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Sabiduría Practica para Calvinistas

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Sabiduría Práctica para Calvinistas

Pautas Prácticas y Teológicas
para Aquellos que Abrazan las “Doctrinas de la Gracia”

Los siguientes puntos prácticos y teológicos, puede ser aplicados a cada creyente con respecto a su tradición teológica en particular, son especialmente dirigidos a aquellos que se adhieren a la teología Reformada/ Calvinista.

 

I. Reconozca que la Salvación es mas Amplia que el Campo Calvinista

1. Todos nosotros, en algún tiempo o en otro, fuimos arminianos en nuestro pensamiento. Un arminiano profesante puede ser tan no regenerado como un Calvinista profesante, pero la afiliación a la teología arminiana no necesariamente lo excluye del reino de Dios. Es preocupante escuchar algunos calvinistas llevar a todos los arminianos al abismo más profundo, mientras se olvidan que ellos también, al mismo tiempo, eran arminianos. Aunque el gran evangelista del siglo XVIII, George Whitefield, tuviera sus diferencias con el fiel arminiano John Wesley, él pudo ver la mano de Dios en el ministerio de Wesley y contarlo como un hermano en Cristo. Así, debemos tener paciencia con nuestros hermanos y reconocer que tanto la madurez ética como la teológica llevan tiempo. De hecho, hay algunas verdades, que por el motivo que sea, nosotros podemos aún no estar listos para recibir – como Jesús dijo a Sus propios discípulos, «tengo muchas más cosas que decirles, pero aun no las podéis sobrellevar ahora» (Juan 16:12).

2. Dios nos manda que nos aceptemos uno al otro en Cristo, a pesar de nuestras diferencias (Romanos 14:1; 15:7). Si Cristo ha aceptado a nuestros hermanos arminianos, ¿Quiénes somos nosotros para rechazarlos? El predicador bautista del siglo 19 Charles H. Spurgeon una vez dijo:

Nosotros le damos la mano a cada hombre que adora al Señor a Jesucristo, sea quien sea  o pueda ser. La doctrina de la elección, como el gran acto de elección mismo, tiene la tendencia a dividir, no entre Israel mismo, sino entre Israel y los egipcios – no entre santos, sino entre santos y los hijos del mundo. Un hombre puede ser evidentemente de la familia elegida de Dios, y aun siendo elegido, pueden no creer en la doctrina de la elección. Creo que hay muchos que son llamados a la salvación, que no creen en el llamamiento eficaz, y hay muchos que perseveran hasta el fin, que no creen en la doctrina de la perseverancia final. Esperamos que los corazones de muchos sean mucho mejores que sus cabezas. Nosotros no dejamos sus falacias a ninguna oposición voluntariosa a la verdad como lo es en Jesús, sino simplemente al error en sus juicios, que oramos que Dios corrija. Esperamos que si ellos nos cree erróneamente también, ellos intercambiarán la misma cortesía cristiana; y cuando nos encontramos alrededor de la cruz, nosotros esperamos que nosotros nos sentiremos como siempre de que somos uno en Jesucristo (New Park Street Pulpit [London: Passmore & Alabaster, Vol.6] p.303).

En otro lugar, el dijo también:

Sea lejos de mí imaginarme que Sion no contenga a ninguno sino solo cristianos calvinistas dentro de sus paredes, o a ningún salvo que no sostenga nuestros puntos de vista (citado en Ian Murray, The Forgotten Spurgeon [Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1966] p.65).

3. La Mayoría de los Arminianos rechazan las Doctrinas de la Gracia fuera de una gran ignorancia, malentendido o tergiversación por parte de un sincero pero mal informado Calvinista. Pero, a menudo no están rechazando el calvinismo genuino, sino distorsiones del mismo. Su corazón puede estar correcto, mientras su cabeza puede estar equivocada.

 

 

 

 

4. El Calvinismo no es el Evangelio. Uno no es salvo mediante un adecuado entendimiento de la elección, la soberanía divina, o el alcance de la expiación. Estos temas, sin duda, son importantes, pero no son la base del Evangelio; están indirectamente relacionadas al Evangelio (como muchas de las otras enseñanzas del Evangelio) pero no son su esencia. El puritano John Bradford, declaró: «Deje a un hombre ir a la escuela gramática de la fe y el arrepentimiento, antes de que vaya a la universidad de la elección y la predestinación.» En la misma manera que es erróneo quitarle al evangelio, así es incorrecto agregar al mensaje del evangelio su teología particular. Una vez más, esto no es negar que los cinco puntos del Calvinismo no son asuntos importantes; sino simplemente señalar que el hacer mandatorio para la salvación el tener un correcto entendimiento de la elección, el llamado eficaz o el alcance de la expiación (sin importar que tan ciertas puedan ser), los hacen culpables de agregarle al evangelio. Este es normalmente el error de los jóvenes y celosos calvinistas (aunque no siempre), y en  las palabras de Santiago: “Hermanos míos, esto no debe ser así” (Santiago 3:10).

II. No Cometa el Error de Aceptar Todo lo “Reformado” o “Calvinista”.

1. La Sola Escritura es el estandar final de autoridad para doctrina y práctica (Isaías 8:20; Hechos 17:11; 1 Tesalonicenses 5:21), no Lutero, Calvino, Owen, o muchos de los otros grandes teólogos reformados. Esto no es negar que estos hombres –y hombres de otras tradiciones teológicas –han hecho grandes contribuciones espirituales a la iglesia, sino solamente que ellos no son los jueces finales de la verdad. Yo se que muchos reformadores pueden asentir esto, pero ¿cuantos verdaderamente lo practican? Si aceptamos todo lo que este bajo la bandera “Reformada” o “Calvinista”, sin ninguna investigación seria de la Biblia, ¿estaremos verdaderamente practicando la “Sola Scriptura”?  No hagamos un papa de Calvino, Lutero o de cualquier otro simple mortal (Jeremías 17:5).

2. Sea cuidadoso al aceptar todo un sistema de teología (e.g., teología del Pacto, Dispensacionalismo). A menudo, la verdad es encontrada en el medio –y normalmente, un sistema de teología contiene partes de la verdad, pero no toda. Parece que Dios ha esparcido Su verdad a través de varias tradiciones teológicas (Bautista, Presbiteriano, Luterano, etc.) para que no pongamos nuestra confianza en hombre so instituciones sino en el testimonio de la Palabra de Dios.

3. La verdad es que, algunos aspectos de la teología Reformada son erróneos..

A. El Bautismo Infantil. Para una evaluación y refutación de esta doctrina, vea, Paul K. Jewett, Infant Baptism & The Covenant of Grace (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans, 1978); T.E. Watson, Baptism Not For Infants (Worthing, England: Henry E. Walter, 1962); Alexander Carson, Baptism: Its Mode and Subjects (Grand Rapids: Kregel Publications [Reprint]); Greg Welty, A Critical Evaluation of Infant Baptism (Fullerton, CA: Reformed Baptist Publications, n.d.).

B. El Pacto de Gracia.Para una crítica sobre esta perspectiva, vea, see Jon Zens, «Is There A ‘Covenant of Grace’?» Baptist Reformation Review (Autumn – 1977, Vol.6/No.3), pp.43-53; Richard L. Mayhue, «Hebrews 13:20: Covenant of Grace or New Covenant: An Exegetical Note,» The Master’s Seminary Journal (Fall – 1996, Vol.7/No.2), pp.251-257.

C. La Perspectiva Reformada de la Ley.Para una evaluación y crítica de la perspectiva tradicional de la Ley y sus relación con el creyente bajo el Nuevo Pacto, vea Douglas J. Moo, «The Law of Christ as the Fulfillment of the Law of Moses: A Modified Lutheran View,» [Chapter 5] in The Law, The Gospel, and the Modern Christian (Grand Rapids: Zondervan, 1993); «‘This is My Beloved Son, Hear Him!’: The Foundation for New Covenant Ethics and Ecclesiology,» [ed. Jon Zens] Searching Together (Summer – Winter, 1997, Vol.25/1,2,3); Fred G. Zaspel, «Divine Law: A New Covenant Perspective,» Reformation & Revivial [Journal] (Summer – 1997, Vol.6/No.3); Stephen Westerholm, Israel’s Law and the Church’s Faith (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans, 1988); John G. Reisinger, Tablets of Stone (Southbridge, MA: Crowne Publications, 1989).

D. Teonomía.Para ser justo, no todo quien es reformado acepta la Teonomía  o el Reconstruccionimso Cristiano. He notado, sin embargo, que muchos quienes abrazan las Doctrinas de la Gracia, cometen un desafortunado error al  aceptar la Teonomía. Para una crítica de este sistema antibíblico, vea Jon Zens, «Moses in the Millennium: An Appraisal of Christian Reconstructionism,» Searching Together (Vol. 17:2,3,4 – 1988); [eds. William S. Barker & W.R. Godfrey] Theonomy: A Reformed Critique (Grand Rapids: Zondervan, 1990).

E. Los Reformadores Protestantes Persiguieron a los Anabautistas y a los Católicos  así como sancionaron el uso de la Espada en Contra de sus Oponentes. Los Reformadores no tenían ninguna autoridad bíblica para maldecir, perseguir, y aun asesinar a tales grupos como los Anabautistas y los Católicoromanos. Puesto que esto ya no es una práctica entre aquellos que son reformados, muchos son los teólogos reformados prominentes quienes piensan que esto fue perfectamente aceptable –aun hasta el punto de citar la Escritura para su justificación (e.g., Lutero, Zwinglio, Calvino, etc.). Esto,  una vez más, demuestra cuan importante es no aceptar todo lo que viene de la pluma de nuestros héroes reformados puesto que no solo erraron en su interpretación de la Escritura en partes, sino que algunas veces se comprometieron en grandes actos de pecado. El último historiador William Warren Sweet, estaba en lo correcto cuando dijo:

Hay una noción esparcida entre los grupos protestantes de que la separación de la iglesia y el estado y así como la libertad religiosa, era uno de los productos inmediatos de la reforma, que los protestantes antiguos fueron defensores de una tolerancia grande y que la libertad religiosa solamente un desarrollo lógico de los principios sostenidos por todos los reformadores. Justo en donde esta noción surgió es difícil decirlo, y ningún historiador acreditado de nuestros tiempos lo aprobaría. Lo cierto es  que el resurgimiento del protestantismo fue acompañado un arrebato sin precedente de intolerancia (Religion in Colonial America, p.320).

J.C. Ryle, un auto favorito entre muchas personas reformadas, es absolutamente sincero en indicar:

Cualquier religión, tal la Mahometana, quienes hicieron convertidos con la espada, no son de arriba sino de abajo. Cualquier forma de cristianismo que haga quemar a hombres en la estaca, con el propósito de promover sus propios éxitos, lleva sobre ella el sello de apostasía. Eso es lo que hace verdadero y cierto a una religión la cual hace la mayoría para esparcir la paz verdadera (Expository Thoughts on the Gospels [Vol.4], pp.387-388).

A la luz de estas declaraciones, uno se pregunta ¿que pensaría Ryle y que pensarían aun los reformadores el día de hoy,  de Calvino, quien quemó en la estaca a Michael Servetus, o de la complicidad de Zwinglio en ahogar a los anabautistas? Estos hombres, verdaderamente, ¡debieron haber sabido mejor que nada, del cometer tales actos malignos en contra de otros seres humanos –particularmente en el nombre del Príncipe de Paz! Pero, como el viejo adagio dice: “EL mejor de los hombres, es a lo mucho hombre”. Para más de esto, vea Leonard Verduin, The Reformers and Their Stepchildren (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans, 1964); Leonard Verduin, The Anatomy of A Hybrid (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans, 1976); William R. Estep, The Anabaptist Story (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans [Revised], 1996).

