diré: Vivo yo para siempre, si afilare mi reluciente espada, y mi mano arrebatare el juicio yo volveré la venganza a mis enemigos, y daré el pago a los que me aborrecen” (Deut. 32:39-41). Una mirada a la concordancia nos revelará que, hay más referencias al enojo, el furor, y la ira de Dios que a su amor y benevolencia. El odia todo pecado, porque es santo; y porque lo odia, su furor se enciende contra el pecador (Sal. 7:11). La ira de Dios constituye una perfección divina tan importante como su fidelidad, poder o misericordia.

Ha de ser así, por cuanto en el carácter de Dios no hay defecto alguno, ni la más leve tacha; ¡Sin embargo, habría si careciera de “ira”! La indiferencia al pecado es una falta moral, y el que no lo odia es un leproso moral. ¿Cómo podría El, que es la suma de todas las excelencias, mirar con igual satisfacción la virtud y el vicio, la sabiduría y la locura? ¿Cómo podría El, que se deleita sólo en lo que es puro y amable, dejar de despreciar lo que es impuro y vil?

La naturaleza misma de Dios que hace del infierno una necesidad tan real, un requisito tan imperativo y eterno como es el cielo. No solamente no hay en Dios imperfección alguna, sino que no hay perfección que sea menos “perfecta” que otra. La ira de Dios es su eterno aborrecimiento de toda injusticia. Es el desagrado e indignación de la rectitud divina ante el mal. Es la santidad de Dios puesta en acción contra el pecado. Es la causa motriz de la sentencia justa que pronuncia contra los que actúan mal.

Dios se enoja contra el pecado porque es una rebelión contra su autoridad, un ultraje cometido contra su soberanía inviolable. Los que se sublevan contra el gobierno de Dios aprenderán que Dios es el Señor. Se les hará conocer la grandeza de su Majestad que ellos desprecian, y lo terrible que es esa ira que se les anunció y que ellos repudiaron. No es que la ira de Dios sea una venganza maligna, que hiera por herir, o un medio para devolver una injuria recibida. No; Dios vindicará su dominio como Gobernador del universo, pero nunca será vengativo.

Que la ira divina es una de sus perfecciones de Dios es evidente, no sólo por las consideraciones presentadas hasta el momento, sino, lo que es más importante, porque así lo establecen las afirmaciones categóricas de su propia Palabra. “Porque manifiesta es la ira de Dios desde el cielo” (Rom. 1:18).

Se manifestó cuando fue pronunciada la primera sentencia de muerte, cuando la tierra fue maldita y el hombre echado del paraíso terrenal; y, después, por castigos ejemplares tales como el Diluvio y la destrucción de las ciudades de la llanura (Sodoma y Gomorra) con fuego del cielo, y especialmente, por el reinado de la muerte en todo el mundo.

Se manifestó, también, en la maldición de la Ley para cada transgresión, y fue dada a entender en la institución del sacrificio. En el capítulo 8 de Romanos, el apóstol llama la atención de los cristianos al hecho de que la creación entera está sujeta a vanidad, y gime y está de parto. La misma creación que declara que hay un Dios, y publica su gloria, proclama también que es el Enemigo del pecado y el Vengador de los crímenes de los hombres. Pero, sobre todo, la ira de Dios fue revelada desde el cielo cuando su Hijo vino para manifestar el carácter Divino, y cuando esa ira fue presentada en sus sufrimientos y muerte de un modo más terrible que en todas las señales que había dado anteriormente de su enojo por el pecado.

Además, el castigo futuro y eterno de los impíos se declara ahora en unos términos más solemnes y explícitos que nunca. Bajo la nueva dispensación, hay dos revelaciones celestiales; una es de ira, la otra es de gracia. Por otra parte, que la ira de Dios es una perfección divina queda demostrado claramente en lo que dice el Salmo 95:11: “Por tanto juré en mi furor”. Hay dos motivos por los que Dios “jura”, al hacer una promesa (Gén. 22:16), y al anunciar un castigo (Deut. 1:34).

En el primer caso, Dios juró en favor de sus hijos; en el segundo, para atemorizar a los impíos. Un juramento es una confirmación solemne (Heb. 6:16). En Gén. 22:16, Dios dijo: “Por mi mismo he jurado”. En el Sal. 89:35, declaró: “Una vez he jurado por mi Santidad.” Mientras que, en el Sal. 95:11, afirmó “Juré en mi furor”.

