Vida Cristiana
El Arrepentimiento
El Arrepentimiento
Gary Gilley
Si hay un elemento del mensaje del evangelio que es minimizado hoy en día es la doctrina del arrepentimiento. Algunos lo han eliminado totalmente; otros han distorsionado y suavizado su significado. Algunos lo han hecho sobre fundamentos teológicos, otros por razones más pragmáticas. En el nivel pragmático tenemos que admitir que el arrepentimiento no se desarrolla muy bien en una sociedad narcisista y orientada al yo. Muchos están muy contentos en recibir a Cristo obteniendo vida eterna sin ninguna interferencia fundamental en sus estilos de vida pecaminosos. Si el arrepentimiento es echado a la mezcla, todo cambia. Si el mensaje del evangelio es que Jesucristo murió por nuestros pecados, nuestra respuesta al evangelio es creer y poner nuestra fe en El para perdón de pecados. Pero, ¿es posible confiar en nuestro Señor para perdón y la justicia correspondiente de Dios (2 Cor. 5:21) y al mismo tiempo continuar aferrándonos a nuestros pecados e ídolos? En otras palabras, ¿podemos volvernos a Cristo para perdón y no tener ninguna intención de volvernos del pecado? Pablo no lo creía (Hechos 26:18-20). La palabra bíblica para volvernos del pecado es “arrepentimiento”, la cual, como intentaré demostrar, es esencial para la experiencia de la salvación. El arrepentimiento no es un paso adicional de fe, representa los dos lados de la misma moneda.
El entendimiento de que la salvación es el resultado de la sola gracia de Dios, recibida a través de solo la fe en Cristo solamente, fue la piedra angular de la reforma y es universalmente reconocida por todos los verdaderos cristianos fundamentales/evangélicos. Sin embargo, todos los aspectos de esta triple declaración de las solas están bajo ataque hoy dentro de los círculos evangélicos. Por ejemplo, el evangelio son las buenas noticias que Dios ha provisto el regalo del perdón, la redención y la reconciliación, solo por gracia. Pero, mientras que todas las ramas cristianas defienden la idea de la gracia, se está haciendo cada vez más popular el entendimiento de que la gracia puede ser administrada a través de ciertos sacramentos u obtenida como resultado de ciertos esfuerzos de nuestra parte. Por consecuencia, algunos negarían que la salvación esta basada en Cristo y su sangre derramada, pero algunos afirman que aun aquellos que nunca han escuchado acerca de Cristo o de la cruz pueden encontrar la redención. Afortunadamente, aun cuando estas herejías están ganando popularidad aun se mantienen al margen de la iglesia conservadora. Aun no han penetrado profundamente al corazón del cristianismo que cree en la Biblia.
De una naturaleza más divisiva es la batalla reciente sobre la segunda de las “solas”- una vez más, todos los verdaderos evangélicos están de acuerdo que la gracia de Dios es recibida a través de la fe sin obras de ningún tipo. El debate es sobre la naturaleza de la fe salvadora. Exactamente, ¿Qué es la fe? En el pasado, desde la reforma hasta la mitad del siglo veinte, había solo la cuestión entre los creyentes conservadores de que la fe salvadora incluía un volver del pecado y volverse a Dios. Algunas citas representativas de un amplio rango de perspectivas teológicas pueden ayudar a demostrar este hecho. No aprueba la teología de cada individuo mencionado abajo: Ellos solamente sirven para mostrar el amplio rango de acuerdo sobre el tema entre líderes cristianos importantes del pasado:
Charles Spurgeon (Bautista Reformado)
“Cristo Jesús ni vino con el fin de que usted pudiera continuar en el pecado y escapar de su penalidad; el no vino tampoco para prevenir la enfermedad mortal, sino para alejar lejos esa enfermedad… Cristo ni vino para salvarnos en nuestros pecados, sino para salvarnos de nuestros pecados”[i]
William Booth (Metodista)
“El principal peligro del siglo veinte será: la religión sin el Espíritu Santo, el cristianismo son Cristo, el perdón sin arrepentimiento, la salvación sin la regeneración, y el cielo sin el infierno”.[ii]
A.W. Tozer (Evangélico – Alianza Cristiana Misionera)
“Los cuasi-cristianos siguen un cuasi-Cristo. Ellos quieren Su ayuda pero no Su intervención. Lo halagarán pero nunca lo obedecerán.”[iii]
“Es totalmente dudoso que un hombre pueda ser salvo quien venga a Cristo pidiendo Su ayuda, pero sin la intención de obedecerle en absoluto”.[iv]
Benjamín Warfield (Anglicano)
“No podemos decir que creemos en aquello que desconfiamos demasiado para comprometernos a ello”[v]
J.I. Packer (Anglicano)
“El arrepentimiento que Cristo demanda a Su pueblo consiste en una negación firme de poner limites a los reclamos que El pueda hacer sobre sus vidas… El no tiene ningún interés en reunir una vasta muchedumbre de profesantes quienes se dispersen tan pronto como se enteren lo que realmente demanda seguirle.”[vi]
Más recientemente, sin embargo, algunos se han levantado un desafío de este entendimiento de nuestra gran salvación. El Catecismo Menor de Westminster de 1647 (el cual representa el entendimiento teológico de los cristianos conservadores de esa época y aun permanece representativo de muchos el día de hoy) declara: “El arrepentimiento para vida es una gracia evangélica… Y al comprender la misericordia de Dios en Cristo, para aquellos que se arrepienten, el pecador se aflige y aborrece sus pecados, de manera que se aparta de todo ellos y se vuelve hacia Dios.” Y, “EL arrepentimiento para vida principalmente consiste en dos cosas: volverse del pecado y abandonarlos”.[vii]
Algunos, como Charles Ryrie, por el otro lado, han declarado que el arrepentimiento no es nada más que un cambio de mente acerca de Cristo y no tiene nada que ver con el cambiar nuestras mentas acerca del pecado[viii]. Otros, como Zane Hodges, van más allá y dicen que la predicación del arrepentimiento a un crédulo es agregar obras al evangelio[ix]. Mientras que ambos hombres estarían de acuerdo en que la salvación es salvación no solo para justicia y vida eterna sino también salvación (liberación, rescate) del pecado, no creen que cuando un incrédulo se vuelve a Dios este debe también por lo tanto y de acuerdo a estos hombres, pueda volverse a Cristo, confiar en El para salvación, y pedir perdón y aun no tener una intención ni desear absolutamente volverse del pecado. Ya aun ser salvos del pecado y declarados justos.
Algo seriamente esta mal aquí. ¿Es parte del mensaje del evangelio el volverse del pecado así como el volvernos a Dios o no lo es? Como hemos visto, hombres piadosos están formados en ambos lados del tema. Pero las declaraciones de hombres, mientras que sirven como un punto de referencia, no son la fuente final de la verdad. Por esto debemos volvernos a las Escrituras.
La Conversión
Hay tres palabras griegas, epistrepho, metamelomai y metanoeo, encontradas en el Nuevo Testamento que tratan con el concepto de volverse del pecado y volverse a Dios. La primera de estas palabras es episthrepho a menudo traducida “dar la vuelta, regresar o ser convertido”. Alrededor de la mitad de sus usos involucran un cambio físico o secular. Por ejemplo, el demonio exorcizado de un hombre dice: Volveré (epistrepho) a mi casa de donde salí (Mat. 12:44). El resto de los usos de epistrepho tienen una implicación teológica o espiritual –es este el que queremos examinar.
“El significado básico de epistrepho es volverse en el sentido físico, mental o espiritual del término; y esto por lo tanto cuando la palabra se mueve en el mundo del pensamiento y de la religión, significa un cambio de perspectiva y una nueva dirección dada ala vida o a la acción”[x]. Un cambio de cualquier clase involucra dos cosas: volverse de algo y volverse hacia algo. En la esfera de la conversión espiritual (epistrepho) significa, por una parte, un cambio hacia Dios. “Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron (epistrepho) al Señor.” (Hechos 9:35). “Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió (epistrepho) al Señor.” (Hechos 11:21). “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten (epistrepho) a Dios” (Hechos 15:19). “Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto (epistrepho) al Pastor y Obispo de vuestras almas.” (1 Ped. 2:25). Aun en el evangelio de Juan, donde a menudo encontramos el concepto del arrepentimiento, si no la palabra, nos topamos con epistrepho. “Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan (epistrepho), y yo los sane.” (Juan 12:40). A mi entender, pocos tendrían problema con la idea de que la fe salvadora involucra un cambio hacia Dios.
Por el otro lado, una persona no puede volverse a alguien o a algo sin antes volverse de algo. Es en este punto que mucho de la controversia irrumpe. Cuando una persona se convierte a Dios por la gracia salvadora ¿de se convierte ella? Un examen de los textos clave claramente revela que cuando uno se convierte a Dios, simultáneamente se convierte del pecado. Miremos las Escrituras: En 1 Tesalonicenses 1:9 Pablo escribe: “porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis (epistrepho) de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero”. Al convertirse a Dios, los tesalonicenses se convirtieron de sus ídolos. ¿Puede uno convertirse a Dios y aun continuar y aun aferrase a sus ídolos? Pablo no lo creía. Convertirse a Dios de los ídolos es un paquete –ligado inseparablemente.
Cuando Pablo predicaba el evangelio en Iconio el fue claro: “Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis (epistrepho) al Dios vivo” (Hechos 14:15). Es obvio que Pablo no preveía a alguien convirtiéndose a Dios sin antes convertirse de “estas vanidades”. Y recuerde, esto fue en el contexto de la predicación del evangelio, no dando instrucciones sobre la santificación.
En la conversión de Pablo el fue comisionado a los gentiles con el propósito de “para que abras sus ojos, para que se conviertan (epistrepho) de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.” (Hechos 26:18). El evangelio predicado, a través del poder del Espíritu Santo, preparará a las personas a ver la verdad con el fin de que puedan convertirse de algo hacia algo. Se convertirán de la oscuridad (pecado, maldad) a la luz (justicia), del dominio o señorío de Satanás al dominio o señorío de Dios. Y justo cuando no malentendamos la comisión de Pablo, note como él lo aplica a su propio ministerio: el fue a los gentiles predicando: “anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen (metanoeo- vea el significado de esta palabra) y se convirtiesen (epistrepho) a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento (metanoeo)” (Hechos 26:20). Pablo no vaciló en llamar al arrepentimiento y a la conversión. El no veía incongruencia entre la fe y el arrepentimiento del pecado. No había pasos separados, sino que eran parte y conjunto de una misma cosa: el evangelio.
El Diccionario de Teología del Nuevo Testamento (una fuente y estándar valioso para el estudio de palabras) dice esto: “Cuando un hombre es llamado en el Nuevo Testamento para conversión, significa fundamentalmente una nueva conversión de la voluntad humana hacia Dios, un retorno a casa de la ceguera y error hacia el Salvador de todos (Hechos 26:18; 12 Ped. 2:25)… La conversión involucra un cambio de señores. Uno quien hasta entonces había estado bajo el señorío de Satanás (Efesios 2:1-2) viene hacia el señorío de Dios, se lleva a cabo una rendición de vida a Dios en fe incluyendo toda su ser (Hechos 26:20).”[xi]
Un Lamento
La siguiente palabra griega que debemos considerar es metamelomai, una palabra que es a menudo confundida con el verdadero arrepentimiento. No lleva la idea de un cambio de mente o de arrepentimiento, sino más bien un nivel de sentir que de un nivel cognitivo. La idea básica de metamelomai parece ser un lamento, un lamento que puede o no puede llevar a alguien a convertirse a Dios. Por ejemplo, Judas “sintió remordimiento” (metamelomai) de su traiciona Jesús pero el no se arrepintió (Mat. 27:3). Es importante señalar que muchos usan el relato de Judas para probar que el arrepentimiento no es parte de la fe salvadora. Ellos dicen: “Miren a Judas, el se “arrepintió”, pero obviamente no se hizo cristiano”. Sin embargo, la palabra no es metanoeo (arrepentimiento) sino metamelomai (lamento). Judas estaba triste por sus acciones –por cosas que no resultaron como las había esperado. Pero el no estaba arrepentido –el no se volvió de sus pecados hacia Dios para perdón. Ni tampoco se convirtió (epistrepho) en el sentido de convertirse a Dios. El simplemente sintió remordimiento.
En 2 Corintios 7:8, 9 la distinción es clara. Pablo escribe: “Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa (metamelomai), aunque entonces lo lamenté (metamelomai); porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó. Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento (metanoia)”.
El verdadero arrepentimiento puede incluir aspectos de lamento y remordimiento y lo más probable que así será, pero estrictamente hablando, el arrepentimiento es un cambio de mente acerca de algo.
Arrepentimiento
El verbo más importante en nuestro estudio es la palabra griega metanoeo. Esta es la palabra mas a menudo traducida como “arrepentimiento” en el Nuevo Testamento. El uso secular significa el cambio de mente acerca de algo –que es algo que depende del contexto. En el uso del Nuevo Testamento, como lo veremos, metanoeo siempre tiene una referencia al cambio de mente acerca del pecado en tal manera que el individuo realmente se vuelve del pecado.
El Arrepentimiento en el Antiguo Testamento
Un número de palabras en los registros del Antiguo Testamento son traducidos o llevan el significado de “arrepentirse” o “arrepentimiento”. Walter Kaiser escribe que “el uso antiguo profético del término “arrepentimiento” “volverse” al Señor, aparece en 1 Samuel 7:3:[xii]
“Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos.”
Note que Samuel llama al pueblo no solo a volverse a Dios sino también a volverse de sus ídolos. Este es el entendimiento típico del Antiguo Testamento del concepto del arrepentimiento y el mensaje constante de los profetas. “Jehová amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos” (2 Reyes 17:13). Al arrepentimiento del Antiguo Testamento incluye un volverse del pecado y volverse a Dios. Este tema es llevado al Nuevo Testamento y es también un mensaje constante y consistente.