F. Clericalismo Rígido / Eclesiología Antibíblica. Los reformadores protestantes así como la mayoría de las iglesias reformadas de hoy, han sido incapaces de romper con el clericalismo estricto el cual han heredado tanto de Roma como de Constantino. Los reformadores estaban en lo correcto en su soteriología (doctrina de la salvación), pero estaban equivocados en su eclesiología (doctrina de la iglesia). Ellos redescubrieron el evangelio, pero fueron incapaces de recuperar completamente la eclesiología del Nuevo Testamento. Así en muchos aspectos, la reforma fue solamente una reforma parcial. No solo los reformadores fracasaron en romper con el clericalismo rígido de su pasado (incluyendo el error del bautismo infantil), sino la asistencia de la iglesia en los territorios protestantes fue obligatoria. Así, los creyentes y los incrédulos fueron forzados a reunirse juntos bajo la misma membresía de la iglesia:

Es una de las increíbles paradojas de la historia que los reformadores, quienes recapturaron efectivamente y bravamente el evangelio de la gracia de su distorsión medieval y restauraron el mensaje central de la justificación por la fe, debieron haber retenido la iglesia masiva de la multitud mezclada, l iglesia territorial del compromiso Constantino, el la cual la fe verdadera no fue un requisito para la membresía (H. Bender, These Are My People, p.70).

Desafortunadamente, mucho de la eclesiología dentro de nuestras denominaciones Reformadas históricas está cargado de prácticas y tradiciones abrigadas que corren en contra de Nuevo Testamento. Para un estudio adicional, vea Alexander Strauch, Biblical Eldership (Littleton, CO: Lewis & Roth Publishers, 1986); William A. Beckham, The Second Reformation (Houston, TX: Touch Publications, 1995); Greg Ogden, The New Reformation (Grand Rapids: Zondervan, 1990); Frank A. Viola, Rethinking the Wineskin (Brandon, FL: Present Testimony Ministry, 1997); Alex R. Hay, The New Testament Order for Church and Missionary (Published by the New Testament Missionary Union, 1947).

III. No vea Ningún Período de la Historia de la Iglesia como Perfecta (e.g., la Reforma Protestante del siglo 16), Ni a ningún grupo en Particular de cristianos (e.g., los Reformadores, Puritanos, Anabautistas).

1. Debemos valorar las contribuciones espirituales de los diferentes hombres y diferentes períodos de tiempo dentro de la historia de la iglesia, pero nunca idolatrarlos..

2. Debemos desear mirar tanto lo bueno como los fracasos de nuestros héroes teólogos espirituales.

3. Debemos procurar buscar protegernos del error de un espíritu dividido así como también del crear un papa virtual de Calvino o de Lutero –algo que, a propósito, el apóstol Pablo nos dijo explícitamente que no hiciéramos (1 Corintios 1:10-13; 3:1-6; 4:1).

4. Cuando fracasemos en darnos cuenta de los defectos de nuestros héroes espirituales y teólogos, o cuando seamos culpables de idolatrar el pasado, nosotros acabamos por:

A. Hacer del hombre la medida o estándar de justicia en lugar del Señor Jesucristo.

B. Fracasamos en ver el progreso de la historia de la iglesia y terminamos encadenados al pasado –no reconociendo que cada período de la historia tiene su única contribución y bendición (incluyendo la nuestra en el siglo veintiuno).

C. Hacer romance con el pasado (“los viejos buenos tiempos”). Terminamos viendo a la historia desde una perspectiva romántica, más que de la realidad, la cual incluye tanto grandes logros como grandes caídas. Si aun en la Biblia registra los fracasos y pecados de los más grandes santos (ej.,Calvino, Lutero, etc.), ¿Porqué nosotros deberíamos ignorar los fracasos de los santos menos grandes a través de la historia de la iglesia (ej. Calvino, Lucero, etc)? Quizás uno de las razones principales de porque Dios permitió el registro los fracasos de carios personajes bíblicos, es que no debemos idolatrar tales personas ni tomar partidos teológicos alrededor de ellos. Para aquellos que deseen echar un vistazo a nuestros héroes puritanos y reformados –no con el propósito de desacreditarlos, sino con el propósito de ver un cuadro real –recomiendo los siguientes: Thomas N. Smith, «The Perils of Puritanism,» Reformation & Revivial [Journal]: Puritanism I (Spring – 1996, Vol.5/No.2), pp.83-99; Jon Zens, «What Can We Learn From Reformation History?» Baptist Reformation Review (Autumn – 1978, Vol.7/No.3), pp.1-13; Leonard Verduin, The Reformers and Their Stepchildren (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans, 1964).

IV. Debido a que Hemos Sido Dados a un Entendimiento Bíblico más Grande, los Calvinistas Deben ser Modelos de Humildad y Amor.

1. Considere la gracia y las bendiciones las cuales Dios ha prodigado sobre usted: El habría podido escoger crearlo como un ratón o aun una cucaracha, pero en lugar de eso, eligió crearlo como miembro de raza humana; El pudo elegir plantarle en el lugar más alejado y más áspero de este planeta pero, en lugar de eso, eligió redimirlo y adoptarlo como Su hijo a través de Cristo Jesús; y El pudo haberlo dejado en su confusión arminiana, pero en lugar de eso, eligió revelarle en su gracia las Doctrinas de la Gracia. Por tanto, ¿Tiene usted alguna excusa para el orgullo y arrogancia hacia los demás-especialmente sus hermanos arminianos? Como el apóstol Pablo dijo: “Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (1 Corintios 4:7)

2. A causa de la tendencia de convertirse en orgullos respecto a las Doctrinas de la Gracia (1 Corintios 8:1), debemos continuamente recordarnos las palabras de nuestros Señor: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:34-35), cf. Juan 15:12,17; Romanos 123,10; 1 Corintios 13:4,13; Efesios 4:1-3, 32; Filipenses 2:1-4; Colosenses 4:6; 1 Pedro 3:8; 1 Juan 3:14-18; 4:11). Para un estudio adicional, recomiendo sumamente: Jonathan Edwards, Charity and its Fruits (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust [Reprint], 1969).

3. Procure cultivar y mejorar características espirituales tales como la paciencia, la bondad, y la no venganza. Robert Chapman, a quien Spurgeon consideró ser el hombre más santo que el conoció, una vez dijo: “Hay muchos que predican de Cristo, pero no muchos que vivan a Cristo. MI gran objetivo sería vivir como Cristo” (Robert L. Peterson, Robert Chapman: A Biography [Neptune, NJ: Loizeaux Brothers, 1995] p.29). Esto, de igual manera, debe ser la meta de el calvinista (o cualquier creyente en cuanto a esto).

4. La única manera de invertir la suposición común de que los calvinistas son altaneros y orgullosos, es simplemente no comportarse de esta manera.

5. Aunque lo que se apegan a las preciosas Doctrinas de la Gracia deben estar listos siempre para articular y explicar sus creencias, debemos ser cuidadosos en no buscar debates o disputas con nuestro hermanos arminianos –como Pablo nos recuerda en Efesios 4:3, «solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.» Permítame recordar que no siempre tendremos que tener la última palabra, ni es necesario siempRe “ganar el debate” –como Spurgeon sabiamente advierte a sus estudiantes en el Colegio Pastoral:

Con toda probablidad, la conversación sensata llevará algunas veces a la controversia, y aquí muchos buenos hombres corren sobre un gancho. El ministros sensible debe ser particularmente amable en argumentos. El, sobre todos los hombres, no debe cometer el error de imaginarse que hay fuerza en su temperamento y poder en hablar molesto. Un pagano que se paró en una multitud en Calcuta, escuchando a un misionero disputar con un brahmán, dijo que él sabia quien estaba en lo correcto pero el no entendía el lenguaje –el sabía que el que estaba mal era el que había perdido la calma primero. Pero la mayor parte, esa es una manera segura de juzgar. Tratar de evitar debatir con las personas. Establezca su opinión y deje que los demás lo hagan también. Si usted ve que un palo esta torcido, y usted quiere que las personas vea cuan torcido esta, coloque una barra recta bajo ella; eso será suficiente. Pero si usted esta entrando en controversia, use argumentos fuertes y palabras muy suaves. Frecuentemente usted no podrá convencer a los hombres estirando su razón, pero usted puede persuadirlos ganando su afecto (Lectures to My Students [Grand Rapids: Baker Book House Reprint, 1977] Vol.1, p.188).

6. el amor cristiano, sin embargo, no excluye una audacia apropiada y humilde. Proverbios 28:1 nos recuerda que: Mas el justo está confiado como un león. (cf. hechos 4:29,31; Filipenses 1:14).


V. No Haga Mayor en los Menores. Sea cuidadoso Donde Planta su Bandera.

1. Hay algunos asuntos o controversias no dignas de involucrarse –al menos no al punto de interrumpir la unidad y la paz de la iglesia.

2. Si usted termina enfatizando sobre cosas no esenciales en verdad, usted ignorará aquellas que son importantes y dignas de sus esfuerzos – o las personas tenderán a no tomarlo en serio en asuntos vitales debido a su propensión a excederse en asuntos insignificantes. Estos será la contraparte espiritual o teológica del “aullido del lobo”. Estoy asombrado de como muchos cristianos están obsesionados en aclamar a Estados Unidos como una “nación cristiana” o quienes ocupa la mayor parte de su tiempo advirtiendo a otros cristianos de la amenaza del humanismo secular o de la última teoría de conspiración, y aun no poder definir la doctrina de la justificación (Martin Lutero creía que la justificación era un artículo del cual la iglesia se mantiene de pie o cae). Muchas de estas mismas personas quieren que los diez mandamientos sean la base moral de nuestro país, ¡pero no pueden ni siquiera nombrarlos! Para ser sinceros, si el diablo lo puede desviar a perseguir asuntos no edificantes o no esenciales, el ha ganado el día.

3. No permita que los demás lo arrastren a controversias teológicas personales..

4. En muchos casos, aquellos quienes están en constante fricción con los demás sobre asuntos teológicos relativamente menores, lo hacen porque: (1) Espiritualmente son inmaduros; (2) Les falta discernimiento en reconocer lo que es esencial o no esencial; y (3) Están comprometidos a disputas sin importancia porque no están verdaderamente comprometidos en una guerra espiritual genuina. Semejante a soldados, durante un tiempo de descanso, quienes se concentran en pequeños detalles insignificantes como sacarle brillo a los zapatos o hacer algo para que sus uniformes siempre estén almidonados porque en realidad no existe una guerra real. Por tanto, ellos pasan mucho de su tiempo concentrándose en deberes insignificantes. Realmente, el cristiano quien persigue “vanas palabrerías” (1 Timoteo 1:3-7) pasan bajo la mano disciplinadora de Dios puesto que, a diferencia de un soldado quien sirve durante su tiempo de descanso, nuestra guerra aun no termina, sino que continua rugiendo hasta que Cristo regrese (2 Corintios 10:3-4; Efesios 6:10-18; 1 Pedro 5:8-9)

VI. Reconozca Que Usted Puede Aprender de Aquellos que Están Fuera del Campo Reformado.

Hace algunos años, un joven calvinista me dijo: “¡Yo solo leo autores reformados!” Mi inmediata respuesta fue: “¿Por qué se limita?” Aparentemente, el pensaba que Dios solo enseña a través de aquellos que son reformados o que ellos son los únicos quienes tienen algo digno que decir. La verdad es que, Dios puede usar al santo más pequeño o menos educados para enseñar Su verdad –incluyendo a los hermanos arminianos. Esto no necesariamente significa que estemos de acuerdo con todo aquel con el que conversemos. Significa, sin embargo,  que debemos estar dispuestos a escuchar a aquellos que están fuera de nuestra tradición teológica y aceptar lo que esté de acuerdo con la Escritura y rechazar lo que no este de acuerdo. No limite los caminos de los cuales estén disponibles para su instrucción y santificación.

VII.  Busque ser un Hombre/Mujer del Texto de la Escritura.

Aquello que separa a los hombres de los jóvenes, teológicamente hablando, es la capacidad de definir y defender su propia teología del texto bíblico. Algunos cristianos afirman su punto en base a la filosofía o afirmaciones teológicas generales, pero el cristiano quien es capaz de articular sus puntos de vista desde la Escritura misma se mantendrá por delante de los demás porque, no solo tiene un adecuado punto de partida, sino que sus argumentos llevaran un mayor peso debido a que provienen de la Palabra de Dios. En lugar de hablar en vagas generalidades acerca de asuntos espirituales y teológicos, serán capaces de apoyar sus opiniones exegéticamente y con precisión porque están diariamente estudiando el contenido de la Escritura. A sus propios estudiantes, Spurgeon sabiamente les advertía:

Hay un solo libro que ustedes tienen, y ese es su Biblia; y un ministro con su Biblia es como David con su onda y su piedra, totalmente equipado para la batalla. Ningún hombre puede decir que no tiene nada que trazar mientras que las Escrituras están a su alcance.  En la Biblia tenemos una biblioteca perfecta, y aquel que la estudia profundamente será un mejor estudioso que si hubiera devorado toda la biblioteca de Alejandría. Para entender la Biblia debe haber ambición, debemos familiarizarnos con ella, tan familiar como el ama de casa con su aguja o el marinero con su nave. Debemos conocer su función general, e contenido de cada libro, los detalles de sus historias, sus doctrinas, sus preceptos y todo acerca de ella… Un hombre que no tiene su Biblia entre sus dedos y en centro de su corazón es campeón de nuestro Israel; usted no puede competir con él: usted puede tener un arsenal, pero su conocimiento Bíblico le vencerá; porque es como la espada de Goliat de la que David dijo: “No hay ninguna como esa” (Lectures to My Students [Vol.1], pp.195-196).

