La Impecable Soberanía de Dios
La Impecable Soberanía de Dios
Romanos 9:1–22
POR JOHN F. MACARTHUR
Pocos capítulos de la Biblia suscitan tanta controversia como Romanos 9. El tema de la elección de Dios para redimir a una persona en lugar de otra, basado únicamente en su elección soberana, es una afrenta absoluta a la mayoría de las sensibilidades modernas de la justicia y la equidad. Pero al apóstol Pablo no le molestaban esas objeciones. De hecho, usó la verdad de la soberanía de Dios para repudiarlas y reafirmar la justicia y la rectitud impecable de Dios.
Pablo tenía una pasión por la salvación de los pecadores, y era particularmente fuerte para los Judíos – después de todo, ellos eran su pueblo. Así que en Romanos 9 comienza diciendo: «Digo la verdad en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, de que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.» (Romanos 9:1-2). ¿Qué preocupaba a Pablo? Explica: «Porque desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne» (Romanos 9:3). El corazón de Pablo se rompe por los judíos perdidos de tal manera que desearía salir de la comunión con Cristo para ganar su salvación. Ese es un celo evangelizador del que la mayoría de nosotros no conocemos nada. Expresa el mismo apasionado anhelo un capítulo más tarde: «Hermanos, el deseo de mi corazón y mi oración a Dios por ellos es para su salvación» (Romanos 10:1). Todo en Romanos 9 está entre esas expresiones de profundo deseo de salvación de sus compañeros israelitas.
El extravío espiritual y la incredulidad de Israel encendieron el corazón de Pablo. A los judíos se les había dado la adopción como hijos, la gloria, los pactos, la Ley, el Templo, y todas las bendiciones y promesas de ser el pueblo de Dios. Descendieron de los padres, la línea misma de Cristo. Pero habían rechazado todo eso y más, perdiendo su herencia espiritual e invitando a la ira de Dios. Y Pablo quería desesperadamente verlos salvados. Él está literalmente rogando a Dios por la salvación de los pecadores. Y ese celo evangelizador lo llevó hasta Roma, donde finalmente fue decapitado por la fe.
Pablo sabía lo que es esencial para que los pecadores se salven. En primer lugar, explica que requiere la soberanía divina. Reconoció que la salvación es una obra divina. En Romanos 9:6, Pablo indica que algunos creían que los planes de Dios habían fallado. Pero la Palabra de Dios no ha fallado en la incredulidad de Israel, y aquí está el porqué: «Porque no todos los israelitas son descendientes de Israel» (Romanos 9:6). Dios nunca tuvo la intención de salvar a todo Israel, siempre ha sido selectivo. Pablo explica que la bendición no se extendió por igual a toda la descendencia de Abraham – que vino a través de Isaac, luego de Jacob. Dios nunca hizo un secreto de que esto era parte de su plan divino: «…A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí » (Romanos 9:13).
Pablo anticipa la posible objeción a la selectividad de Dios, y la evita. » ¿Qué diremos entonces? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! » (Romanos 9:14). Esa frase final, mē genoito, es el negativo más fuerte en el idioma griego. Pablo está diciendo «No, nunca, para nada». Continúa: «Porque Él dice a Moisés: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y tendré compasión del que yo tenga compasión. Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” (Romanos 9:15-16). La elección de gracia del Señor de ciertas personas para la vida eterna es sólo eso, Su elección. No se basa en el mérito o el esfuerzo humano. Para ilustrar aún más las prácticas discriminatorias de Dios, Pablo mira mucho tiempo atrás hasta al Faraón:
Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para demostrar mi poder en ti, y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra. Así que del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece. (Romanos 9:17-18)
Una vez más, Pablo sabe que nuestra inclinación natural es objetar sobre la base de la llamada justicia. En el versículo 19 él plantea la objeción por nosotros: «Me dirás entonces: ¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios? Porque ¿quién resiste a su voluntad?» ¿Cómo puede Dios encontrar fallas en nosotros si es Él quien toma la decisión? ¿Cómo puede endurecer el corazón del Faraón, y luego hacerlo responsable de las acciones de un corazón duro?
Pablo responde a esas quejas diciéndonos esencialmente, en su propia lengua vernácula, que nos callemos:
20 Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así? 21 ¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honorable y otro para uso ordinario? 22 ¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción? (Rom 9:20-22)
Como el alfarero, Dios ejerce una autoridad definitiva e incuestionable sobre nosotros, la arcilla.
Ahora, tenga en cuenta también que Dios ejerce su soberanía sin hacer ninguna violencia a la voluntad de la criatura. El Faraón era culpable porque él mismo se rebeló voluntariamente contra Dios. Dios no anuló ningún deseo o inclinación del Faraón para endurecer el corazón del malvado gobernante. El endurecimiento del corazón del Faraón no se hizo en contra de la voluntad del propio Faraón.
Aún así, este pasaje de Romanos 9 es quizás la declaración más fuerte de la soberanía divina en el Nuevo Testamento. Debemos entender que Dios tiene el derecho de desplegar su ira y su justicia para su gloria tanto como tiene el derecho de desplegar su misericordia y su gracia. Obviamente, preferimos la gloria que recibe de su gracia, pero también recibe la misma gloria de su ira. Simplemente no depende de nosotros determinar cómo Dios manifiesta su gloria. Pablo entiende que la salvación es una obra soberana y que Dios no es injusto, y nada aquí contradice la verdad del Salmo 119:142, que dice: «Tu justicia es una justicia eterna». Dios hará lo que Dios hará, y siempre será justo y equitativo.
(Adaptado de None Other)
Disponible en línea en: https://www.gty.org/library/blog/B200406
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