El Arrepentimiento en el Nuevo Testamento
Antes de que exploremos el significado y uso del arrepentimiento en el Nuevo Testamento debemos primero examinar el pasaje favorito de aquellos que niegan que el arrepentimiento tiene lugar en el momento de la salvación. En Hechos 16 tenemos el relato del carcelero de Filipos quien, debido a una poderosa manifestación de Dios, pide a Pablo y a Silas: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” (vv. 30, 31). Puesto que Pablo dice “cree” y no menciona el arrepentimiento o el convertirse del pecado a Dios, la conclusión es que el arrepentimiento es un acto innecesario, de hecho es una agregar obras para la salvación. Si el arrepentimiento fuera necesario Pablo lo hubiera mencionado. ¡Caso cerrado!
Peor no tan rápido. De acuerdo, la salvación es través de la fe solamente en Cristo solamente, pero hay un ciertos de asuntos que tenemos que investigar aquí. Esta simple respuesta de Pablo: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” hacen surgir una serie de preguntas: “¿Qué quiere decir con creer? ¿Quién es el Señor Jesucristo? ¿Qué quiere decir son ser salvo? El carcelero quería ser salvo, pero, ¿salvo de que?
La salvación significa “rescate” o “liberación”. Podemos asumir que el carcelero quiso ser salvo de su pecado y de sus consecuencias. Implícitamente, si no que explícitamente, esto es arrepentimiento. Pero más relacionado a esta discusión es que información adicional con respecto al evangelio ha sido proporcionada. Es cierto que Pablo no menciona el arrepentimiento, peor también es cierto que el no menciona la gracia, la cruz, la resurrección, la muerte substitutoria de Cristo, y muchos otros aspectos del mensaje del evangelio. ¿Significa esto que estos temas no están relacionados y son innecesarios? Prácticamente hablando puedo ir con un incrédulo y decirle “cree en el Señor Jesucristo” y el puede afirmar fe en Cristo. Pero sin más información el nunca podría conocer quien es Cristo o que es lo que ha hecho. El podría “creer” pero no ser salvo.
Seguramente en nuestros esfuerzos evangelísticos bien podemos no pedirle a alguien que crea en Cristo sin antes primero explicarle todo el evangelio –y tampoco lo hizo Pablo. En el siguiente versículo se nos dice: “Y le hablaron la palabra del Señor a él” (v. 32). No sabemos el contenido de esta instrucción, pero podemos confiar que antes que el carcelero verdaderamente colocara su fe en Cristo el conoció el evangelio desde el principio hasta el fin. El punto es que es muy difícil e incorrecto, basar una doctrina en un pasaje sencillo, tal como este lo es, en el cual no conozcamos exactamente que fue lo que se dijo.
Por el otro lado, mientras que no sabemos los detalles de lo que se le dio al carcelero, no sabemos el contenido de algunos sermones apostólicos. En Pentecostés, en el primero sermón de Pedro concluye con esta invitación: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Pedro no perdió el tiempo, en su siguiente oportunidad el demandó: “arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19). Ni es solo una doctrina de los labios de Pedro. Pablo proclamó en el Areópago: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Después cuando Pablo estaba defendiendo su comisión apostólica al Rey Agripa el explica que el Señor lo envió “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí (Cristo), perdón de pecados y herencia entre los santificados.” (Hechos 26:18). El evangelio que Pablo predicó llamaba a los hombres a convertirse (epistrepho), por la fe, de las tinieblas a la luz y del dominio de Satanás al dominio de Dios. Ahora, antes de que comencemos a decir lo que esto significa, todo o que tenemos que hacer es ir a los versos 19 y 20 y ver lo que Pablo quiere decir. “…no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen (metanoeo) y se convirtiesen (epistrepho) a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.” Sin preguntar Pablo veía su ministerio llamando a hombres y mujeres a arrepentirse y convertirse a Dios el cual resultaba en una vida transformada.
Pero ¿qué significa arrepentimiento?
Seguramente nadie puede estar en desacuerdo con las palabras claras de la Escritura. Así que ¿cuál es el problema? El debate recae ampliamente en el área de la definición. La palabra griega más importante (metanoeo) significa cambio de mente acerca de algo. Charles Ryrie y los demás como él enseñan que el arrepentimiento es un cambio de mente acerca de quien es Jesucristo. Al arrepentimiento, en su entendimiento, no tiene nada que ver con el pecado. Cambiar nuestras mentes acerca de Cristo es parte de la fe salvadora, pero cambiar nuestras mentes acerca del pecado y de su señorío sobre nuestras vidas son “obras”, como ellos dicen. ¿Es esto cierto? ¿El arrepentimiento no tiene ninguna referencia al pecado? Bueno, la única manera de saberlos es estudiando la Escritura misma.
Examinando el uso del verbo “arrepentirse” (metanoeo) y el sustantivo “arrepentimiento” (metanoia) podemos determinar como es usada la palabra en el Nuevo Testamento. No todas las referencias que examinaremos están en el contexto de la salvación o del evangelio, porque no es nuestra intención en este punto unir el arrepentimiento y la fe salvadora (lo haremos después). En este punto simplemente queremos ver como los escritores del Nuevo Testamento usaron las palabras metanoeo/metanoia. Cuando los lectores originales del Nuevo Testamento encontraron la palabra “arrepentirse” ¿Qué creyeron que significaba?
Metanoeo y Metanoia en los Evangelios
Anteriormente señalé el concepto del Antiguo Testamento del arrepentimiento (y la conversión). Esta más allá de la duda que cuando los profetas del Antiguo Testamento llamaron al arrepentimiento, estaban llamando al pueblo a convertirse de sus pecados. La idea de “cambiar su mente” acerca de Cristo sería completamente extraña para los escritores del Antiguo Testamento. Esto debemos tenerlo en mente al irnos al los evangelios. Cuando Juan el bautista y Jesús vinieron predicando el arrepentimiento ¿Qué fue lo que su audiencia entendió acerca de su significado? Seguramente la primer cosa que cruzó por sus mentes fue arrepentirse del pecado y convertirse a Dios. A menos que Juan, Jesús o los escritores de los evangelios específicamente redefinieran el arrepentimiento en otros términos, podríamos esperar que el arrepentimiento llevara la misma connotación que había tenido por siglos. Pero no vemos tal cambio.
En el Nuevo Testamento el significado de metanoeo/metanoia no es definido por el contexto en numerosos pasajes. En otras palabras, las palabras mismas son usadas pero su significado específico es discutible (Mat. 3:2; 3:8, 11; 4:17; Mar. 1:15; Luc. 3:8; 16:30). Como ejemplo, Juan el bautista llamó al pueblo a “arrepentíos por que el reino de los cielos se ha acercado” (Mat. 3:2). Jesús aun no había venido a escena cuando Juan pronunció estas palabras, entonces, podríamos esperar que el pueblo judío vieran de la misma manera lo que veían en mensajes similares de los profetas del Antiguo Testamento, i.e., volverse del pecado y volverse a Dios. Dando el beneficio de la duda, no podemos probar que esto fue lo que quiso decir Juan.
Por el contrario, en muchos otros casos el contexto en el cual metanoeo/metanoia son usados, el sujeto es claramente el pecado y la necesidad de convertirse de ello (Mat. 9:13; 11:20; 12:41; Mar. 1:4; 2:17; Luc. 3:3; 5:32; 6:12; 10:13; 11:32; 13:3, 5; 15:7, 10; 17:3). Algunos pasajes representativos dicen: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:7); “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.” (Luc. 15:10); “Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.” (Luc. 17:3, 4). En la Gran Comisión, Jesús informa a sus discípulos: “que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Luc. 24:47). En cada uno de estos casos es irrefutable que el arrepentimiento/arrepentirse significa un cambio de mente o convertirse del pecado. Ni una sola vez es definido el arrepentimiento como un cambio de mente acerca de Jesús.
Metanoeo y Metanoia en el Libro de los Hechos
Al dejar la escena Jesús, encontramos a los apóstoles, en obediencia a la Gran Comisión, predicando arrepentimiento. De los once usos de mentanoeo/metanoia en el libro de los Hechos, dos (5:31; 8:22) están en el contexto del pecado en general. Hablando a Simón el mago, por ejemplo, quien decía ser un creyente pero había cometido un gran pecado, Pedro dice: “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón” (hechos 8:22). Simón debía convertirse de su pecado si quería ser perdonado.
En Hechos 11:18; 13:24; 19:4 el contexto no es suficientemente específico para determinar dogmáticamente que el arrepentimiento significa convertirse del pecado, sin embargo esto sería la conclusión más probable en cada caso.
Las otras cinco referencias son todos en el contexto de la salvación. Hemos visto en algunas de ellas antes pero note cuidadosamente cada contexto. En Hechos 2:38 los judíos se les dice que se arrepientan para el perdón de pecados. En Hechos 3:19 se les dice que se arrepientan para que sus pecados sean borrados. Hechos 17:30 dice que Dios llama a hombres en todo lugar a arrepentirse. En Hechos 20:21 Pablo dice que el predicó tanto a judíos como a griegos la necesidad del “arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”. En Hechos 26:20 esta la declaración de la misión de Pablo la cual es llamar a hombres a arrepentirse y convertirse a Dios. En ninguno de estos ejemplos el arrepentimiento es redefinido como un cambio de mente acerca de quien es Jesús. En el menos tres de los casos metanoeo/metanoia están definitivamente en el contexto del pecado y el perdón de pecados. Nuestra conclusión a través del libro de los Hechos es que nada ha cambiado –el arrepentimiento aun significa lo que siempre ha significado: convertirse de pecado.
Metanoeo y Metanoia en Apocalipsis
Cada mención de metanoeo/metanoia en Apocalipsis esta en el contexto inmediato del pecado (2:5, 16, 21, 22; 3:3, 19; 9:20, 21; 16:19,11). Apocalipsis 2:21 dice: “Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación.” Apocalipsis 9:21 dice así: “y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos.”. Esto es instructivo puesto que Apocalipsis es el último libro del Nuevo Testamento escrito y encontramos que el significado del arrepentimiento ha permanecido constante. En cada pasaje claramente definido en el Nuevo Testamento, el arrepentimiento tiene siempre el significado de convertirse del pecado. Metanoeo/metanoia no son siempre usados en referencia a la salvación sino siempre conlleva la connotación de convertirse del pecado.
Metanoeo y Metanoia en las Epístolas
En las epístolas metanoia es encontrada varias veces. Ocasionalmente, su significado es indeterminado (Rom. 2:4; 2 Tim. 2:25; Heb. 6:1, 6). En otros casos el pecado es indiscutiblemente el contexto (2 Cor. 7:9, 10; Heb. 12:17). El único uso de metanoeo en las epístolas es 2 Corintios 12:21; “que cuando vuelva, me humille Dios entre vosotros, y quizá tenga que llorar por muchos de los que antes han pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido”. Aquí, una vez más, el arrepentimiento es usado en el contexto del pecado. Ninguna vez encontramos lo contrario. Ninguna vez encontramos arrepentimiento haciendo alguna referencia a cambiar nuestras mentes acerca de quien es Cristo. El contexto, cuando puede ser determinado, siempre esta en la esfera del pecado; en ningún pasaje esta la idea de convertirse del pecado extraña a su contexto.
Con esto en mente 2 Pedro 3:9 debe ser considerado cuidadosamente: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (metanoea).” Si, cuando las Escrituras nos llaman al arrepentimiento, significa convertirse del pecado y volverse a Dios como hemos demostrado, entonces, decir a los pecadores que no deben volverse del pecado (solo deben cambiar su mente acerca de Cristo para ser salvos) es un evangelio falso. La salvación es a través de la fe solamente. La fe salvadora significa que nos hemos convertido de nuestros ídolos y del pecado en el cual hemos confiado siendo salvos habiendo sido esclavos por mucho tiempo y convertirnos a Cristo en fe, con el fin de recibir el perdón y la libertad de esos pecados (Rom. 6:12-14) y la justicia de Dios (2 Cor. 5:21). Ser salvos seguramente significa que somos salvos de algo para algo. Somos salvos del pecado para la justicia encontrada en Cristo.
Sin embargo, los oponentes del arrepentimiento rápidamente notan que metanoeo/metanoia es rara vez usada en referencia a la salvación en las epístolas. Por tanto, ellos concluyen, que no es parte del evangelio. ¿Cómo refutamos esto? De varias maneras:
1) El libro de los Hechos registra el mismo período de tiempo durante el cual muchas de las epístolas fueron escritas. Por ejemplo cuando Pablo hablo las palabras registradas en Hechos 26:20 diciendo que su ministerio había sido llamar a las personas a “arrepentirse y convertirse a Dios”, el ya había escrito 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Corintios, Gálatas, y similarmente Romanos. Mientras que el menciona el arrepentimiento solo cuatro veces en estas cinco epístolas. Sin embargo él proclama en Hechos 26:18-20 que llamar a los hombres y mujeres al arrepentimiento siempre había sido su ministerio por todo el tiempo.