Así el gran Jehová apela a su furor, o ira, como una perfección igual a su Santidad; ¡él jura tanto por la una como por la otra! Pero aún hay más: como que en Cristo “había toda la plenitud de la divinidad corporalmente” (Col. 2:9), y ya que en él lucen gloriosamente todas las perfecciones divinas (Juan 1:18), es por ello que leemos de “la ira del Cordero” (Apoc. 6:16).

La ira de Dios es una perfección del carácter divino sobre la que necesitamos meditar con frecuencia. En primer lugar, para que nuestros corazones sean debidamente inculcados del odio que Dios siente hacia el pecado. Nosotros siempre nos inclinamos a considerar trivialmente el pecado, a excusarlo, y a consentir su fealdad. Pero cuanto más estudiemos y meditemos la aversión de Dios hacia el mismo, y su terrible venganza sobre él, más fácilmente nos daremos cuenta de su enormidad. En segundo lugar, para engendrar en nuestros corazones un temor verdadero a Dios. “Retengamos la gracia por la cual sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Heb. 12:28,29).

No podemos servirle “agradándole” a menos que tengamos “reverencia” a su Majestad sublime, y “temor” a su justo furor; y la mejor manera de producirlo en nosotros es recordando a menudo que “nuestro Dios es fuego consumidor”. En tercer lugar, para elevar nuestras almas en ferviente alabanza por habernos librado “de la ira que ha de venir” (1Tes. 1:10).

Nuestra rapidez o nuestra desgana en meditar sobre la ira de Dios es un medio eficaz para ver cual es nuestra verdadera posición delante de él. Si no nos gozamos verdaderamente en Dios por lo que es en sí mismo y por todas las perfecciones que habitan eternamente en él, ¿cómo puede, pues, morar en nosotros el amor de Dios?

Cada uno de nosotros necesita orar y estar en guardia para no hacerse una imagen de Dios según sus propias ideas e inclinaciones malas. El Señor, en la antigüedad, se quejó de que “pensabas que de cierto sería yo como tú” (Sal. 50:21).

Si no alabamos “la memoria de su Santidad” (Sal. 97:12), si no nos regocijamos al saber que, en un cercano día, Dios desplegará gloriosamente su ira al vengarse de todos los que ahora se oponen a El, eso es una prueba positiva de que todavía estamos en nuestros pecados, en el camino que conduce al fuego eterno.

“Alabad, gentes (gentiles), a su pueblo, porque el vengará la sangre de sus siervos, y volverá la venganza a sus enemigos” (Deut. 32:34). Y, de nuevo: “Oí como la gran voz de una enorme multitud en el cielo, que decía: “¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios. Porque sus juicios son verdaderos y justos; pues él ha juzgado a la gran ramera que corrompió la tierra con su inmoralidad, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella. Y por segunda vez dijeron: “¡Aleluya!” (Apoc. 19:1-3).

Grande será el gozo de los santos en aquel día cuando el Señor vindicará su Majestad, ejercerá su poderoso dominio, magnificará su justicia, y derrotará a los rebeldes orgullosos que se han atrevido a desafiarle. “Si mirares a los pecados, ¿quién oh, Señor, podrá mantenerse?” (Sal. 130:3). Haremos bien en hacernos esta pregunta, porque está escrito que “no se levantarán los malos en el juicio” (Sal. 1:5).

¡Qué agitada y angustiada estaba el alma de Cristo bajo el peso de las iniquidades de los suyos que Dios le imputaba al morir! Su agonía cruel, su sudor de sangre, su gran clamor y súplica (Heb. 5:7), su reiterado ruego “si es posible, pase de mi este vaso”, su último grito aterrador “Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has desamparado?”,

Todo ello muestra que terrible era el temor que sentía por lo que significa el que Dios “mire a los pecados”. ¡Bien pueden clamar los pobres pecadores: “Señor ¿quién podrá mantenerse?”, cuando el mismo hijo de Dios tembló así bajo el peso de su ira!, Si ustedes no se han “afianzado de la esperanza” que es en Cristo, el único salvador, “¿Qué harán en la espesura del Jordán?” (Jer. 12:5).