VIII. Al Comprar Libros, Sea Selectivo y Compre Solo los Mejores.

La biblioteca de un hombre es un buen indicador de sus pensamientos y teología. El creyente sabio, por tanto, no debe desperdiciara su dinero o tiempo en lo sensacional o superficial. Aunque las palabras de Salomón en Eclesiastés 12:12 son ciertas (“No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne”), esto no minimiza el valor de asegurar libros valiosos los cuales ayudarán a documentar nuestras mentes y a aclarar el significado de la Escritura (2 Timoteo 4:13)

IX. El Calvinista, Por Sobre Todos, Debe Buscar Ser Productivo en Su Andar por Cristo.

1. El Conocimiento conlleva responsabilidad. Entre mas conocimiento obtiene uno de la Palabra de Dios, mas responsable se hace en vivir en obediencia a ello y a manifestar  los frutos de los cuales surgen de ese conocimiento. Por tanto, no hay excusa para un calvinista improductivo y perezoso. ¡No sea una vaca gorda espiritual!

2. No coloque niveles bajo de gracia dentro de su vida. Busque la excelencia en su andar cristiano –como Pablo nos urgió en Romanos 12:11 “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (cf. 1 Corintios 15:58; 1 Tesalonicenses 4:9-10; Hebreos 6:10-12).

3. Practique el Discipulado. Me sorprende cuanta personas crecen en las Doctrinas de la Gracia y sobresalen en el su apego a la revelación de Dios, pero nunca hacen un esfuerzo en discipular a otros. Piense en los muchos experimentados y más viejos cristianos que nunca comparten su sabiduría y conocimiento a los jóvenes. En mi opinión, esto es un desperdicio de riqueza espiritual y recursos intelectuales los cuales Dios a dado a cada uno de nosotros, así como un mal servicio al cuerpo de Cristo. Para más sobre tutoría y disicpulado, vea Paul D. Stanley & J. Robert Clinton, Connecting (Colorado Springs, CO: NavPress, 1992); Bill Hull, The Disciple Making Church (Grand Rapids: Fleming H. Revell, 1990).

4. Sea optimista acerca de su futuro y servicio a Cristo – al igual que Guillermo Carey, el fundador de las misiones modernas, quien dijo: “espere grandes cosas de Dios, procure grandes cosas para Dios”

5. El Calvinista debe buscar ser un modelo de hospitalidad y amor (Romanos 12:13; 1 Pedro 4:9).

6. Sea generoso y liberal en darse a otros (Deuteronomio 15:10; 2 Corintios 8:1-4; 9:7). William S. Plumer, “L que no es liberal con lo que tiene, hace pero se engaña a sí mismo cuando piensa que sería mas liberal si tuviera más” Henry Ward Beecher, “En este mundo lo que nos hace ricos no es lo que tomamos sino lo que damos.”

X. Desarrolle una Teología De Escuchar.

1. Tan a menudo como platiquemos con otros creyentes, tendemos a hablar sin poner atención al otro porque no hemos aprendido el valor y la disciplina de saber escuchar. Santiago 1:19 nos dice,”Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”.

2. Estoy persuadido que la mayoría de nuestras controversias doctrinales a través de la historia de la iglesia pudieron haberse resuelto o podían quizás haberse a los cristianos si hubieran estado mas dispuestos a escuchar cuidadosamente el uno al otro.

3. Aprenda a ser paciente con las equivocaciones verbales de otros – “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”. (Santiago 3:2).

4. Tan difícil como pueda parecer, aprenda a valorar de la crítica que usted reciba de otro. Spurgeon sabiamente advirtió a sus estudiantes del Colegio Pastoral de Londres a no ver la crítica tan necesariamente mala::

Usted debe poder soportar la crítica, o no es conveniente que usted sea la cabeza de una congregación; y usted debe permitir al crítico que lo haga sin tener que contarlo entre sus enemigos mortales, o usted se mostrará ser muy delicado. Es siempre sabio mostrar una doble bondad en donde usted ha sido severamente manejado por uno que piensa que es su deber hacerlo, porque el  probablemente sea un hombre honesto y digno de ganar… Las mejores personas están a veces fuera de nuestro alcance y dicen cosas poco amables; debemos sentirnos contentos si nuestros amigos pudieran olvidar lo que dijimos cuando éramos tercos e irritables, y seríamos como Cristo actuar sobre los demás de esta forma como desearíamos que lo hicieran con nosotros… Un amigo sensato que lo critique ampliamente semana tras semana sería un mayor bendición para usted que miles de admiradores indiscriminados si usted tiene un amplio sentido en sobrellevar este trato, y suficiente gracia para estar agradecido por ello. Cuando estaba predicando en Surrey Gardens, un desconocido censor muy capaz me enviaba semanalmente una lista de mis malas pronunciaciones y otros tropiezos en mis discursos. El nunca firmó con su nombre, y esta era mi única razón de queja en contra de el, porque me dejó en deuda con quien no podía reconocerle. Tome esta oportunidad de confesarle mis obligaciones a él, por mi genio afable y un evidente deseo de beneficiarme, el me marcó implacablemente todo lo que el suponía que había dicho incorrectamente. Con respecto a algunas de estas correcciones el estaba equivocado, pero en la mayor parte estaba en lo correcto, y sus observaciones me permitieron percibir y evitar muchos errores. Busqué sus memorándums semanales con mucho interés, y confié en todo lo mejor de el (Lectures to My Students [Vol.2], pp.169-170,175).

5. La Crítica:

A. Le mantendrá humilde. La crítica ayuda a desinflar los egos hinchados.

B. Le informará y lo educará.

C. Le mantendrá dependiente de su padre celestial.

D. Le ayudará a confirmar que usted no es un hombre que busque agradar a los demás – como Jesús advirtió a sus discípulos: “!Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas”. (Lucas 6:26).

XI. No Permita que Sus Faltas Pasadas Obstaculicen Su Servicios a Dios.

1. Es importante recordar que al más grande de los hombres dentro de la historia redentora tuvo sus faltas y defectos, pero aun fueron usados por Dios. Por lo tanto, “vamos adelante a la perfección (Hebreos 6:1; cf. Filipenses 3:12,14).

2. No permita fijarse en los fracasos y pecados de vida cristiana, sino mire la gran obra de santificación que Dios esta haciendo en su vida. ¡Los soldados no se detienen! John Owen, «Piense en la culpa del pecado, para que pueda ser humilde. Piense en el poder del pecado, para que pueda buscar fortaleza en contra de el. No Piense mas en le pecado… a fin de que no se enrede más en el”

3. Mientras que es posible que un cristiano pueda actuar hipócritamente por ocasiones, un creyente genuino no vivirá continuamente una vida de hipocresía (1 Juan 3:9-10). Henry Scudder, en su clásico obra, El Diario Vivir del Cristiano, escribe:

La rectitud que forma parte de la santificación, no es completamente perfecta en esta vida; pero es mezclado con alguna hipocresía, oponiéndose una contra la otra. Tiene grados, a veces más, a veces menos. . . Un hombre no debe ser llamado a un hombre recto, ni un hipócrita, a causa de unos pocas actos en donde él puede mostrar la rectitud o la hipocresía: un hipócrita puede hacer algunos actos justos, en los cuales él no disimule, aunque él no puede decirse que las haga en rectitud; como Jehu destruyó la casa malvada de Ahab, y de los sacerdotes idólatras de Baal, con todo el corazón (2 Reyes 10). Y el mejor hombre puede cometer ciertos actos hipócritas y engañosos, como hizo David en el asunto de Urías, (1 Reyes 15:5). No es el tener hipocresía lo que denota a un hipócrita, sino el reinar de ello, lo cual es, cuando no es visto, confesado, lamentado, y opuesto. Un hombre debe juzgar su rectitud  más que su voluntad, y la inclinación de su alma, y sus buenos deseos y verdaderos esfuerzos de hacer el bien en el curso de su vida, más que por un acto en especial, o por su poder para hacerlo. David fue estimado como un gran hombre conforme al corazón de Dios, contaminó su alma y estropeó su reputación. (pp. 159-160)

 

 

XII. Reconozca que Su Más Grande Poder es encontrado en la Oración.

 

E.M. Bounds una vez dijo: “Darle a la oración un lugar secundario es hacer a Dios secundario en los asuntos de la vida” En su libro: The Weapon of Prayer (Grand Rapids: Baker Book Houser Reprint, 1991), el dice aun más:

 

El hombre a quien Cristo encomendó las fortunas y destino de SU iglesia fueron hombres de oración. A ninguna otra clase de hombres Dios se ha comprometido en este mundo. Los apóstoles fueron prominentemente hombres de oración. Ellos se dieron así mismos a la oración. Ellos hicieron de la oración su función principal. Fue primero su punto de importancia y primero en sus resultados. Dios nunca ha y no comprometerá los intereses de peso de Su reino a hombres que no oren, a quienes no hagan de la oración un factor destacado y controlador de sus vidas. Los hombres que no oran nunca alcanzarán eminencia de devoción. Los hombres piadosos son siempre hombres de oración. Los hombres que no sean hombre prominentemente de oración nunca se hacen notar pro una simplicidad o fuerza en su fe. La piedad no florece en ningún lugar tan rápidamente y tan completamente como en lo secreto. En lo secreto es el jardín de la fe (p.33).

 

Escrito por Darryl M. Erkel

Practical Wisdom for Calvinists

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Practical Wisdom For Calvinists

Practical & Theological Guidelines for Those
Who Embrace the «Doctrines of Grace»

The following practical and theological items, although they apply to every believer regardless of their particular theological tradition, are especially directed to those who adhere to Reformed/Calvinistic theology.

I. Recognize that Salvation is Broader than the Calvinist Camp.

1. All of us, at one time or another, were Arminian in our thinking. A professing Arminian may be just as unregenerate as a professing Calvinist, but one’s adherence to Arminian theology does not necessarily exclude them from the kingdom of God. It is disturbing to hear some Calvinists assign all Arminians to the lowest abyss while conveniently forgetting that they too, at one time, were Arminians. Although the great 18th century evangelist, George Whitefield, had his differences with the staunch Arminian John Wesley, he was able to see the hand of God in Wesley’s ministry and count him as a brother in Christ. Thus, we must be patient with our brethren and recognize that both ethical and theological maturity takes time. In fact, there are some truths that, for whatever reason, we may not yet be ready to receive – as Jesus told His own disciples, «I have many more things to say to you, but you cannot bear them now» (John 16:12).

2. God commands us to accept one another in Christ, in spite of our differences (Romans 14:1; 15:7). If Christ has accepted our Arminian brethren, who are we to reject them? The 19th century Baptist preacher, C.H. Spurgeon, once said:

We give our hand to every man that loves the Lord Jesus Christ, be he what he may or who he may. The doctrine of election, like the great act of election itself, is intended to divide, not between Israel and Israel, but between Israel and the Egyptians – not between saint and saint, but between saints and the children of the world. A man may be evidently of God’s chosen family, and yet though elected, may not believe in the doctrine of election. I hold there are many savingly called, who do not believe in effectual calling, and that there are a great many who persevere to the end, who do not believe the doctrine of final perseverance. We do hope that the hearts of many are a great deal better than their heads. We do not set their fallacies down to any willful opposition to the truth as it is in Jesus, but simply to an error in their judgments, which we pray God to correct. We hope that if they think us mistaken too, they will reciprocate the same Christian courtesy; and when we meet around the cross, we hope that we shall ever feel that we are one in Christ Jesus (New Park Street Pulpit [London: Passmore & Alabaster, Vol.6] p.303).