2) El Nuevo Diccionario Internacional de Teología del Nuevo Testamento tiene un excelente comentario en este punto:
El hecho de que este grupo de palabras no ocurre a menudo en los escritos Paulinos (solo 5 veces) y no todos en los Joanianos (aparte de Apocalipsis), no significa que la idea de la conversión no esté presente ahí sino que solamente que mientras tanto se ha desarrollado una terminología mas especializada. Tanto Pablo como Juan están de acuerdo en la idea de la conversión mediante esa fe. Pablo habla de la fe como “siendo de Cristo”, como “la muerte y resurrección del hombre junto con Cristo”, como “la nueva creación”, como “vistiéndose del nuevo hombre”. La literatura joanina representa la nueva vida en Cristo como el “nuevo nacimiento”, como pasando de la muerte a la vida y de la oscuridad a la luz, o como la victoria de la verdad sobre la falsedad y el amor sobre el odio.[xiii]
3) Puesto que la Escritura nunca contradice la Escritura es un precedente peligroso marcar una parte de la Escritura en contra de otra. Debemos reconocer las distinciones de su contexto, pero rechazar una enseñanza cara de doctrina solo porque no es encontrado en ciertos pasajes favoritos es un serio error. Por ejemplo, nuestro Señor ni una sola vez utilizó la palabra “gracia” (y es solamente encontrada cuatro veces en los cuatro evangelios, y nunca es usada en la primera epístola de Juan) pero ¿quien lo descartaría de su lugar de prominencia en el mensaje del evangelio? Es posible aislar las Escrituras. Si, Es cierto que las epístolas fueron escritas principalmente para enseñar doctrina a la iglesia –pero esto no significa que la doctrina no pueda ser encontrada en otras partes de la Escritura. El arrepentimiento, definido como convertirse del pecado como parte de la fe salvadora, es claramente enseñado en muchos pasajes de las Escrituras. Quienes somos para redefinir esa palabra, o eliminarla totalmente, solo porque no es encontrada en pasajes en los cuales algunos dicen que debe estar (tales como el evangelio de Juan)
Estudios de Palabras
En realidad el peso de la prueba están en aquellos quienes deben luchar con los llamados claros al arrepentimiento encontrados en la Escritura (e.g. Hechos 2:38; 3:19; 26:18, 20). Hay solo en realidad tres opciones cuando es examinada la evidencia. Pedro y pablo sabía de que estaban hablando y llamaban a las personas a la fe a convertirse de sus pecados y volverse a Dios. O, estos hombres y otros más estaban en un error en lo que enseñaban (una posición impensable). O, el arrepentimiento significa algo más, i.e. cambiar la mente acerca de quien es Jesús. ¿Cuál de estas es?
Creemos que hemos mostrado una prueba conclusiva de que en cada caso, donde puede ser determinado su significado, metanoeo/metanoia en el Nuevo Testamento significa convertirse del pecado. Por el otro lado, no hay ni un solo uso claro de cualquier palabra para arrepentimiento que específicamente y exclusivamente cambie la mente acerca de Cristo. ¡Ni uno!
Sigamos adelante y examinemos las definiciones dadas por los expertos sobre estudio de palabras:
Estudio de Palabras de West: El Arrepentimiento en el Nuevo Testamento “incluye no solo el acto de cambiar la actitud hacia una opinión sobre el pecado sino también renunciar a él… El acto de arrepentimiento es basado primero que todo principalmente sobre una comprensión de el carácter del pecado, la culpa del hombre con respecto a ellos, y el deber del hombre de apartarse de ellos”[xiv]
Vines: “En el NT el asunto tiene referencia principalmente al “arrepentimiento” del pecado, y este cambio de mente incluye tanto volverse del pecado como volverse a Dios.”[xv]
El Nuevo Diccionario Internacional de Teología del Nuevo Testamento: “convertirse (en el OT) significa dar completamente una nueva dirección al hombre como un todo y volverse a Dios. Esto incluye apartarse de la maldad… (en el NT) el entendimiento intelectualmente predominante de metanoia como cambio de mente juega un apequeña parte en el NT. Más aún la decisión del hombre a darle la vuelta es enfatizada. Es claro que no estamos preocupados por un cambio externo simplemente ni con un simple cambio intelectual de ideas.”[xvi]
Kittel: el arrepentimiento es una “conversión radical, una transformación de naturaleza, un volverse definitivo de la maldad, un cambio decidido a Dios en obediencia total”.
Conclusión
Algunos han concluido que incluir el arrepentimiento como parte de la fe salvadora es “obras de justicia”. Esto es, es un acto en el que un hombre deben agregar a la fe con el fin de ser salvo. Hemos mostrado desde la Escritura que ese no es el caso. Además, de acuerdo a la Escritura, el arrepentimiento es un don de Dios (vea Hechos 11:18; 2 Tim. 2:25). As1= nadie puede confiar en Cristo para salvación a menos que Dios lo capacite para hacerlo, así, nadie se arrepiente si Dios no le concede el arrepentimiento. El arrepentimiento no es una obra más de lo que lo la fe es.. El punto es, cuando una persona verdaderamente se convierte a Cristo el también se convierte del pecado. Esto es claro en la enseñanza de la Palabra de Dios.
Tomado del libro:
This Little Church Went To Market
[i] Charles Spurgeon, Metropolitan Tabernacle Pulpit Vol. 11, (Banner of Truth 1992), p. 138.
[ii] Como se cita en The Day Drawing Near, Vol. 2 no. 2, p. 4.
[iii] A.W. Tozer, Man: The Dwelling Place of God (Harrisburg: Christian Publications, 1966), p. 143.
[iv] A.W. Tozer, The Root of Righteous (Harrisburg: Christian Publications, 1955), p. 85
[v] Benjamin B. Warfield, Biblical and Theological Studies (Presbyterian & Reformed, 1952), p. 403.
[vi] J.I. Packer, Evangelism and the Sovereignty of God (Downers Grove: Inter-Varsity Press, 1961), p. 403.
[vii] The Westminster Shorter Catechism section LXXXVII
[viii] Vea Charles Ryrie, So Great Salvation (Chicago: Moody Press, 1997), pp. 96-99.
[ix] Vea Zane Hodges, The Gospel Under Siege (Dallas: Redención Viva, 1981).
[x] William Barclay, Turning to God (Philadelphia: The Westminster Press, 1964), p. 20.
[xi] Colin Brown (Editor General), The New International Dictionary of New Testament Theology, Vol. 1 (Grand Rapids: Zondervan, 1979), p. 355.
[xii] Walkter C. Kaiser, Jr. Toward an Old Testament Theology (Grand Rapids: Zondervan, 1978), p. 137.
[xiii] Ibíd., p. 359.
[xiv] Kenneth Wuest, Studies in the Vocabulary of the Greek New Testament (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1976), p. 28.
[xv] Vines Complete Expository Dictionary of Old and New Testament (Grand Rapids: Eerdmans, 1985), pp. 1002-1003.
[xvi] Gerhard Kittle, Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids: Eerdmans, 1985), pp. 1002-1003
¡Una CIta a la Cual No Faltarás!
¡UNA CITA A LA CUAL NO FALTARÁS!
Por Joel R. Beeke
Estimado lector:
Quizá usted y yo no nos conocemos; posiblemente nunca nos veamos. Sin embargo, quiero escribirle una carta personal.
Le escribo porque usted y yo tenemos más cosas en común de las que usted puede percatarse. Aunque nunca nos lleguemos a conocer en este mundo, un día estaremos en la presencia uno del otro porque ambos poseemos un alma inmortal. Con esta alma debemos presentarnos ambos delante de Dios, Creador suyo y mío, en el gran día del juicio final. “Tal como está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después el juicio.” (Heb. 9:27)
Usted podrá intentar todo lo posible por alejar de usted el pensamiento de la muerte. Pero ni así podrá usted escapar del hecho de que usted debe morir. Usted sabe que debe morir y encontrarse con Dios. Quizá usted rehúse pensar sobre la muerte porque usted también sabe que tras la muerte viene el juicio tan cierto como tras el día viene la noche. Por tanto, con toda seriedad, podría acaso hacerle una pregunta más significativa que ésta: ¿Qué sucederá con usted cuando muera?
La Biblia, la conciencia, el sentido común, todos le declaran que existe una eternidad a la cual usted debe enfrentarse. Por ello, por su propio bien no evada este pregunta: ¿Estoy preparado para morir y encontrarme con Dios para ser juzgado?
Siento tener que decirle que millones de personas actualmente piensan que están preparados para encontrarse con Dios, los cuales terminarán en el infierno tras el gran día del juicio final. Esto es lo que Dios nos dice en Su Palabra Santa: “Muchos me dirán en aquel día: ‘¡Señor, Señor! ¿no profetizamos en Tu Nombre? ¿en Tu Nombre no echamos demonios? ¿y en Tu Nombre no hicimos muchas obras poderosas?’ Entonces yo les declararé: ‘Nunca os he conocido. ¡Apartaos de Mí, obradores de maldad!’” (Mat. 7:22-23)
Alguna vez ha considerado que terrible despertar les espera a todos aquellos que transitan por esta vida pensando que todo está bien con ellos y que ese día escucharán al estar presentes delante del Dios Altísimo, “Nunca os he conocido”? No hay palabras que describan la angustia del alma para aquellos que recibirán esta sentencia: “Apartaos de Mí, obradores de maldad”.
Estaremos también usted y yo entre los “muchos” decepcionados de quienes Cristo habla en Mateo capítulo 7?
Estimado lector, concédame por favor 5 minutos de su tiempo para intentar mostrarle quienes terminarán en el infierno y quienes en el paraíso.
La senda ancha a la destrucción eterna
En primer lugar, honestamente debo decirle que la Biblia nos informa en Mateo 7 que la vasta mayoría de la gente será enviada al infierno. “Ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la destrucción, y son muchos los que entran por ella. Pero cuan estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que la hallan.” Quizá esto le suene cruel, pero este triste hecho es cierto no porque Dios es cruel; mas bien, somos crueles con nosotros mismos. Desafiamos a nuestro Creador en forma deliberada y despreciamos Su amor, a la vez que quebrantamos Sus mandamientos los cuales nos han sido dados para nuestro verdadero bienestar. Por tal rebelión y perversidad, todos hemos ganado la muerte y el infierno. Estas son las únicas dos cosas que merecemos, “porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Rom. 3:23), y “la paga del pecado es muerte” (Rom. 6:23).
¿Que clase de personas están incluidas en esta vasta multitud destinada al infierno?
(1)Toda persona impía terminará en el infierno. Esto incluye a aquellos que abiertamente viven en perversión, haciendo cosas tales como:
pasar el tiempo en tabernas y gastar el dinero en bebidas alcohólicas y drogas,
involucrarse en relaciones sexuales ilícitas,
emplear el Domingo como cualquier otro día de la semana,
ver diariamente la manifestación gráfica del pecado a través de la televisión,
jurar contra Dios al emplear Su Santo Nombre en vano,
vivir una vida de rebelión en contra de los padres y toda autoridad dada por Dios.
Tales personas impías terminarán en el infierno a menos de que el Señor los lleve a un verdadero arrepentimiento y conversión mediante el poder de Su gracia. Pertenece usted a este grupo? Si es así, le urjo a que busque la gracia que produce arrepentimiento, confesión y conversión, antes de que sea tarde para siempre para buscar al Señor!.
(2)Toda persona mundana terminará en el infierno. Me refiero a aquellos que se abstienen de pecar deliberadamente, pero cuyas vidas están estrechamente unidas al mundo, quienes viven sin pesar alguno cuando en forma continua hacen cosas tales como:
ponerse a si mismo antes y por encima de Dios
estimar las posesiones y riquezas mundanas más que a las riquezas de la gracia de Dios,
promover los deseos de otras personas por encima de la voluntad de Dios conforme es revelada en Su Palabra,
valorar las necesidades de la vida cotidiana por encima de la necesidad de un Salvador para sus almas inmortales,
considerar los resultados del pecado como más trágicos que ofender y pecar contra su santo Creador quien les colma de bendiciones,
creer que es más importante lo que sus vecinos y amigos piensan de ellos que lo que Dios piensa de ellos.
Los tales terminarán en el infierno a menos de que el Señor los lleve a un verdadero arrepentimiento y conversión mediante el poder de Su gracia. Pertenece usted a este grupo?
Si es así, debo decirle: si usted llegase al cielo no tendría felicidad en él, porque el Señor del cielo no es su amigo -lo que a El le place a usted no le agrada; lo que a El le disgusta a usted no le ocasiona problema. Su Palabra no es su consejero; Su luz no es delicia para usted; Su ley no es su guía. A usted poco le importa escuchar de El; mucho menos hablar con El. Estar para siempre en Su compañía sería algo que usted no podría soportar; la convivencia con santos y ángeles le fastidiaría. En relación a su vida cotidiana, la Biblia poco significa para usted, Cristo menos aún, y la salvación es una cuestión innecesaria. «¡Despiértate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo!»… “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Efe. 5:14; Mat. 6:24).
(3) Muchas personas religiosas terminarán en el infierno. Es posible ser condenado al infierno a pesar de acudir a iglesias fieles, de ser maestros de escuela dominical, o inclusive ministros. La religión puede ser nuestro tema favorito, nuestra conversación puede versar sobre Dios y Jesucristo, y nuestro diario caminar puede parecer intachable -todo esto sin que nuestra alma sea salvada de la destrucción.
Podemos ser tan religiosos como las 5 vírgenes insensatas en Mateo 25, poseyendo la misma confesión, la misma expectativa, las mismas lámparas, y la misma apariencia externa de las 5 vírgenes prudentes -y aún así perecer. Podemos ser tan religiosos como Acab, del cual la Palabra dice, “…rasgó sus vestiduras, puso cilicio sobre su cuerpo, ayunó y se acostó con el cilicio; y andaba humillado” (I Reyes 21:27) -y aún así ser inconverso.
Es posible experimentar convicciones comunes de pecado e impresiones de Dios y de Sus santos atributos -inclusive reconocer el pecado y en cierta formar humillarse, gemir y orar por el mismo, temer cometer pecado de nuevo- y aún así no poder entrar en el reino de los cielos. Piense en Caín, Saúl, y Judas.
Necesitamos más que una religión sentida a medias y que acudir a una iglesia. Necesitamos de la obra irresistible y regeneradora del Espíritu Santo para poder nacer de nuevo y ser convertido. Solo entonces es cuando podemos amar a Dios con todo nuestro ser -el ingrediente faltante en los ejemplos previos- y ansiar tener a Dios como el hombre sediento ansia agua fría. Solo entonces la gracia de Dios nos permite prepararnos para encontrar al Señor. “Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas” (Lucas 11:35).