El gran Dios, pudiendo destruir a todos sus enemigos con una palabra de su boca, es indulgente con ellos y provee a sus necesidades. No es extraño de él, que hace bien a los ingratos y malvados, nos mande bendecir a los que nos maldicen. Pero no piensen los pecadores, que escaparán; el molino de Dios va despacio, pero muele muy fino; cuanto más admirable, sea ahora su paciencia y benignidad, más terrible e insostenible será el furor que su bondad profanada causará.

No hay nada tan suave como el mar, sin embargo, cuando es sacudido por la tempestad nada puede rugir tan violentamente. No hay nada tan dulce como la paciencia y la bondad de Dios, ni nada tan terrible como su ira cuando se enciende”. Así que, “huyamos” hacia Cristo; “huye de la ira que vendrá” (Mat. 3:7) antes que sea demasiado tarde.

Es necesario que pensemos que esta exhortación no va dirigido a alguna otra persona. ¡Va dirigida a nosotros! No nos contentemos con pensar que ya nos hemos entregado a Cristo. ¡Asegurémonos de ello! Pidamos al Señor que escudriñe nuestro corazón y que lo revele.

El Amor de Dios

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EL AMOR DE DIOS

En las Sagradas Escrituras se nos dicen tres cosas acerca de la naturaleza de Dios. Primero, que “Dios es Espíritu” (Juan 4:24). En el griego no hay artículo indeterminado, por lo que decir “Dios es un espíritu» sería en extremo censurable, puesto que le igualaría a otros seres. Dios es “Espíritu” en el sentido más elevado.

Por ser “Espíritu” no tiene sustancia visible, es incorpóreo. Si Dios tuviera un cuerpo tangible, no sería omnipresente, y estaría limitado a un lugar; al ser “Espíritu” llena los cielos y la tierra. Segundo, que “Dios es luz” (1Juan 1:5) lo cual es lo opuesto a las tinieblas.

Las tinieblas, en las Escrituras, representan el pecado, el mal, la muerte; la luz representa la santidad, la bondad, la vida. Que “Dios es luz” significa que es la suma de todas las excelencias. Tercero, que “Dios es amor” (1Juan 4:5). No es simplemente que Dios “ama”, sino que es el Amor mismo. El amor no es simplemente uno de sus atributos, es su misma naturaleza. Muchos hoy en día hablan del amor de Dios, pero son ajenos por completo al Dios de amor. El amor divino es considerado comúnmente como una especie de debilidad afectuosa, una cierta indulgencia cariñosa; es reducido a un simple sentimiento enfermizo, copiado de las emociones humanas. Sin embargo, la verdad es que en esto, como en todo lo demás, nuestras ideas han de ser reguladas de acuerdo con lo que las Sagradas Escrituras nos revelan.

Esta es una urgente necesidad que se hace evidente, no sólo por la ignorancia general que prevalece, sino también por el estado tan bajo de espiritualidad que, triste es decirlo, es característica general de muchos de los que profesan ser cristianos.

¡Qué poco amor genuino hay hacia Dios! Una de las razones principales es que nuestros corazones se ocupan muy poco de su maravilloso amor hacia los suyos. Cuanto mejor conozcamos su amor -su carácter, plenitud, bienaventuranza más fuerte será el impulso de nuestros corazones en amor hacia él.

1. El amor de Dios es inherente. Queremos decir que no hay nada en los objetos de su amor que pueda provocarlo, ni nada en la criatura que pueda atraerlo o impulsarlo. El amor que una criatura siente por otra es producido por algo que hay en ésta; pero el amor de Dios es gratuito, espontáneo, inmotivado. La única razón de que Dios ame a alguien reside en su voluntad soberana.

“no por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová, y os ha escogido; porque vosotros erais los más pocos de todos los pueblos; sino porque Jehová os amó” (Deut. 7:7,8). Dios ha amado a los suyos desde la eternidad, y, por lo tanto, nada que sea de la criatura puede ser la causa de lo que se halla en Dios desde la eternidad. El ama por sí mismo “según el intento suyo” (2Tim. 1:9).

“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1Juan 4:19). Dios no nos amó porque nosotros le amábamos, sino que nos amó antes de que tuviésemos una sola partícula de amor hacia él. Si Dios nos hubiera amado correspondiendo a nuestro amor, no hubiera sido espontáneo; pero, porque nos amó cuando no había amor en nosotros, es evidente que nada influyó en su amor. Si Dios ha de ser adorado, y el corazón de sus hijos probado, es importante que tengamos ideas claras acerca de esta verdad preciosa.