In another place, he also said:

Far be it from me to imagine that Zion contains none but Calvinistic Christians within her walls, or that there are none saved who do not hold our views (cited in Iain Murray, The Forgotten Spurgeon [Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1966] p.65).

3. Most Arminians reject the Doctrines of Grace out of gross ignorance, misunderstanding, or misrepresentation on the part of sincere, but misinformed Calvinist’s. Thus, often they are not rejecting genuine Calvinism, but distortions of it. One’s heart may be right, while one’s head may be wrong.

4. Calvinism is not the Gospel. One is not saved by a proper understanding of election, Divine sovereignty, or the extent of the atonement. These issues, no doubt, are important, but they are not the core of the Gospel; they indirectly relate to the Gospel (as do many other Biblical teachings), but are not the essence of it. The puritan, John Bradford, stated: «Let a man go to the grammar school of faith and repentance, before he goes to the university of election and predestination.» In the same way that it is wrong to detract from the Gospel message, so it is wrong to add to the Gospel message one’s particular theology. Once again, this is not to deny that the five-points of Calvinism are not important matters; but simply to point out that the minute one makes mandatory for salvation a correct understanding of election, effectual calling, or the extent of the atonement (regardless of how true they might be), they are guilty of adding to the Gospel. This is usually the error of young, zealous Calvinists (although not always), but to use the words of James, «My brethren, these things ought not to be this way» (James 3:10).

II. Don’t Make the Mistake of Accepting Everything «Reformed» or «Calvinistic.»

1. Scripture alone is the final standard of authority for doctrine and practice (Isaiah 8:20; Acts 17:11; 1 Thessalonians 5:21), not Luther, Calvin, Owen, or any other great Reformed theologian. This is not to deny that these men – and men from other theological traditions – have made great spiritual contributions to the church, but only that they are not the final arbiters of truth. I know that many Reformed people would assent to this, but how many truly practice it? If we accept everything under the banner of «Reformed» or «Calvinistic,» without serious scriptural investigation, are we truly practicing «Sola Scriptura»? Let us not make a pope out of Calvin, Luther, or any other mere mortal (Jeremiah 17:5).

2. Be very careful about accepting entire systems of theology (e.g., Covenant theology, Dispensationalism). Most often, the truth is found somewhere in the middle – and usually, a system of theology contains a part of the truth, but not the whole of it. It appears that God has spread His truth throughout various theological traditions (Baptist, Presbyterian, Lutheran, etc.) so that we might not put our trust in men or institutions, but in the testimony of God’s Word.

3. The truth is, some aspects of Reformed theology are erroneous.

A. Infant Baptism. For a thorough evaluation and refutation of this doctrine, see Paul K. Jewett, Infant Baptism & The Covenant of Grace (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans, 1978); T.E. Watson, Baptism Not For Infants (Worthing, England: Henry E. Walter, 1962); Alexander Carson, Baptism: Its Mode and Subjects (Grand Rapids: Kregel Publications [Reprint]); Greg Welty, A Critical Evaluation of Infant Baptism (Fullerton, CA: Reformed Baptist Publications, n.d.).

B. The Covenant of Grace. For a critique of this view, see Jon Zens, «Is There A ‘Covenant of Grace’?» Baptist Reformation Review (Autumn – 1977, Vol.6/No.3), pp.43-53; Richard L. Mayhue, «Hebrews 13:20: Covenant of Grace or New Covenant: An Exegetical Note,» The Master’s Seminary Journal (Fall – 1996, Vol.7/No.2), pp.251-257.

C. The Reformed View of the Law. For an evaluation and critique of the traditional view of the Law and its relationship to the believer under the New Covenant, see Douglas J. Moo, «The Law of Christ as the Fulfillment of the Law of Moses: A Modified Lutheran View,» [Chapter 5] in The Law, The Gospel, and the Modern Christian (Grand Rapids: Zondervan, 1993); «‘This is My Beloved Son, Hear Him!’: The Foundation for New Covenant Ethics and Ecclesiology,» [ed. Jon Zens] Searching Together (Summer – Winter, 1997, Vol.25/1,2,3); Fred G. Zaspel, «Divine Law: A New Covenant Perspective,» Reformation & Revivial [Journal] (Summer – 1997, Vol.6/No.3); Stephen Westerholm, Israel’s Law and the Church’s Faith (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans, 1988); John G. Reisinger, Tablets of Stone (Southbridge, MA: Crowne Publications, 1989).

D. Theonomy. In fairness, not everyone who is Reformed accepts Theonomy or Christian Reconstructionism. I have noticed, however, that many who embrace the Doctrines of Grace, make the unfortunate mistake of accepting Theonomy. For a critique of this unscriptural system, see Jon Zens, «Moses in the Millennium: An Appraisal of Christian Reconstructionism,» Searching Together (Vol. 17:2,3,4 – 1988); [eds. William S. Barker & W.R. Godfrey] Theonomy: A Reformed Critique (Grand Rapids: Zondervan, 1990).

E. The Protestant Reformers Persecuted the Anabaptists and Catholics as Well as Sanctioned the Use of the Sword Against their Opponents. The Reformers had no scriptural authority to malign, persecute, and even kill such groups as the Anabaptists and Roman Catholics. While this is no longer a practice among those who are Reformed, there were many prominent Reformation theologians who thought it was perfectly acceptable – even to the point of citing Scripture for its justification (e.g., Luther, Zwingli, Calvin, et al.). This, once again, demonstrates how important it is to not accept everything that comes from the pen of our Reformation heroes since, not only did they err in their interpretation of Scripture at points, but they sometimes engaged in great acts of sin. The late historian, William Warren Sweet, was correct when he said:

There is a widespread notion among Protestant groups that the separation of church and state, and thus religious liberty, was one of the immediate products of the Reformation, that the early Protestants were advocates of a large tolerance, and that religious liberty was but the logical development of the principles held by all the Reformers. Just where this notion arose is difficult to say, and no reputable historian of our times would endorse it. The fact is that the rise of Protestantism was accompanied by an unprecedented outburst of intolerance (Religion in Colonial America, p.320).

J.C. Ryle, a favorite author among many Reformed people, was quite candid in stating:

Any religion, like that of Mahomet, who made converts with the sword, is not from above but from beneath. Any form of Christianity which burns men at the stake, in order to promote its own success, carries about it the stamp of an apostasy. That is the truest and best religion which does most to spread real, true peace (Expository Thoughts on the Gospels [Vol.4], pp.387-388).

In light of these statements, one wonders what Ryle, and even Reformed people today, would think of Calvin, who had Michael Servetus burned at the stake, or of Zwingli’s complicity in the drowning of the Anabaptists? These men, indeed, should have known better than to commit such evil deeds against other humans – particularly in the name of the Prince of Peace! But, as the old adage goes, «The best of men are men at best.» For more on this, see Leonard Verduin, The Reformers and Their Stepchildren (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans, 1964); Leonard Verduin, The Anatomy of A Hybrid (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans, 1976); William R. Estep, The Anabaptist Story (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans [Revised], 1996).

F. Rigid Clericalism/Unscriptural Ecclesiology. The Protestant Reformers as well as most Reformed churches today, have been unable to break with the strict clericalism which they have inherited from both Rome and Constantine. The Reformers were right in their soteriology (doctrine of salvation), but wrong in their ecclesiology (doctrine of the church). They rediscovered the Gospel, but were unable to fully recover the ecclesiology of the New Testament. Thus, in many respects, the Reformation was only a partial reformation. Not only did the Reformers fail to break with the rigid clericalism of their past (including the error of infant baptism), but church attendance in Protestant territories was compulsory. Thus, believers and unbelievers were forced to gather together under the same church membership:

It is one of the incredible paradoxes of history that the Reformers, who so boldly and effectively recaptured the Gospel of grace from its medieval distortion and restored the central message of justification by faith, should have retained the mass church of the mixed multitude, the territorial church of the Constantinian compromise, in which real faith was not a requirement for membership (H. Bender, These Are My People, p.70).

Unfortunately, much of the ecclesiology within our historic Reformed denominations is fraught with practices and cherished traditions which run counter to the New Testament. For further study, see Alexander Strauch, Biblical Eldership (Littleton, CO: Lewis & Roth Publishers, 1986); William A. Beckham, The Second Reformation (Houston, TX: Touch Publications, 1995); Greg Ogden, The New Reformation (Grand Rapids: Zondervan, 1990); Frank A. Viola, Rethinking the Wineskin (Brandon, FL: Present Testimony Ministry, 1997); Alex R. Hay, The New Testament Order for Church and Missionary (Published by the New Testament Missionary Union, 1947).

III. Don’t View Any Period of Church History as Perfect (e.g., the Protestant Reformation of the 16th Century), Nor Any Particular Group of Christians (e.g., the Reformers, Puritans, Anabaptists).

1. We must value the spiritual contributions of different men and different periods of time within church history, but never idolize them.

2. We must be willing to look at both the good as well as the faults of our spiritual and theological heroes.

3. We must seek to guard ourselves from the error of a party-spirit as well as from making a virtual pope out of Calvin or Luther – something which, by the way, the apostle Paul explicitly told us not to do (1 Corinthians 1:10-13; 3:1-6; 4:1).

4. When we fail to realize the faults of our spiritual/theological heroes, or when we are guilty of idolizing the past, we end up:

A. Making man the measure or standard of righteousness, instead of the Lord Jesus Christ.

B. We fail to see the progression of church history and end up chained to the past – not recognizing that each period of history has its own unique contribution and blessing (including ours in the twenty-first century).

C. Romanticizing the past («the good-old days»). We end up viewing history from a romanticized perspective, rather than from reality, which includes both great achievements as well as great down-falls. If even the Bible records the failures and sins of the greatest saints (e.g., David, Peter, et al.), why should we then ignore the faults of lesser saints throughout church history (e.g., Calvin, Luther, et al.)? Perhaps one of the major reasons why God allowed the failures of various biblical characters to be recorded, is so that we would not idolize such persons nor form theological parties around them. For those willing to look at the faults of our Reformation and Puritan heroes – not for the purpose of discrediting them, but for the purpose of seeing a true picture – I recommend the following: Thomas N. Smith, «The Perils of Puritanism,» Reformation & Revivial [Journal]: Puritanism I (Spring – 1996, Vol.5/No.2), pp.83-99; Jon Zens, «What Can We Learn From Reformation History?» Baptist Reformation Review (Autumn – 1978, Vol.7/No.3), pp.1-13; Leonard Verduin, The Reformers and Their Stepchildren (Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans, 1964).
 

IV. Because We Have Been Given Greater Scriptural Insight, Calvinists Should Be the Model of Humility and Love.

1. Consider the grace and blessings which God has lavished upon you: He could have chosen to create you into a mouse or even a cockroach but, instead, chose to make you into a member of the human race; He could have chosen to plant you in the most remote and harshest place on this planet but, instead, chose to plant you in the free and prosperous land of America; He could have left you in sin and darkness but, instead, chose to redeem you and adopt you as His child through Christ Jesus; And He could have left you in your Arminian confusion but, instead, chose to graciously reveal the Doctrines of Grace to you. Therefore, do you have any excuse for pride or arrogance toward others – particularly toward our Arminian brethren? As the apostle Paul says, «For who regards you as superior? And what do you have that you did not receive? But if you did receive it, why do you boast as if you had not received it?» (1 Corinthians 4:7).

2. Because of the tendency to become prideful over the Doctrines of Grace (1 Corinthians 8:1), we must continually remind ourselves of the words of our Lord: «A new commandment I give to you, that you love one another, even as I have loved you, that you also love one another. By this all men will know that you are My disciples, if you have love for one another» (John 13:34-35; cf. John 15:12,17; Romans 12:3,10; 1 Corinthians 13:4,13; Ephesians 4:1-3,32; Philippians 2:1-4; Colossians 4:6; 1 Peter 3:8; 1 John 3:14-18; 4:11). For further study, I highly recommend: Jonathan Edwards, Charity and its Fruits (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust [Reprint], 1969).

3. Seek to cultivate and improve such spiritual characteristics as patience, kindness, and non-retaliation. Robert Chapman, whom Spurgeon considered to be the most saintliest man he ever knew, once said: «There are many who preach Christ, but not so many who live Christ. My great aim will be to live Christ» (Robert L. Peterson, Robert Chapman: A Biography [Neptune, NJ: Loizeaux Brothers, 1995] p.29). This, likewise, should be the goal of the Calvinist (or any believer for that matter).