Como puedo saber si estoy incluido entre aquellos que irán al cielo?
La senda angosta a la vida eterna
Todos aquellos que han de ir al cielo confesarán que su salvación ha sido un gran milagro de la gracia gratuita del Señor. Serán almas que verdaderamente han nacido de nuevo por el poder del Espíritu Santo (ver Juan 3). Serán personas que han sido convertidas por Dios, lo cual implica que experimentan tres cosas: (1) una pena profunda por su propia iniquidad, (2) una inmensa alegría por la salvación en Cristo Jesús, y (3) una sincera gratitud a Dios por Su gran salvación (ver Rom. 7:24-25; Salmos 50:15).
(1) Cuando el Espíritu Santo comienza a obrar la salvación en un pecador El no empieza revelándole a Cristo. Por naturaleza no hay cabida para Cristo en nuestros corazones. Mas bien El le confronta cara a cara con su trágica miseria y peligroso estado de pecaminosidad delante de Dios. El pecador es llevado a experimentar:
una pena sentida desde el fondo de su corazón sobre sus innumerables pecados actuales en sus pensamientos, palabras y acciones contra Dios que todo lo sabe;
una pena sentida desde el fondo de su corazón sobre el vivir sin Dios, sin Cristo, y sin esperanza en el mundo;
una pena sentida desde el fondo de su corazón sobre su terrible pecado original adquirido al caer juntamente con Adán, comprendiendo que su corazón es una fuente de contaminación y corrupción en su totalidad;
una pena sentida desde el fondo de su corazón no solo porque la carga del pecado es muy pesada para ser llevada, sino también porque encuentra imposible liberarse por si mismo de esta carga.
una pena sentida desde el fondo de su corazón cuando el es traído al punto en que se da cuenta de que el no puede salvarse a si mismo pero aun así el debe ser salvo, por lo cual implora “Señor, tu eres justo y tienes todo el derecho de separarme de ti para siempre, pero será posible que haya algún camino en Ti para escapar de Tu castigo divino y ser restaurado en Tu misericordia?”
Se considera usted también un pecador miserable, despreciable, consternado, culpable y perdido -un pecador que por experiencia sabe que no hay esperanza de salvación en usted mismo?
(2) Cuando el pecador experimenta que no tiene futuro alguno más que la condenación, y que el Espíritu Santo le habilita a abandonarse a Dios como único refugio, ese mismo bendito Espíritu le ha de mostrar el indescriptiblemente rico y magnífico camino de salvación y liberación de Dios mediante la sangre y sacrificio completo del Señor Jesucristo. El pecador es llevado a experimentar:
una necesidad de Cristo;
una visión hermosa, completa y pertinente de la obra redentora de Cristo;
una revelación de Cristo en su alma mediante la Palabra y Espíritu, a través de la cual comprende la forma en que Cristo enteramente obedeció la ley y llevó por completo el castigo del pecado en sustitución de pecadores caídos y despreciables;
una aplicación de Cristo mediante la cual puede ceñir a Cristo con gozo indecible como su Salvador y su salvación.
Ha experimentado usted también algo de Cristo como el gran camino de liberación mediante el poder del Espíritu Santo aplicando la Palabra de Dios a su alma? Le ha provocado un deseo de conocer a Cristo más y más como su Todo-en-Todo -conocerle experimentalmente como el Salvador único y diligente que salva hasta lo imposible?
(3) Finalmente, aquellos que verdaderamente experimentan el camino de salvación del Señor en Jesucristo expresarán también una sentida gratitud por tan gran liberación: “¿Qué daré a Jehová por todas sus bendiciones para conmigo?” (Salmos 116:12). Ellos desean entregar todo, alma y cuerpo, en las manos del Señor por toda la eternidad, yacer a Sus pies en sumisión verdadera, y confesar, “Sea hecha Tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra.” A pesar de nuestras transgresiones, deseamos vivir para la gloria de Dios por sobre todas las cosas, y servir a nuestro prójimo con amor para su bienestar espiritual y temporal.
Estimado lector, examínese a usted mismo.
Por cual senda camina usted?
Transita usted por la senda ancha a la destrucción eterna o por la senda angosta a la vida eterna? En este mundo hay muchos caminos diferentes, pero en el mundo espiritual solamente existen dos, los cuales nunca se cruzan. Son tan opuestos uno del otro como la oscuridad es de la luz, Satanás de Dios, lo natural de la gracia, y el infierno del cielo. Solo Dios, en Su gracia gratuita, nos puede remover de la senda ancha que lleva a la destrucción y colocarnos en la senda angosta que lleva a la vida eterna.
Pecador, rogamos a usted, apártese de sus caminos de pecado y maldad. Implore a Dios por una verdadera conversión, quien no solo dijo, «os es necesario nacer de nuevo”, sino que también dio testimonio de Si mismo, “el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.” Su alma está perdida y su condición es miserable; por ello, ruegue al Señor que le muestre esto, para que pueda haber lugar dentro de usted para el mensaje del evangelio de Jesucristo y El crucificado.
Permítame dejarle una última advertencia. En los veintisiete libros del Nuevo Testamento se menciona al infierno 234 veces. Si el camino de la vida fuera de 27 millas, y hubiera 234 anuncios a lo largo de este camino que leyeran, “Este camino lleva al infierno”, permanecería usted en dicho camino? Mientras usted permanezca un pecador incrédulo, sin arrepentimiento, sin Cristo, autosatisfecho, usted continúa en este camino al infierno. El infierno es el fin de una vida religiosa o mundana que permanece sin Cristo.
Este corto mensaje es también otro anuncio enviado a usted por el Señor para advertirle que todos los caminos del hombre terminan en la muerte. “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6).
¿Cuántos anuncios más le enviará el Señor a su camino antes de que Su paciencia se agote, y cumpla Su propia Palabra: “tal como está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después el juicio”?
Apresúrese, pecador, por su propia vida. El hilo de su existencia aún no ha sido cortado, pero cada vez es más delgado y frágil. El Señor aún le está llamando: “Vivo yo, que no quiero la muerte del impío, sino que el impío se aparte de su camino y viva, dice el Señor Jehová; apartaos, apartaos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis?” (Ezeq. 33:11)
La puerta de la gracia aún está abierta. El trono de Cristo aún no se cierra. Escuchará usted Su voz antes de que sea demasiado tarde? “Besad al Hijo, no sea que se enoje y os perdáis del camino; pues se enciende de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en El se refugian” (Salmos 2:12).
Todos aquellos que han vivido sin Dios en la tierra estarán sin Dios en el infierno. Qué terrible será experimentar junto con el hombre rico en Lucas 16, “en el infierno, estando en tormentos, alzó sus ojos… y gimiendo, dijo:…estoy atormentado en esta llama.”
Querido amigo, deseo advertirle con amor. Ni usted ni yo podemos escapar de la muerte. Es una cita a la cual no faltaremos… pase lo que pase.
Está usted preparado para morir?
Sinceramente,
Joel R. Beeke
El Arrepentimiento Bíblico
EL ARREPENTIMIENTO BIBLICO
La Necesidad de esta Hora
L.R. SHELTON JR.
(1923-2003)
1. La Necesidad de Arrepentimiento
¿Por qué es el arrepentimiento bíblico la necesidad de esta hora? Porque vivimos en una época en que la mayoría de los líderes religiosos realmente niegan la necesidad de arrepentimiento. Si es que lo predican lo debilitan como el presidente de un seminario que dijo que el arrepentimiento no significa mas que “un caballero decirle a Dios que lamenta haber hechos lo que hizo”. Otros dicen que el arrepentimiento es únicamente para los judíos y no para nosotros en la actualidad. Algunos dicen que el arrepentimiento es sólo para los hijos de Dios y que no tienen nada que ver con los pecadores perdidos, mientras que otros predican justo lo contrario: ¡dicen que el arrepentimiento es sólo para pecadores perdidos pero no para los hijos de Dios! ¡Y aún otros afirman que arrepentimiento es meramente una forma de obras y que ningún grupo lo necesita! Por lo tanto, mi propósito es refutar estos errores fatales que están engañando a las almas preciosas para su destrucción eterna.
Ahora escuchemos el testimonio de la Palabra de Dios. Veamos las palabras de nuestro Señor en Lucas 13:3 y 5,: Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. Lo que esta diciendo es esto: “A menos que renunciéis a vuestras armas de rebelión contra Dios, moriréis en el infierno porque permanecéis bajo la ira de Dios. ¡Confesad vuestros pecados y no los cometáis más o moriréis para siempre!”
Por lo tanto, para empezar, tengo que presentar el efecto del pecado sobre la raza humana, especialmente sobre ti y sobre mí. ¿Qué es el pecado?
Pecado: Su definición
En esencia, el pecado es rebelión contra Dios[i]. Esto significa creer que tenemos el derecho de hacer con nuestra vida lo que nos da la gana y de actuar independientemente de Dios y su santa ley. Como dice el apóstol Juan: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción a de la ley” (1ª Juan 3:4). De hecho, el pecado es una manera de decirle a Dios: “No te metas con mi vida; no te necesito”.
Pecado: sus serias consecuencias
La doctrina del efecto del pecado sobre ti y sobre mí y sobre toda la raza humana es muy seria. Así como ningún corazón lo puede concebir apropiadamente, así la boca no puede expresar adecuadamente el estado de perdición y ruina que el pecado ha causado al hombre culpable y desdichado. Te preguntas: “¿Qué ha hecho?” ¡Oh, mi amigo, nos ha separado de Dios! ¡Ha desfigurado y arruinado nuestro cuerpo, alma y espíritu! El pecado ha llenado nuestro cuerpo de enfermedades y dolencias. El pecado ha desfigurado la imagen de Dios en nuestra alma. ¡El pecado ha cortado nuestra comunión con él quien nos hizo a su propia imagen moral! El pecado ha hecho que por naturaleza tú y yo seamos amantes del pecado y aborrecedores de Dios, quien es el único bien. ¡Si, es cosa muy seria considerar el pecado a la luz de la Palabra de Dios, ver lo que le ha hecho al hombre, a Dios y su Cristo, y a la creación de Dios! El pecado nos ha desligado de Dios y ha abierto las puertas del infierno. Es serio porque el pecado le ha costado al hombre su bien más precioso: su alma imperecedera.
Pecado: humillante para el hombre
Además, la doctrina del pecado revelada en la Palabra de Dios es una muy humillante. ¿Por qué? Porque la Biblia no nos presenta meramente como ignorantes y necesitados de enseñanza. Ni nos presenta como débiles y necesitados de un tónico. En cambio, revela que tú y yo estamos espiritualmente muertos y que carecemos de cualquier justicia y rectitud que nos dé algún mérito ante Dios.
Esto significa que espiritualmente carecemos de fuerza, somos totalmente incapaces de mejorarnos a nosotros mismos, estamos expuestos a la ira de Dios y no podemos realizar ni una obra que sea aceptable para un Dios santo (Rom 3:10-18).
La imposibilidad de que alguno pueda ganarse la aprobación de Dios por medio de sus propias obras resulta claro en el caso del joven rico que se acercó a Jesús (Mat. 19). Cuando juzgamos a este joven según las normas humanas, era un modelo de virtudes y de logros religiosos. Pero, como tantos otros que confían en sus propios esfuerzos y su propia justicia, desconocía la espiritualidad y lo estricto de la ley de Dios. Cuando Cristo le mostró la codicia de su corazón, se fue triste, porque poseía muchos bienes. Era humillante descubrir que sus mejores estudios religiosos no eran más que trapos de inmundicia al olfato de Dios (Isa. 64:6). Este joven no quiso confesar que su moralidad y que sus mejores acciones no eran más que obras de tinieblas condenatorias por las que necesitaba sentir pesar y a las que tenía que renunciar.
Pecado: nuestra naturaleza.
¡Que humillante es descubrir que Dios requiere la verdad en lo íntimo (Salm. 51:6)! ¡Que humillante es que no podemos librarnos nosotros mismos del pecado en nuestro corazón y en nuestra mente! Qué humillante es que nosotros, como todos los demás, tenemos que comparecer ante Dios como pecadores y declararnos culpables ante él. No queremos confesar que somos pecadores – perdidos, descarriados, indefensos y culpables – ante Dios. ¡El moral y farisaico no quiere confesar que está en la misma situación ante Dios que el violador, la prostituta y el borracho! No obstante, somos pecadores por naturaleza y en la práctica.
No podemos librarnos del pecado por medio de una resolución, una orden, un sacrificio ni por medio de apararnos totalmente del mundo, porque es nuestra naturaleza. Jeremías 13:23 dice: “¡Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?
Este hecho humilló al apóstol Pablo. Lo llevó a arrepentirse y confesar que ante Dios era un pecador merecedor del infierno. En Romanos 7 nos cuenta que en una época vivía sin la ley; pero que cuando conoció el mandamiento de que no debía codiciar, se llenó de codicia. Comprendió que era carnal[ii], que se había vendido al pecado. Confesó que era humillante enterarse de que lo que quería hacer –vivir justa y rectamente—no podía hacer. Y lo que no quería hacer –pecar contra un Dios santo, recto y justo—eso es lo que hacía. Confesó tener la voluntad de hace lo bueno, pero no el poder para hacerlo. Su voluntad estaba depravada, y su naturaleza pecaminosa lo tenía cautivo: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Rom. 7:19). Por más que luchaba contra él, tomaba resoluciones contra él, lo denunciaba y hacía todo lo que podía en su contra –no se podía librar de él.
De la misma manera, cuando nosotros, por el pode iluminador del Espíritu de Dios, vemos el terrible poder del pecado en nuestra vida, es humillante.