El amor de Dios hacia cada uno de “los suyos» no fue movido en absoluto por nada que hubiera en ellos. ¿Qué había en mí que atrajera al corazón de Dios? Nada absolutamente. Al contrario, todo lo que le repele, todo lo que le haría aborrecerme -pecado, depravación, corrupción estaba en mi corazón; en mí no había ninguna cosa buena.

2. Es eterno. Necesariamente ha de ser así. Dios mismo es eterno, y Dios es amor; por tanto, como él no tuvo principio, tampoco su amor lo tiene. Es cierto que este concepto trasciende el alcance de nuestra mente finita; sin embargo, cuando no podemos comprender, podemos adorar. ¡Qué claro es el testimonio de Jeremías 31:3 “Con amor eterno te he amado; por tanto te soporté con misericordia!”

¡Qué bendito conocimiento el saber que el Dios grande y santo amó a sus hijos antes de que el cielo y la tierra fuesen creados, y que había puesto su corazón en ellos desde la eternidad! Esto es prueba clara de que su amor es espontáneo, porque él les amó innumerables siglos antes de que tuviesen el ser.

La misma maravillosa verdad queda expuesta en Efesios 1:4,5: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor; habiéndonos predestinado”. ¡Qué de alabanzas debería producir el corazón al pensar que si el amor de Dios no tuvo principio tampoco puede tener fin! Si es verdad que “desde el siglo hasta el siglo” El es Dios y es “amor” entonces es igualmente verdad que ama a su pueblo “desde el siglo y hasta el siglo”.

3. Es soberano. Esto, también, es evidente en sí mismo. Dios es soberano, no está obligado para con nadie; Dios es su propia ley, actúa siempre de acuerdo con su propia voluntad real. Así, pues, si Dios es soberano, y es amor, se desprende necesariamente que su amor es soberano. Porque Dios es Dios, actúa como le agrada; porque es amor, ama a quien quiere.

Tal es su propia explícita afirmación: “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Rom. 9:13). No había más objeto de amor en Jacob que en Esaú. Ambos habían tenido los mismos padres, habían nacido al mismo tiempo, puesto que eran gemelos; con todo, ¡Dios amó al uno y aborreció al otro! ¿Por qué? Porque le agradó hacerlo así.

La soberanía del amor de Dios se desprende necesariamente del hecho de que no es influido por nada que haya en la criatura. De ahí que el afirmar que la causa de su amor reside en El mismo es sólo otra manera de decir que ama a quien quiere. Supongamos, por un momento, lo contrario. Supongamos que el amor de Dios fuera regulado por algo externo a su voluntad.

En tal caso su amor se regiría por unas reglas, y, siendo así, El estaría bajo una regla de amor, de manera que, lejos de ser libre, sería gobernado por una ley. “En amor; habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos por Jesucristo a sí mismo, según” -¿qué? ¿Algún mérito que vio en nosotros? No; sino, “según el puro afecto de su voluntad” (Efe. 1:4,5).

4. Es infinito. Todo lo referente a Dios es infinito. Su sustancia llena los cielos y la tierra. Su sabiduría es ilimitada, porque él conoce todo el pasado, el presente y el futuro. Su poder es inmenso, porque no hay nada difícil para él. Asimismo, su amor no tiene límite. Tiene una profundidad que nadie puede sondear; una altura que nadie puede escalar; una longitud y una anchura que están más allá de toda medida humana.

Esto se nos indica en Efe. 2:4: “Sin embargo, Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó”; la palabra “mucho” aquí es sinónima de “de tal manera amó Dios” en Juan 3:16. Nos habla de un amor tan sobresaliente que no puede ser calculado.

“Ninguna lengua puede expresar fielmente la infinitud del amor de Dios, ni ninguna mente comprenderla: “excede a todo conocimiento” (Efe. 3:19). Las más vastas ideas que la mente finita puede formarse del amor divino están muy por debajo de su verdadera naturaleza. 5. Es inmutable. Del mismo modo que en Dios “no hay mudanza, ni sombra de variación” (Stg. 1:17), tampoco su amor conoce cambio o disminución. El indigno Jacob ofrece un ejemplo poderoso de esta verdad: “A Jacob amé”, declaró Jehová, y, a pesar de toda su incredulidad y desobediencia, El nunca dejó de amarle.