4. The only way to reverse the common assumption that Calvinists are haughty and proud, is to simply not behave in this way.

5. Although those who adhere to the precious Doctrines of Grace should be ready always to articulate and explain their beliefs, we must be careful to not go looking for debates or disputes with our Arminian brethren – as Paul reminds us in Philippians 4:3, «being diligent to preserve the unity of the Spirit in the bond of peace.» Let us also remember that we do not always have to have the last word, nor is it necessary to always «win the debate» – as Spurgeon wisely warned his own students at The Pastor’s College:

In all probability, sensible conversation will sometimes drift into controversy, and here many a good man runs upon a snag. The sensible minister will be particularly gentle in argument. He, above all men, should not make the mistake of fancying that there is force in temper, and power in speaking angrily. A heathen who stood in a crowd in Calcutta, listening to a missionary disputing with a Brahmin, said he knew which was right though he did not understand the language – he knew that he was in the wrong who lost his temper first. For the most part, that is a very accurate way of judging. Try to avoid debating with people. State your opinion and let them state theirs. If you see that a stick is crooked, and you want people to see how crooked it is, lay a straight rod down beside it; that will be quite enough. But if you are drawn into controversy, use very hard arguments and very soft words. Frequently you cannot convince a man by tugging at his reason, but you can persuade him by winning his affections (Lectures to My Students [Grand Rapids: Baker Book House Reprint, 1977] Vol.1, p.188).

6. Christian love, however, does not exclude a proper and humble boldness. Proverbs 28:1 reminds us that «the righteous are bold as a lion» (cf. Acts 4:29,31; Philippians 1:14).
 

V. Don’t Major on the Minors. Be very Careful Where You Plant Your Flag.

1. There are some issues or controversies not worth getting involved in – at least not to the point of disrupting the unity and peace of the church.

2. If you end up majoring on things not truly essential, you will either ignore those that are important and worthy of your efforts – or – people will tend to not take you seriously on vital matters because of your propensity to make a big deal over insignificant issues. This would be the spiritual or theological counterpart of «crying wolf.» I am amazed at how many Christians are obsessed with reclaiming America as a «Christian Nation» or who spend most of their available time warning other Christians of the threat of secular humanism or the latest conspiracy theory, yet cannot define the doctrine of justification (Martin Luther believed that justification was the article by which the church stands or falls). Many of these same people want the Ten Commandments to be the moral basis for our country, yet cannot even name them! Quite frankly, if the Devil can divert you to endlessly chase unedifying or non-essential issues, he has won the day.

3. Don’t allow others to drag you into their personal theological controversies.

4. In many cases, those who are in constant friction with others over relatively minor theological issues, do so because: (1) They are spiritually immature; (2) Lack discernment in recognizing what is essential or non-essential; and (3) They engage in unimportant disputes because they’re not truly engaged in genuine spiritual warfare. It’s akin to soldiers, during peace-time, who concentrate on the relatively petty details of shining shoes or making certain that their uniforms are always starched because there’s no real war to fight. Thus, they spend much of their time concentrating on insignificant duties. Actually, the Christian who pursues «fruitless discussions» (1 Timothy 1:3-7) stands under the disciplining hand of God since, unlike the soldier who serves during peace-time, our war is not over, but continues to rage on until Christ returns (2 Corinthians 10:3-4; Ephesians 6:10-18; 1 Peter 5:8-9).
 

VI. Recognize That You Can Learn From Those Who Are Outside of the Reformed Camp.

A number of years ago, a young Calvinist fellow told me, «I only read Reformed authors!» My immediate response was, «Why limit yourself?» Apparently, he thought that God only teaches those who are Reformed or that they are the only ones who have anything worthy to say. The truth is, God can use the lowliest or most uneducated saint to teach us His truth – including our Arminian brethren. This doesn’t necessarily mean that we have to agree with everyone we converse. It does mean, however, that we must be willing to listen to those outside of our theological tradition and to accept that which agrees with Scripture and reject that which doesn’t. Don’t limit the avenues which are available for your instruction and sanctification.
 

VII.  Seek to Be A Man/Woman of the Text of Scripture.

That which separates the men from the boys, theologically speaking, is the ability to define and defend one’s theology from the biblical text. Some Christians argue their case from philosophy or general theological assumptions, but the Christian who is able to articulate his views from Scripture itself will stand head over everyone else because, not only does he have a proper starting-point, but his arguments will carry greater weight because they come from God’s Word. Instead of speaking in vague generalities about spiritual or theological matters, they are able to precisely and exegetically support their opinions because they are daily studying the contents of Scripture. To his own students, Spurgeon wisely advised:

There is one book which you all have, and that is your Bible; and a minister with his Bible is like David with his sling and stone, fully equipped for the fray. No man may say that he has no well to draw from while the Scriptures are within reach. In the Bible we have a perfect library, and he who studies it thoroughly will be a better scholar than if he had devoured the Alexandrian Library entire. To understand the Bible should be our ambition; we should be familiar with it, as familiar as the housewife with her needle, the merchant with his ledger, the mariner with his ship. We ought to know its general run, the contents of each book, the details of its histories, its doctrines, its precepts, and everything about it . . . A man who has his Bible at his fingers’ ends and in his heart’s core is a champion in our Israel; you cannot compete with him: you may have an armory of weapons, but his Scriptural knowledge will overcome you; for it is a sword like that of Goliath, of which David said, «There is none like it» (Lectures to My Students [Vol.1], pp.195-196).

VIII. In Purchasing Books, Be Selective and Purchase Only the Best.

A man’s library is a good indicator of his thinking and theology. The wise believer, therefore, should not waste his money or time on the sensational and shallow. Although the words of Solomon in Ecclesiastes 12:12 are true («the writing of many books is endless, and excessive devotion to books is wearying to the body»), this does not undermine the value of securing profitable books which help to inform our minds and clarify the meaning of Scripture (2 Timothy 4:13).

IX. The Calvinist, Above All Others, Should Seek to Be Productive in His Walk For Christ.

1. Knowledge brings accountability. The more knowledge that one has of the Word of God, the more accountable they are to live in obedience to it and to manifest the fruits which spring from that knowledge. Thus, there is no excuse for an unproductive and lazy Calvinist. Don’t be a spiritual fat cow!

2. Don’t settle for low levels of grace within your life. Seek to excel in your Christian walk – as Paul urges us in Romans 12:11, «not lagging behind in diligence, fervent in spirit, serving the Lord» (cf. 1 Corinthians 15:58; 1 Thessalonians 4:9-10; Hebrews 6:10-12).

3. Practice disciple-making. It amazes me how many people grow in the Doctrines of Grace and who excel in their grasp of God’s revelation, but who never make any effort to disciple others. Think of the many experienced and older Christian men who never impart their wisdom and knowledge to younger men. In my opinion, this is a waste of the rich spiritual and intellectual resources which God has given to each one of us, as well as disservice to the body of Christ. For more on mentoring and disciple-making, see Paul D. Stanley & J. Robert Clinton, Connecting (Colorado Springs, CO: NavPress, 1992); Bill Hull, The Disciple Making Church (Grand Rapids: Fleming H. Revell, 1990).

4. Be optimistic about your future and service unto Christ – as was William Carey, the founder of modern missions, who said: «Expect great things from God; attempt great things for God.»

5. The Calvinist should seek to be the model of hospitality and charity (Romans 12:13; 1 Peter 4:9).

6. Be generous and liberal in your giving to others (Deuteronomy 15:10; 2 Corinthians 8:1-4; 9:7). William S. Plumer, «He who is not liberal with what he has, does but deceive himself when he thinks he would be more liberal if he had more.» Henry Ward Beecher, «In this world it is not what we take up but what we give up that makes us rich.»
 

X. Develop A Theology of Listening.

1. So often, when we converse with other believers, we tend to talk past each other because we have not learned the value and discipline of listening. James 1:19 tell us, «But let everyone be quick to hear, slow to speak, and slow to anger.»

2. I am persuaded that most of our doctrinal controversies throughout church history could have been solved or perhaps eased had Christians been more willing to listen carefully to one another.

3. Learn to be patient with the verbal blunders of others – «For we all stumble in many ways. If anyone does not stumble in what he says, he is a perfect man, able to bridle the whole body as well» (James 3:2).

4. As hard as it may seem, learn to value the criticism that you receive from others. Spurgeon wisely advised his own students at the Pastor’s College in London to not view criticism as necessarily a bad thing:

You must be able to bear criticism, or you are not fit to be at the head of a congregation; and you must let the critic go without reckoning him among your deadly foes, or you will prove yourself a mere weakling. It is wisest always to show double kindness where you have been severely handled by one who thought it his duty to do so, for he is probably an honest man and worth winning . . . The best of people are sometimes out at elbows and say unkind things; we should be glad if our friends could quite forget what we said when we were peevish and irritable, and it will be Christ-like to act towards others in this matter as we would wish them to do towards us . . . A sensible friend who will unsparingly criticize you from week to week will be a far greater blessing to you than a thousand undiscriminating admirers if you have sense enough to bear his treatment, and grace enough to be thankful for it. When I was preaching at the Surrey Gardens, an unknown censor of great ability used to send me a weekly list of my mispronunciations and other slips of speech. He never signed his name, and that was my only cause of complaint against him, for he left me in a debt which I could not acknowledge. I take this opportunity of confessing my obligations to him, for with genial temper, and an evident desire to benefit me, he marked down most relentlessly everything which he supposed me to have said incorrectly. Concerning some of these corrections he was in error himself, but for the most part he was right, and his remarks enabled me to perceive and avoid many mistakes. I looked for his weekly memoranda with much interest, and I trust I am all the better for them (Lectures to My Students [Vol.2], pp.169-170,175).

5. Criticism Will:

A. Keep you humble. Criticism helps to deflate swollen-egos.

B. Inform and educate you.

C. Keep you dependent upon your heavenly Father.

D. Help to confirm that you are not a man-pleaser – as Jesus warned His own disciples: «Woe to you when all men speak well of you» (Luke 6:26).

XI. Don’t Allow Your Past Failures to Hinder Your Service to God.

1. It’s important to remember that the greatest of men within redemptive history have had their short-comings and failures, yet we still used by God. Therefore, «Let us press on to maturity» (Hebrews 6:1; cf. Philippians 3:12,14).

2. Don’t allow yourself to fixate on the failures and sins of your Christian life, but look to the greater work of sanctification that God is doing in your life. Soldiers don’t quit! John Owen, «Think of the guilt of sin, that you may be humbled. Think of the power of sin, that you may seek strength against it. Think not of the matter of sin . . . . lest you be more and more entangled.»

3. While it is granted that a Christian may act hypocritical at times, a genuine believer will not continuously live a life of hypocrisy (1 John 3:9-10). Henry Scudder, in his classic work, The Christian’s Daily Walk, writes:

Uprightness being part of sanctification, is not fully perfect in this life; but is mixed with some hypocrisy, conflicting one against the other. It has degrees, sometimes more, sometimes less . . . A man is not to be called an upright man, or a hypocrite, because of some few actions wherein he may show uprightness or hypocrisy: for a hypocrite may do some upright actions, in which he does not dissemble, though he cannot be said to do them in uprightness; as Jehu destroyed the wicked house of Ahab, and the idolatrous priests of Baal, with all his heart (2 Kings 10). And the best man may do some hypocritical and guileful actions, as in the matter of Uriah, David did (1 Kings 15:5). It is not the having of hypocrisy that denotes a hypocrite, but the reigning of it, which is, when it is not seen, confessed, bewailed, and opposed. A man should judge of his uprightness rather by his will, bent, and the inclination of his soul, and good desires, and true endeavors to well doing in the whole course of his life, than by this or that particular act, or by his power to do. David was thus esteemed a man according to God’s own heart, no otherwise; rather by the goodness of the general course of his life, than by particular actions: for in many things he offended God, and polluted his soul, and blemished his reputation (pp.159-160).