Pecado: Como ve Dios Nuestro Corazón
¡La Biblia declara el efecto del pecado sobre el hombre es tal que nuestro corazón es comparable a algunas de las cosas más repugnantes que nos podamos imaginar! Se vale de estas descripciones para mostrarnos cómo considera Dios nuestros pecados.
¡Sabes que la Palabra de Dios nos describe como gusanos? Lo hace en Job 25:4-6: “¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? ¡Y cómo será limpio el que nace de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas sin limpias delante de sus ojos; ¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano, y el hijo de hombre, también gusano?”[iii] EL significado de la raíz de la palabra usada aquí como gusano en el hebreo es “gusano de podredumbre”[iv]. Esta es la forma como Dios nos ve; en proceso de putrefacción, fuera de Cristo.
Además, ¿sabías que Dios nos describe en nuestra naturaleza depravada como una “podrida llaga”. Así lo hace en Isaías 1:4-6:
“¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás.¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.”
Las Escrituras también muestran que el pecado ha hecho al hombre como bestias ignorantes y estúpidas. Leemos en el Salmo 73:22: “Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti”. También leemos en el Salmo 49:20: “El hombre que está en honra t no entiende, semejante es a las bestias que perecen”. Si todavía estás jugando con el pecado, condenas tu alma al infierno. Y eres como las bestias que perecen porque no entiendes.
Alguien me dice: “¡Esta no es una manera agradable de decir las cosas!” Lo sé, pero es lo que dice la Palabra de Dios. Tenemos que despojarnos de todo nuestro orgullo y fariseísmo y renunciar para siempre a querer algo en nosotros que nos recomiende a Dios.
¡Qué cuadro del hombre depravado! ¡Qué imagen de ti y de mí por naturaleza! Viéndonos en este estado de putrefacción, Dios tiene que ordenar que nos arrepintamos.
Quiero razonar contigo: Si no te ocupas de la eternidad y no piensas en el mundo venidero, entonces de seguro la Palabra de Dios te retrata con exactitud en estas descripciones. Eres un gusano, como una llaga podrida y como una bestia que perece. ¡Oh que supieras tu final (Deut. 32:29) y acudieras ya mismo a Dios arrepentido, y te encomendaras a su misericordia en Cristo! ¡Oh que te presentaras hoy ante el Dios Santo, humillándote ante él, y clamando a él como verdadero arrepentimiento!
2. El Significado del Arrepentimiento
Definición de Arrepentimiento
Entonces ya ves que el hombre está en una posición de rebeldía contra la soberanía y la autoridad de Dios. Por eso es que nuestro Señor Jesús vino al mundo predicando: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Ordena a cada pecador que abandone sus armas de rebelión y enarbole la bandera blanca de rendición para entrar al Reino de Dios. En otras palabras, el pecador tiene que cambiar de parecer en lo que respecta al pecado.
Y esto es exactamente lo que significa arrepentirse: cambiar de parecer en lo que respecta al pecado y a Dios, lo cual da como resultado el apartarse del pecado y acercarse a Dios[v] ¡Y qué apartarse es éste! El arrepentimiento afecta la totalidad de la vida del pecador.
Arrepentimiento incluye que el pecador asuma la culpa de su condición pecaminosa ante Dios y ponerse del lado de él en contra de sí mismo. El penitente no culpa a ningún otro de su condición, sino que se condena a sí mismo bajo la ira eterna de Dios porque se lo merece.
Arrepentimiento incluye sentir gran tristeza por el pecado. Segunda Corintios 7:10 dice que “la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse”. Y mateo 5:4 dice: “bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.”
El arrepentimiento lleva a confesar los pecados. No escondiendo nada el pecador se hace responsable de sus pecados y abre su corazón pecaminoso a Dios.
Además, el arrepentimiento lleva a renunciar al pecado. El pecador arrepentido toma la determinación de no volver a él. por lo tanto, en el arrepentimiento bíblico, el pecador convicto y convencido asume su lugar ante Dios como un condenado con justicia. Aborrece su pecado, anhela ser libre de él. siente gran tristeza por su pecado, anhela ser libre de él. siente gran tristeza por su pecado y toma la determinación de no volver a él. Y demuestra que su arrepentimiento es real andando en la senda de justicia y en auténtica santidad. “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” es la evidencia de que ha ocurrido un cambio radical en nuestra vida (Mat. 3:8)
Arrepentimiento y Juicio
En Hechos 17:30 leemos estas palabras: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan”. Dios dice que todos los hombres –no sólo los gentiles, sino todos los hombres, lo cual incluye a todo pueblo, lengua, nación y tribu. Y en el v.31 encontramos porqué Dios ha ordenado que todos los hombres en todas partes se arrepientan: ¡El juicio se acerca! “¡Arrepentíos!” dice Dios. “El Rey viene para juzgar! Arrepentíos si valoraís vuestra alma” ¿Por qué? “Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó (Jesucristo), dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”. Sí, Dios ordena que todos los hombres en todas partes se arrepientan y produzcan fruto digno de su arrepentimiento lo cual es una vida santa. ¡o se enfrentará con ellos en un juicio sin misericordia!
La cuestión es que Dios es soberano en su salvación. Sólo él establece los términos bajo los cuales recibe a pecadores rebeldes en su reino. Su Palabra declara que él es amante, gentil, misericordioso y generoso; pero es también santo, recto y justo. Por lo tanto, ordena a los hombres que se arrepientan. A menos que el pecador rebelde se arrepienta y crea el evangelio, no hay perdón. Pero ¡alabado sea su nombre precioso, es a este tipo de pecador que él mirará! El Señor dice en Isaías 66:2 “Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”. También el Salmo 51:17 nos dice: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.
¡Alabado sea el Señor! Nunca rechazará al pecador arrepentido y creyente. Cristo vino a buscar y salvar a justamente este tipo de pecador. Esucha a Isaías 55:6,7: “Buscad a Jehová mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”. Nota que en estos versículos hay nuevamente un mandato de que dejemos nuestro propio camino y nos volvamos a Dios. ¡Deja tu camino y vuélvete a Dios![vi]
El Arrepentimiento es Perpetuo
Debo recalcar también otra verdad: el arrepentimiento bíblico es perpetuo –el hijo de Dios se arrepentirá hasta que Dios lo lleva a su morada. El arrepentimiento es un modo de pensar permanente, un aborrecimiento continuo del mal.
¡Oh, cuantas almas preciosas han sido condenadas aquí mismo! Parecen arrepentirse por un tiempo. Dejan sus antiguas compañías y dejan los lugares donde competían sus pecados: el bar, el salón de baile, la casa de la prostituta. Parecen aceptar a Cristo. aun predican, enseñan y testifican de él. pero porque son “oidores pedregales” (Mar. 4:5, 6, 16, 17), solo duran un tiempo. Empiezan a enfriarse, volviendo gradualmente a sus costumbres de antes. Vuelven al pecado, vuelven a aquello a lo que habían renunciado. Uno a uno vuelven a sus antiguos pecados y compañeros, y vuelven al mundo. Eso es porque su arrepentimiento no era perpetuo: no surgió del nuevo nacimiento sino de la carne. La Palabra de Dios los describe:
Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno. (2ª Pedro 2:20-22)
En muchos casos, ese volver es lento. ¡Pocos vuelven una sola vez! Primero, anhelan la “libertad”; escudriñan la Palabra de Dios para averiguar cuanta libertad tienen, para poder vivir lo más cerca posible al pecado. Luego, poco a poco vuelven a este pecado y a aquel otro. Por último, ya no tienen un testimonio para Cristo, sino solo una confesión de fe externa. El pecado ya no los molesta. No lo aborrecen ni están en contra de él. se dicen así mismos que Dios ya no quiere que se arrepientan y aborrezcan al pecado, piensan que están en el camino de vida, no obstante, ¡el pecado ya no los molesta! Entonces vuelven a esos pecados de los cuales una vez se habían arrepentido, diciendo: “¡Ahora tenemos libertad para andar en estos caminos!” Pero, ¡oh, amigos, esto no es libertad, sino un permiso para hacer lo que siempre has querido hacer, permiso para andar en el pecado sin restricciones! ¡Has jugado con fuego y tu corazón está ahora endurecido por el engaño del pecado! (Heb. 3:12).
También te advierto: ¡cuídate del arrepentimiento que no continúa! No es un arrepentimiento bíblico auténtico, tu corazón volverá a estar satisfecho con la basura del mundo: “De ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?” (Isa. 44:20). Por lo tanto, nunca lo olvides: el verdadero arrepentimiento es perpetuo. Si te has convertido de verdad, aborrecerás y dejaras tus pecados por el resto de tu vida[vii]. Y anhelarás ser santo, ser como Cristo y agradar a Dios.
Yo te pregunto: “¿Alguna vez has poseído tú el arrepentimiento bíblico auténtico que Dios ordena de todos los hombres?”
El Arrepentimiento es un Regalo
Ahora debo agregar que el arrepentimiento es un don de la gracia que obra en el corazón por el poder de Dios el Espíritu Santo[viii]. Hechos 11:18 nos dice: “De manera que también a los gentiles a dado Dios arrepentimiento para vida!” El Espíritu Santo nos muestra nuestra condición pecaminosa ante Dios y pone en nosotros la voluntad de renunciar a nuestro odio de Dios y su autoridad. Y por su gracia nos da el anhelo d andar con él en novedad de vida y santidad.
Como ya hemos visto, nos ordena arrepentirnos porque tú y yo somos rebeldes contra Dios por naturaleza. Todo hombre aparte de Cristo es un rebelde contra el trono de Dios (Rom. 8:7). Debido a nuestra naturaleza pecaminosa hemos determinado vivir nuestra vida apartados de Dios. Por eso tenemos que cambiar radicalmente nuestra manera de pensar con respecto a vivir independientemente de él. ¡Esto lo demostramos por medio de nuestro clamor a Dios pidiéndole que sea nuestro Señor y el Soberano de nuestra vida!
Porque le hemos escupido en el rostro, blasfemado su nombre, inclinado ante los dioses del oro y del placer, pasado su día como nos place y andado con orgullo y arrogancia contra él. Dios nos manda arrepentirnos y creer en el Señor Jesucristo. Tenemos que cambiar nuestra manera de pensar acerca del orgullos y la arrogancia, acerca de la codicia y los placeres mundanos y acerca de andar por nuestro propio camino. Tenemos que clamar a él para que obre su amor e santidad en nosotros.
Sí, mi amigo, porque no lo hemos amado a él con todos nuestro corazón, alma, mente y fuerzas y hemos derrochado nuestro amor en el yo y en el mundo, Dios nos ordena arrepentirnos y confiar en el Señor Jesús para remisión de nuestros pecados. Porque, fíjate bien, el arrepentimiento auténtico quita el yo del trono y entroniza a Cristo como Señor sobre cada área de la vida.
3. La Conexión de Arrepentimiento con la Fe
En la Palabra de Dios, el arrepentimiento y la fe se hallan conectados inseparablemente, y deben ser predicados juntos. No separemos lo que Dios a juntado (Mat. 21:32; Mar. 1:15; Hech. 2:38; 5:31; 20:21; 2ª Tim. 2:25).
La Palabra de Dios enseña claramente que Dios ordena “a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Además, la Biblia enseña claramente que el arrepentimiento es tan necesario como la fe en el Señor Jesucristo. Pablo les dijo a sus oyentes en Hechos 20:20,21: “y como nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las a casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”. Por lo tanto, el arrepentimiento y la fe son ordenados por Dios en el llamado del evangelio[ix].
¡Escucha estos versículos en que estas grandes verdades son presentadas juntas en la Palabra de Dios! En Marcos 1:15: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios e ha acercado, arrepentíos, y creed en el evangelio” “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle” (Mat. 21:32). Dios da este testimonio de su ministerio: “Testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hech. 20:21). La epístola a los Hebreos dice: “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios” (Heb. 6:1). Y uno de los últimos mandatos de nuestro Señor a sus discípulos antes de ascender al cielo se encuentra en Lucas 24:46-48: “y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas.”
La Biblia nos da ilustraciones de los que se acercaron a Cristo con arrepentimiento y fe; estos acudieron a él para que los perdonara de sus pecados. El ladrón en la cruz se arrepintió y creyó, el hijo pródigo se arrepintió y creyó, y por lo tanto pedimos a los hombres hoy que se arrepientan y crean.
El Arrepentimiento y El Perdón del Pecado Deben Ser Predicados Juntos[x]
Nuestro Señor les dijo a sus discípulos, así como a nosotros también, que siguieran su ejemplo en la predicación del arrepentimiento y la remisión[xi] de pecados por medio de la fe en Cristo porque esto muestra realmente su ministerio mientras estaba en la tierra. Su primer mensaje según lo registra Marcos 1:15 fue “el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Y sus últimas palabras a sus discípulos y a nosotros fueron que el arrepentimiento y la remisión de pecados por medio de la fe en Cristo debían ser predicados en su nombre entre todas las naciones comenzando en Jerusalén (Luc. 24:46-48). Pero parece que muchos en la actualidad tienen miedo de predicar el arrepentimiento. Nuestro Señor no tenía miedo de llamar a los hombres a arrepentirse, y nos ha comisionado a nosotros para que hagamos lo mismo. Entonces anhelamos proclamar a todos los hombres que deben arrepentirse y creer en el nombre de Cristo para la remisión de sus pecados.
“Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Luc. 24:47). Estas son palabras llenas de significado que necesitan ser proclamadas hoy tal como en aquel entonces. Hay una verdadera remisión de los pecados por medio de la fe e Cristo para los que se consideran a sí mismo pecadores. El pecador impío –perdido, sin Dios y sin esperanza, lleno de pecado, lleno de perversidad- debe acudir a Cristo, renunciando a las armas de rebelión y enarbolando la bandera blanca de rendición. A él Dos le brinda la remisión de los pecados. Lo invita a venir, como al hijo pródigo, de regreso a su hogar.