En Juan 13:1 se nos da otra hermosa ilustración. Aquella misma noche, uno de los apóstoles diría: “Muéstranos al Padre”; otro le negaría con juramentos, todos iban a ser escandalizados y le abandonarían. Así y todo, “como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. El amor divino no está sujeto a vicisitudes de ninguna clase. El amor divino “fuerte es como la muerte… las muchas aguas no podrán apagarlo” (Cant. 5:6,7). Nada puede apartarnos del mismo (Rom. 8:35-39).

6. Es santo. El amor de Dios no lo regula el capricho, ni la pasión, ni el sentimiento, sino un principio. Del mismo modo que su gracia no reina a expensas de la misma, sino “por la justicia” (Rom. 5:21), así su amor nunca choca con su santidad. “Dios es luz” (1Juan 1:3) se encuentra antes que “Dios es amor” (1Juan 4:5).

El amor de Dios no es una simple debilidad afectuosa, ni una especie de muelle ternura. La Escritura declara que “el Señor al que ama castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo” (Heb. 12:6). Dios no cerrará los ojos al pecado, ni siquiera al de sus hijos. Su amor es puro, sin mezcla de sentimentalismo sensiblero.

7. Es benigno. El amor y el favor de Dios son inseparables. Esto se pone de relieve en Romanos 8:32-39. Por la idea y alcance del contexto se percibe claramente que es este amor, el cual no puede haber separación: es la buena voluntad y la gracia de Dios que le determinaron a dar a su Hijo por los pecadores. Ese amor fue el poder impulsor de la encarnación de Cristo: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3:16),

Cristo no murió para hacer que Dios nos amara, sino porque amaba a su pueblo. El Calvario es la demostración suprema del amor divino. Siempre, que seamos tentados a dudar del amor de Dios, recordemos el Calvario. He aquí, abundante motivo para confiar en Dios, y para soportar con paciencia las aflicción que envía, Cristo era el amado del Padre, y aun así no estuvo exento de pobreza, afrenta y persecución. Sufrió hambre y sed. De ahí que, al permitir que los hombres le escupieran y le hirieran, el amor de Dios hacia Cristo no sufrió menoscabo.

Así pues, que ningún cristiano dude del amor de Dios al ser sometido a pruebas y aflicciones dolorosas. Dios no enriqueció a Cristo con prosperidad temporal en este mundo, ya que “no tenía donde recostar su cabeza”. Pero sí le dio el Espíritu sin medida. Siendo así, aprendamos que las bendiciones espirituales son los dones principales del amor divino. ¡Qué bendición es el saber que, aunque el mundo nos odie, Dios nos ama!

La Misericordia de Dios

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LA MISERICORDIA DE DIOS

“Alabad a Jehová, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia” (Sal. 136:1)

Dios merece ser muy alabado por esta perfección de su divino carácter. El salmista exhorta a los santos, tres veces en otros tantos versículos, a dar gracias a Dios por este adorable atributo. Y, en verdad, esto es lo menos que puede pedirse a los que se han beneficiado tan grandemente del mismo.

Cuando consideramos las características de esta excelencia divina, no podemos dejar de bendecir a Dios. Su misericordia es “grande” (1Reyes 3:6), “mucha” (Sal. 119:156), “desde el siglo y hasta el siglo sobre los que le temen” (Sal. 103:17) bien podemos decir con el salmista: “Loaré de mañana tu misericordia” (Sal. 59:16).

“Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente” (Exo. 33:19). ¿En qué se diferencian la “misericordia” y la “gracia” de Dios? La misericordia nace de la bondad de Dios.

La primera consecuencia de la bondad de Dios es su benignidad o merced, por la cual da libremente a sus criaturas como tales; por eso ha dado el ser y la vida a todas las cosas. La segunda consecuencia de la bondad de Dios es su misericordia, la cual denota la pronta inclinación de Dios a aliviar la miseria de las criaturas caídas. Así, pues, la, “misericordia” presupone la existencia del pecado.

Aunque no pueda ser fácil a primera vista percibir una diferencia real entre la gracia y misericordia de Dios, nos ayudará a ello el estudio detenido de su proceder con los ángeles. El nunca ha ejercido misericordia en éstos, porque nunca han tenido necesidad de ella al no haber pecado ni caído bajo los efectos de la maldición. Aun así, son objeto de la gracia soberana y gratuita de Dios. En primer lugar porque los escogió de entre la raza entera angélica (1Tim. 5:21). En segundo lugar, y a consecuencia de su elección, porque Dios los preservó de la apostasía cuando Satanás se rebeló y se llevó consigo una tercera parte de las huestes celestiales (Apoc. 12:4).