XII. Recognize That Your Greatest Power is Found in Prayer.

E.M. Bounds once said, «To give prayer the secondary place is to make God secondary in life’s affairs.» In his book, The Weapon of Prayer (Grand Rapids: Baker Book House Reprint, 1991), he further stated:

The men to whom Jesus Christ committed the fortunes and destiny of His church were men of prayer. To no other kind of men has God ever committed Himself in this world. The apostles were preeminently men of prayer. They gave themselves to prayer. They made praying their chief business. It was first in point of importance and first in results. God never has, and He never will, commit the weighty interests of His kingdom to prayerless men, who do not make prayer a conspicuous and controlling factor in their lives. Men who do not pray never rise to any eminence of piety. Men of piety are always men of prayer. Men who are not preeminently men of prayer are never noted for the simplicity and strength of their faith. Piety flourishes nowhere so rapidly and so rankly as in the closet. The closet is the garden of faith (p.33).

Written by Darryl M. Erkel (1998)

 

Declaración Doctrinal

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Las Santas Escrituras
Dios
Enseñamos que la Biblia es la revelación escrita de Dios al hombre, y de esta manera los sesenta y seis libros de la Biblia que nos han sido dados por el Espíritu Santo constituyen la Palabra de Dios plenaria (inspirada en todas sus partes por igual) (1 Corintios 2:7-14; 2 Pedro 1:20-21).
Enseñamos que la Palabra de Dios es una revelación objetiva, proposicional (1 Tesalonicenses 2:13; 1 Corintios 2:13), verbalmente inspirada en cada palabra (2 Timoteo 3:16), absolutamente inerrante en los documentos originales, infalible, y exhalada por Dios. Enseñamos la interpretación literal, gramatical-histórica de la Escritura la cual afirma la creencia de que los capítulos de apertura de Génesis presentan la creación en seis días literales (Génesis 1:31; Exodo 31:17).
Enseñamos que la Biblia constituye el único estándar infalible de fe y práctica (Mateo 5:18; 24:35; Juan 10:35; 16:12-13; 17:17; 1 Corintios 2:13; 2 Timoteo 3:15-17; Hebreos 4:12; 2 Pedro 1:20-21).
Enseñamos que Dios habló en Su Palabra escrita mediante un proceso dual de autores. El Espíritu Santo guió de tal manera a los autores humanos que, a través de sus personalidades individuales y diferentes estilos de escritura, compusieron y escribieron la Palabra de Dios para el hombre (2 Pedro 1:20-21) sin error en el todo ó en la parte (Mateo 5:18; 2 Timoteo 3:16).
Enseñamos que, mientras que puede haber varias aplicaciones de algún pasaje en particular de la Escritura, no hay más que una interpretación verdadera. El significado de la Escritura debe ser encontrado al aplicar de manera diligente el método de interpretación literal gramatical-histórico bajo la iluminación del Espiritu Santo (Juan 7:17; 16:12-15; 1 Corintios 2:7-15; 1 Juan 2:20). La responsabilidad de los creyentes consiste en estudiar para llegar a la verdadera intención y significado de la Escritura, reconociendo que la aplicación apropiada es obligatoria para todas las generaciones. Sin embargo la verdad de la Escritura está en una posición en la que juzga a los hombres; quienes nunca están en una posición de juzgarla.Enseñamos que no hay más que un Dios vivo y verdadero (Deuteronomio 6:4; Isaías 45:5-7; 1 Corintios 8:4), un Espíritu infinito, que todo lo sabe (Juan 4:24), perfecto en todos Sus atributos, uno en esencia, existiendo eternamente en tres Personas—Padre, Hijo, y Espíritu Santo (Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14)—mereciendo adoración y obediencia cada uno por igual.


Dios el Padre
Enseñamos que Dios el Padre, la primera persona de la Trinidad, ordena y dispone todas las cosas de acuerdo a Su propósito y gracia (Salmo 145:8-9; 1 Corintios 8:6). El es el Creador de todas las cosas (Génesis 1:1-31; Efesios 3:9). Como el único Gobernante absoluto y omnipotente en el universo, El es soberano en la creación, providencia, y redención (Salmo 103:19; Romanos 11:36). Su paternidad involucra tanto Su designación dentro de la Trinidad como Su relación con la humanidad. Como el Creador El es Padre de todos los hombres (Efesios 4:6), pero El únicamente es el Padre espiritual de los creyentes (Romanos 8:14; 2 Corintios 6:18). El ha decretado para Su propia gloria todas las cosas que suceden (Efesios 1:11). El continuamente sostiene, dirije, y gobierna a todas las criaturas y a todos los acontecimientos (1 Crónicas 29:11). En Su soberanía El no es ni el autor de ni El que aprueba el pecado (Habacuc 1:13; Juan 8:38-47), ni tampoco anula la responsabilidad de criaturas morales e inteligentes (1 Pedro 1:17). En Su gracia El ha escogido desde la eternidad pasada a aquellos a quienes El ha determinado que sean suyos (Efesios 1:4-6); El salva del pecado a todos los que vienen a El por medio de Jesucristo; El adopta como suyos a todos aquellos que vienen a El; y El se convierte, al adoptarlos, en Padre de los Suyos (Juan 1:12; Romanos 8:15; Gálatas 4:5; Hebreos 12:5-9). 

Dios el Hijo
Enseñamos que Jesucristo, la segunda Persona de la Trinidad, poseé todos los atributos divinos, y en estos El es igual a Dios, cosubstancial, y coeterno con el Pdre (Juan 10:30; 14:9).
Enseñamos que Dios el Padre creó de acuerdo a Su propia voluntad, a través de Su Hijo, Jesucristo, por medio de Quien todas las cosas continúan existiendo y operando (Juan 1:3; Colosenses 1:15-17; Hebreos 1:2).
Enseñamos que en la encarnación (Dios hecho hombre) Cristo rindió o hizo a un lado únicamente las prerrogativas de deidad pero nada de la esencia divina, ni en grado ni en tipo. En Su encarnación, la segunda Persona de la Trinidad, existiendo eternamente, aceptó todas las características esenciales del ser humano y de esta manera se volvió el Dios-Hombre (Filipenses 2:5-8; Colosenses 2:9).
Enseñamos que Jesucristo representa a la humanidad y deidad en una unidad indivisible (Miqueas 5:2; Juan 5:23; 14:9-10; Colosenses 2:9).
Enseñamos que nuestro Señor Jesucristo nació de una virgen (Isaías 7:14; Mateo 1:23, 25; Lucas 1:26-35); que El era Dios encarnado (Juan 1:1, 14); y que el propósito de la encarnación fue revelar a Dios, redimir a los hombres, y gobernar sobre el reino de Dios (Salmo 2:7-9; Isaías 9:6; Juan 1:29; Filipenses 2:9-11; Hebreos 7:25-26; 1 Pedro 1:18-19).
Enseñamos que, en la encarnación, la segunda persona de la Trinidad hizo a un lado Su derecho a todas las prerrogativas de coexistencia con Dios y se atribuyó una existencia apropiada a un siervo mientras que nunca se despojó de Sus atributos divinos (Filipenses 2:5-8).
Enseñamos que nuestro Seños Jesucristo llevó a cabo nuestra redención por medio del derramamiento de Su sangre y de Su muerte sacrificial en la cruz y que Su muerte fue voluntaria, vicaria, sustitucionaria, propiciatoria, y redentora (Juan 10:15; Romanos 3:24-25; 5:8; 1 Pedro 2:24).
Enseñamos que debido a que la muerte de nuestro Señor Jesucristo fue eficaz, el pecador que cree es liberado del castigo, la paga, el poder, y un día de la presencia misma del pecado; y que él es declarado justo, se le otorga vida eterna, y es adoptado en la familia de Dios (Romanos 3:25; 5:8-9; 2 Corintios 5:14-15; 1 Pedro 2:24; 3:18).
Enseñamos que nuestra justificación es asegurada por Su resurrección literal, física de los muertos y que El ahora, después de haber ascendido, está a la diestra del Padre, en donde ahora El es nuestro mediador como Abogado y Sumo Sacerdote (Mateo 28:6; Lucas 24:38-39; Hechos 2:30-31; Romanos 4:25; 8:34; Hebreos 7:25; 9:24 1 Juan 2:1).
Enseñamos que en la resurrección de Jesucristo de la tumba, Dios confirmó la deidad de Su Hijo y demostró que Dios ha aceptado la obra expiatora de Cristo en la cruz. La resurrección corporal de Jesús también es la garantía de una vida de resurrección futura para todos los creyentes (Juan 5:26-29; 14:19; Romanos 1:4; 4:25; 6:5-10; 1 Corintios 15:20-23).
Enseñamos que Jesucristo regresará para recibir a la iglesia, la cual es Su cuerpo, en el rapto, y al regresar con Su iglesia en gloria, establecerá Su reino milenial en la tierra (Hechos 1:9-11; 1 Tesalonicenses 4:13-18; Apocalipsis 20).
Enseñamos que el Señor Jesucristo es Aquel a través de Quien Dios juzgará a toda la humanidad (Juan 5:22-23):
a. Creyentes (1 Corintios 3:10-15; 2 Corintios 5:10)
b. Habitantes de la tierra que estén vivos cuando El regrese en gloria (Mateo 25:31-46).
c. c. Muertos incrédulos en el Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15).
Como el Mediador entre Dios y el hombre (1 Timoteo 2:5), la Cabeza de Su Cuerpo que es la iglesia (Efesios 1:22; 5:23; Colosenses 1:18), y el Rey universal venidero, Quien reinará en el trono de David (Isaías 9:6; Lucas 1:31-33), El es el Juez que tiene la última palabra de todos aquellos que no confían en El como Señor y Salvador (Mateo 25:14-46; Hechos 17:30-31). 

Dios el Espíritu Santo
Enseñamos que el Espíritu Santo es una Persona divina, eterna, no derivada, que poseé todos los atributos de personalidad y deidad incluyendo intelecto (1 Corintios 2:10-13), emociones (Efesios 4:30), voluntad (1 Corintios 12:11, eternalidad (Hebreos 9:14), omnipresencia (Salmo 139:7-10), omnisciencia (Isaías 40:13-14), omnipotencia (Romanos 15:13), y veracidad (Juan 16:13). En todos los atributos divinos y en sustancia El es igual al Padre y al Hijo (Mateo 28:19; Hechos 5:3-4; 28:25-26; 1 Corintios 12:4-6; 2 Corintios 13:14; y Jeremías 31:31-34 con Hebreos 10:15-17).
Enseñamos que el Espíritu Santo ejecuta la voluntad divina en relación a toda la humanidad. Reconocemos Su actividad soberana en la creación (Génesis 1:2), la encarnación (Mateo 1:18), la revelación escrita (2 Pedro 1:20-21), y la obra de salvación (Juan 3:5-7).
Enseñamos que la obra del Espíritu Santo en esta época comenzó en Pentecostés cuando El descendió del Padre como fue prometido por Cristo (Juan 14:16-17; 15:26) para iniciar y completar la edificación del Cuerpo de Cristo, el cual es Su iglesia (1 Corintios 12:13). El amplio espectro de Su actividad divina incluye convencer al mundo de pecado, de justicia, y de juicio; glorificando al Señor Jesucristo y transformando a los creyentes a la imagen de Cristo (Juan 16:7-9; Hechos 1:5; 2:4; Romanos 8:9; 2 Corintios 3:6; Efesios 1:13).
Enseñamos que el Espíritu Santo es el Maestro divino, Quien guió a los apóstoles y profetas en toda la verdad conforme ellos se entregaban a escribir la revelación de Dios, la Biblia. Todo creyente poseé la presencia del Espíritu Santo Quien mora en él, desde el momento de la salvación, y el deber de todos aquellos que han nacido del Espíritu, consiste en ser llenos del (controlados por) el Espíritu (Juan 16:13; Romanos 8:9; Efesios 5:18; 2 Pedro 1:19-21; 1 Juan 2:20,27).
Enseñamos que el Espíritu Santo administra dones espirituales a la iglesia. El Espíritu Santo no se glorifica a Sí Mismo ni a Sus dones por medio de muestras ostentosas, sino que glorifica a Cristo al implementar Su obra de redención de los perdidos y edificación de los creyentes en la santísima fe (Juan 16:13-14; Hechos 1:8; 1 Corintios 12:4-11; 2 Corintios 3:18).
Enseñamos, con respecto a esto, que Dios el Espíritu Santo es soberano en otorgar todos Sus dones para el perfeccionamiento de los santos en el día de hoy y que hablar en lenguas y la operación de los milagros de señales en los primeros días de la iglesia, fueron con el propósito de apuntar hacia y certificar a los apóstoles como reveladores de verdad divina, y su propósito nunca fue el de ser característicos de las vidas de creyentes (1 Corintios 12:4-11; 13:8-10; 2 Corintios 12:12; Efesios 4:7-12; Hebreos 2:1-4). 