Arrepentimiento y remisión están entrelazados, de modo que cuando encontramos uno, encontramos el otro. Donde no hay arrepentimiento, podemos estar seguros que no hay fe en Cristo. Pero donde hay arrepentimiento auténtico, podemos estar seguros de que hay una fe que confía en Cristo para el perdón total y gratuito de todos los pecados. Nuestro Señor Jesucristo declaró con autoridad que “todo pecado … será perdonado a los hombres” (Mat. 12:31). Está escrito en los Hechos de los Apóstoles.
“A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hechos 5:31)
“Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.” (Hechos 13:38-39)
“Y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.” (Hechos 20:20-21)
Los apóstoles lo declararon, y nosotros hoy declaramos esta misma verdad.
El Arrepentimiento Es un Don de la Gracia
Ahora, basado en la autoridad de la Palabra de Dios, quiero declarar que el arrepentimiento debe ser predicado en el nombre del Señor Jesús como una gracia otorgada desde lo Alto.. es otorgada por Dios. Sí, por lo tanto, el arrepentimiento ha sido dado a los gentiles igual que a los judíos porque es un don de la gracia (Hech. 11:18). No nos lega por las obras de la ley, sino que nos llegar total y completamente del corazón generoso de Dios. No debe ser predicado en el nombre de Moisés como una obligación legal, sino que debe ser predicado como lo predicó Jonás, sin ninguna esperanza –porque éste proclamó que Nínive sería destruida en solo 40 días- sino que debe ser predicado en el nombre de Jesús como la gracia de Dios.
El arrepentimiento es un don dado por la gracia de Dos, igual como la fe es dada por la gracia de Dios. Nuestro Dios generoso y Padre celestial ha exaltado grandemente a su Hijo y le ha dado un nombre que es sobre todo nombre., habiéndolo puesto a su diestra para ser “Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hech. 5:31). Por lo tanto, es la gracia de Dios, la bondad de Dios lo que lleva al arrepentimiento (Rom. 2:4)
Dondequiera que haya verdadera tristeza por el pecado, dondequiera que haya un cambio radical en la manera de pensar con respecto al pecado, puedes estar seguro de que esto ha sido producido por el Espíritu de Dios. Es un don del pacto de gracia tanto como lo es el perdón que lo acompaña. Y recuerda, Dios otorga esta gracia únicamente a pobres pecadores. Lo hace tener conciencia de que lo necesitan. El escritor del canto[xii] lo expresó así:
Venido, necesitados, venid y bienvenidos,
Venid, la dádiva de Dios glorificad;
Verdadera fe y verdadero arrepentimiento.
Son gracias que a él os acercan;
Sin dinero, venid a Jesucristo y comprad.
Por si gracia, Dios usa la Ley para mostrarle lo que eres y luego te acerca a Cristo. Su Espíritu con su gracia usa la Ley para darte conocimiento del pecado (Rom. 3:19, 20; 7:7-25). Por lo tanto, ¡nunca descartes la Ley de Dios! Sí, te coloca bajo la ira de Dios y te condena al infierno. Pero, alabado sea Dios, por la Ley de Dios ves, admites y comprender tu estado pecaminoso, tu gran distanciamiento de Dios y tu gran necesidad de un Salvador. Gálatas 3:24 dice que la Ley es el ayo que te conduce a Cristo como tu única esperanza. Entonces, es la gracia de Dios lo que produce arrepentimiento en ti corazón y fe en el Señor Jesucristo.
El Espíritu Santo te enseñará cuan terriblemente sufrió Cristo por tus pecados, y esta verdad será el medio que te lleve a aborrecer el pecado. Comprenderás que el Espíritu Santo, al luminar tu entendimiento e influenciar tus sentimientos, produce en ti arrepentimiento -¡aún en ese corazón que parecía tan duro y estéril que no se podría producir nada en él! Tu corazón será quebrantado y hecho fértil al caer sobre tu alma el suave rocío de la lluvia de gracia sobre tu alma. Entonces, por el Espíritu de Dios obrando en ti, verás una hermosura y una gloria en el Señor Jesucristo que causará que lo desees (2ª Cor. 4:4, 6; Job 23:3). No solo aborrecerás el pecado y sentirás gran tristeza por él (2ª Cor. 7:10, 11) sino que voluntariamente te volverás de él por fe en Cristo al comprender lo que le ha hecho a él.
Entonces, Dios da arrepentimiento al pecador, es uno de los dones gratuitos de su gracia. Y quien quiere lo posea pede estar seguro de que la mano del Señor está sobre él para siempre.
Pero vayamos mas adelante. ¡Dondequiera que ay un arrepentimiento real, es evidencia de la fe en Cristo operando en el corazón! ¡Esto es evidencia de que estás vivo en Cristo! Si tu corazón se ha apartado del pecado, si te postras en el polvo ante Dios debido a tus pecados, si acudes a Cristo en el cruz realmente penitente[xiii] clamando “¡Señor, acuérdate de mí! ¡Señor, sálvame! Señor, ten misericordia de mí y líbrame de caer en el pozo”, entonces hay en tu corazón arrepentimiento y fe. no puedes separarlos, donde encuentras uno, encuentras el otro.
Tenemos esto bellamente ilustrado en el caso del publicano que encontramos en Lucas: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.” (18:13, 14). Fíjate bien, las palabras del salmista siguen siendo ciertas: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu” (Sal. 34:18). Fue por pecadores como estos que nuestro Señor Jesús sufrió en la cruz.
Por lo tanto, salga y sea proclamado el mensaje en todos los pueblos debajo del cielo: dondequiera un alma se arrepiente y se vuelve a Jesucristo con fe, la gracia de Dios ya está obrando y les es otorgado perdón.
Arrepentimiento por la Autoridad de Jesucristo
Sigamos adelante. Nuestro Señor nos enseñó que el arrepentimiento predicado en el nombre de Jesús es predicado por la autoridad de Jesús como Señor. ¡Escucha! “Toda potestad [autoridad] me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones… en mi nombre” (Mat. 28:19,20). Lo que esta diciendo es esto: En el nombre de Jesús es que se postra todo pecador arrepentido, y todas las fortalezas amuralladas de su corazón se derrumban ante Dios. En el nombre de Jesús la legión de demonios fue sacada del hombre que vivía en los sepulcros de Gadara. En el nombre, y la autoridad del rey Jesús. El pecador es librado por medio de la fe en su sangre. Todos los pecados son perdonados, su poder es quebrantado y si dominio desaparece. En la autoridad de su nombre tienes que acudir a ese Trono de gracia, que ha sido colocado por Dios mismo pata el pobre pecador (Heb. 4:16).
Dios Promete Perdón Total al Pecador Arrepentido
El evangelio promete al pecador un perdón total de todos los pecados que jamás haya cometido, ya sea un pecado de pensamiento, palabra o acción; ya sea un pecado de omisión o comisión[xiv]. Este perdón es tan grande como lo es total. Es perdón de las ofensas más horribles y más repetidas: impureza, robo, blasfemia, violación, borracheara, sí, prostitución, adulterio y aun homicidio. Es un perdón de los crímenes del peor tipo, un perdón comprado con la sangre preciosa de Cristo. Cuando nos volvemos a Dios con un arrepentimiento auténtico y confiamos en Jesucristo que nos limpie por fe, ¡seremos salvos!
Esto es el evangelio, la esperanza que Dios nos dice que ofrezcamos al pecador. Esto no es Jonás, quien dijo “¡De aquí a cuarenta días Nínive será destruida!” –no dijo nada de arrepentimiento. Pero yo te digo que la ira de Dios viene. Y enseguida te digo también que si te arrepientes y te vuelves a Dios con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, creyendo la verdad del evangelio. Entonces ha para ti perdón y remisión absolutos en la sangra del Salvador. Porque “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1ª Juan 1:7). Por que todos los que se arrepienten y creen en él, esta sangre les limpia todos los pecados que prohíben a los hombres estar en la presencia del Dios tres veces santo. Sí, proclamo perdón en el nombre de Jesús para pecados como éstos. Nos son demasiado negros para ser perdonados por Dios. ¡No están arraigados tan profundamente que no puedan ser lavados por la sangre preciosas de nuestro Señor Jesús!
¿Es el Perdón de Dios Para Ti?
Pero alguien puede decir: “no dudo que el arrepentimiento y la remisión de los pecados deben ser predicado en el nombre de Cristo, y que tales cosas sean enseñanzas de Cristo. mi problema es: ¿son para mí?” pues bien, ésta e suna cuestión que tienes que determinar bajo la dirección del Espíritu Santo. Pero déjame hacerte algunas preguntas: ¿Te arrepientes de tus pecados? ¿Sientes gran pesar por los pecados porque son la plaga de tu corazón y la maldición de tu vida? ¿Aborreces el pecado? ¿Te vuelves del pecado queriendo vivir como el Santo Dios quiere que vivas?
Entonces te digo a ti: si tienes este arrepentimiento, entonces cuentas también con esta remisión de tus pecados. Cristo los puso juntos: “arrepentimiento y el perdón de pecados” (Luc. 24:47). Y recuerda: Cristo te ha ordenado arrepentirte y creer (Mar. 1:15). Lo que él ha ordenado, tú por su gracia puedes llevar acabo.
Pero si en realidad no has sabido por experiencia lo que es el arrepentimiento, ¿quisieras elevar esta oración? “Oh Señor, muéstrame la culpa de mi pecado, y hazme ver a tu Hijo amado pagando esta culpa en mí lugar. Enséñame a sentir gran pesar mis pecados y a aborrecerlo, y dame la seguridad, por la enseñanza de tu Palabra y por la gracia de tu Espíritu de que todos han sido perdonados en el nombre e Jesús. Haz que pueda seguir mi camino regocijándome por ser un pecador salvado por tu gracia soberana”. ¿Elevarás al Señor esta oración?
4. El Medio del Arrepentimiento
Consideremos ahora el medio por el cual el arrepentimiento obra en el corazón.
La Palabra de Dios es el Instrumento del Arrepentimiento
En el arrepentimiento auténtico vemos un cambio radical en la manera de pensar y en el corazón que lleva a una transformación total de la vida; esto sucede en el alma por el poder del Santo Espíritu que convence de pecado. Pero, ¿qué instrumento usa? Mi amigo, usa la Palabra de Diosm de ka cual
L es autor, para convencer “de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Fíjate bien: aparte de la Palabra de Dios no puede haber salvación, ya que leemos en Romanos 10:17: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” Y 1ª Pedro 1:23 dice: “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.
Ahora, con la Biblia en la mano, leamos Hebreos 4:12,13:
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”
Fíjate bien, en el arrepentimiento auténtico, la Palabra de Dios penetra nuestro corazón por obra del Espíritu Santo quien nos constriñe con su poder a fin de que podamos ser salvos. Pablo, escribiendo a la iglesia de los Tesalonicenses sobre este tema, dice: “Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección”. ¿Cómo? “Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre” (1ª Tes. 1:4, 5). Y en la salvación, éste es exactamente el modo como la Palabra de Dios penetra el corazón de cada pecador por quien murió Cristo.
¿Notaste la descripción que nuestro texto, Hebreos 4:12, 13, hace de la Palabra de Dios? Dice que es “viva”, una Palabra Viva. Nuestro bendito Señor la describe de la misma manera en Juan 6:63: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”. Sí, la Palabra de Dios crea conciencia en el pecador de que necesita volverse a Dios dejando sus caminos rebeldes. Arrojará al suelo sus armas de rebelión, enarbolará la bandera blanca de la rendición, y pondrá sus ojos con fe en el Señor Jesucristo para que lo salve, lo limpie del pecado y lo libre de la ira venidera. Fíjate bien, el Espíritu vivificador de Dios usa la Palabra para dar al alma el conocimiento de su impiedad ante Dios y el conocimiento del Dios Santo contra quien ha pecado.
“Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz”, ¡no es meramente un montón de letras muertas que pronto desaparecerán! ¡No, vive en la mente de Dios! ¡Vive en los decretos del cielo! Y vive y vivirá para siempre en el corazón y la mente de todos los redimidos de Dios porque es la Palabra viva de Dios. Opera en la mente y los sentimientos y no te dejará tranquilo. Es realmente la ley de Dios en las manos del Espíritu Santo el ayo que te trae a Cristo (Gál, 3:24).
La Palabra de Dios es Poderosa
Nuestro texto sugiere que esta Palabra es poderosa. Escucha el llamado que Dios mismo te hace en Jeremías 23:29 con respecto a su Palabra: “¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?” ¡Y yo digo que si lo es! Sí, creo y se que todo hijo de Dios dirá que la Palabra de Dios entró como un fuego en su alma, y que no hubo tranquilidad hasta hacer a los pies de Dios con auténtico arrepentimiento. ¡El corazón realmente fue quebrantado por la Palabra poderosa de Dios.
¡La Palabra de Dios en manos del Espíritu Santo es tan poderosa que da muerte al alma! Pablo dice en Romanos 7:9: “Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí”. La Palabra de Dios le dio muerte, porque como nos dice 2 Corintios 3:7, la Ley es el ministerio de la muerte. Da muerte a los pecados que amas, a tus ambiciones que amas, a tus planes que amas, tu fariseísmo, tu egoísmo, tu orgullo, y te deja a los pies del Dios soberano clamando: “¡Ten misericordia de mí, pecador!”
Fíjate bien, el Espíritu Santo pone esta Palabra poderosa y viva en tu mente y la escribe en tu corazón (Heb. 8:10; 10:16). No puedes zafarte de ella, te persigue y clama tu alma: “¡Tu eres el hombre, tu eres el pecador!” Te pregunto: ¿Alguna vez has tenido la experiencia de la obra de muerte de la Palabra de Dios? Si no, te encuentras todavía en la hiel de la amargura y la esclavitud de la iniquidad. El Espíritu Santo usa la Palabra para dar muerte al alma antes de volver a levantarla para andar en novedad de vida en Cristo Jesús. Tienes que morir por su mano antes de poder ser levantado a la vida.