En tercer lugar, al hacer de Cristo su Cabeza (Col. 2:10 y 1Ped. 3:22), por lo que están asegurados eternamente en la condición santa en la que fueron creados en Cuarto lugar, debido a la elevada presencia inmediata de Dios (Dan. 7:10), servirle constantemente en el templo celestial, y recibir cometidos honorables de él (Heb. 1:14). Esto representa gracia abundante hacia ellos, pero no “misericordia”.

Al tratar de estudiar la misericordia de Dios según se nos presenta en las Escrituras, necesitamos hacer una distinción triple para “trazar bien la palabra de verdad”. Primeramente, hay una misericordia general de Dios, que se extiende, no sólo a todos los hombres, creyentes y no creyentes, sino también a la creación entera: “Sus misericordias sobre todas sus obras” (Sal. 145:9). “El da a todos vida, y respiración, y todas las cosas” (Hech. 17:25).

Dios tiene compasión de la creación irracional en sus necesidades y las suple con la provisión apropiada. Segundo, hay una misericordia especial que Dios ejerce en los hijos de los hombres, ayudándoles y socorriéndoles a pesar de sus pecados. A éstos, también, Dios da lo que necesitan: “hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueva sobre justos e injustos” (Mat. 5:45). Tercero, hay una misericordia soberana que está reservada para los herederos de la salvación, y que les es comunicada por el camino del pacto, a través del Mediador.

Si nos fijamos un poco más en la diferencia entre las distinciones segunda y tercera que hemos mencionado, notaremos que las misericordias que Dios otorga a los impíos son de naturaleza puramente temporal; es decir, se limitan estrictamente a la vida presente. La misericordia no se extenderá, para ellos, más allá de la tumba: “Aquél no es pueblo de entendimiento; por tanto su Hacedor no tendrá de él misericordia, ni se compadecerá de él el que lo formó” (Isa. 27:11). Pero, en este punto, puede presentarse una dificultad a algunos, a saber: ¿No dice la Escritura que “para siempre es su misericordia”? (Sal. 136:1).

Hay dos cosas a tener en cuenta con referencia a esto. Dios no puede dejar jamás de ser misericordioso porque ésta es una cualidad de la esencia divina (Sal. 116:5); pero el ejercicio de su misericordia es regulado por su voluntad soberana. Esto ha de ser así, porque no hay nada ajeno a sí mismo que le obligue a actuar de una forma u otra; si hubiese algo, ese “algo” sería supremo, y Dios dejaría de ser Dios.

Es sólo la gracia soberana la que determina el ejercicio de la misericordia divina. Dios lo afirma categóricamente en Romanos 9:15: “Mas a Moisés dice: Tendré misericordia del que tendré misericordia”. No es la desdicha de la criatura la causa de la misericordia de Dios, ya que nada ajeno a sí mismo puede influir en él. Si Dios fuese influido por la degradante miseria de los pecadores leprosos, los limpiaría y salvaría a todos.

Pero no lo hace así. ¿Por qué? Simplemente, porque no es su agrado y propósito el hacerlo. menos aún pueden ser los méritos de la criatura los que hagan que él conceda sus misericordias sobre ella, porque el hablar de ‘misericordias’ merecidas sería una contradicción. “No por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó” (Tito 3:5); una es directamente opuesta a la otra.

Ni son tampoco los méritos de Cristo los que mueven a Dios a otorgar sus misericordias sobre los elegidos: “a través” o a causa de la tierna misericordia de Dios, que Cristo fue enviado a su pueblo (Lucas 1:78). Los méritos de Cristo hicieron posible que Dios, justamente, concediera misericordias espirituales a sus escogidos, al haber sido satisfecha plenamente la justicia por el Fiador. No, la misericordia proviene solamente de la propia voluntad soberana de Dios. Por otra parte, aunque sea verdad, bendita y gloriosa verdad, que la misericordia de Dios “permanece para siempre”,

Debemos observar detenidamente a quienes es mostrada su misericordia. Aun el arrojar a los reprobados al lago de fuego es un acto de misericordia. Debemos considerar el castigo de los impíos desde tres puntos de vista.