El Hombre
Enseñamos que el hombre fue directa e inmediatamente creado por Dios a Su imagen y semejanza. El hombre fue creado libre de pecado con una naturaleza racional, con inteligencia, voluntad, determinación personal, y responsabilidad moral para con Dios (Génesis 2:7, 15-25; Santiago 3:9).
Enseñamos que la intención de Dios en la creación del hombre fue que el hombre glorificara a Dios, disfrutara de la comunión con Dios, viviera su vida en la voluntad de dios, y de esta manera cumpliera el propósito de Dios para el hombre en el mundo (Isaías 43:7; Colosenses 1:16; Apocalipsis 4:11).
Enseñamos que en el pecado de desobediencia de Adán a la voluntad revelada de Dios y a la palabra de Dios, el hombre perdió su inocencia, incurrió en la pena de muerte espiritual y física; se volvió sujeto a la ira de Dios; y se volvió inherentemente corrupto y totalmente incapaz de escoger o hacer aquello que es aceptable a Dios fuera de la gracia divina. Sin poder alguno para tener la capacidad en sí mismo de restauracións, el hombre está perdido sin esperanza alguna. Por lo tanto, la salvación es en su totalidad la obra de la gracia de Dios por medio de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo (Génesis 2:16-17; 3:1-19; Juan 3:36; Romanos 3:23; 6:23; 1 Corintios 2:14; Efesios 2:1-3; 1 Timoteo 2:13-14; 1 Juan 1:8).
Enseñamos que debido a que todos los hombres de todas las épocas de la historia estaban en Adán, se les ha transmitido una natrualeza corrompida por el pecado de Adán, siendo Jesucristo la única excepción. Por lo tanto todos los hombres son pecadores por naturaleza, por decisión personal, y por declaración divina (Salmo 14:1-3; Jeremías 17:9; Romanos 3:9-18, 23; 5:10-12).
Salvación
Enseñamos que la salvación es totalmente de Dios por gracia basada en la redención de Jesucristo, el mérito de Su sangre derramada, y que no está basada en méritos humanos u obras (Juan 1:12; Efesios 1:7; 2:8-10; 1 Pedro 1:18-19).
Regeneración
Enseñamos que la regeneración es una obra sobrenatural del Espíritu Santo mediante la cual la naturaleza divina y la vida divina son dadas (Juan 3:3-7; Tito 3:5). Es instantanea y es llevada a cabo únicamente por el poder del Espíritu Santo a través de la Palabra de Dios (Juan 5:24), cuando el pecador en arrepentimiento, al ser capacitado por el Espíritu Santo, responde en fe a la provisión divina de la salvación. La regeneración genuina es manifestada en frutos dignos de arrepentimiento que se demuestran en actitudes y conducta justas. Las buenas obras serán su evidencia apropiada y fruto (1 Corintios 6:19-20; Efesios 2:10), y serán experimentadas hasta el punto en el que el creyente se somete al control del Espíritu Santo en su vida a través de la obediencia fiel a la Palbra de Dios (Efesios 5:17-21); Filipenses 2:12b; Colosenses 3:16; 2 Pedro 1:4-10). Esta obediencia hace que el creyente sea conformado más y más a la la imagen de nuestro Señor Jesucristo (2 Corintios 3:18). Tal conformidad llega a su clímax en la glorificación del creyente en la venida de Cristo (Romanos 8:17; 2 Pedro 1:4; 1 Juan 3:2-3). 

Elección
Enseñamos que la elección es el acto de Dios mediante el cual, antes de la fundación del mundo, El escogió en Cristo a aquellos a quienes El en Su gracia regenera, salva, y santifica (Romanos 8:28-30; Efesios 1:4-11; 2 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 2:10; 1 Pedro 1:1-2).
Enseñamos que la elección soberana no contradice o niega la responsabilidad del hombre de arrepentirse y confiar en Cristo como Salvador y Señor (Ezequiel 18:23, 32; 33:11; Juan 3:18-19, 36; 5:40; Romanos 9:22-23; 2 Tesalonicenses 2:10-12; Apocalipsis 22:17). No obstante, debido a que la gracia soberana incluye tanto el medio para recibir la dádiva de salvación como también la dádiva misma, la elección soberana resultará en lo que Dios determina. Todos aquellos a quienes el Padre llama a Sí Mismo vendrán en fe y todos los que vienen en fe, el Padre los recibirá (Juan 6:37-40, 44; Hechos 13:48; Santiago 4:8).
Enseñamos que el favor inmerecido de Dios que otorga a pecadores totalmente depravados no está relacionado ni a alguna iniciativa de su parte ni a que Dios sepa lo que puedan hacer de su propia voluntad, sino que es absolutamente a partir de Su gracia soberana y misericordia, sin relación alguna a cualquier otra cosa fuera de El (Efesios 1:4-7; Tito 3:4-7; 1 Pedro 1:2).
Enseñamos que la elección no debe ser vista como si estuviera basada meramente en la soberanía abstracta. Dios es verdaderamente soberano pero El ejercita esta soberanía en armonía con Sus otros atributos, especialmente Su omisciencia, justicia, santidad, sabiduría, gracia, y amor (Romanos 9:11-16). Esta soberanía siempre exaltará la voluntad de Dios de una manera que es totalmente consistente con Su persona como se revela en la vida de nuestro Señor Jesucristo (Mateo 11:25-28; 2 Timoteo 1:9). 

Justificación
Enseñamos que la justificación delante de Dios es un acto de Dios (Romanos 8:33) por medio del cual El declara justos a aquellos a quienes, a través de la fe en Cristo, se arrepienten de sus pecados (Lucas 13:3; Hechos 2:38; 3:19; 11:18; Romanos 2:4; 2 Corintios 7:10; Isaías 55:6-7) y lo confiesan como Señor soberano (Romanos 10:9-10; 1 Corintios 12:3; 2 Corintios 4:5; Filipenses 2:11). Esta justicia es independiente de cuaquier virtud u obra del hombre (Romanos 3:20; 4:6) e involucra la imputación de nuestros pecados a Cristo (Colosenses 2:14; 1 Pedro 2:24) y la imputación de la justicia de Cristo a nosotros (1 Corintios 1:30; 2 Corintios 5:21). Por medio de esto Dios puede ser “el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3:26). 

Santificación
Enseñamos que todo creyente es santificado (apartado) para Dios por la justificación y por lo tanto declarado santo y por lo tanto identificado como un santo. Esta santificación es posicional e instantanea y no debe ser confundida con la santificación progresiva. Esta santificación tiene que ver con la posición del cryente, no con su vida práctica actual o condición (Hechos 20:32; 1 Corintios 1:2, 30; 6:11; 2 Tesalonicenses 2:13; Hebreos 2:11; 3:1; 10:10, 14; 13:12; 1 Pedro 1:2).
Enseñamos que por la obra del Espíritu Santo también hay una santificación progresiva mediante la cual el estado del creyente es traído a un punto más cercano a la posición que disfruta por medio de la justificación. A través de la obediencia a la Palabra de Dios y la capacidad dada por el Espíritu Santo, el creyente es capaz de vivir una vida de mayor santidad en conformidad a la voluntad de Dios, volviéndose más y más como nuestro Señor Jesucristo (Juan 17:17, 19; Romanos 6:1-22; 2 Corintios 3:18; 1 Tesalonicenses 4:3-4; 5:23).
Con respecto a esto, enseñamos que toda persona salva está involucrada en un conflicto diario—la nueva naturaleza en Cristo batallando en contra de la carne—pero hay provisión adecuada para la victoria por medio del poder del Espíritu Santo Quien mora en el creyente. No obstante la batalla permanece en el creyente a lo largo de esta vida terrenal y nunca es terminada en su totalidad. Toda afirmación de que un creyente puede erradicar el pecado en su vida en esta vida, no es Bíblica. La erradicación del pecado no es posible, pero el Espíritu Santo proveé lo necesario9 para la victoria sobre el pecado (Gálatas 5:16-25; Efesios 4:22-24; Filipenses 3:12; Colosenses 3:9-10; 1 Pedro 1:14-16; 1 Juan 3:5-9). 

Seguridad
Enseñamos que todos los redimidos, una vez que han sido salvos, son guardados por el poder de Dios y de esta manera están seguros en Cristo para siempre (Juan 5:24; 6:37-40; 10:27-30; Romanos 5:9-10; 8:1, 31-39; 1 Corintios 1:4-8; Efesios 4:30; Hebreos 7:25; 13:5; 1 Pedro 1:5; Judas 24).
Enseñamos que el privilegio de los creyentes es regocijarse en la certidumbre de su salvación por medio del testimonio de la Palabra de Dios, el cual, no obstante, claramente nos prohibe el uso de la libertad Cristiana como una ocasión para vivir en pecado y carnalidad (Romanos 6:15-22; Gálatas 5:13, 25-26; Tito 2:11-14). 

Separación
Enseñamos que a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento claramente se llama a la separación del pecado, y que las Escrituras claramente indican que en los últimos días la apostasía y la mundanalidad se incrementarán (2 Corintios 6:14-7:1; 2 Timoteo 3:1-5; 1 Timoteo 4:1-5).
Enseñamos que a partir de una profunda gratitud por la gracia inmerecida de Dios que se nos ha sido otorgada y debido a que nuestro Dios glorioso es tan digno de nuestra consagración total, todos los salvos deben de vivir de tal manera que demostremos nuestro amor reverente a Dios y de esta manera no traer deshonra a nuestro Señor y Salvador. También enseñamos que Dios nos manda a que nos separemos de toda apostasía religiosa y prácticas mundanas y pecaminosas (Romanos 12:1-2; 1 Corintios 5:9-13; 2 Corintios 6:14-7:1; 1 Juan 2:15-17; 2 Juan 9-11).
Enseñamos que los creyentes deben de estar separados para nuestro Señor Jesucristo (2 Tesalonicenses 1:11-12; Hebreos 12:1-2) y afirmar que la vida Cristiana es una vida de justicia obediente que refleja la enseñanza de las Bienaventuranzas (Mateo 5:2-12) y una búsqueda continua de santidad (Romanos 12:1-2; 2 Corintios 7:1; Hebreos 12:14; Tito 2:11-14; 1 Juan 3:1-10). 

La Iglesia
Enseñamos que todos los que confían en Jesucristo son inmediatamente colocados por el Espíritu Santo en un Cuerpo espiritual unido, la iglesia (1 Corintios 12:12-13), la novia de Cristo (2 Corintios 11:2; Efesios 5:23-32; Apocalipsis 19:7-8), de la cual Cristo es la cabeza (Efesios 1:22; 4:15; Colosenses 1:18).
Enseñamos que la formación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo, comenzó en el Día de Pentecostés (Hechos 2:1-21, 38-47) y será completada cuando Cristo venga por los Suyos en el rapto (1 Corintios 15:51-52; 1 Tesalonicenses 4:13-18).
Enseñamos que la iglesia es un organismo espiritual único diseñado por Cristo, constituido por todos los creyentes que han nacido de nuevo en la época actual (Efesios 2:11-3:6). La iglesia es distinta a Israel (1 Corintios 10:32), un misterio no revelado sino hasta esta época (Efesios 3:1-6; 5:32). 

Enseñamos que la autoridad suprema de la iglesia es Cristo (1 Corintios 11:3; Efesios 1:22; Colosenses 1:1 y que el liderazgo, dones, orden, disciplina, y adoración son determinados por medio de Su soberanía como se encuentra en las Escrituras. Las personas bíblicamente designadas sirviendo bajo Cristo y sobre la asamblea son los ancianos (también llamados obispos, pastores, y pastores-maestros; Hechos 20:28; Efesios 4:11) y diáconos. Tanto ancianos como diáconos deben de cumplir con los requisitos bíblicos (1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-9; 1 Pedro 5:1-5).
Enseñamos que estos líderes guían o gobiernan como siervos de Cristo (1 Timoteo 5:17-22) y tienen Su autoridad al dirigir la iglesia. La congregación debe someterse a su liderazgo (Hebreos 13:7, 17). 