Primera de Pedro 1:23 describe esta palabra preciosa como una Palabra viva. ¿Por qué? Porque por el poder del Espíritu Santo da vida. ¡Y, alabado sea el Señor, nunca puede ser destruida ni exterminada! Cielo y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios permanecerá para siempre (Mat. 24:35)
La Palabra de Dios es Eficaz
Hebreos 4 también nos dice que esta Palabra de Dios, en las manos del Espíritu Santo, no solo es viva sino también eficaz. Es activa, operativa, vigorizante y efectiva. Trae convicción –convicción de pecado y de la impiedad de la incredulidad- porque discierne entre el bien y el mal en el pensamiento aun más santo del mejor de los hombres y le muestra lo que es: ¡un pecador ante Dios!
El Espíritu Santo usará la Palabra para darte la convicción de que eres espiritualmente ciego a causa del pecado. No puedes ver el peligro en que te encuentras ni puedes ver ninguna hermosura en Cristo. “Pero si nuestro evangelio esta aun encubierto, entre los que se pierden esta encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos” (2 Cor. 4:3, 4)
Luego la Palabra te dará convicción de que eres sordo a causa del pecado. No puedes oír la voz de Dios fuera de su llamado eficaz (Mar. 8:18). Te dará la convicción de que eres vil, corrupto y moralmente enfermo por causa del pecado (Gen. 6:5; Rom. 3:10-12). Y te dará la convicción de que te encuentras en un estado de parálisis espiritual por causa del pecado. El pecado ha paralizado tu voluntad, de modo que no tienes poder para levantarte de tu condición impotente. Romanos 5:6 dice: “Cuando aun éramos débiles…”
La Palabra te dará la convicción de que tus pecados te han separado de Dios (Isa. 59:1, 2) y lo han convertido en tu enemigo. Te dará la convicción de que el pecado ha llenado tu corazón y tu mente de rebelión, de manera que reconozcas que Romanos 6:7 es verdad: eres carnal, enemistado contra Dios, y necesitas un arrepentimiento auténtico.
¡Oh mi amigo, necesitas desesperadamente la obra poderosa del Espíritu Santo para que escriba en tu corazón la Palabra eterna de Dios! ¡Necesitas clamar con gran pesar por el pecado, pidiendo misericordia ante Dios en Cristo!
También, Hebreos 4 nos dice que la Palabra de Dios en las manos del Espíritu Santo es más cortante que toda espada de dos filos. Fíjate que la Palabra de Dios abarca tanto que no hay pensamiento o propósito en toda la creación que no esté dentro de su alcance: Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos…Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.” (Sal. 139:2, 4). Porque su autor es espiritual, la Palabra es espiritual. Y escudriña a los hombres espiritualmente. Cuando el Espíritu Santo hace penetrar la Palabra en el alma del hombre, lo convence de sus pecados que antes ni siquiera percibía.
La Palabra de Dios Hiere y Da Vida
La Palabra de Dios hiere y da vida. Da muerte al fariseísmo, al pecado y la incredulidad. Te tare a Idos clamando: “¡Ay de mí porque estoy desecho! ¡Estoy perdido! ¡Dios, se propicio a mí, pecador!” Escucha el clamor de David en el Salmo 51 cuando la Palabra de Dios penetró forzadamente en su corazón bajo la convicción de su pecado:
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí”
David no culpó de sus pecados a otro, no culpó a las circunstancias ni al ambiente. Se hizo cargo absoluto de sus pecados y se arrepintió de ellos ante Dios. Clamó a El pidiendo misericordia y perdón. Oh, eso es lo que necesitas tú hoy –un arrepentimiento bíblico auténtico. Tú tienes que hacerte cargo de tu culpa ante Dios por tu condición espiritual. Tu tienes que confesar: “He pecado y soy culpable. Necesito la misericordia de Dios en Cristo”.
La Palabra de Dios No Ofrece Atajos
Muchas gentes con las que me encuentro en la actualidad buscan “la vida mas profunda”, cuando en realidad lo que necesitan tan desesperadamente es encontrar su camino a la cruz de Cristo con un corazón verdaderamente quebrantado por su pecado. Están tratando de circunvalar la convicción del Espíritu Santo; por lo tanto, ¡han errado totalmente Quiero decirte de lo profundo de mi corazón que te brindo como compasión: ¡no existen atajos para superar la vida! Cuando el Señor te confronta con tus pecados, tienes que arrepentirte. El Espíritu tiene que abrir tu corazón para que, por medio de la Palabra de Dios, puedas ver tu condición perdida, desdichada y pecaminosa. Se que no te gusta oír esto porque amas el pecado. ¡Tu orgullo no te deja admitir que eres un pecador hipócrita, un pecador merecedor del infierno y el más grande de los pecadores! Pero recuerda, ¡o vienes por este camino o mueres!
Prueba lo que quieras, blanquea tu exterior, límpiate todo lo que puedas, asiste a la iglesia, ora, predica, enseña, da testimonio, ten grandes experiencias y sentimientos religiosos. Pero todo esto de nada te servirá si el fundamento de tu vida cristiana no esté puesto en el fundamento del arrepentimiento dirigido a Dios y de la fe en el Señor Jesucristo. Volvemos a las palabras del Señor en Lucas 13:5: “Antes si nos os arrepentís, todos pereceréis igualmente” ¡No hay vuelta que darle! Tienes que hacerle frente: si no te arrepientes, no tienes salvación en Cristo. ¡Tiene que haber ese cambio radical en tu manera de pensar y en tu corazón que te lleve a la transformación completa de tu vida! Esas palabras en Lucas 13 no son palabras mías. Estas son las Palabras de Aquel que habla desde el cielo. Tienes que prestarle atención o morirás en tus pecados (Heb. 12:25)
Déjame preguntarte también: ¿Alguna vez has tomado tu lugar ante Dios como David, implorando su misericordia al confesar tus pecados, doliéndote arrepentido por ellos? Si desconoces estos ejercicios del alma, no importa la fe que profesas o que practicas, no importa en la alta estima en que te tengas a ti mismo o en la que los demás te tengan, ¡Dios dice que sigues muerto en tus pecados!
Pero si, por la gracia de Dios su Palabra ha penetrado tu corazón y levantado el velo de modo que puedes ver lo que Dios ha estado viendo todo el tiempo, entonces sé que clamarás pidiendo misericordia. Implorarás que te vista en su manto perfecto de justicia para poder presentarte ante el santo Dios. Entonces valorarás al Cristo del Calvario. Entonces dejarás todo lo demás y serás encontrado en él, vestido únicamente de su justicia.
Este es el modo en que Dios llama a pecadores para ser salvos en Cristo. Por su Espíritu y la Palabra, él obra arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo en sus corazones. Te pregunto nuevamente: ¿Alguna vez ha tratado Dios a tu corazón de este modo? ¿O desconoces la convicción que da el Espíritu Santo y el arrepentimiento y la fe que da Dios?
5 Los Frutos del Arrepentimiento
En conclusión consideremos los frutos que siempre son el resultado del arrepentimiento bíblico auténtico.
Juan el Bautista advirtió a sus oyentes: “Haced, pues frutos dignos[xv] de arrepentimiento” (Mat. 3:8). Y el apóstol Pablo le dijo al rey Agripa que su mensaje a los judíos y los gentiles era “que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hech. 26:20). Entonces, por estos dos pasajes aprendemos que el arrepentimiento bíblico auténtico se demuestras en la vida del creyente por sus frutos. Por lo tanto, consideremos algunos de estos frutos. Al hacerlo, oremos pidiendo que el Espíritu Santo abra nuestro entendimiento para poder comprender su Palabra preciosa y que abra y escudriñe nuestros corazones. Quiera el Señor mostrarnos si estos frutos son producidos en nuestra vida por el Espíritu del Dios viviente.
El Arrepentimiento da como Resultado un Verdadero Aborrecimiento por el Pecado
Primero, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico en nuestra vida es un verdadero aborrecimiento por el pecado como pecado como pecado y no meramente aborrecimiento por sus consecuencias[xvi], la cual es la separación de Dios en el infierno para siempre. Este aborrecimiento no es contra ese o aquel pecado, sino aborrecimiento por todo pecado, y particularmente por la raíz misma que es la obstinación. En Ezequiel 14:6 leemos: “Y os aborreceréis a vosotros mismos a causa de todos vuestros pecados que cometisteis”. Fíjate bien, el cambio de parecer que Dios requiere, el cambio de parecer que complace a Dios, es un aborrecimiento por el pecado como pecado contra Dios. Por lo tanto, te pregunto: ¿Tenemos tú y yo un aborrecimiento así por el pecado? En caso contrario, entonces no hemos dado los frutos del arrepentimiento bíblico autentico.
El Arrepentimiento da como Resultado un Gran Pesar Santo por el Pecado
En segundo, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es una gran tristeza santa por el pecado. Segunda Corintios 7:9, 10 dice: “Fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios… porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación” Esta gran tristeza es el pesar por haber despreciado a un Dios tal, por habernos rebelado contra su autoridad, y por haber sido indiferentes a su gloria. Fue un gran pesar como éste lo que causa que Pedro saliera y llorara amargamente por haber negado a su Señor (Mat. 26:75). Y un gran pesar como éste es la que causa que nosotros lloremos amargamente por nuestros pecados porque son contra Dios. Nos vemos obligados a clamar como David: “Porque yo reconozco mis rebelio9s, y i pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos” (Sal. 51:3,4).
¿Has sentido este pesar porque tus pecados son contra Dios? Este fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es el que nos causa que crucifiquemos “la carne con sus pasiones y deseos” (Gal. 5:24) y que sigamos a Dios en Cristo de todo corazón. Este tipo de gran pesar por el pecado es el único genuino.
El Arrepentimiento da como Resultado la Confesión de los Pecados
Tercero, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es la confesión de los pecados. Leemos en Proverbios 28:13 “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. Sí, tiene que haber el fruto de confesar y no esconder nada. Fíjate bien, tú y yo sabemos que es nuestra naturaleza negar directa o indirectamente nuestros pecados, y restarles importancia o justificarlos. Pero cuando el Espíritu Santo obra en nuestra alma y saca a luz nuestros pecados, tenemos que reconocerlos delante de Dios.
Si el arrepentimiento bíblico auténtico está obrando en nuestro corazón, no encontraremos alivio hasta confesar nuestros pecados y exponerlos ante Dios. El Salmo 32:3,4 destaca esto en la siguientes palabras: “mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano”. Fíjate bien, la confesión de nuestros pecados hecha de todo corazón es lo único que puede darnos paz con Dios es Cristo. Y, mi amigo, esto continúa en nuestra vida hasta que lleguemos a la gloria. La confesión cotidiana del creyente cuando reclama la promesa de 1 Juan 1:9 ante el Trono de Gracia: “Si confesamos nuestro pecados, é es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
El Aborrecimiento da como Resultado un Verdadero Volverse del Pecado
Cuarto, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es un verdadero volverse del pecado. El arrepentimiento auténtico es un cambio radical en la manera de pensar y en el corazón que lleva a una transformación completa de nuestra vida. “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Prov. 28:13). Si yo realmente aborrezco el pecado y siento gran pesar por él, entonces renunciaré a él. Tomaré en serio Isaías 55:7 que dice: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”. Tal es el cambio de rumbo que Dios. Se verá en el hecho de que el pecador arrepentido y creyente haga caso a la Palabra de Dios que dice: “Huid de la fornicación” (1 Cor. 6:18), “Huid de la idolatría” (1 Cor. 10:14) “Huid del amor al dinero” (1 Tim. 6:10, 11), “Huye también de las pasiones juveniles” (2 Tim. 2:22). Y también se verá en la práctica de las gracias positivas de seguir “la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Tim. 2:22). Mi amigo, la pregunta que enfrentamos es: Tú y yo, ¿nos hemos vuelto verdaderamente del pecado a Dios de todo corazón?
El Arrepentimiento da como Resultado el Deseo de Justicia y Santidad
Quinto, los frutos del arrepentimiento bíblico auténtico se verán en el deseo de poner en práctica las Escrituras que nos enseñan que hemos de andar en justicia y santidad (Ef. 4:24) y de ser cuidadosos en ocuparnos de buenas obras (Tit. 3:8). Esto, para mí, es una de las señales que distinguen al arrepentimiento bíblico auténtico: el deseo de andar en un nuevo camino –de tomar un rumbo diferente del que andábamos antes en la vida. Leemos en Hebreos 12:14: “Seguid la paz con todos, y la santidad sin la cual nadie verá al Señor”. Así es que por la gracia de Dioa anhelamos procurar esta paz y santidad porque Dios nos ha dado un nuevo corazón. En Mateo 1:21 leemos que Cristo vino para salvar a su pueblo de sus pecados, no en sus pecados. Entonces el penitente verdadero implora a Dios diariamente para que lo libre del pecado y del yo. Además, en Efesios 1:4 leemos: “nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”. Entonces por la gracia de Dios anhelamos ser santos, libres de nuestros pecados y nuestra obstinación. Y en 1 Tesalonicenses 4:7 leemos “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”. Así es que, por la gracia de Dios, anhelamos andar dignos de este llamado a la santidad.
Y en 1 Tesalonicenses 4:3 leemos que la voluntad de Dios para nuestra vida es que seamos santificados –apartados para el uso santo de Dios. Entonces anhelamos por la gracia de Dios estar separados del pecado y unidos con Cristo. Al desear justicia, andar en verdadera santidad y cuidadosos de realizar buena sobras, manifestamos los frutos del arrepentimiento bíblico en nuestra vida. Porque leemos en Tito 2:11, 12:
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciado a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.”