Desde el punto de vista de Dios, es un acto de justicia, que vindica su honor. La misericordia de Dios nunca se muestra en perjuicio de su santidad y justicia. Para los impíos, será un acto de equidad el hacerles sufrir el castigo debido a sus iniquidades. Pero, desde el punto de vista de los redimidos, el castigo de los impíos es un acto de misericordia indecible.

¡Qué terrible sería si el presente estado de cosas continuara para siempre; si los hijos de Dios tuvieran que vivir rodeados de los hijos del diablo! Si los oídos de los santos tuvieran que escuchar el lenguaje sucio y blasfemo de los reprobados, el cielo dejaría de ser cielo al momento. ¡Qué misericordia muestra el hecho de que en la Nueva Jerusalén no entrará “ninguna cosa sucia, o que hace abominación y mentira” (Apoc. 21.27).

Para quien escuche, no piense que en lo dicho al último hemos dejado volar nuestra imaginación, apelemos a las Sagradas Escrituras como prueba de lo que hemos dicho. En el Salmo 143:12 encontramos a David orando así: “Y por tu misericordia disiparás mis enemigos, y destruirás todos los adversarios de mi alma: porque yo soy tu siervo”.

También en el Salmo 136:15 leemos que Dios “arrojó a Faraón y a su ejército en el mar Rojo, porque para siempre es su misericordia”. Fue un acto de venganza sobre Faraón y los suyos, pero, para los Israelitas, fue un acto de “misericordia”. Y otra vez, en Apoc. 19:1-3, leemos: “Oí una gran voz de gran compañía en el cielo, que decía: Aleluya; Salvación y honra y gloria y potencia al Señor Dios nuestro. Porque sus juicios son verdaderos y justos; porque él ha juzgado a la grande ramera, que ha corrompido la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella. Y otra vez dijeron: Aleluya. Y su humo subió para siempre jamás”.

Por lo que acabamos de ver, notemos qué vana es la esperanza presuntuosa de los impíos, quienes, a pesar de su constante desafío a Dios, cuentan con que El será misericordioso. Cuántos de éstos hay que dicen: “No creo que Dios me eche jamás al infierno; es demasiado misericordioso”. Tal esperanza es como una víbora que, se anida en el pecho, les causará la muerte.

Dios es un Dios de justicia tanto como de misericordia, que ha declarado de forma categórica que “de ningún modo justificará al malvado” (Exo. 34:7). Sí, él ha dicho que “los malos serán trasladados al infierno, todas las gentes que se olvidan de Dios” (Sal. 9:17). No importa que los hombres digan: No creo. Es igualmente cierto que los que descuidan las leyes de la salud espiritual sufrirán para siempre la segunda muerte.

Es muy grave ver cuántos hay que abusan de esta perfección divina. Continúan despreciando la autoridad de Dios, pisoteando sus leyes, viviendo en pecado, y, así y todo, se precian de su misericordia. Sin embargo, Dios no será injusto para consigo mismo. El muestra misericordia para el impenitente (Luc. 13:3). Es diabólico seguir en pecado, y, aun así, contar con que la misericordia divina perdona el castigo sin arrepentimiento.

Es como decir: “Hagamos males para que vengan bienes”; de los que así hablan, está escrito: “La condenación de los cuales es justa” (Rom. 3:6). Tal presunción será frustrada; leamos cuidadosamente Deut. 29:18-20. Cristo es el propiciador espiritual, y todos los que desprecian y rechazan su autoridad perecerán “en el camino, cuando se encendiere un poco su furor” (Sal. 2:12).

Sea nuestro último pensamiento el de las misericordias espirituales de Dios para su propio pueblo. “Grande es hasta los cielos tu misericordia” (Sal. 57:10). Las riquezas de la misma trascienden nuestros pensamientos más sublimes. “Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen” (Sal. 103:11). Nadie puede medirla.

Los elegidos son llamados “vasos de misericordia” (Rom. 9:23). Fue la misericordia la que los vivificó cuando estaban muertos en pecado (Efe. 2:4,5). La misericordia los salvó (Tito. 3:5). Su grande misericordia los regeneró para una herencia eterna (1Ped. 1:3). Y, por último, el tiempo nos faltaría para hablar de la misericordia que conserva, sostiene, perdona y provee. Para los suyos, “Dios es el Padre de misericordias” (2Cor. 1:3).