Enseñamos la importancia del discipulado (Mateo 28:19-20; 2 Timoteo 2:2), responsabilidad mutua de todos los creyentes los unos a los otros (Mateo 18:5-14), como también la necesidad de disciplina de miembros de la congregación que están en pecado de acuerdo con los estándares de la Escritura (Mateo 18:15-22; Hechos 5:-11; 1 Corintios 5:1-13; 2 Tesalonicenses 3:6-15; 1 Timoteo 1:19-20; Tito 1:10-16). 

Enseñamos la autonomía de la iglesia local la cual es libre de cualquier autoridad externa o control, con el derecho de gobernarse a sí misma y con libertad de interferencias de cualquier jerarquía de individuos u organizaciones (Tito 1:5). Enseñamos que es escritural que las igelsias verdaderas cooperen entre ellas para la presentación y propagación de la fe. No obstante, cada iglesia local, a través de sus ancianos y su interpretación y aplicación de la Escritura, debe ser el único juz de la medida y método de su cooperación. Los ancianos deben determinar todos los demás asuntos de membresía, políticas, disciplina, benevolencia, como también gobierno (Hechos 15:19-31; 20-28; 1 Coritnios 5:4-7; 13:1; 1 Pedro 5:1-4). 

Enseñamos que el propósito de la iglesia es glorificar a Dios (Efesios 3:21) al edificarse a sí misma en la fe (Efesios 4:13-16), al ser instruida en la Palabra (2 Timoteo 2:2, 15; 3:16-17), al tener comunión (hechos 2:47; 1 Juan 1:3), al guardar las ordenanzas (Lucas 22:19; Hechos 2:38-42) y al estender y comunicar el evangelio al mundo entero (Mateo 28:19; Hechos 1:8; 2:42). 

Enseñamos el llamado de todos los santos a la obra del servicio (1 Corintios 15:58; Efesios 4:12; Apocalipsis 22:12).
Enseñamos la necesidad de que la iglesia coopere con Dios conforme El lleva a cabo Sus propósitos en el mundo. Para ese fin, El da a la iglesia dones espirituales. En primer lugar, El da hombres escogidos con el propósito de equipar a los santos para la obra del ministerio (Efesios 4:7-12), y El también da capacidades únicas y especiales a cada miembro del Cuerpo de Cristo (Romanos 12:5-8; 1 Corintios 12:4-31; 1 Pedro 4:10-11).
Enseñamos que hubieron dos clases de dones dadas en la iglesia primitiva: dones milagrosos de revelación divina y sanidad, dados tamporalmente en la era apostólica con el propósito de confirmar la autenticidad del mensaje de los apóstoles (Hebreos 2:3-4; 2 Coritnios 12:12); y dones de ministerio, dados para equipar a los creyentes para edificarse los unos a los otros. Con la revelación del Nuevo Testamento ya terminada, la Escritura se vuelve la única prueba de autenticidad del mensaje de un hombre, y los dones de confirmación de una naturaleza milagrosa ya no son necesarios para certificar a un homre ó a su mensaje (1 Corintios 13:8-12). Los dones mlagrosos pueden llegar a ser falsificados por Satanás al punto de engañar aún a creyentes (1 Corintios 13:13-14:12); Apocalipsis 13:13-14). Los únicos dones en operación en el día de hoy son aquellos dones no revelatorios para equipar y edificar (Romanos 12:6-8). Enseñamos que nadie poseé el don de sanidad en el día de hoy pero que Dios oye y responde a la oración de fe y responderá de acuerdo a Su propia voluntad perfecta por los enfermos, los que están sufriendo, y que están afligidos (Lucas 18:1-6; Juan 5:7-9; 2 Corintios 12:6-10; Santiago 5:13-16; 1 Juan 5:14-15).
Enseñamos que a la iglesia local se le han dado dos ordenanzas: bautismo y la Cena del Señor (Hechos 2:38-42). El bautismo Cristiano por inmersión (Hechos 8:36-39) es el testimonio solemne y hermoso de un creyente mostrando su fe en el Salvador crucificado, sepultado, y resucitado, y su unión con El en su muerte al pecado y resurrección a una nueva vida (Romanos 6:1-11). También es una señal de comunión e identificación con el cuerpo visible de Cristo (Hechos 2:41-42). 

Enseñamos que la Cena del Señor es la conmemoración y proclamación de Su muerte hasta que El venga, y siempre debe ser precedida por una solemne evaluación personal (1 Corintios 11:28-32). También enseñamos que mientras que los elementos de la Comunión unicamente representan la carne y la sangre de Cristo, la Cena del Señor es de hecho una comunión con el Cristo resucitado Quien está presente de una manera única, teniendo comunión con Su pueblo (1 Corintios 10:16). 

Angeles

Angeles Santos
Enseñamos que los angeles son seres creados y por lo tanto no deben ser adorados. Aúnque son un orden más alto de creación que el hombre, han sido creados para servir a Dios y para adorarlo (Lucas 2:9-14; Hebreos 1:6-7, 14; 2:6-7; Apocalipsis 5:11-14; 19:10; 22:9).

Angeles Caídos
Enseñamos que Satanás es un angel creado y el autor del pecado. El incurrió en el juicio de Dios al rebelarse en contra de su Creador (Isaías 14:12-17; Ezequiel 28:11-19), al llevar a varios ángeles con él en su caída (mateo 25:41; Apocalipsis 12:1-14), y al introducir el pecado a la raza humana por su tentación de Eva (Génesis 3:1-15).
Enseñamos que Satanás es el enemigo abierto y declarado de Dios y el hombre (Isaías 14:13-14; Mateo 4:1-11; Apocalipsis 12:9-10), el príncipe de este mundo, quien ha sido derrotado a través de la muerte y resurrección de Jesucristo (Romanos 16:20); y que será eternamente castigado en el lago de fuego (Isaías 14:12-17; Ezequiel 28:11-19; Mateo 25:41; Apocalipsis 20:10).
Las Ultimas Cosas (Escatología)

Muerte
Enseñamos que la muerte física no involucra la pérdida de nuestra consciencia inmaterial (Apocalipsis 6:9-11), que el alma de los redimidos pasa inmediatamente a la presencia de Cristo (Lucas 23:43; Filipenses 1:23; 2 Coritnios 5:8), que hay una separación entre el alma y el cuerpo (Filipenses 1:21-24), y que, prar los redimidos, tal separación continuará hasta el rapto (1 Tesalonicenses 4:13-17), el cual inicia la primera resurrección (Apocalipsis 20:4-6), cuando nuestra alma y cuerpo se volverán a unir y serán glorificados prar simpre con nuestro Señor (Filipenses 3:21; 1 Corintios 15:35-44, 50-54). Hasta ese momento, las almas de los redimidos en Cristo permanecerán en comunión gozosa con nuestro Señor Jesucristo (2 Corintios 5:8).
Enseñamos la resurrección corporal de todos los hombres, los salvos a vida eterna (Juan 6:39; Romanos 8:10-11, 19-23; 2 Corintios 4:14), y los inconversos a juicio y castigo eterno (Daniel 12:2; Juan 5:29; Apocalipsis 20:13-15).
Enseñamos que las almas de los que no son salvos en la muerte son guardadas bajo castigo hasta la segunda resurrección (Lucas 16:19-26; Apocalipsis 20:13-15), cuando el alma y el cuerpo de resurrección serán unidos (Juan 5:28-29). Entonces ellos aparecerán en el juicio del Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15) y serán arrojados al infierno, el lago de fuego (Mateo 25:41-46), separados de la vida de Dios para siempre (Daniel 12:2; Mateo 25:41-46; 2 Tesalonicenses 1:7-9). 

El Rapto de la Iglesia
Enseñamos el regreso personal, corporal de nuestro Señor Jesucristo antes de la tribulación de siete años (1 Tesalonicenses 4:16; Tito 2:13) para sacar a Su iglesia de esta tierra (Juan 14:1-3; 1 Corintios 15:51-53; 1 Tesalonicenses 4:15-5:11) y, entre este acontecimiento y Su regreso glorioso con Sus santos, para recompensar a ls creyentes de acuerdo a sus obras (1 Corintios 3:11-15; 2 Corintios 5:10). 

El Periodo de Tribulación
Enseñamos que inmediatamente después de sacar a la iglesia de la tierra (Juan 14:1-3; 1 Tesalonicenses 4:13-1 los justos juicios de Dios serán derramados sobre un mundo incrédulo (Jeremías 30:7; Daniel 9:27; 12:1; 2 Tesalonicenses 2:7-12; Apocalipsis 16), y que estos juicios llegarán a su clímax para el tiempor del regreso de Cristo en gloria a la tierra (Mateo 24:27-31; 25:31-46; 2 Tesalonicenses 2:7-12). En ese momento los santos del Antiguo Testamento y de la tribulación serán resucitados y los vivos serán juzgados (Daniel 12:2-3; Apocalipsis 20:4-6). Este periodo incluye la 70a. semana de la profecía de Daniel (Daniel 9:24-27; Mateo 24:15-31; 25:31-46).
La Segunda Venida y el Reino Milenial
Enseñamos que después del periodo de tribulación, Cristo vendrá a la tierra a ocupar el trono de David (Mateo 25:31; Lucas 1:31-33; Hechos 1:10-11; 2:29-30) y establecerá Su reino mesiánico por mil años sobre la tierra (Apocalipsis 20:1-7). Durante este tiempo los santos resucitados reinarán con El sobre Israel y todas las naciones de la tierra (Ezequiel 37:21-28; Daniel 7:17-22; Apocalipsis 19:11-16). Este reinado será precedido por el derrocamineto del Anticristo y el Falso Profeta, y deposición de Satanás del mundo (Daniel 7:17-27; Apocalipsis 20:1-7).
Enseñamos que el reino mismo va a ser el cumplimiento de la promesa de Dios a Israel (Isaías 65:17-25; Ezequiel 37: 21-28; Zacarías 8:1-17) de restaurarlos a la tierra que ellos perdieron por su desobediencia (Deuteronomio 28:15-68). El resultado de su desobediencia fue que Israel fue temporalmente hecho a un lado (Mateo 21:43; Romanos 11:1-26) pero volverá a ser despertado a través del arrepentimiento para entrar en la tierra de bendición (Jermías 31:31-34; Ezequiel 36:22-32; Romanos 11:25-29).
Enseñamos que este tiempo del reinado de nuestro Señor será caracterizado por armonía, justicia, paz, rectitud, y larga vida (Isaías 11; 65:17-25; Ezequiel 36:33-38), y será llevado a un fin con la libertad de Satanás (Apocalipsis 20:7). 

El Juicio de los Perdidos
Enseñamos que después de que Satanás sea soltado después del reinado de Cristo por mil años (Apocalipsis 20:7), Satanás engañará a las naciones de la tierra y las reunirá para combatir a los santos y a la ciudad amada, y en ese momento Satanás y su armada serán devorados por fuego del cielo (Apocalipsis 20:9). Después de esto, Satantás será rrojado al lago de fuego y azufre (Mateo 25:41; Apocalipsis 20:10) y entonces Cristo, Quien es el Juez de todos los hombres (Juan 5:22), resucitará y juzgará a los grandes y pequeños en el Juicio del Gran Trono Blanco.
Enseñamos que esta resurrección de los muertos no salvos a juicio será una resurrección física, y después de recibir su juicio (Romanos 14:10-13), serán entregados a un castigo eterno consciente en el lago de fuego (Mateo 25:41; Apocalipsis 20:11-15). 

Eternidad
Enseñamos que después de la conclusión del milenio, la libertad temporal de Satanás, y el juicio de los incrédulos (2 Tesalonicenses 1:9; Apocalipsis 20:7-15), los salvos entrarán al estado eterno de gloria con Dios, después del cual los elementos de esta tierra se disolverán (2 Pedro 3:10) y serán reemplazados con una tierra nueva en donde sólo mora la justicia (Efesios 5:5; Apocalipsis 20:15; 21-22). Después de esto, la ciudad celestial descenderá del cielo (Apocalipsis 21:2) y será el lugar en el que moren los santos, en donde disfrutarán de la comunión con Dios y de la comunión mutua para siempre (Juan 17:3; Apocalipsis 21-22). Nuestro Señor Jesucristo, habiendo cumplido Su misión redentora, entonces entregará el reino a Dios el Padre (1 Corintios 15:24-2 para que en todas las esferas el Dios trino reine para siempre (1 Corintios 15:28).