¡Y este es el deseo de nuestro corazón! Nuestra plegaria es: “¡Oh Señor, ayúdame a comprender tu Palabra y por tu gracia ayúdame a comprender tu Palabra y por tu gracia ayúdame a andar en el camino que te agrada a ti”. O, como la del salmista: “Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día” (Sal. 25:4, 5). Y “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Sal. 73:25), enséñame de tal manera tu camino, y llévame por sendas claras de modo que te siga todos los días de mi vida.
Estos, pues, son los frutos del arrepentimiento bíblico auténtico:
· Un anhelo profundo de haber terminado con el pecado, porque es la plaga y el gran pesar de nuestro corazón.
· Un anhelo por pelear la buena batalla de la fe.
· Un anhelo profundo de nunca volver a un camino de obstinación y egoísmo, sino anunciar las alabanzas de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
· Un anhelo profundo de seguir al Señor en una senda de santidad todos los días de nuestra vida.
· Un deseo profundo de complacerle a él e todos nuestros caminos.
· Un anhelo profundo de juzgarnos cada día a nosotros mismos ante el Señor y vivir a sus pies con un corazón quebrantado y un espíritu contrito.
Conclusión
El arrepentimiento bíblico auténtico no puede ser separado de la fe salvadora verdadera; ambos van siempre juntos. Aquel que realmente se arrepiente, realmente cree, porque el mismos Espíritu Santo que nos da arrepentimiento de manera que reconocemos nuestra conducta pecaminosa delante de Dios, y que nos da el anhelo de confesar y renunciar a ella con verdadero pesar santo, también volverá nuestros ojos hacia el hermoso Señor que murió en nuestro lugar. La Palabra de Dios revela que el Espíritu Santo nunca separa el arrepentimiento y la fe. Donde encuentras al uno, encuentras la otra en la vida del alma salvada. ¡Alabado sea el nombre de nuestro Dios tres veces santo! ¡El, que da fe, también da arrepentimiento!
La fe encuentra en Cristo un Salvador completo. En Cristo encontramos paz porque él hizo las paces por la sangre en su cruz. En Cristo encontramos esperanza y la esperanza no es avergonzada porque el Espíritu Santo ha derramado el amor de Dios en nuestro corazón. En Cristo encontramos una posición perfecta delante de Dios quien hace a Cristo sabiduría, justicia, santificación y redención para nosotros (1 Cor. 1:30). En Cristo encontramos un refugio perfecto de la ira de Dios contra nuestros pecados porque el juicio de todos nuestros pecados ha caído sobre Cristo (Isa. 53). En Cristo encontramos todo lo que Dios da al pobre pecador arrepentido y que cree; porque sabemos que estamos completos en él, el salvador de nuestra alma, el Señor Jesucristo.
El arrepentimiento aparta la vista del o y la fija en Cristo con fe, y encuentra en él un Salvador suficiente para cada necesidad. Confiemos en él con un arrepentimiento bíblico auténtico. Tal es la necesidad de esta hora.
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[i] La palabra pecado significa “errar el blanco”. 1ª Juan 5:17 declara que “toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte”; esto significa cualquier cosa que no está en armonía con el carácter justo y recto de Dios. 1ª Juan 3:4 nos dice que pecado es quebrantar la ley de Dios, lo cual es la violación de la voluntad revelada de Dios. Estas definiciones bíblicas ponen en claro que pecado es todo pensamiento, palabra, actitud y acción que son contrarios ala revelación del carácter y la voluntad de Dios presentados en su palabra.
[ii] Carnal – dado a los placeres sensuales.
[iii] Matthew Henry comenta sobre este versículo: “Tan sórdido y mugriento. El hombre no es puro porque es un gusano nacido en podredumbre y por lo tanto aborrecible a Dios”. Matthew Henry, en E4´s Matthew Henry´s Complete 6 Volume Commentary. Comentario de 6 tomos de Matthew Henry) (Edición electrónica).
[iv] Harris, R.L. Archer, G.L. y Waltke, B.K. (199, c1980), Theological Wordbook of the Old Testament (Glosario Teológico del Antiguo Testamento), p. 850. Chicago: Moody Press.
[v] El vocabulario bíblico relacionado con el arrepentimiento es realmente rico. Encontramos el tema del arrepentimiento a través de toda la Biblia y expresa su idea aun cuando no se usa la palabra misma. En el A.T., dos palabras hebreas, los verbos nacham y shub son traducidos con frecuencia como arrepentimiento. The Hebrew and Aramic Lexicon of the Old Testament (Lexico hebreo y arameo del Antiguo Testamento) por Koehler, Baumgartner, Richardson y Stamm dice que nacham significa: “lamentarse, llegar a deplorar algo , arrepentirse” como en Job 42:6: “Por tanto me aborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza.” En su Commentary of the Old Testament, (Comentario del Antiguo Testamento) Keil y Delitzsch comentan: “Nacham es la expresión exacta de metanoeo, el dolor santo del arrepentimiento del que no se arrepiente. Se arrepiente (sentado) en polvo y cenizas al estilo de los que sufren el dolor profundo por al pérdida de un ser querido”. Con respecto a shub, que significa “volverse”, The Theological Wordbook of the OT dice: “La Biblia abunda en expresiones idiomáticas que describen la responsabilidad del hombre en el proceso del arrepentimiento. Tales frases incluyen los siguientes: “inclinad vuestro corazón a Jehová Dios de Israel” (Jos. 24:23), “circuncidaos a Jehová” (Jer. 4:4), “lava tu corazón de maldad” (Jer. 4:14), “haced para vosotros barbecho” (Os. 10:12), etc. No obstante, todas las expresiones de la actividad penitencial del hombre se suman y resumen en este verbo único: shub. Porque combina en sí, mejor que ningún otro verbo, los dos requisitos del arrepentimiento; volverse del mal y volverse hacia lo bueno”. Concluyen diciendo: “Es cierto que no hay en el Antiguo Testamento una definición sistemática de la doctrina del arrepentimiento. Mayormente, la Biblia lo describe (Salmo 51). No obstante, el hecho de que las personas son llamadas a “volverse”, ya sea “a” o “de” implica que el pecado no es una mancha indeleble, sino que por volverse, lo cual es un poder dado por Dios, el pecador puede encaminar en otra dirección su destino. Hay dos maneras de comprender la conversión, como el acto soberano gratuito de la misericordia de Dios y el acto del hombre por medio del cual va más allá de la contrición y el lamentarse a una decisión consciente de volverse a Dios. Esto último incluye el repudio de todo el pecado y una confirmación de la voluntad total de Dios sobre la vida de uno”. En el NT, tres palabras griegas expresan arrepentimiento: los verbos metanoeo, metamelomai y el sustantivo metanoia, 1) Según el Analytical Lexicon of the Greek New Testament (Léxico analítico del Nuevo Testamento) por Friberg y Miller, metanoeo es usado “predominantemente en relación con un cambio religioso y ético en el modo de creer en cuanto a dos actos: arrepentirse, cambiar de idea, convertirse (Mat, 3:2)”. También puede expresar un elemento emocional: “como sentir remordimiento y contrición, sentirse compungido (Luc. 17:3,4)”. 2) A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Un léxico griego-inglés del Nuevo Testamento y otra literatura cristiana primitiva) por Anrndt, Gingrich, Danker y Bauer dice que metamelomai significa “sentir remordimiento, arrepentirse”. El Greek-English Lexicon of the new Testament Based on Semantic Domains (Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento basado en el campo semántico) por J.P. Luw y E.A. Nida dice que metamelomai significa “cambiar de idea acerca de algo, con la probable inferencia de un remordimiento- “cambia de idea, pensar de un modo diferente”. 3) “Metanoia significa “un cambio de idea que leva a un cambio en la conducta”. Louw y Nida dicen acerca de metanoeo y metanoia: “Cambiar la manera de vivir de uno como resultado de un cambio completo de sus pensamientos y actitudes con respecto al pecado y la justicia –“arrepentirse, cambiar su manera de ser, arrepentimiento”. Metanoeo: “Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen (Mar. 6:12). Metanoia: “¿ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Rom. 2:4) Aunque en español uno de los componentes centrales del arrepentimiento es el dolor o contrición que la persona experimenta debido al pecado, el énfasis en metanoeo y metanoia parece ser más específicamente el cambio total, tanto en el pensamiento como en la conducta, con respecto a cómo una debe pensar al igual que actuar”. La importancia de estas definiciones es que aunque el énfasis principal en el arrepent9miento es el cambio de idea que lleva al cambio de conducta, no se puede descartar el elemento emocional de contrición o remordimiento.
[vi] Esto no significa que uno tiene que dejar todo acto de pecado antes de acudir a Cristo. esto es imposible. Significa que cambia de parecer, se aparta de él en su corazón, y luego se aparta más y más del pecado conocido en su vida a medida que madura en Cristo.
[vii] Aunque el arrepentimiento bíblico es perpetuo, esto no significan que los hijos de Dios no tenga una lucha con el pecado o períodos de “sequedad”. Pablo escribe: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.” (Gal. 5:17). Pero los verdaderos hijos de Dios nunca pueden estar satisfechos o conforme con sus pecados. El Espíritu Santo dará al auténtico creyente la convicción de que lo está entristeciendo, iluminará su corazón y le dará arrepentimiento y una restauración de su comunión con el Señor (Sal. 51).
[viii] El arrepentimiento como un “don de gracia” surge de la obra milagrosa del Espíritu Santo, que Jesús llamó “nacer de nuevo” (Juan 3:3; 1ª Ped. 1:23). Este nuevo nacimiento también es descrito como”nacer del Espíritu” (Juan 3:5, 6, 8), “nacido de Dios” (Juan 1:13; 1ª Juan 2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4, 18), concebidos por Dios (1ª Ped. 1:3; 1ª Juan 5:1, 18) y regeneración (Tit. 3:5). La Biblia usa también otros diversos términos. Ningún pecador se arrepiente auténticamente a menos que primero haya recibido vida por medio del Espíritu Santo.
[ix] El arrepentimiento y la fe son “dos lados de una misma moneda” que llamamos conversión. El arrepentimiento es el lado negativo y la fe es el positivo. El arrepentimiento se vuelve del pecado, la fe se vuelve a Dios. Como dijo el apóstol Pablo: “testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo (Hechos 20:21). El arrepentimiento y la fe están tan estrechamente unidos que existen algunos pasajes que hablan de arrepentimiento sin mencionar la fe: “y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Luc. 24:47). Pablo, el apóstol de la gracia, describió su ministerio de este modo: “anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.” (Hechos 26:20). Por otro lado, existe pasajes que ordenan creer sin mencionar el arrepentimiento: “Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hech. 16:31). Estos y muchos otros pasajes demuestran que arrepentimiento y fe están vitalmente entrelazados.
[x] A través de los siglos ha existido un debate entre los hijos del Señor en cuanto a cual viene primero: el arrepentimiento o la fe. ambos lados tienen sus defensores entre cristianos creyentes de la Biblia. Pero la regeneración es un milagro que no puede ser examinada bajo un microscopio. Aunque el milagro del nuevo nacimiento siempre se manifiesta en la vida de Dios en el alma del hombre, hemos de cuidarnos deponer un orden demasiado estricto en la manera como Dios obra ese milagro en la vida del pecador. Dado que tanto el arrepentimiento como la fe surgen de la regeneración, ambos se manifestarán claramente en los hijos del Señor. Ningún pecador cree en Cristo para salvación a menos que haya cambiado de parecer en cuanto al pecado, Dios y Cristo. Tampoco ningún pecador se arrepiente auténticamente a menos que crea la Palabra de Dios en cuanto a su condición perdida y el poder salvador de Jesucristo. Enfatizar demasiado la fe o el arrepentimiento puede dar como resultado por lo menos cuatro errores: 1) Enfatizar demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dejar al pecador con la impresión que debe sentir cierto dolor o derramar cierta cantidad de lágrimas antes de poder creer en Cristo. 2) Enfatizar demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dar al pecador la idea de que tiene que dejar todo pecado antes de poder creer en Cristo. 3)Enfatizar demasiado en la fe sin arrepentimiento puede dejar al pecador con la impresión que puede “creer en Jesús” sin tener que preocuparse por una vida cambiada. El evangelio llama a pecadores a acudir a Jesús como un Salvador del pecado. Jesús no vino para asegurar al pecador de que irá al Cielo aunque siga en una vida pecaminosa y egoísta; en cambio, Jesús vino para llamar “a pecadores al arrepentimiento” (Mat. 9:13; Mar. 2:17; Luc. 5:32). El pecador nunca se apresurará para acudir a Jesús como Salvador del pecado a menos que vea al pecado como una maldad que ofende a Dios y lo condena con justicia ante él. Su nombre es “JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21). 4) Enfatizar demasiado ya sea el arrepentimiento o la fe puede llevar a un concepto erróneo en cuanto al fundamento correcto para la justificación. El arrepentimiento aparta la vista del pecado y el yo a la vez que la fe recibe la justicia perfecta de Jesús. Ni el arrepentimiento ni la fe ameritan justificación.
[xi] Remisión – indulto, perdón.
[xii] Joseph Hart, 1759.
[xiii] Penitente – lamentarse por haber hecho lo malo.
[xiv] Los pecados de omisión son las cosas que el Señor nos ordena hacer que o hacemos: Santiago 4:17: “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.” Los pecados de comisión son las maldades que hacemos y que el Señor nos ordena no hacer.
[xv] Digno– adecuado
[xvi] Es importante comprender la diferencia entre un deseo de “escapar del infierno”, lo cual es sencillamente un anhelo por evitar el castigo por nuestros pecados, y el anhelo del alma de ser libre del pecado mismo: “Y llamarás su nombre JESUS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21). Temer el infierno y querer evitar sus tormentos no es malo en sí: “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (2 Cor. 5:11). Pero la redención bíblica no es simplemente nuestra liberación de la pena del pecado, sino de lo que nos condena –el pecado mismo.
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